945 resultados para Historia moderna-Siglo XIX


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Esta investigación se concentra en el análisis de la Autobiografía de la Vble. Madre Sor Catalina Jesús María Herrera (1717-1795), de la correspondencia que Manuela Sáenz (1797-1856) mantuvo desde 1834 hasta 1856 con Juan José Flores y Roberto Ascásubi, de la poesía y textos en prosa de Dolores Veintimilla de Galindo (1829-1857), y de los textos Páginas de Ecuador y Conferencia sobre Sicología Moderna de Marietta de Veintimilla (1858-1907), con el propósito de rastrear las distintas posiciones de enunciación y los enunciados que desde ellas generaron, las opciones vitales que adoptaron, las características de las estrategias no convencionales asumidas, orientadas a desenmascarar, compeler o descubrir las debilidades de un pensamiento patriarcal que se legitimaba a sí mismo, generando, a la vez, efectos de sentido que posicionaron otras formas de pensamiento y otros modos de ser y actuar, que re-evaluaron su posición dentro de un contexto social específico. Hemos leído los textos como dispositivos escriturarios que ponen en juego niveles de sentido y de relación con el contexto cultural y sus códigos de representación, como un sitio de encuentros entre diversos géneros de escritura –autobiográfico, epistolar, poético, ensayístico–, y como un espacio de diálogo entre distintas disciplinas –historia, literatura, sociología, política–, lo que nos ha permitido reflexionar sobre las relaciones de poder que fijan las instituciones sociales y culturales, reconsiderar los diálogos entre lo público y lo privado, explorar otros modos de pensar lo político, analizar los mecanismos de subalternidad y alternidad femeninos, a la vez que dar una orientación transdisciplinaria como propuesta investigativa que permita aportar a los estudios culturales, de género, literarios, y latinoamericanos.

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Este trabajo consta de cuatro capítulos. El primero, “Crisis política, diversificación económica y cambio social”, ofrece una visión de conjunto del período objeto de nuestro estudio. El repaso de las condiciones sociales, económicas y políticas que le caracterizaron permite entender los desplazamientos de los fines de la educación primaria y el marco de las condiciones dentro de las cuales se configuraron los sujetos: maestros y niños escolarizados. El segundo, “Deconstrucción y construcción de identidades: los maestros entre 1925 – 1948”, se arma sobre la base de una serie de preguntas tendientes a dilucidar en última instancia si el sujeto maestro fue capaz de gestionar respuestas a los “regímenes de verdad” establecidos y adoptar posiciones discursivas anti-hegemónicas, en un momento de irrupción de las ideas socialistas que convocaron acciones políticas contestatarias. El tercero, “Niños e imaginarios: los nuevos saberes subjetivizantes”, se introduce en la manera cómo los niños fueron objeto de estudio e intervención. En medio de la enorme influencia que sobre los intelectuales ejercieron las modernas ciencias humanas y los saberes que se desarrollaron sobre el niño, este capítulo analiza sobre todo los dispositivos que se pusieron en marcha para intervenir sobre la mente y el cuerpo de los niños con fines de regeneración racial. El cuarto, “La ‘Escuela Nueva’ y las otras miradas en torno a lo escolar”, refiere a las nuevas pedagogías desde finales del siglo XIX y principios del XX y a la manera cómo éstas operaron sobre los niños rurales y urbanos institucionalizados. En este capítulo se debate en torno a la formación del individuo y a los fines económicos, sociales, morales y políticos vinculados con lo educativo. Cierra el capítulo una mirada sobre la centralización y tecnificación del Ministerio de Educación, que bajo la influencia de la Escuela Nueva armó una organización administrativa escolar fuertemente inspirada en sus planteamientos pedagógicos.

