861 resultados para Rural working class
Resumo:
Suele afirmarse que Santiago del Estero concentra un elevado número de campesinos. En este artículo presentamos una primera aproximación al tema con el propósito de comenzar a desmitificar dicha idea. Para ello, recurrimos a datos arrojados por el Formulario de Caracterización Familiar del PROINDER, año 2009 -ejecutado desde la Subsecretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar de Santiago del Estero- y entrevistas realizadas en parajes rurales del departamento de Atamisqui en abril del 2010. El Formulario utilizado nos permite, entre otras cosas, mensurar el peso que las distintas fuentes de ingreso tienen en el total del ingreso familiar. Esto, junto a los testimonios recogidos en las entrevistas, nos permite conocer de qué viven las familias analizadas. Se observa que el sustento más importante proviene del trabajo estacional asalariado desarrollado en distintas actividades rurales (aunque especialmente en el desflore de maíz y la cosecha de arándanos) y de transferencias diversas (jubilaciones, beneficios sociales, remesas). Estos datos nos estarían indicando, en este caso particular, que el sujeto habitualmente caracterizado como campesinado esconde, en realidad, a la clase obrera rural atamisqueña
Resumo:
Las transformaciones socio-económicas, políticas y gremiales acaecidas a fines de los '70 inauguraron un período desfavorable para las condiciones de trabajo de los obreros agrícolas. Se desarrolló una tendencia hacia la disminución de los tiempos requeridos por cada tarea, la discontinuación del proceso productivo, la estacionalización de la demanda de empleo y una mayor especialización de la fuerza de trabajo. La fragmentación extrema del proceso productivo derivó así en el astillamiento del ciclo laboral de los trabajadores en términos de ingresos y de empleadores. En este contexto, fueron logrando imponerse y naturalizarse distintas formas y niveles de remuneración para cada una de las tareas agrícolas, aun en los casos en que un trabajador las realizara todas para un mismo patrón como peón permanente, y singularmente en los casos de los obreros temporarios que se enfrentan a distintos empleadores para desarrollar cada una de las labores con las que construyen su ciclo laboral. Nos proponemos analizar el rol que la combinación de estas formas y niveles salariales ha venido cumpliendo para el abaratamiento de la fuerza de trabajo agrícola en su conjunto, así como en su estímulo a una mayor productividad y en la frustración de conflictos abiertos o a gran escala entre esta fracción de la clase obrera rural y sus patrones, a pesar de las condiciones de trabajo desfavorables que verificamos en este estudio
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Suele afirmarse que Santiago del Estero concentra un elevado número de campesinos. En este artículo presentamos una primera aproximación al tema con el propósito de comenzar a desmitificar dicha idea. Para ello, recurrimos a datos arrojados por el Formulario de Caracterización Familiar del PROINDER, año 2009 -ejecutado desde la Subsecretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar de Santiago del Estero- y entrevistas realizadas en parajes rurales del departamento de Atamisqui en abril del 2010. El Formulario utilizado nos permite, entre otras cosas, mensurar el peso que las distintas fuentes de ingreso tienen en el total del ingreso familiar. Esto, junto a los testimonios recogidos en las entrevistas, nos permite conocer de qué viven las familias analizadas. Se observa que el sustento más importante proviene del trabajo estacional asalariado desarrollado en distintas actividades rurales (aunque especialmente en el desflore de maíz y la cosecha de arándanos) y de transferencias diversas (jubilaciones, beneficios sociales, remesas). Estos datos nos estarían indicando, en este caso particular, que el sujeto habitualmente caracterizado como campesinado esconde, en realidad, a la clase obrera rural atamisqueña
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Las transformaciones socio-económicas, políticas y gremiales acaecidas a fines de los '70 inauguraron un período desfavorable para las condiciones de trabajo de los obreros agrícolas. Se desarrolló una tendencia hacia la disminución de los tiempos requeridos por cada tarea, la discontinuación del proceso productivo, la estacionalización de la demanda de empleo y una mayor especialización de la fuerza de trabajo. La fragmentación extrema del proceso productivo derivó así en el astillamiento del ciclo laboral de los trabajadores en términos de ingresos y de empleadores. En este contexto, fueron logrando imponerse y naturalizarse distintas formas y niveles de remuneración para cada una de las tareas agrícolas, aun en los casos en que un trabajador las realizara todas para un mismo patrón como peón permanente, y singularmente en los casos de los obreros temporarios que se enfrentan a distintos empleadores para desarrollar cada una de las labores con las que construyen su ciclo laboral. Nos proponemos analizar el rol que la combinación de estas formas y niveles salariales ha venido cumpliendo para el abaratamiento de la fuerza de trabajo agrícola en su conjunto, así como en su estímulo a una mayor productividad y en la frustración de conflictos abiertos o a gran escala entre esta fracción de la clase obrera rural y sus patrones, a pesar de las condiciones de trabajo desfavorables que verificamos en este estudio
