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En la siguiente investigación analizamos uno de los aspectos menos conocidos de la historia rural bonaerense: los ejidos de los pueblos de campaña. Estos espacios se conformaron a medida que la colonización avanzaba, primero de manera espontánea y luego por iniciativa estatal, con el objetivo de asentar a los pobladores alrededor de los centros poblados y fomentar el cultivo. Así, a diferencia de otros espacios de colonización española, los ejidos constituyeron las áreas donde se establecieron los solares, las quintas y las chacras. La historiografía tradicional reparó muy poco en ellos y cuando lo hizo, fue desde una óptica que contraponía la primera parte del siglo XIX con la expansión posterior a Pavón. Dentro de esta lógica, los pueblos rurales fueron descriptos como espacios rudimentarios y sus habitantes casi no fueron tenidos en cuenta puesto que la mirada centrada en la "estancia" opacó cualquier interés sobre los labradores y pastores que habitaban en estos espacios. En contrapartida, el período posterior fue caracterizado como de despegue de la economía exportadora y desarrollo de las instituciones. Desde ese momento los poblados habrían cobrado nueva vida convirtiéndose en importantes núcleos de población incentivados por la llegada de la inmigración. Para desandar estos supuestos, estudiamos específicamente la historia del ejido de la Guardia de Luján (Mercedes) desde el momento en que se creó el fuerte hasta 1870. Cada uno de los capítulos se estructuró en torno a núcleos problemáticos generales que fueron abordados desde lo local: la propiedad, los labradores, el mercado de tierras, la estructura productiva y la construcción del estado. El estudio demuestra la imposibilidad de definir la estructura productiva de un partido completamente sin tener en cuenta a los ejidos puesto que se puede incurrir en generalizaciones erróneas. Además, el período abarcado y los temas seleccionados permitieron reconocer los cambios y continuidades que se produjeron en estos espacios durante la transición a la Argentina Moderna.

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Se estudia el desarrollo de la pólis griega y sus bases sociales de origen aldeano. Se emprende primeramente un cotejo de los conceptos de campesino y farmer para sopesar qué categoría resulta más apropiada para analizar a los pequeños productores antiguos. A partir de esto se revisa el testimonio de Hesíodo en Trabajos y días sobre la existencia de una situación de dependencia del campesinado. Por último, se examinan los cambios provocados por la subordinación de las aldeas a la ciudad, considerando la participación política de los labradores y el rol de la aldea como subdivisión cívica de la pólis

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Los pueblos de la actual provincia de Buenos Aires se fueron conformando mayormente de manera espontánea, a medida que se asentaba la población y se avanzaba sobre el espacio apropiado a los indígenas; en la mayoría de los casos al amparo de los fuertes o las capillas. Los ejidos de esos pueblos existían de hecho como tierras de pan llevar pero se trazaron formalmente recién durante el siglo XIX. A lo largo de este trabajo se analizará el modo en que se operó la construcción de un cuerpo jurídico para los ejidos bonaerenses poniendo especial interés en la influencia del derecho indiano

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Se estudia el desarrollo de la pólis griega y sus bases sociales de origen aldeano. Se emprende primeramente un cotejo de los conceptos de campesino y farmer para sopesar qué categoría resulta más apropiada para analizar a los pequeños productores antiguos. A partir de esto se revisa el testimonio de Hesíodo en Trabajos y días sobre la existencia de una situación de dependencia del campesinado. Por último, se examinan los cambios provocados por la subordinación de las aldeas a la ciudad, considerando la participación política de los labradores y el rol de la aldea como subdivisión cívica de la pólis

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Los pueblos de la actual provincia de Buenos Aires se fueron conformando mayormente de manera espontánea, a medida que se asentaba la población y se avanzaba sobre el espacio apropiado a los indígenas; en la mayoría de los casos al amparo de los fuertes o las capillas. Los ejidos de esos pueblos existían de hecho como tierras de pan llevar pero se trazaron formalmente recién durante el siglo XIX. A lo largo de este trabajo se analizará el modo en que se operó la construcción de un cuerpo jurídico para los ejidos bonaerenses poniendo especial interés en la influencia del derecho indiano

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Estudio analítico del tipo de vivienda de labradores en Extremadura como ejemplo de arquitectura popular doméstica.

