32 resultados para Década de 1920
em Andina Digital - Repositorio UASB-Digital - Universidade Andina Simón Bolívar
Resumo:
Se plantea que la crítica suele ignorar las colecciones de cuentos que Humberto Salvador publicara entre las décadas de 1930 y 1980. Salvador recrea, a lo largo de toda su producción, la sociedad y la cultura que lo rodean, buscando descifrar su esencia moral, para ello, otorga a la intuición un valor positivo, por sobre la razón. Entre los temas iniciales del autor guayaquileño (década de 1920), sobresale su reflexión sobre el arte, como producción inmersa en la cultura, la historia y la sociedad, una obra sería conjunción del trabajo literario y el azar de la vida cotidiana: por ello es un objeto por encontrarse. Después de este período «estético», Salvador buscó representar la sociedad, con personajes desclasados principalmente, que no se adhieren a ningún código ortodoxo. Hizo énfasis en aspectos psicológicos o en estados mentales (enfermedades como la esquizofrenia, la histeria, etc.). A decir del crítico Wilfrido H. Corral, los relatos del guayaquileño progresan del tema del artista hacia el de la cotidianidad, y de éste al del artista menos libre, son joyas, insiste, de la comedia existencial, de la angustia y de la moderación doméstica.
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Revisa las obras cinematográficas representativas de diferentes momentos del cine ecuatoriano, por lo que examina los registros de los pioneros del cine documental realizados en la década de 1920; el trabajo hecho por extranjeros en el país entre 1930 y 1980; el cine social nacionalista promovido en gran parte por instituciones estatales, y en diálogo con el cine de realismo social latinoamericano entre 1970 y finales de la década de 1980. La revisión histórica incluye una discusión del trabajo de nuevos cineastas que diversifican las temáticas y estilos cinematográficos a partir de 1990; y la subsiguiente proliferación de producciones audiovisuales facilitada por el abaratamiento y desarrollo de las tecnologías de video. En estos últimos años, es notable también la creciente producción de cine y video hecho por realizadores indígenas o en colaboración con sus organizaciones, período que presenta Karolina Romero en el último capítulo.
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Este artículo examina las políticas y debates acerca de la prostitución en la capital del Ecuador, Quito, entre el final del auge exportador del cacao del Ecuador después de la Primera Guerra Mundial y el comienzo del auge del banano a finales de la década de 1940. Un examen de la prostitución nos permite explorar no solamente la experiencia de las mujeres urbanas con la crisis económica durante esos años, sino también algunas de las especificidades de la formación del Estado ecuatoriano. El título del artículo juega con el título del libro de Donna Guy, Sex and Danger in Buenos Aires (Sexo y Peligro en Buenos Aires), y alude al hecho de que, en Ecuador, la prostitución promovió un cuestionamiento acerca de cómo se definía el comportamiento responsable para mujeres, hombres y el Estado.
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El médico ecuatoriano Ricardo Paredes Romero fue un destacado hombre público vinculado al aparecimiento del marxismo y de las primeras organizaciones políticas adscritas a tal pensamiento. Fue, al mismo tiempo, un profesional que recibió la impronta de la Revolución Juliana que en el país no solo incidió en el orden político, económico y social, sino en la Salud Pública. Paredes, cuya formación médica estuvo cerca de Isidro Ayora, tuvo una activa participación en la vida de este periodo histórico. La adhesión de Paredes al pensamiento crítico y a la salud social le convirtieron en uno de los forjadores de la epidemiología social.
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Revisa y reflexiona la obra vanguardista del escritor ecuatoriano Humberto Salvador, que se gesta a finales de la década del 20 y los primeros años del 30, y que básicamente se expresa en los libros como Ajedrez (cuentos); En la ciudad he perdido un anovela (novela), y Taza de té (cuentos). A más de releer su obra, se examina su contexto, irrupción de la "Generación del 30", y se establece cómo esos textos de renovación que afirman el proceso de fundación de la nueva literatura ecuatoriana, despúes de haber merecido algunas apreciaciones críticas muy entusiasta, sobre todo desde el extranjero, y otras desdeñosas emitidas en el país, de pronto caen en un silecio total, a tal grado que Salvador sólo es considerado en la historiografía literaria nacional como el autor de novelas como Camarada (1933) y Trabajadores (1935) a las que erróneamente, sobre todo la segunda, se las ubica dentro de la estética del "realismo socialista", con el que Salvador no se involucra. Esas novelas son parte de un "realismo integral", según la definición de Joaquín Gallegos Lara, que afirma la tendencia del llamado realismo social de los 30. En este trabajo, a más de comentar y analizar lo que sucedía con la vanguardia en Ecuador y América Latina, se plantea una recuperación de esos tres libros vanguardistas, dentro de una interpretación que los resignifica en lo que es la "ruptura de la tradición", sobre la que tienen enorme incidencia; a la vez que se fijan algunas claves de su "inquietante modernidad", al decir de Benjamín Carrión, respecto a la obra de un autor ineludible a la hora de considerar lo que esa otra vertiente de la vanguardia, que en solitario ha encabezado Pablo Palacio desde su recuperación operada en la década de los 60, y que por igual encarna la obra salvadoriana desde una línea distinta que enriquece y amplía la inaugurada por el lojano. Obra, la de Salvador, muy marcada por las luces del psicoanálisis (freudismo) y el marxismo, de enorme influencia en los autores del 30. Hay que destacar en este escritor -¿síntoma de su pertubadora modernidad?- su papel, también, como pionero en el estudio y divulgación del freudismo en Ecuador y Latinoamérica con su estudio, para la época desacralizador, titulado Esquema sexual (1933).