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Suele afirmarse que Santiago del Estero concentra un elevado número de campesinos. En este artículo presentamos una primera aproximación al tema con el propósito de comenzar a desmitificar dicha idea. Para ello, recurrimos a datos arrojados por el Formulario de Caracterización Familiar del PROINDER, año 2009 -ejecutado desde la Subsecretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar de Santiago del Estero- y entrevistas realizadas en parajes rurales del departamento de Atamisqui en abril del 2010. El Formulario utilizado nos permite, entre otras cosas, mensurar el peso que las distintas fuentes de ingreso tienen en el total del ingreso familiar. Esto, junto a los testimonios recogidos en las entrevistas, nos permite conocer de qué viven las familias analizadas. Se observa que el sustento más importante proviene del trabajo estacional asalariado desarrollado en distintas actividades rurales (aunque especialmente en el desflore de maíz y la cosecha de arándanos) y de transferencias diversas (jubilaciones, beneficios sociales, remesas). Estos datos nos estarían indicando, en este caso particular, que el sujeto habitualmente caracterizado como campesinado esconde, en realidad, a la clase obrera rural atamisqueña
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Las transformaciones socio-económicas, políticas y gremiales acaecidas a fines de los '70 inauguraron un período desfavorable para las condiciones de trabajo de los obreros agrícolas. Se desarrolló una tendencia hacia la disminución de los tiempos requeridos por cada tarea, la discontinuación del proceso productivo, la estacionalización de la demanda de empleo y una mayor especialización de la fuerza de trabajo. La fragmentación extrema del proceso productivo derivó así en el astillamiento del ciclo laboral de los trabajadores en términos de ingresos y de empleadores. En este contexto, fueron logrando imponerse y naturalizarse distintas formas y niveles de remuneración para cada una de las tareas agrícolas, aun en los casos en que un trabajador las realizara todas para un mismo patrón como peón permanente, y singularmente en los casos de los obreros temporarios que se enfrentan a distintos empleadores para desarrollar cada una de las labores con las que construyen su ciclo laboral. Nos proponemos analizar el rol que la combinación de estas formas y niveles salariales ha venido cumpliendo para el abaratamiento de la fuerza de trabajo agrícola en su conjunto, así como en su estímulo a una mayor productividad y en la frustración de conflictos abiertos o a gran escala entre esta fracción de la clase obrera rural y sus patrones, a pesar de las condiciones de trabajo desfavorables que verificamos en este estudio
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Pós-graduação em História - FCHS
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Erratum relating to p. 80 of v. 1 tipped in before p. [1] of v. 2.
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At head of title: Ministry of health.
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This article examines the figure of the ‘Cashed-up Bogan’ or ‘Cub’ in Australian media from 2006 to 2009. It explains that ‘Bogan’, like that of ‘Chav’ in Britain, is a widely engaged negative descriptor for the white working-class poor. In contrast, ‘Cubs’ have economic capital. This capital, and the Cub’s emergence, is linked to Australia’s resource boom of recent decades when the need for skilled labour allowed for a highly demarcated segment of the working class to earn relatively high incomes in the mining sector and to participate in consumption. We argue that access to economic capital has provided the Cub with mobility to enter the everyday spaces of the middle class, but this has caused disruption and anxiety to middle-class hegemony. As a result, the middle class has redrawn and reinforced class-infused symbolic and cultural boundaries, whereby, despite their wealth, pernicious media representations mark Cubs as ‘other’ to the middle-class deservingness, taste and morality.
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This Companion presents the major debates and issues in Critical Criminology. It presents new research on crime, policy and the internationalisation of the criminal justice system. It sheds light on traditional debates in critical criminology through a confronting analysis of contemporary developments in criminal justice and criminology. This is the first textbook that brings together the major Australian and New Zealand theorists in Critical Criminology. The chapters represent the contribution of these authors in both their established work and their recent scholarship. It includes new approaches to theory, methodology, case studies and contemporary issues. It traverses a range of debates including the criminalisation of Indigenous people, ethnic communities, the working class, rural communities and young people from critical perspectives, and introduces new concepts of state crime. It covers developments in the penal system that have responded to globalisation and neo-liberalism, particularly in law and order and anti-terror campaigns. This coverage is counterpoised by portrayals of resistance within the penal system and considerations of restorative justice. The Companion is relevant to a broad range of courses and levels of study. It covers the major components of a Criminology course through a critical lens. It is a thorough introduction to concepts and critiques in criminology, as well as a provocative analysis of the assumptions underpinning the criminal justice system. Students, teachers and scholars in criminology, law and sociology will find this Companion invaluable.
