901 resultados para Dicotomía civilización y barbarie


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Se analizan las concepciones de Domingo Faustino Sarmiento y José Martí acerca del rol letrado en el programa modernizador de América Latina durante la segunda mitad del siglo XIX. Para ello se adopta como eje la divergente significación de las categorías "civilización/barbarie" en los textos Facundo y Nuestra América. Una nueva lectura de estos textos fundacionales de la historia intelectual latinoamericana permite reconocer aspectos críticos muchas veces olvidados por la reconstrucción del discurso letrado en las actuales corrientes de los estudios latinoamericanos.

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En el presente estudio me propongo analizar, desde un punto de vista estrictamente discursivo, el imaginario social de la "civilización" y la "barbarie" en Las Catilinarias de Juan Montalvo. Parto por ello, a manera de contexto referencial, de las lecturas que se han hecho de Las Catilinarias en el espacio de algunos prólogos. Avanzo hacia una comprensión de tres conceptos fundamentales en la obra: pueblo, nación y tiranía. Explico el fundamento social y cultural de las tiranías y la critica que les hace Montalvo. Discuto entonces el papel que juegan las letras en este combate. Mi propósito es demostrar básicamente que Montalvo frente a la denuncia de la barbarie de su época, se personificó a sí mismo en el civilizador del pueblo. Esa lucha civilizadora involucró un combate político y cultural interrelacionados. Sostengo que el ejercicio de las letras fue para él la forma de civilizar, una manera de cuestionar tanto una barbarie política -referida a los tiranos de turno- cuanto una barbarie étnica -patente en la figura de los indios, chagras y negros-. Ese modelo de civilización adoptado miró a España y Francia como ejemplo, e hizo por eso del casticismo su emblema de combate. Por otro lado, Montalvo no pudo convocar al pueblo a su reforma. En definitiva, el intento de Montalvo por salvar al pueblo, lo terminó conduciendo en contra del mismo pueblo. Montalvo pretendió reformar la sociedad de su época pero no encontró vínculos efectivos con ella. El ilustre ambateño, imitador del quijote, combatió para salvar a un pueblo que terminó siendo más quijotesco que él mismo.

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Fil: Mallol, Anahí Diana. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.

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Fil: Mallol, Anahí Diana. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.

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Fil: González Gasqués, Gustavo.

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Fil: Daitsman, Andy.

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Luego de Caseros Sarmiento publica su Campaña en el Ejército Grande, en donde defenestra la figura del victorioso Urquiza. Como respuesta, Alberdi edita sus Cartas Quillotanas que suponen una primera refutación contundente a la antigua dicotomía sarmientina. Años más tarde, Hernández se inscribe a esta línea alberdiana recuperando las críticas del tucumano y el empleo revertido de la antinomia. Desde El Argentino de Paraná (1863) denuncia furiosamente el abuso de poder político y defiende la causa de los caudillos, en especial al Chacho Peñaloza, asesinado por una partida mitrista y con la felicitación de Sarmiento. Hernández sacará aquí una serie de artículos que narran la vida del Chacho y cuestionan el proyecto político nacional y la propia instalación de la antinomia "civilización y barbarie" como eje rector interpretativo. En el año 1875 Hernández redita su folleto con un nuevo criterio. Contenido por el amistoso recibimiento de Avellaneda, Hernández ve en el país una nueva posibilidad de superar antiguos rencores. Suprime entonces los rastros de partidismo enconado, las fuertes invectivas contra los unitarios y modera el tono elogioso hacia el caudillo. Los términos de la dicotomía desaparecen y el vieja polémica pretende olvidarse. Pero la redición no es bien recibida por los correligionarios de Sarmiento, quienes publican en La Tribuna los episodios suprimidos, acusan a Hernández de oportunista y reactivan nuevamente la polémica que parecía superada.

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Luego de Caseros Sarmiento publica su Campaña en el Ejército Grande, en donde defenestra la figura del victorioso Urquiza. Como respuesta, Alberdi edita sus Cartas Quillotanas que suponen una primera refutación contundente a la antigua dicotomía sarmientina. Años más tarde, Hernández se inscribe a esta línea alberdiana recuperando las críticas del tucumano y el empleo revertido de la antinomia. Desde El Argentino de Paraná (1863) denuncia furiosamente el abuso de poder político y defiende la causa de los caudillos, en especial al Chacho Peñaloza, asesinado por una partida mitrista y con la felicitación de Sarmiento. Hernández sacará aquí una serie de artículos que narran la vida del Chacho y cuestionan el proyecto político nacional y la propia instalación de la antinomia "civilización y barbarie" como eje rector interpretativo. En el año 1875 Hernández redita su folleto con un nuevo criterio. Contenido por el amistoso recibimiento de Avellaneda, Hernández ve en el país una nueva posibilidad de superar antiguos rencores. Suprime entonces los rastros de partidismo enconado, las fuertes invectivas contra los unitarios y modera el tono elogioso hacia el caudillo. Los términos de la dicotomía desaparecen y el vieja polémica pretende olvidarse. Pero la redición no es bien recibida por los correligionarios de Sarmiento, quienes publican en La Tribuna los episodios suprimidos, acusan a Hernández de oportunista y reactivan nuevamente la polémica que parecía superada.