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El estudio aquí desarrollado se propone encontrar asideros concretos (testimonios), en términos de Arquitectura y de Diseño Urbano, en el proceso de desarrollo de la ciudad de Quito. Asideros concretos que den testimonio de la evolución de la cultura y de la sociedad sobre las maneras de ser de los productos de la cultura material. Se ha propuesto evidenciar la relación entre urbanismo e historia, a través de la identificación de los cambios en los modos de ser de la arquitectura y de la ciudad, sobre la base de los cambios en los modos de ser geopolíticos, económicos y culturales de la sociedad. Se ha seguido la línea expresiva (estilística), de los períodos históricos marcados: culturas autóctonas, indígenas, incario, Colonia, República siglo XIX, República siglos XX y XXI; para, dentro de este contexto, poder interpretar la época puntual del análisis de este estudio: mediados del siglo XX, Arquitectura Moderna. Se ha propuesto demostrar que el momento histórico analizado fue, de la misma manera que los dos momentos anteriores: Arquitectura y ciudad española, superpuesta a lo incásico. Arquitectura “Republicana”, superpuesta a lo colonial; y, finalmente, Arquitectura Moderna, superpuesta a lo republicano. Un momento de transición y de articulación en el cambio de la imagen de la ciudad. Se ha propuesto, en este estudio, demostrar que en el momento analizado se desplegaron los únicos recursos técnicos de planificación, en la sociedad industrial del siglo XX, que permitieron que el crecimiento de la ciudad de Quito se regule y se organice.

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El crecimiento de la población puneña durante el siglo XX resulta de la evolución de tres circunstancias centrales. La primera consiste en que la sociedad puneña, especialmente la rural, ha sido, y en buena medida lo es, una sociedad tradicional, es decir, no moderna, preindustrial, con estructura social poco diferenciada, con pautas culturales diferenciales. La otra se relaciona con el proceso de articulación entre esa sociedad tradicional y la moderna, capitalista, extra-puneña. La conjetura es que la consolidación del capitalismo en el Noroeste argentino a partir del último tercio del siglo XIX no desplazó ni reemplazó a la sociedad tradicional: convivió con ella durante décadas generando cambios sustanciales en numerosos aspectos. La tercera tiene que ver con la acción del Estado: al menos durante las primeras décadas del XX operó en el contexto del positivismo, asociado con el concepto de desarrollo no lejano al de progreso. A través del progreso, la sociedad tradicional se transforma en una sociedad racional, secular, con estructuras sociales diferenciadas.

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La vitivinicultura en la provincia de Mendoza, Argentina, se desarrolló a escala industrial y moderna a partir de fines del siglo XIX e inició su declinación en la década de 1970, lo que desencadenó la segunda modernización vitivinícola desde la de 1980. Las necesidades funcionales de esta época requirieron de construcciones con fines tanto habitacionales como productivos, lo que dio origen a conjuntos o complejos edilicios denominados establecimientos vitivinícolas. Las bodegas integrantes de estos conjuntos son los edificios destinados a elaborar vino; es decir, los cuerpos productivos donde se desarrolla la actividad vitivinícola. El resto de las edificaciones sirven de soporte para dicha actividad. Las unidades funcionales requeridas en los establecimientos han variado en el tiempo: se fueron adaptando de acuerdo con las diversas exigencias productivas de cada momento. En la actualidad, los establecimientos vitivinícolas que fueron construidos desde 1870 a 1970 se pueden encontrar adaptados a las nuevas exigencias productivas y en funcionamiento, o en un completo abandono. Los conjuntos de construcciones, junto a diversos implementos que los integran, son testimonios, huellas de otras realidades y conocimientos que acontecieron en ellos. Por ello, en el presente trabajo nos proponemos un análisis histórico-arquitectónico sobre la evolución de la materialidad de los establecimientos vitivinícolas desde 1870 hasta 1970; focalizamos nuestro estudio en comprender su crecimiento edilicio y el motivo de la distribución y ubicación de las diversas edificaciones que los integraron, en estrecha relación con la función y el marco contextual al que pertenecen

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El crecimiento de la población puneña durante el siglo XX resulta de la evolución de tres circunstancias centrales. La primera consiste en que la sociedad puneña, especialmente la rural, ha sido, y en buena medida lo es, una sociedad tradicional, es decir, no moderna, preindustrial, con estructura social poco diferenciada, con pautas culturales diferenciales. La otra se relaciona con el proceso de articulación entre esa sociedad tradicional y la moderna, capitalista, extra-puneña. La conjetura es que la consolidación del capitalismo en el Noroeste argentino a partir del último tercio del siglo XIX no desplazó ni reemplazó a la sociedad tradicional: convivió con ella durante décadas generando cambios sustanciales en numerosos aspectos. La tercera tiene que ver con la acción del Estado: al menos durante las primeras décadas del XX operó en el contexto del positivismo, asociado con el concepto de desarrollo no lejano al de progreso. A través del progreso, la sociedad tradicional se transforma en una sociedad racional, secular, con estructuras sociales diferenciadas.