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Over its history, the International Journal of Inclusive Education has had a strong record of naming, critiquing and redressing the ways in which particular social locations shape experiences of inclusion and exclusion in education. In this special issue, we continue this tradition taking as our focus those who live outside the metropolitan mainstream. To date, rural schools and the communities of which they are part have often been overlooked by researchers of inclusive education. This is not to suggest that the rural has been ignored entirely in research on inclusivity and schooling. For example, a number of studies have included rural case studies as part of broader research on subjects such as educational disadvantage and experiences of poverty (Horgan 2009), inclusivity and early childhood services (Penn 1997), constraints to inclusive educational practice (Shevlin, Winter, and Flynn 2013) and the efficacy of inclusivity training programmes for teachers (Strieker, Logan, and Kuhel 2012). Such work provides a critical reference point for this special issue as it has demon- strated that the educational landscape may be very differently experienced in the rural compared to the urban. Illustrative is Wikeley et al.’s (2009, 381) assertion that working class Irish youth living outside the urban sphere are ‘doubly disadvantaged’ in terms of accessing out-of-school activities and Milovanovic et al.’s (2014, 47) claim that for young children in the Western Balkans, there is a ‘dearth of pre-school provision in rural areas’. As well as highlighting cleavages of disadvantage as they exist between urban and rural schools, work in this journal has also revealed disadvantage that exists within rural schools. This scholarship has explored how particular social locations, such as disability, ethnicity, sexuality, gender and class intersect with rurality to produce very different educational biographies. For example, it may be class, as Holt (2012) found in her study of young rural women’s transition to a city university, or it may be gender, as Tuwor and Sossou (2008) posited in their work on the schooling of girls in West Africa.
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Australia has a long history of policy attention to the education of poor and working-class youth (Connell, 1994), yet currently on standardized educational outcomes measures the gaps are widening in ways that relate to social background, including race, location and class. An economic analysis of school choice in Australia reveals that a high proportion of government school students now come from lower Socio-Economic Status (SES) backgrounds (Ryan & Watson, 2004), indicating a trend towards a gradual residualisation of the poor in government schools, with increased private school enrolments as a confirmed national trend. The spatial distribution of poverty and the effects on school populations are not unique to Australia (Lupton, 2003; Lipman, 2011; Ryan, 2010). Raffo and colleagues (2010) recently provided a synthesis of socially critical approaches towards schooling and poverty arguing that what is needed are shifts in the balances of power to reposition those within the educational system as having some say in the ways schooling is organized. ‘Disadvantaged’ primary schools are not a marginal concern for education systems, but now account for a large and growing number of schools that serve an ever increasing population being made redundant, in part-time precarious work, under-employed or unemployed (Thomson 2002; Smyth, Down et al 2010). In Australia, the notion of the ‘disadvantaged’ school now refers to those, mostly public schools, being residualised by a politics of parental choice that drives neoliberalising policy logic (Bonner & Caro 2007; Hattam & Comber, forthcoming 2014; Thomson & Reid, 2003)...
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This study is divided into two parts: a methodological part and a part which focuses on the saving of households. In the 1950 s both the concepts as well as the household surveys themselves went through a rapid change. The development of national accounts was motivated by the Keynesian theory and the 1940 s and 1950 s were an important time for the development of the national accounts. Before this, saving was understood as cash money or money deposited in bank accounts but the changes in this era led to the establishment of the modern saving concept. Separate from the development of national accounts, household surveys were established. Household surveys have been conducted in Finland from the beginning of the 20th century. At that time surveys were conducted in order to observe the working class living standard and as a result, these were based on the tradition of welfare studies. Also a motivation for undertaking the studies was to estimate weights for the consumer price index. A final reason underpinning the government s interest in observing this data regarded whether there were any reasons for the working class to become radicalised and therefore adopt revolutionary ideas. As the need for the economic analysis increased and the data requirements underlying the political decision making process also expanded, the two traditions and thus, the two data sources started to integrate. In the 1950s the household surveys were compiled distinctly from the national accounts and they were virtually unaffected by economic theory. The 1966 survey was the first study that was clearly motivated by national accounts and saving analysis. This study also covered the whole population rather than it being limited to just part of it. It is essential to note that the integration of these two traditions is still continuing. This recently took a big step forward as the Stiglitz, Sen and Fitoussi Committee Report was introduced and thus, the criticism of the current measure of welfare was taken seriously. The Stiglitz report emphasises that the focus in the measurement of welfare should be on the households and the macro as well as micro perspective should be included in the analysis. In this study the national accounts are applied to the household survey data from the years 1950-51, 1955-56 and 1959-60. The first two studies cover the working population of towns and market towns and the last survey covers the population of rural areas. The analysis is performed at three levels: macro economic level, meso level, i.e. at the level of different types of households, and micro level, i.e. at the level of individual households. As a result it analyses how the different households saved and consumed and how that changed during the 1950 s.