981 resultados para dolor abdominal recurrente (DAR)


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En El Malestar en la Cultura, S. Freud afirma que el sufrimiento acecha al ser humano desde tres fuentes: los lazos con el prójimo, la relación con la naturaleza y el vínculo con el propio cuerpo. Si nos detenemos a pensar en este último punto, acaso el dolor se nos presente como la experiencia paradigmática que ilustra la relación con el propio cuerpo como fuente de malestar. El contexto de realización del presente trabajo involucra la participación de su autor en un equipo interdisciplinario perteneciente a un hospital público que atiende pacientes que padecen enfermedades orgánicas graves. Su objetivo es abordar la problemática del dolor, acontecimiento central en la vida cotidiana de dichos pacientes, como experiencia subjetiva. Esto supone poner en tensión la concepción biomédica tradicional del dolor (que lo reduce a una mera sensación derivada mecánicamente de una lesión orgánica) con desarrollos basados en disciplinas varias, que conceptualizan el dolor como percepción compleja anclada en variables subjetivas, culturales y sociales. A estos fines se discuten las concepciones biomédicas que abordan el dolor como mero epifenómeno de lo orgánico, acorde con la reducción del cuerpo a la dimensión de organismo biológico. Someramente, dichas concepciones tratan el dolor como un simple suceso bioquímico, basándose en los supuestos mecanicistas de la medicina tradicional moderna. Como contrapartida, se trabajan referencias bibliográficas provenientes de diversas disciplinas que cuestionan dicha concepción mecanicista, heredera de la partición cartesiana entre cuerpo y espíritu, considerando especialmente algunos aportes provenientes del psicoanálisis, que permiten pensar la articulación entre dolor, sujeto, cuerpo y demanda. El dolor y la angustia constituyen experiencias fundamentales de la existencia humana, que involucran al cuerpo de manera radical, y establecen relaciones complejas entre sí. Así, la referencia al dolor físico impresiona en algunos pacientes como una manera de darle una forma nombrable a su malestar. El dolor es sin duda algo que se percibe bajo modalidades de relación con el cuerpo que son propios de cada sujeto, de allí la preservación de una cierta marca de intimidad 'década quien con su dolor'; pero el propio dolor entra a la vez en un circuito de relaciones intersubjetivas, donde se plasman demandas dediversa índole. Se dirige al otro, al médico por caso, como un pedido de alivio. Pero los sujetos establecen con su dolor relaciones que no siempre resultan tan lineales, de allí que el dolor pueda cobrar valores disímiles, y jugar en las relaciones con los otros de modos variados. Desde 'aguantarse el dolor', hasta 'hacerse el que le duele' (el dolor como demanda al Otro, tal como atestigua con frecuencia la queja somática en los niños). Incluso que alguien llegue a 'querer (y pedir) que le duela un poco'. La situación de enfermedad grave y la experiencia de dolor colocan al sujeto en una posición de radical dependencia del otro, actualizando la estructura de la situación original bajo la que venimos al mundo. Se intenta demostrar que todo intento de abordaje interdisciplinario del dolor nos instala indefectiblemente en el terreno de la subjetividad, más allá de los impasses del organismo. '(...) que una patología esté ligada o no a una causalidad orgánica, es la cuestión del sujeto lo que está en juego para el psicoanálisis. Aún cuando una patología orgánica priva de ciertos medios, se trata de estar atentos a los que se manifiesta del lado del sujeto, la elección que puede operar el sujeto más allá de los impasses de su organismo' F. Ansermet, Medicina y psicoanálisis en interfase, (en revista Quarto, no 59. ECF (1996))