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La vitivinicultura en la provincia de Mendoza, Argentina, se desarrolló a escala industrial y moderna a partir de fines del siglo XIX e inició su declinación en la década de 1970, lo que desencadenó la segunda modernización vitivinícola desde la de 1980. Las necesidades funcionales de esta época requirieron de construcciones con fines tanto habitacionales como productivos, lo que dio origen a conjuntos o complejos edilicios denominados establecimientos vitivinícolas. Las bodegas integrantes de estos conjuntos son los edificios destinados a elaborar vino; es decir, los cuerpos productivos donde se desarrolla la actividad vitivinícola. El resto de las edificaciones sirven de soporte para dicha actividad. Las unidades funcionales requeridas en los establecimientos han variado en el tiempo: se fueron adaptando de acuerdo con las diversas exigencias productivas de cada momento. En la actualidad, los establecimientos vitivinícolas que fueron construidos desde 1870 a 1970 se pueden encontrar adaptados a las nuevas exigencias productivas y en funcionamiento, o en un completo abandono. Los conjuntos de construcciones, junto a diversos implementos que los integran, son testimonios, huellas de otras realidades y conocimientos que acontecieron en ellos. Por ello, en el presente trabajo nos proponemos un análisis histórico-arquitectónico sobre la evolución de la materialidad de los establecimientos vitivinícolas desde 1870 hasta 1970; focalizamos nuestro estudio en comprender su crecimiento edilicio y el motivo de la distribución y ubicación de las diversas edificaciones que los integraron, en estrecha relación con la función y el marco contextual al que pertenecen

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El crecimiento de la población puneña durante el siglo XX resulta de la evolución de tres circunstancias centrales. La primera consiste en que la sociedad puneña, especialmente la rural, ha sido, y en buena medida lo es, una sociedad tradicional, es decir, no moderna, preindustrial, con estructura social poco diferenciada, con pautas culturales diferenciales. La otra se relaciona con el proceso de articulación entre esa sociedad tradicional y la moderna, capitalista, extra-puneña. La conjetura es que la consolidación del capitalismo en el Noroeste argentino a partir del último tercio del siglo XIX no desplazó ni reemplazó a la sociedad tradicional: convivió con ella durante décadas generando cambios sustanciales en numerosos aspectos. La tercera tiene que ver con la acción del Estado: al menos durante las primeras décadas del XX operó en el contexto del positivismo, asociado con el concepto de desarrollo no lejano al de progreso. A través del progreso, la sociedad tradicional se transforma en una sociedad racional, secular, con estructuras sociales diferenciadas.

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La vitivinicultura en la provincia de Mendoza, Argentina, se desarrolló a escala industrial y moderna a partir de fines del siglo XIX e inició su declinación en la década de 1970, lo que desencadenó la segunda modernización vitivinícola desde la de 1980. Las necesidades funcionales de esta época requirieron de construcciones con fines tanto habitacionales como productivos, lo que dio origen a conjuntos o complejos edilicios denominados establecimientos vitivinícolas. Las bodegas integrantes de estos conjuntos son los edificios destinados a elaborar vino; es decir, los cuerpos productivos donde se desarrolla la actividad vitivinícola. El resto de las edificaciones sirven de soporte para dicha actividad. Las unidades funcionales requeridas en los establecimientos han variado en el tiempo: se fueron adaptando de acuerdo con las diversas exigencias productivas de cada momento. En la actualidad, los establecimientos vitivinícolas que fueron construidos desde 1870 a 1970 se pueden encontrar adaptados a las nuevas exigencias productivas y en funcionamiento, o en un completo abandono. Los conjuntos de construcciones, junto a diversos implementos que los integran, son testimonios, huellas de otras realidades y conocimientos que acontecieron en ellos. Por ello, en el presente trabajo nos proponemos un análisis histórico-arquitectónico sobre la evolución de la materialidad de los establecimientos vitivinícolas desde 1870 hasta 1970; focalizamos nuestro estudio en comprender su crecimiento edilicio y el motivo de la distribución y ubicación de las diversas edificaciones que los integraron, en estrecha relación con la función y el marco contextual al que pertenecen

