2 resultados para Profetas

em Ministerio de Cultura, Spain


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Examinar la concepción antropológica de Erich Fromm. Explica la situación en la que se encuentra la sociedad actual, analiza la naturaleza y las necesidades del hombre, estudia el síndrome de decadencia y de crecimiento humano y expone unas perspectivas hacia una sociedad y un hombre nuevo. 1) La preocupación que le induce a Erich Fromm a construir una antropología humanística está motivada, ciertamente, por la existencia de una sociedad que ha llegado a manipular y enajenar al hombre de sus inalienables derechos y posibilidades. Como buen conocedor de la sociedad en la cual vive, nos la presenta como una sociedad completamente mecanizada, dedicada a la máxima producción y al máximo consumo de materiales. 2) Erich Fromm considera que la única salida para que el hombre pueda sobrevivir es la unión de la humanidad entera, fraternalmente, en favor de la propia supervivencia y en pro de la continuidad de la vida y de la civilización. 3) El peligro que acecha hoy al hombre no es el viejo fantasma del comunismo o del fascismo, sino un nuevo peligro, la sociedad completamente mecanizada preocupada por la máxima producción y el máximo consumo. En el proceso social, el hombre queda convertido en una pequeña máquina al servicio de la máquina total. 4) Fromm insiste en que una forma colectiva y potente de la idolatría moderna la encontramos en la adoración al poder, al éxito y a la autoridad del mercado. Pero si profundizamos un poco más, nos sigue diciendo, en la superficie del hombre moderno, descubrimos gran cantidad de formas individualizadas de religiones primitivas. 5) Erich Fromm realiza una distinción entre religiones autoritarias y religiones humanistas. A través de la sumisión y de la entrega a la autoridad, el hombre cree escapar al tedio de la soledad y pierde su integridad e independencia como individuo, esperando encontrarse protegido en un poder superior del que llega a formar parte. Por el contrario, la religión humanista presenta unas características, según Fromm, muy diferentes a la religión autoritaria. Aquella tiene como centro al hombre y sus poderes. Este hombre, constituido como centro, necesita desarrollar sus poderes de razón con el fin de comprenderse y comprender a los demás y su posición con el universo. Al mismo tiempo tiene que desarrollar su capacidad de amor hacia los demás y hacia sí mismo, y finalmente, tiene que tener principios y normas que le guíen en este fin. 5) Fromm pone como finalidad del hombre, en la religión humanista, lograr la mayor fuerza y no la mayor impotencia, y por supuesto, la virtud principal es la autorrealización y no la obediencia. El espíritu que reina y vivifica es la alegría mientras que en la religión autoritaria es la pena y la culpa. 6) En la sociedad moderna burocrática y tecnológica que nos ha tocado vivir y en la que el hombre permanece enajenado, es necesario encontrar algunas soluciones que posibiliten el cambio. Una de ellas es la de seguir adelante haciendo el juego a esta sociedad eminentemente alienante, lo cual nos conducirá necesariamente a la guerra termonuclear, al desastre ecológico y a una grave patología humana; la segunda es intentar el cambio por la revolución violenta, esta solución nos conduciría a la quiebra de todo el sistema y traería como resultado alguna forma de dictadura, ya sea de izquierdas o de derechas; la tercera posibilidad es la humanización del sistema, de tal forma que éste se ponga al servicio del bienestar, del desarrollo y crecimiento del hombre, cuya motivación está basada en la razón, el realismo y el amor a la vida. Es evidente que un nuevo humanismo está surgiendo en todos los países y en todas las religiones. Este renacimiento no sólo está naciendo en el campo de la teología y de la filosofía, sino en el de las acciones y movimientos políticos y sociales. En realidad este nuevo humanismo constituye una vuelta y un resurgir del movimiento y del mensaje de los profetas que no predicaron la creencia en Dios, sino que los hombres se esforzaron con toda seriedad y sinceridad en cumplir la voluntad de Dios.

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El arte ha expresado siempre de manera espontánea, decidida y tangible lo que la filosofía de cada época explicaba esotericamente. La belleza inexpresiva o el interés psicológico, la forma pura o la angustia del alma, son en este caso los límites del problema. Lo bello entra en crisis en su choque con el espíritu. Sólo después de que el cristianismo ha enseñado que detrás de la terrible fealdad de sus santos o de sus profetas había un espíritu inmortal, el arte ha descubierto el secreto perenne de la belleza. Por ello, para esta concepción tipicamente occidental, el arte no puede limitarse a un puro esteticismo inanimado. Así, el fundamento actual de la escultura religiosa refleja perfectamente el estado del alma a través del sufrimiento, martirio, penitencia, muerte, resurrección. El ejemplo de España confirma la realidad. Alonso de Berruguete es en Castilla uno de los prototipos de esta ágil y genial manera española de concebir la escultura a través de las iglesias donde están esos santos terribles desproporcionados, gigantescos, con rostros tétricos de desgarrado dolor, donde lo escultórico se pierde hasta llegar a una plasticidad fantástica. Lo mismo que el color de realismo carnal. Pero la tendencia a lo imaginativo quiebra aquí los dogmas primitivos de la escultura. A fuerza de ser realista el arte escultórico español desborda con su empuje los límites de lo racional para llegar sin querer a lo fantástico. Es un arte de inspiración metafísica. Mediante él, el escultor bordea los confines de la divinidad. El equilibrio de las figuras, su dinamismo son problemas que afectan al mundo de la física o de la mecánica. Pero la escultura religiosa española ignora aquéllas exigencias materiales, porque su mundo es el mundo de la teología. La escultura barroca ha dado una dimensión casi mitológica al sentido cristiano del arte. Un abismo separa la escultura española de la del resto del mundo. Un rasgo diferenciador de la escultura española es su popularidad dado el carácter tan realista que tiene. Pero Gregorio Fernández forma con Berruguete la guardia de honor del Barroco español . Para España el Barroco es lo antiminoritario convertido al arte, el pueblo como modelo para las esculturas de sus santos y así, los escultores castellanos han hecho a Dios a imagen y semejanza de los hombres.