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Estos escritores publicaron entre 1945-1962, y avanzaron mucho más en algunos planteamientos de los narradores del 30. Habiendo asumido su extracción de clase, se preguntaron respecto de su propia identidad, de la problemática del mestizo, de su rol como escritores, del impacto de la incipiente modernidad que desestructuraba la vida cotidiana en sus pueblos y ciudades. Coinciden pues, en lo temático, con los narradores latinoamericanos del período, quienes en lo estético mantuvieron la tensión entre regionalismo y vanguardias, los ecuatorianos se reafirmaron en un realismo que dio espacio al lirismo, aunque también mirando hacia las vanguardias latinoamericanas desde diferentes ángulos. César Dávila Andrade planteó una estética del horror «suprarreal», Ángel F. Rojas manejó modernamente temas emparentados con el regionalismo, Walter Bellolio sintetizó lo mejor de la vanguardia narrativa y la tradición relatística ecuatorianas, Alfonso Cuesta y Cuesta configuró una estética de las metáforas iluminadoras, y Arturo Montesinos trabajó con la metáfora de la ruptura que trae toda modernidad, por más periférica e incipiente que pueda parecer.
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El autor analiza y comenta varias de las características atribuidas a la literatura de la llamada Generación de Transición en Ecuador, la cual constituye, a su criterio, el segundo esfuerzo por superar las coordenadas estéticas de la literatura de la década de 1930. Señala los vínculos y rasgos diferenciales de los narradores de los 50 respecto de los del 30, y remarca el rol de Pablo Palacio y Humberto Salvador –autores que realizaron el primer esfuerzo de distanciamiento de la literatura del 30. El análisis considera cuentos de cinco narradores de los 50, poniendo énfasis en la nueva actitud ante el lenguaje, entre otros aspectos. Los textos que analiza son: «Locura» de Alfonso Cuesta y Cuesta, «Vinatería del Pacífico» de César Dávila Andrade, «Una sombra protectora» de Arturo Montesinos Malo, «La manzana dañada» de Alejandro Carrión, y «Tangos» de Pedro Jorge Vera.
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Tres novelas ecuatorianas escritas entre 1927 y 1946 –El desencanto de Miguel García, de Benjamín Carrión, Banca, de Ángel F. Rojas, y Los animales puros, de Pedro Jorge Vera– son leídas a partir de las coordenadas de inicio y de cultivo ulterior de la novela de formación (Bildungsroman) en Latinoamérica –a finales del siglo XIX e inicios del XX. El ensayo destaca, al mismo tiempo, varias diferencias respecto del género originario, surgido en Alemania un siglo antes, en Latinoamérica la novela de formación sería más una «contraescritura del paradigma goethiano», con elementos de un «género paradójico». En este contexto de la subregión, El desencanto de Miguel García se corresponde enteramente con las características del género, al cual incorpora la perspectiva de un final feliz. Banca es mirada como una «novela de formación de lo rural andino», más cercana a Los ríos profundos, de José María Arguedas, junto a ella, y antecediéndola en 20 años, aportaría ya una renovación de lo regional, adicionalmente, Banca puede ser leída como novela de artista, subgénero de la novela de formación. En cuanto a Los animales puros, se concluye que es más novela política que Bildungsroman, puesto que no cumple las premisas necesarias de la misma, no es novela de artista, aunque se trate de una novela intelectualizada.
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Este ensayo analiza aspectos de la dilatada labor como periodista, crítico literario, narrador de ficción y, sobre todo, la producción poética del ecuatoriano Alejandro Carrión. Señala que su narrativa, desde muy temprano, evidencia el tono satírico que no abandonaría jamás, tanto como su «vocación festiva de la sedición». Destaca su labor como periodista, principalmente con el seudónimo de Juan sin cielo. Menciona algunos aportes de Carrión en tanto crítico literario, recogidos principalmente en la revista Letras del Ecuador. El hilo conductor del ensayo –a ratos nostálgica semblanza– se nutre de una perspectiva inevitable: ciertos rasgos de su personalidad (su experiencia en «romances y serpientes», la vocación de incisivo y mordaz humorista, su «naturaleza confrontacional» y aguda inteligencia), además de sus dotes de narrador satírico y de poeta.
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En este trabajo se plantea que acaso con mayor intensidad que en Huasipungo (1934) y El Chulla Romero y Flores (1958), es en tres obras poco estudiadas de Jorge Icaza donde puede apreciarse con claridad –tal que deslumbra– su propuesta estética: en la pieza de teatro Flagelo (1936), la novela Media vida deslumbrados (1942) y el cuento «El nuevo San Jorge» (1952). Sin apartarse de la denuncia social, Icaza cierra con Flagelo su propuesta dramática, constituyen una suerte de manifiesto literario, por las repercusiones estéticas que alcanzan a la narrativa del autor. En Media vida deslumbrados se puede apreciar un equilibrio efectivo entre las propuestas del autor y su afán de denuncia social. «El nuevo San Jorge», según el autor de este ensayo, sería la obra que alberga lo más radical, en cuanto propuesta estética, de toda la obra icaciana, destaca los elementos neo-barrocos de la misma, con insistencia en los juegos de máscaras, las intermitencias entre las luces y las sombras, y en el múltiple y a la vez unívoco rostro de quien detenta el poder –algunos de estos elementos comunes a las dos obras comentadas, y a El Chulla Romero y Flores.