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La escalera de caracol es uno de los elementos que mejor define la evolución de la construcción pétrea a lo largo de nuestra historia moderna. El movimiento helicoidal de las piezas de una escalera muestra, con frecuencia, el virtuosismo que alcanzaron los maestros del arte de la cantería y la plasticidad, expresividad y ligereza de sus obras. A pesar de su origen exclusivamente utilitario y de su ubicación secundaria, se convertirán en signo de maestría y en elementos protagonistas del espacio que recorren y de la composición de los edificios, como es el caso de las grande vis de los Châteaux franceses del XVI como Blois, Chateaudun o Chambord o los schlosses alemanes como el de Hartenfels en Torgau. Este protagonismo queda patente en los tratados y manuscritos de cantería, elaborados fundamentalmente en España y Francia, a partir del siglo XVI que recogen un gran número de variantes de escaleras de caracol entre sus folios. Breve historia de la escalera de Caracol Los ejemplos más antiguos conocidos de escaleras de caracol en Occidente provienen de los primeros siglos de nuestra era y están asociados a construcciones de tipo conmemorativo, funerario o civil, romanas. Destaca de entre ellas la columna trajana, construida en el 113 por Apolodoro de Damasco en los Foros de Roma. Esta columna, conservada en la actualidad, fue profusamente representada por los tratados de arquitectura desde el Renacimento como el de Serlio, Caramuel, Piranesi, Rondelet y, más recientemente, Canina. Choisy describe en El arte de construir en Bizancio un grupo de escaleras de caracol cubiertas por bóvedas helicoidales y construidas entre el siglo IV y VIII; a esta misma época pertenecen otras escaleras con bóvedas aparejadas de forma desigual con sillarejos y sillares de pequeño tamaño sin reglas de traba claras, pensadas al igual que las de Choisy para ser revestidas con un mortero. Herederas de estas bóvedas de la antigüedad son las escaleras de caracol de la Edad Media. Así las describe Viollet le Duc: “compuestas por un machón construido en cantería, con caja perimetral circular, bóveda helicoidal construida en piedra sin aparejar, que se apoya en el machón y sobre el paramento circular interior. Estas bóvedas soportan los peldaños en los que las aristas son trazadas siguiendo los radios del círculo”. En esta misma época, siglos XI y XII, se construyen un grupo de escaleras de caracol abovedadas en piedra de cantería vista: las de la torre oeste de Notre Dame des Doms en Avignon, las de la tour de Roi, de Évêque y Bermonde de los Chateaux de Uzés, las gemelas de las torres de la Catedral Saint Théodorit de Uzés y la conocida escalera del transepto de la Abadía de Saint Gilles. Ésta última dará el nombre a uno de los modelos estereotómicos de mayor complejidad del art du trait o arte de la cantería: la vis Saint Gilles, que aparece en la mayoría de los textos dedicados al corte de piedras en España y Francia. La perfección y dificultad de su trazado hizo que, durante siglos, esta escalera de caracol fuera lugar de peregrinación de canteros y se convirtiera en el arquetipo de un modelo representado con profusión en los tratados hasta el siglo XIX. A partir del siglo XIII, será el husillo el tipo de escalera curva que dará respuesta a las intenciones de la arquitectura a la “moderna” o gótica. Estas escaleras con machón central se generalizarán, insertándose en un complejo sistema de circulaciones de servicio, que conectaban por completo, en horizontal y vertical, los edificios. Estos pasadizos horizontales y estas conexiones verticales, hábilmente incorporadas en el espesor de contrafuertes, machones, esquinas, etc, serán una innovación específicamente gótica, como señala Fitchen. La pieza de peldaño, que se fabrica casi “en serie” reflejará fielmente el espíritu racional y funcionalista de la arquitectura gótica. Inicialmente los peldaños serán prismáticos, sin labrar por su cara interior; después, éstos darán paso a escaleras más amables con los helicoides reglados formando su intradós. Insertos en construcciones góticas y en convivencia con husillos, encontramos algunos ejemplos de escaleras abovedadas en el siglo XIII y XIV. Estamos hablando de la escalera de la torre este del Castillo de Maniace en Siracusa, Sicilia y la escalera de la torre norte del transepto de la Catedral de Barcelona. En ambos casos, los caracoles se pueden relacionar con el tipo vis de Saint Gilles, pero incorporan invariantes de la construcción gótica que les hace mantener una relación tipológica y constructiva con los husillos elaborados en la misma época. En la segunda mitad del siglo XV aparecen, vinculadas al ámbito mediterráneo, un conjunto de escaleras en las que el machón central se desplaza transformándose en una moldura perimetral y dejando su lugar a un espacio hueco que permite el paso de la luz. Los tratados manuscritos de cantería que circulan en el XVI y XVII por España recogen el modelo con su denominación: caracol de Mallorca. Varios autores han mantenido la tesis de que el nombre proviene de la escalera situada en la torre noroeste de la Lonja de Palma de Mallorca. Los Manuscritos y tratados de Cantería y las escaleras de caracol Coincidiendo con la apertura intelectual que propicia el Renacimiento se publican algunos tratados de arquitectura que contienen capítulos dedicados al corte de las piedras. El primero de ellos es Le premier tome de l’Architecture de Philibert de L’Orme, publicado en 1567 en Francia. En España tenemos constancia de la existencia de numerosos cuadernos profesionales que circulaban entre los canteros. Varias copias de estos manuscritos han llegado hasta nuestros días. Los más completos son sin duda, las dos copias que se conservan del tratado de arquitectura de Alonso de Vandelvira, una en la Biblioteca Nacional y otra en la Biblioteca de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid y el manuscrito titulado Cerramientos y trazas de Montea de Ginés Martínez de Aranda. Todas estas colecciones de aparejos, con excepción de la atribuida a Pedro de Albiz, presentan trazas de escaleras de caracol. En los siglos XVII y XVIII los textos en España más interesantes para nuestras investigaciones son, como en el XVI, manuscritos que no llegaron a ver la imprenta. Entre ellos destacan De l’art del picapedrer de Joseph Gelabert y el Cuaderno de Arquitectura de Juan de Portor y Castro. Estos dos textos, que contienen varios aparejos de caracoles, están claramente vinculados con la práctica constructiva a diferencia de los textos impresos del XVIII, como los del Padre Tosca o el de Juan García