1000 resultados para Comte, Auguste, 1798-1857.


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Microfilme. Valencia: BV, ca. 1990

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La presente investigación trata de responder la siguiente pregunta: ¿hay un proceso de confluencia ideológica a lo largo de los siglos XIX y XX de los liberales y conservadores mexicanos en un proyecto educativo nacionalista? Para responderla, el trabajo analiza la disputa ideológica de tipo histórico en torno a la educación entre la élite liberal y la conservadora católica (incluida la jerarquía católica) mexicanas, con referencia a las relaciones Iglesia-Estado y al proceso de construcción de la nación. Dicho en otros términos, este trabajo analiza la construcción de la nación en México a través de la educación durante el periodo 1857-1982. En este estudio se considera que el origen de la nación mexicana es resultado de un proceso de construcción orquestado por las élites. El proceso se inició formalmente con la independencia de España en 1821. Desde entonces, las élites consideraron a la educación como una herramienta fundamental para trasmitir sus valores y construir los emblemas representativos de la nación. Las élites políticas percibieron que el monopolio de la educación les dotaba de ventajas sobre sus competidores, ya que proporcionaba diversos recursos institucionales para el ejercicio del poder y su conservación. En la disputa por el control de la educación, la Iglesia Católica (y el conservadurismo católico) proponía que la orientación moral del Estado, así como los valores de la democracia y la participación política, deberían sustentarse sobre una educación integral que incluyera la religión católica como parte de la regeneración moral de los individuos. Por su parte, la élite liberal dedicó el quehacer público a la secularización de la educación y a crear una sociedad racional que se liberara del oscurantismo y del fanatismo religioso. El conflicto se agudizó cuando la Iglesia Católica perdió el monopolio educativo con las Leyes de Reforma (1855-1863); entonces comenzó una fuerte competencia con el Estado (el Gobierno) por el control ideológico y político de la sociedad. Por su parte, la élite política liberal impidió el avance del conservadurismo católico y se hizo con los recursos institucionales (formales e informales) para conservar y legitimar su control del poder...

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En los ocho años de vida de La Ilustración, la narrativa, larga y breve, fue uno de los elementos fundamentales de este periódico ilustrado. El artículo analiza los relatos que allí aparecieron y los efectos que las necesidades industriales y comerciales tuvieron en una revista que luchaba por sobrevivir económicamente. Ángel Fernández de los Ríos, propietario del Semanario Pintoresco Español y de La Ilustración, convirtió a esta última, en lo que toca a la narrativa, en una especie de serie B, en la que se entremezclaban reediciones, traducciones y colaboraciones que no habían llegado a tener el nivel suficiente para llegar a las páginas del Semanario Pintoresco Español. La abundancia de reediciones y las diversas fuentes de las que proceden hacen ver que en su selección fue más importante la imperiosa necesidad de sacar la publicación a la calle cada quince días que otros criterios. Ello también explica la abundancia de traducciones de novelas y cuentos en las páginas de La Ilustración. Traducciones y reediciones son el cuerpo principal de la narrativa publicada en La Ilustración y si tenemos que detenernos en las obras de más calidad que allí aparecen, será en este tipo de relatos, puesto que los textos narrativos originales, muy a menudo publicados sin firma de autor, resultan de muy escaso interés. Solo podemos contra con la excepción de dos relatos de José Güell y Renté (Anacaona y Quibiam) y uno de Gertrudis Gómez de Avellaneda: La baronesa de Joux. No representa, pues, La Ilustración una fuente de importancia para la narración española del medio siglo. Su posición subordinada al Semanario Pintoresco Español impidió que la publicación desarrollara una línea de narraciones de calidad. Es testimonio, sin embargo, de un proceso de industrialización de la labor periodística y literaria que estaba desarrollándose con gran celeridad si tenemos en cuenta el fracaso de El Artista y del No me olvides apenas quince años antes. A la altura del medio siglo el periodismo literario se había convertido en una industria que exigía ingentes esfuerzos de trabajo y una producción torrencial.