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Mucho se ha escrito acerca de la fascinación de Calderón por la pintura, como lo prueban suDeposición en defensa de aquel arte y de sus hacedores, las tramoyas y grandiosas escenografías en los montajes de su teatro palaciego y la incorporación de diversas técnicas de visualización pictórica en la escritura de sus comedias, tal como sucede en Darlo todo y no dar nada (1651). Los cuatro retratos materialmente existentes en su realización escénicainvolucran a Alejandro Magno, Apeles y Campaspe y comprometen la decisiva intervención del filósofo Diógenes, contrafigura del Príncipe. Pero los retratos -más allá de su funciónexplícita en la trama de la comedia- se erigen en claves visualizadoras de las antinomiasrealidad/artificio, verdad/ trampantojo. Estos espejos abreviados del sentido profundo de la comedia, simultáneamente refieren elípticamente al presente histórico del lector/espectadordel Seiscientos y expresan una tendencia innovadora dentro del espectro metateatral barroco. La pintura en el teatro, axis de la comedia, puede ser espejo que duplica el ser o cristalengañosamente transparente, político, cuando el retratado es Alejandro, cuyo poderío convierte al mundo en "línea de su imperio". Parafraseando a Diógenes, deus ex machina ydoble del dramaturgo, es forzoso que la ciencia, "contra los achaques del siglo" acuda al artificio del artificio teatral, esto es, al metateatro, para desenmascarar la paradojal trama del poder imperial de Felipe IV.

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La valoración del cuento como género responde, tanto en Ignacio Aldecoa como en José María Merino, a la búsqueda por el sentido de la individualidad. Bajo la mirada testimonial del niño de guerra, el uno, y experimentando el tránsito del franquismo a la democracia, el otro, el acto de escritura evidencia en ambos autores la crisis del sujeto en su intento por entender su entorno. El sentido que cobra esta reflexión en los cuentos se traduce en un concepto de literatura que intenta dar respuestas al (los) modo(s) en que habría que relacionarse con la realidad. Propongo revisar y confrontar ambas propuestas, a partir del análisis de dos cuentos: 'La fantasma de Treviño. Cuento regional, triste y falsificado', de Aldecoa, y 'El nacimiento en el desván', de Merino. He seleccionado estos dos, porque considero que sintetizan de manera clara el desarrollo de sus poéticas: la comprensión y el sufrimiento del dolor en el primero, y el cultivo de lo fantástico en el otro, como evasión de una realidad tormentosa

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En 2006 se desarrolló en La Plata un juicio a quien fuera Director General de Investigaciones de la policía de la provincia de Buenos Aires durante la última dictadura, Miguel Etchecolatz. Acusado en esta oportunidad por ocho casos de privaciones ilegales de la libertad, aplicación de tormentos y homicidios, fue condenado a reclusión perpetua. Se trató del primer juicio realizado a partir de la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y, a diferencia de los procesos judiciales realizados durante la década del ochenta, contó con la figura de querellantes. Así, junto a la fiscalía de Estado participaron de la acusación personas particulares, organismos de derechos humanos y diversas organizaciones sociales. En este trabajo nos proponemos analizar las diferentes estrategias jurídico-políticas que adoptaron los distintos actores sociales durante la etapa de audiencias testimoniales del juicio oral, como parte de las luchas por los sentidos del pasado

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Miguel Hernández (1910-1942) y José Hierro (1922-2002) son poetas ceñidos por el tiempo. El oriolano se estudia a propósito de su obra, en la que se destacan importantes acontecimientos que vivió del siglo XX: entreguerra, república, conflictos bélicos, posguerra, franquismo y la Edad de Plata, por mencionar sólo algunos. Hernández es un poeta matizado particularmente por las circunstancias que rodearon su pluma y vida. El tiempo es un tema recurrente en el levantino y lo evidencia de muchas formas. De una parte, como cronista de la eventualidad y posteriormente, la pérdida de la guerra; de otra, como vaticinador de su fugacidad y como quien congrega temporalidades. Mientras que Hierro, quien vivió de lleno los periodos posteriores a la Guerra Civil Española, si bien está marcado por ello 'y se hermana con Hernández por el propio dolor de padecer el presidio, por ejemplo' trabaja el tiempo de manera muy distinta. El tiempo para el santanderino es siempre lo que se perdió, la carencia. A la vez que aborda, a lo largo de su faena poética, casi obsesionantemente las temporalidades errantes que le visitan en forma de muertos 'sin que las convoque'. Pretendo estudiar a ambos escritores españoles por su obcecación con el tiempo y de vez tender puentes y ahondar en lo distinto y no, de cómo es descrito el tiempo en la obra de cada cual