Berruguilla, que dedican algunos capítulos a cortes de Cantería entre los que incluyen trazas de escaleras, pero desde un punto de vista más teórico. Podemos agrupar las trazas recogidas en los manuscritos y tratados en cinco grandes grupos: el caracol de husillo, el caracol de Mallorca, los caracoles abovedados, los caracoles exentos y los caracoles dobles. El husillo, de procedencia gótica, permanece en la mayoría de nuestros textos con diferentes denominaciones: caracol de husillo, caracol de nabo redondo o caracol macho. Se seguirá construyendo con frecuencia durante todo el periodo de la Edad Moderna. Los ejemplares más bellos presentan el intradós labrado formando un helicoide cilíndrico recto como es el caso del husillo del Monasterio de la Vid o el de la Catedral de Salamanca o un helicoide axial recto como en el de la Capilla de la Comunión en la Catedral de Santiago de Compostela. La diferencia estriba en la unión del intradós y el machón central: una amable tangencia en el primer caso o un encuentro marcado por una hélice en el segundo. El segundo tipo de caracol presente en casi todos los autores es el caracol de Mallorca. Vandelvira, Martínez de Aranda, y posteriormente Portor y Castro lo estudian con detenimiento. Gelabert, a mediados del siglo XVII, nos recordará su origen mediterráneo al presentar el que denomina Caracol de ojo abierto. El Caracol de Mallorca también estará presente en colecciones de aparejos como las atribuidas a Alonso de Guardia y Juan de Aguirre, ambas depositadas en la Biblioteca Nacional y en las compilaciones técnicas del siglo XVIII, de fuerte influencia francesa, aunque en este caso ya sin conservar su apelación original. El Caracol que dicen de Mallorca se extiende por todo el territorio peninsular de la mano de los principales maestros de la cantería. Los helicoides labrados con exquisita exactitud, acompañados de armoniosas molduras, servirán de acceso a espacios más representativos como bibliotecas, archivos, salas, etc. Es la escalera de la luz, como nos recuerda su apelación francesa, vis a jour. Precisamente en Francia, coincidiendo con el renacimiento de la arquitectura clásica se realizan una serie de escaleras de caracol abovedadas, en vis de Saint Gilles. Los tratados franceses, comenzando por De L’Orme, y siguiendo por, Jousse, Derand, Milliet Dechales, De la Hire, De la Rue, Frezier, Rondelet, Adhémar o Leroy, entre otros, recogen en sus escritos el modelo y coinciden en reconocer la dificultad de su trazado y el prestigio que adquirían los canteros al elaborar este tipo de escaleras. El modelo llega nuestras tierras en un momento histórico de productivo intercambio cultural y profesional entre Francia y España. Vandelvira, Martínez de Aranda y Portor y Castro analizan en sus tratados la “vía de San Gil”. En la provincia de Cádiz, en la Iglesia Mayor de Medina Sidonia, se construirá el más perfecto de los caracoles abovedados de la España renacentista. También en la provincia de Cádiz y vinculadas, posiblemente, a los mismos maestros encontramos un curioso grupo de escaleras abovedadas con generatriz circular horizontal. A pesar del extenso catálogo de escaleras presentes en la tratadística española, no aparece ninguna que muestre una mínima relación con ellas. Desde el punto de vista de la geometría, estamos ante uno de los tipos de escaleras que describe Choisy en El arte de construir en Bizancio. Se trata de escaleras abovedadas construidas por hojas y lechos horizontales. Los caracoles abovedados tendrán también su versión poligonal: la vis Saint Gilles quarré o el caracol de emperadores cuadrado en su versión vandelviresca. Las soluciones que dibujan los tratados son de planta cuadrada, pero la ejecución será poligonal en los raros ejemplos construidos, que se encuentran exclusivamente en Francia. Su geometría es compleja: el intradós es una superficie reglada alabeada denominada cilindroide; su trazado requiere una habilidad extrema y al ser un tanto innecesaria desde el punto de vista funcional, fue muy poco construida. Otro tipo de escalera habitual es la que Vandelvira y Martínez de Aranda denominan en sus tratados “caracol exento”. Se trata de una escalera volada alrededor de un pilar, sin apoyo en una caja perimetral y que, por lo tanto, debe trabajar en ménsula. Su función fue servir de acceso a espacios de reducidas dimensiones como púlpitos, órganos o coros. Encontramos ejemplos de estos caracoles exentos en el púlpito de la catedral de Viena y en España, en la subida al coro de la Iglesia arciprestal de Morella en Valencia. El largo repertorio de escaleras de caracol prosigue en los tratados y en las múltiples soluciones que encontramos en arquitecturas civiles y religiosas en toda Europa. Hasta varios caracoles en una sola caja: dobles e incluso triples. Dobles como el conocido de Chambord, o el doble husillo del Convento de Santo Domingo en Valencia, rematado por un caracol de Mallorca; triples como la triple escalera del Convento de Santo Domingo de Bonaval en Santiago de Compostela. La tratadística española recogerá dos tipos de caracoles dobles, el ya comentado en una sola caja, en versiones con y sin machón central, definidos por Martínez de Aranda, Juan de Aguirre, Alonso de Guardia y Joseph Gelabert y el caracol doble formado por dos cajas diferentes y coaxiales. Vandelvira lo define como Caracol de Emperadores. Será el único tipo de caracol que recoja Cristobal de Rojas en su Teoría y Práctica de Fortificación. No hay duda que las escaleras de caracol han formado parte de un privilegiado grupo de elementos constructivos en constante evolución e investigación a lo largo de la historia de la arquitectura en piedra. Desde el cantero más humilde hasta los grandes maestros catedralicios las construyeron y, en muchos casos, crearon modelos nuevos en los pergaminos de sus propias colecciones o directamente sobre la piedra. Estos modelos casi experimentales sirvieron para encontrar trabajo o demostrar un grado de profesionalidad a sus autores, que les hiciera, al mismo tiempo, ganarse el respeto de sus compañeros. Gracias a esto, se inició un proceso ese proceso de investigación y evolución que produjo una diversidad en los tipos, sin precedentes en otros elementos similares, y la transferencia de procedimientos dentro del arte de la cantería. Los grandes autores del mundo de la piedra propusieron multitud de tipos y variantes, sin embargo, el modelo de estereotomía tradicionalmente considerado más complejo y más admirado es un caracol de reducidas dimensiones construido en el siglo XII: la Vis de Saint Gilles. Posiblemente ahí es donde reside la grandeza de este arte.

