3 resultados para Clausura

em Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina


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Introducción: El Papa Benedicto XVI en la Carta Apostólica en forma de Motu proprio Porta Fidei invitó a toda la Iglesia a celebrar un Año de la Fe, con motivo de los 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II. Esta celebración ofreció una buena ocasión para reflexionar sobre la aplicación de las enseñanzas conciliares en la vida eclesial. Ellas pueden llegar a ser, según el Santo Padre, una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia... Uno de los temas fundamentales que propicio esta renovación conciliar es la nueva mirada sobre la Iglesia, vista ahora como misterio. Si bien el Concilio utiliza la categoria de Pueblo de Dios para definirla, en la eclesiología conciliar está implicita la categoría communio. La Iglesia es un misterio de comunión, como la definiera más adelante el Sínodo extraordinario de los Obispos de 1985, con motivo de la celebración de los veinte años de la clausura del Concilio. A partir de esta eclesiología se desprende una nueva concepción teologíca o reflexión sobre la identidad y ministerio de los presbíteros. Un tema importante de la vida presbiteral que debió afrontar el Concilio fue el de su sostenimiento y remuneración. Por ello, el presente trabajo de investigación tiene dos polos bien definidos: el sostenimiento de los presbíteros y la eclesiología de comunión. Se trata de establecer la relación que hay entre ellos. Es útil pensar que si hay una nueva visión de la Iglesia y de la vida presbiteral, en la dinámica que actualiza la secular evolución, también se ha de renovar la forma en que se debe proveer al sostenimiento de la vida de los presbíteros y a su seguridad previsional...

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Resumen: En su lectio inauguralis del año académico de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina, el autor toma la oportunidad de la celebración del Centenario de dicha Facultad y los cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, para reflexionar sobre la influencia de este último en el “estilo” de aquélla. Este estilo es, en efecto, fruto de la recepción del Concilio, que ha hecho prevalecer el tema del amor en el pensamiento y la vida cristiana, junto con una visión de la revelación como comunicación de Dios a los hombres en la historia, y una nueva atención a los “signos de los tiempos”, generando así una nueva actitud caracterizada por la apertura y el diálogo. El “estilo integrador” de nuestra Facultad, inspirado en el Concilio y en la figura de Pablo VI, encuentra un renovado impulso en el Papa Francisco, para quien la “auténtica” teología debe ser hecha “de rodillas” y desde el “corazón”, siendo a la vez saber humilde y amor comprometido

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Resumen: La poesía es minuciosa: celebra cada pequeño don que constantemente se ofrece; lo rescata, lo menciona. La poesía es también magnánima: canta los secretos vínculos que, en cada cosa, teje a todas en una sola ofrenda donde todo se reúne y alude. La poesía es sabia: pregunta y conoce al ser en sus profundidades, allí desde donde surge y se sostiene cuanto se celebra y canta por medio de la palabra poética; tiene afinidad con él, connaturalidad. La poesía, por fin, es esperanzada y abierta. Ella sabe que tiene un límite, pero que no es una clausura sino un umbral: aguarda y anhela la Palabra, vedada a la pronunciación humana, que sólo puede decirse por sí misma, aquella en la que todo, incluso el ser, tiene su consistencia. La poesía hace silencio y oye, convoca, anhela el Don que desciende y se corporiza. Hasta aquí llega el gran poeta, el hermano mayor. Entre los argentinos, quizás sea Jorge Luis Borges el que mejor adaptó el lenguaje para alcanzar este lugar, el más alto, el que lo torna a uno más cercano al misterio y, a la vez, el mejor testigo de la distancia. De estas materias, que son una sola, está hecha su poesía. Desde lo más frágil y pequeño hasta lo más inmenso y definitivo, pronunciado, encarnado. Por eso aquello de Von Balthasar: La resurrección de la carne da la razón a los poetas.