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em Portal de Revistas Científicas Complutenses - Espanha
Resumo:
El presente trabajo pretende analizar cuáles eran las características climáticas que se sucedían en Madrid y su Tierra a lo largo del año, fundamentalmente entre los siglos XIV y XVI. Se intentará comprobar, dentro de las limitaciones que impone la documentación de la época, si en aquel tiempo se daba también un clima mediterráneo, o no, y si este ha variado mucho desde entonces. Igualmente se podrá comprobar algo que tal vez podría, aunque no debería, sorprendernos: el hombre medieval tenía muy claros muchos conceptos meteorológicos y climatológicos, aunque siempre aprehendidos con una finalidad práctica, para aplicarlos en su vida cotidiana tan cercana y dependiente de la naturaleza.
Resumo:
La ciudad ofrecía en la Baja Edad Media claras oportunidades para aquellos nobles que supieran situarse en el complejo juego de la política urbana y sus diversas instancias de poder. Para ello siempre se hace necesario contar con los apoyos sociales y físicos adecuados. La dinámica de enfrentamientos entre el Arzobispo de Santiago y el concello compostelano presenta un ejemplo inmejorable para valorar en su justa medida la inserción de la nobleza territorial en las relaciones de poder. Para abordar este caso se analizará la participación en la vida pública –también las revueltas urbanas– de la Casa de Moscoso tanto a través de su larga trayectoria de enfrentamientos con la Iglesia como mediante el estudio de su patrimonio urbano, incluyendo aquellos elementos relacionados con la creación de una memoria específica del linaje dentro de la ciudad.
Resumo:
La berenjena (Solanum melongena L.) es una planta solanácea de múltiples variedades, cuyos ancestros salvajes se sitúan en Indochina y el este de África. Su cultivo fue muy temprano en zonas de China e India. Aun así, no se extendió al Occidente antiguo ni apenas se conoció, de ahí su ausencia en los textos clásicos de botánica y farmacología. Fueron los árabes quienes llevaron el cultivo de la planta por el Norte de África y Al-Andalus, de donde pasó ya a Europa. Los primeros testimonios occidentales de la berenjena aparecen en traducciones latinas de textos árabes, para incorporarse luego a la literatura farmacológica medieval y, más tarde ya, a la del Renacimiento, que empezó a tratar de ella por su posible parecido con una especie de mandrágora. Pese a que se le reconocían algunas virtudes medicinales, siempre se la tuvo bajo sospecha por ser de sabor poco agradable, indigesta y causante de algunas afecciones. Solo los botánicos de finales del Renacimiento describirían la planta y sus variedades con criterios más «científicos» y botánicos, ya sin apenas intereses farmacológicos.