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Con este libro se pretende dar a conocer algunos aspectos de la nobleza alicantina del Setecientos, a partir del análisis de una de las familias de mayor solera y raigambre de la ciudad: los Bourgunyo. La participación de este linaje en la vida política local, hasta las primeras décadas del siglo XIX; la evolución económica de su patrimonio; el entorno familiar y social, así como sus relaciones y vida cotidiana, son los principales ejes que vertebran este estudio.

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Este trabajo explora la historia escolar a inicios del siglo XXI analizando sus actuales propósitos, contenidos y prácticas con el fin de señalar sus cambios, conquistas y pérdidas respecto al siglo XX. Focaliza el nivel secundario de la provincia de Buenos Aires a través del análisis de fuentes áulicas, normativas y pedagógicas. El artículo indica que la historia escolar manifiesta el quiebre del código disciplinar configurado a fines del siglo XIX y desarrollado durante gran parte del siglo XX (caracterizado como civilizatorio, patriótico, elitista, fáctico, libresco, memorístico) y presenta cambios que muestran uno nuevo donde cobra relevancia lo contemporáneo y reciente, lo crítico y plural, y lo subjetivo. También señala que la historia escolar evidencia, por un lado, importantes conquistas -en relación con la perspectiva latinoamericana y la historia reciente-, y, por otro, ciertas pérdidas -en relación con la formación de una identidad colectiva y el carácter narrativo.

