162 resultados para Misterios de Eleusis


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Orfeo aparece en múltiples fuentes como fundador de las teletai, esto es, del tipo de ritos a los que pertenecen claramente los Eleusinios, y como autor de poesía religiosa relacionada con ellos. Sin embargo, nadie a´Çü rma que los Misterios Eleusinos sean "ór´Çücos". Por otra parte, varias fuentes consideran a Eumolpo el fundador de los ritos. El artículo trata de explicar esta contradicción. Para ello se examinan los testimonios que relacionan a Orfeo con Eleusis o las teletai en general y los restos de la poesía ór´Çü ca sobre Deméter y Perséfone. Puede concluirse que había dos puntos de vista que coexistían sin solaparse: desde el punto de vista Eleusinio, Eumolpo aparece destacado y los Eumólpidas tienen el privilegio exclusivo de ser hierofantes. Desde el punto de vista ateniense, el prestigio de Orfeo es más "internacional" y sirve mucho mejor sus intereses políticos.

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Orfeo aparece en múltiples fuentes como fundador de las teletai, esto es, del tipo de ritos a los que pertenecen claramente los Eleusinios, y como autor de poesía religiosa relacionada con ellos. Sin embargo, nadie a´Çü rma que los Misterios Eleusinos sean "ór´Çücos". Por otra parte, varias fuentes consideran a Eumolpo el fundador de los ritos. El artículo trata de explicar esta contradicción. Para ello se examinan los testimonios que relacionan a Orfeo con Eleusis o las teletai en general y los restos de la poesía ór´Çü ca sobre Deméter y Perséfone. Puede concluirse que había dos puntos de vista que coexistían sin solaparse: desde el punto de vista Eleusinio, Eumolpo aparece destacado y los Eumólpidas tienen el privilegio exclusivo de ser hierofantes. Desde el punto de vista ateniense, el prestigio de Orfeo es más "internacional" y sirve mucho mejor sus intereses políticos.

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Orfeo aparece en múltiples fuentes como fundador de las teletai, esto es, del tipo de ritos a los que pertenecen claramente los Eleusinios, y como autor de poesía religiosa relacionada con ellos. Sin embargo, nadie a´Çü rma que los Misterios Eleusinos sean "ór´Çücos". Por otra parte, varias fuentes consideran a Eumolpo el fundador de los ritos. El artículo trata de explicar esta contradicción. Para ello se examinan los testimonios que relacionan a Orfeo con Eleusis o las teletai en general y los restos de la poesía ór´Çü ca sobre Deméter y Perséfone. Puede concluirse que había dos puntos de vista que coexistían sin solaparse: desde el punto de vista Eleusinio, Eumolpo aparece destacado y los Eumólpidas tienen el privilegio exclusivo de ser hierofantes. Desde el punto de vista ateniense, el prestigio de Orfeo es más "internacional" y sirve mucho mejor sus intereses políticos.

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En su Helena, Eurípides teoriza las dificultades de la onomástica: los nombres recubren la identidad de múltiples homónimos o bien un nombre designa muchas esencias de un mismo individuo, como ocurre con la verdadera reina de Esparta y su eídolo. Estas observaciones adquieren una significación teatral, pues un personaje como Teucro, mal integrado en la acción si se tratara del famoso arquero homérico, se insertaría en un rol muy pertinente si se reconociera en él al meteco que denuncia la parodia de los misterios de Eleusis por Alcibíades. Además, cierta tradición crítica ha distinguido trazos del joven estratega bajo la puesta en escena de la protagonista. La obra de Eurípides sugiere, de hecho, de manera esotérica, el progreso escénico de una rehabilitación y de una iniciación no solo de Helena (sobre el plano de la representación mitológica), sino también de Alcibíades (sobre el plano político). Por otra parte, el nombre y la función dramática de Teónoe están realmente demasiado cercanos a aquellos de Téano (la sacerdotisa de Eleusis citada por Plutarco como la única en haberse negado a maldecir a Alcibíades), como para que la similitud onomástica sea fortuita.

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En su Helena, Eurípides teoriza las dificultades de la onomástica: los nombres recubren la identidad de múltiples homónimos o bien un nombre designa muchas esencias de un mismo individuo, como ocurre con la verdadera reina de Esparta y su eídolo. Estas observaciones adquieren una significación teatral, pues un personaje como Teucro, mal integrado en la acción si se tratara del famoso arquero homérico, se insertaría en un rol muy pertinente si se reconociera en él al meteco que denuncia la parodia de los misterios de Eleusis por Alcibíades. Además, cierta tradición crítica ha distinguido trazos del joven estratega bajo la puesta en escena de la protagonista. La obra de Eurípides sugiere, de hecho, de manera esotérica, el progreso escénico de una rehabilitación y de una iniciación no solo de Helena (sobre el plano de la representación mitológica), sino también de Alcibíades (sobre el plano político). Por otra parte, el nombre y la función dramática de Teónoe están realmente demasiado cercanos a aquellos de Téano (la sacerdotisa de Eleusis citada por Plutarco como la única en haberse negado a maldecir a Alcibíades), como para que la similitud onomástica sea fortuita.