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Con esta obra se expone la investigación realizada durante más de tres años sobre las construcciones rurales de la arquitectura popular del centro de Castilla y León, poniendo de manifiesto el ingenio y la destreza de aquellos pobladores del campo que tan sabiamente emplearon los materiales autóctonos para levantar elementos que, con enorme eficacia, facilitaban la vida laboral de pastores y labradores. En este trabajo se analizan, clasifican y caracterizan estas pequeñas edificaciones, denominadas como "chozos y casetas", desde puntos de vista completamente arquitectónicos (procesos de elaboración y manipulación de los materiales, sistemas constructivos desarrollados en la ejecución de cada parte edificada, equilibrio estructural, comportamiento bioclimático, etc.). Además se elabora un catálogo de las construcciones estudiadas como manera de proteger este patrimonio vernáculo próximo a desaparecer. Finalmente se presenta el camino para la recuperación de una de las edificaciones de mayor interés como manera de poner en práctica todo lo aprendido en el desarrollo previo.

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Urueña es una pequeña localidad vallisoletana ubicada en un lugar especial, donde el páramo termina y comienza la gran llanura de Tierra de Campos, convirtiéndose en un mirador de bellas puestas de sol. Sobre ese borde accidentado se asientan las paredes del Castillo y la Muralla que rodean a la localidad. Su término municipal se extiende parte por la paramera, parte por los cerros y parte por el valle, donde aparece la ermita románica en honor a la Virgen de la Anunciada, patrona del pueblo. Aunque la localidad es bien conocida por el Conjunto Histórico y Artístico que forman las arquitecturas religiosa y militar anteriormente mencionadas, existen otras edificaciones de gran interés vernáculo y patrimonial que han permanecido ocultas e incluso marginadas y que lamentablemente han desparecido en casi su totalidad. Eran elementos utilizados por los labradores y pastores, edificios que expresan la sobriedad de la población castellana, construcciones que han transmitido la tradición laboral del lugar. Hoy todavía se pueden encontrar restos de varias de estas edificaciones dando un paseo por los alrededores del municipio, y hasta se ha visto la recuperación de alguna de ellas, lo que muestra el interés por esta arquitectura. E incluso se ha podido localizar documentación gráfica y escrita a cerca de varios de estos elementos, como palomares, chozos, fuentes, o casetas, a través de libros, artículos, colecciones fotográficas, referencias electrónicas, etc. Es mediante todos estas indagaciones cómo podemos acercarnos al conocimiento científico de una arquitectura tradicional desaparecida en muchos casos y efímera en otros. Todavía muchos creemos en la conservación y recuperación de este patrimonio vernáculo y con este artículo pretendemos documentar los ejemplos más importantes para que al menos quede vivo el recuerdo de una tradición constructiva, además de intentar aumentar esa conciencia social sobre su importancia patrimonial. Para ello se describirán sus características constructivas y se relacionarán con el los factores externos que la condicionan y con el sentido utilitario que tuvieron estas edificaciones en la vida laboral del hombre rural: demostrar su razón constructiva.

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Tierra de Campos es la comarca española que mejor representa a las construcciones humildes del barro con bellos ejemplos como los palomares, las bodegas, los molinos, las casetas, los chozos, etc. En esta extensa zona, con una gran superficie cerealista y con poca densidad de población, la sociedad ha estado profundamente ligada a las actividades agropecuarias, especialmente a la agricultura. De esta manera ante sus necesidades laborales los antiguos labradores levantaron pequeñas edificaciones que ayudaban a mejorar su labor en el campo sirviendo de refugio del sol y de la noche, para cobijarse del calor o del frío, para guardar los aperos o, incluso, para meter a algún animal. En la mayoría de los casos estudiados en los recorridos efectuados por las cuatro provincias que son invadidas por esta región natural (León, Zamora, Valladolid y Palencia), las techumbres de estas pequeñas construcciones (llamadas chozos o casetas) se realizaban con sistemas abovedados con adobe. Se trata de una técnica constructiva ya en desuso y prácticamente olvidada y en cuyo análisis pretendemos recuperar su conocimiento arquitectónico. Abordaremos el estudio de los domos de barro desde diferentes perspectivas. En primer lugar razonaremos la causas que han llevado al “arquitecto popular” al empleo de este material y de este sistema abovedado desde el conocimiento geográfico. Por otro lado, indagaremos en las características constructivas que expliquen los tipos de sistemas empleados, el equilibrio estructural de la bóveda de tierra y las cualidades bioclimáticas de la figura cupuliforme. Finalmente se estudiarán los revestimientos de protección y los procesos patológicos que han llevado a la ruina de este bello elemento de la arquitectura humilde “terracampiña”. Concluiremos con las valoraciones y opciones sobre la intervención en la técnica abovedada con barro para comprender las posibilidades de recuperación este patrimonio arquitectónico vernáculo del interior de Castilla y León.