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Este trabajo explora la historia escolar a inicios del siglo XXI analizando sus actuales propósitos, contenidos y prácticas con el fin de señalar sus cambios, conquistas y pérdidas respecto al siglo XX. Focaliza el nivel secundario de la provincia de Buenos Aires a través del análisis de fuentes áulicas, normativas y pedagógicas. El artículo indica que la historia escolar manifiesta el quiebre del código disciplinar configurado a fines del siglo XIX y desarrollado durante gran parte del siglo XX (caracterizado como civilizatorio, patriótico, elitista, fáctico, libresco, memorístico) y presenta cambios que muestran uno nuevo donde cobra relevancia lo contemporáneo y reciente, lo crítico y plural, y lo subjetivo. También señala que la historia escolar evidencia, por un lado, importantes conquistas -en relación con la perspectiva latinoamericana y la historia reciente-, y, por otro, ciertas pérdidas -en relación con la formación de una identidad colectiva y el carácter narrativo.

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Mayo de 1910: el imaginario a través de los discursos oficiales / María Victoria Carsen -- Sylvestre Begnis y la instauración nacional del frondicismo. 1954-1958 / Miguel Ángel De Marco (h) -- Un intento de democratización: política sindical durante el gobierno del general Lonardi (23 de septiembre al 13 de noviembre de 1955) / Guillermo E. Gini -- Del esplendor a la crisis. Las misiones guaraníes entre 1734 y 1744 /Ernesto J. A. Maeder -- El 90. La crisis económica y política vista desde la gráfica satírica de la época / Andrea Matallana -- Relaciones comerciales franco-argentinas. 1880-1914 / Hebe C. Pelosi -- Resistencia cultural a un régimen autoritario: El “sonoro” silencio de SUR durante el primer peronismo / Rosalie Sitman -- La creación musical académica argentina como reflejo de la Guerra del Paraguay / Juan María Veniard -- Reseñas Bibliográficas