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En su Helena, Eurípides teoriza las dificultades de la onomástica: los nombres recubren la identidad de múltiples homónimos o bien un nombre designa muchas esencias de un mismo individuo, como ocurre con la verdadera reina de Esparta y su eídolo. Estas observaciones adquieren una significación teatral, pues un personaje como Teucro, mal integrado en la acción si se tratara del famoso arquero homérico, se insertaría en un rol muy pertinente si se reconociera en él al meteco que denuncia la parodia de los misterios de Eleusis por Alcibíades. Además, cierta tradición crítica ha distinguido trazos del joven estratega bajo la puesta en escena de la protagonista. La obra de Eurípides sugiere, de hecho, de manera esotérica, el progreso escénico de una rehabilitación y de una iniciación no solo de Helena (sobre el plano de la representación mitológica), sino también de Alcibíades (sobre el plano político). Por otra parte, el nombre y la función dramática de Teónoe están realmente demasiado cercanos a aquellos de Téano (la sacerdotisa de Eleusis citada por Plutarco como la única en haberse negado a maldecir a Alcibíades), como para que la similitud onomástica sea fortuita.

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At head of title: E. Gómez Carrillo.

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Introducción: Las motivaciones personales de este trabajo se podrían expresar así: Los fieles –y especialmente los sacerdotes y consagrados– cada día celebramos la obra de la salvación del mundo, realizada por “nuestro Salvador, Jesucristo”. Sobre todo en la sagrada Eucaristía, en la Liturgia de las horas y en otros actos litúrgicos nos encontramos con fórmulas –de la misma Biblia y de la tradición eclesial– que nos hablan de Cristo como Salvador divino, único y definitivo, en todos los misterios de su vida, pero muy particularmente en su misterio pascual. En esos misterios de Cristo se realizó “de una vez para siempre” el acontecimiento esencial del divino designio de salvación. Así rezamos, así lo celebramos en comunidad y así lo predicamos ante el mundo, porque así lo ha celebrado y vivido la Iglesia a través de los milenios. ¿Cómo no plantearse la cuestión de la coherencia, unidad real, convencida y convincente, entre lo que celebramos y lo que vivimos? Se hace evidente que la celebración sincera y digna de estos misterios nos exige “transfigurar” nuestra existencia concreta, revestirnos de nuestro Señor Jesucristo (cf. Rm 13, 14), compartir vivamente su camino pascual y dar, así, testimonio creíble de su misterio personal y de su obra redentora universal. Pero, al mismo tiempo, surge la necesidad de la armonía entre la razón y la fe. Es decir, no puedo contentarme con celebrar unos ritos que tal vez producen una fuerte emotividad religiosa y que ayudan a “sentirse bien”… pero que estarían vacíos de verdad. Lo que celebramos y rezamos responde a una realidad supremamente inteligible. La vida de fe, la oración y la celebración litúrgica, y toda la existencia cristiana, responden a un fundamento real, de máxima densidad ontológica y teológica. Es lógico, entonces, que busquemos alcanzar una más profunda inteligencia de la fe, para hallar nuevas luces que iluminen el encuentro de la razón con la verdad de Dios. La teología nace de la fe. La fe provoca a nuestra razón a investigar con entusiasmo la verdad revelada y creída, celebrada y vivida plenamente por los fieles (y los santos son los plenamente fieles). La teología –si es auténtica– no podrá llevarnos al vaciamiento de las fórmulas y de los ritos litúrgicos, ni podrá arrastrarnos al mundo de la ficción y de la doblez. Este trabajo nace, entonces, como la misma teología, del vivo interés por comprender más profundamente el misterio de nuestra salvación en Cristo y, simultáneamente, por alcanzar una síntesis más coherente y armoniosa entre lo que creemos y vivimos como católicos y lo que razonamos con rigor crítico como estudiosos de la Palabra, en la Iglesia...

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Resumen: El autor parte de la constatación de que en el pensamiento griego el tema del amor constituía un terreno de controversias. Identifica al diálogo El banquete como un auténtico ámbito ―erofánico‖, donde Eros se revela. A fin de aproximarse al meollo del diálogo platónico, realiza una tipología de los banquetes y simposios griegos. Luego analiza la estructura de El banquete hasta llegar a describir, de la mano del discurso socrático, las etapas de iniciación a los misterios del Amor.

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UANL

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