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Tierra de Campos es la comarca española que mejor representa a las construcciones humildes del barro con bellos ejemplos como los palomares, las bodegas, los molinos, las casetas, los chozos, etc. En esta extensa zona, con una gran superficie cerealista y con poca densidad de población, la sociedad ha estado profundamente ligada a las actividades agropecuarias, especialmente a la agricultura. De esta manera ante sus necesidades laborales los antiguos labradores levantaron pequeñas edificaciones que ayudaban a mejorar su labor en el campo sirviendo de refugio del sol y de la noche, para cobijarse del calor o del frío, para guardar los aperos o, incluso, para meter a algún animal. En la mayoría de los casos estudiados en los recorridos efectuados por las cuatro provincias que son invadidas por esta región natural (León, Zamora, Valladolid y Palencia), las techumbres de estas pequeñas construcciones (llamadas chozos o casetas) se realizaban con sistemas abovedados con adobe. Se trata de una técnica constructiva ya en desuso y prácticamente olvidada y en cuyo análisis pretendemos recuperar su conocimiento arquitectónico. Abordaremos el estudio de los domos de barro desde diferentes perspectivas. En primer lugar razonaremos la causas que han llevado al “arquitecto popular” al empleo de este material y de este sistema abovedado desde el conocimiento geográfico. Por otro lado, indagaremos en las características constructivas que expliquen los tipos de sistemas empleados, el equilibrio estructural de la bóveda de tierra y las cualidades bioclimáticas de la figura cupuliforme. Finalmente se estudiarán los revestimientos de protección y los procesos patológicos que han llevado a la ruina de este bello elemento de la arquitectura humilde “terracampiña”. Concluiremos con las valoraciones y opciones sobre la intervención en la técnica abovedada con barro para comprender las posibilidades de recuperación este patrimonio arquitectónico vernáculo del interior de Castilla y León.

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[1]. Visitando una alquería, dos mujeres y un hombre con una paella, 1917 (1 par estereoscópico) (1 fot.) [2]. Jardín con flores en Valencia, 1917 (2 pares estereoscópicos) (1 fot.) [3-5]. En la huerta, en el jardín de una alquería un grupo de mujeres con tres niños, una joven con una maceta, una joven con botijo andando por un camino con marcas de ruedas (3 pares estereoscópicos) (3 fot.) [6]. Pareja de ancianos labradores en su barraca, 1917 (1 par estereoscópico) (1 fot.) [7-14]. Miembros del Centro Escolar y Mercantil fotografiados junto a los labradores en su barraca, en la huerta y en un jardín, 1917 (7 pares estereoscópicos) (8 fot.) [15]. Miembros del Centro Escolar y Mercantil en la terraza de una Ermita comiendo bocadillos, en una de las fotos el sacerdote, 1917 (1 par estereoscópico) (2 fot.)

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La Huerta de Alicante, prototipo de los denominados regadíos deficitarios o secanos mejorados, ofrece uno de los mejores ejemplos de cómo la escasez hídrica activó la búsqueda de soluciones técnicas, propició la inversión en infraestructuras hidráulicas y desarrolló unas peculiares relaciones entre los labradores regantes y los propietarios del agua. La gestión de los recursos hídricos y su distribución por estricto cómputo horario por parte del municipio alicantino hasta 1739 permitió, pese a los condicionantes físicos y climáticos, el desarrollo de una actividad agrícola significativa durante los siglos modernos. La temprana separación del agua de la tierra a la que estaba adscrita en los primeros repartos medievales provocó numerosos conflictos a lo largo de la historia e intentos de unificar ambas propiedades, algo que nunca se consiguió.

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San Antonio, actual pedanía de 2.100 hb situada a 5 km de la ciudad de Requena, es un ejemplo de transformación del paisaje por efecto de la colonización humana. En 1752 poblaban esta partida dos docenas de familias de labradores, jornaleros y pastores repartidos en una veintena de casas dispersas por la campiña. La propiedad de la tierra estaba en manos de una docena de terratenientes forasteros y del concejo municipal de Requena. La superficie cultivada ascendía a uno 600 almudes de regadío y 1.000 de secano. Cien años más tarde había 730 en riego y 3.700 en secano. Este incremento estuvo acompañado de una expansión del viñedo y los cereales, a costa de pastizales y baldíos, y de una distribución y traspaso parcial de la propiedad de la tierra a manos de los colonos que se multiplicaron por diez en poco más de un siglo. Las causas que propiciaron aquella transformación fueron básicamente dos: la desamortización y venta de bienes concejiles y eclesiásticos, y la proliferación de contratos de plantación de viña a medias, mediante los cuales decenas de jornaleros lograron hacerse con una pequeña propiedad vitícola.