1000 resultados para Palacio Real (Madrid)


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Se basa en un estudio interdisciplinar del Parque del Capricho, cercano al instituto, en el que se implican las áreas de Matemáticas, Historia, Lengua española, Educación Plástica e Historia del Arte. Este parque forma parte del patrimonio artístico madrileño y su estudio se dirige a los alumnos del centro que cursan los programas de diversificación de segundo de ESO. El objetivo es investigar una época determinada y conectar entre sí conocimientos, en algunos casos distantes, como los relacionados con las disciplinas antes citadas. Para estudiar el parque se elaboran unidades didácticas que pueden ser utilizadas, con las adaptaciones necesarias, en el estudio de otros monumentos del entorno de los alumnos. Estas unidades incluyen hojas de trabajo para completar durante el tiempo que dura la experiencia. Entre las actividades destacan las visitas al parque para recoger medidas, apuntes, fotos y vídeo con los que se elabora un recortable, una maqueta y un dibujo a escala de los edificios más emblemáticos de la zona. También se realizan visitas al palacio Real, al Jardín Botánico y al Madrid de los Borbones. De estas visitas se elaboran guías y cuadernos de campo. En anexos, se incluyen hojas de trabajo, dossieres sobre costumbres y protagonista del siglo XVIII, itinerarios por el Madrid de los Borbones, guías y orientaciones didácticas.

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El proyecto realiza un estudio histórico-cultural (costrumbres, folclore, monumentos, museos, etc.) de la Comunidad de Madrid. Plantea los siguientes objetivos: conocer los principales vestigios del pasado y del presente en la cultura y civilización de nuestra comunidad; realizar un estudio de investigación aplicando los principios básicos de la Geografía, la Historia, el Arte y la Literatura; iniciar al alumno en la búsqueda de las tradiciones populares de Madrid y proporcionarle nuevos conocimientos basados en la experiencia. El desarrollo del proyecto se fundamenta en la experimentación directa del alumno en el medio a través de actividades relacionadas antes, durante y después de cada visita o excursión. Se efectúan tres salidas a lo largo de cada trimestre (Museo Arqueológico, Palacio Real, Museo de Arte Reina Sofía, senda ecológica del Valle del Lozoya, Cueva de los Casares, etc.). Las actividades son, entre otras: elaboración de encuestas, estudio de mapas, grabación en vídeo de los itinerarios seguidos (este material pasa luego a formar parte del fondo de recursos didácticos del centro) y lectura de obras sobre la Comunidad de Madrid (Cervantes, Galdós, generación del 98, etc.). La observación es continua y basada en la observación directa.

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Exaltación de España a través de su capital, Madrid y sus edificios más representativos como El Palacio Real. Con Felipe II Madrid se convierte en la capital definitiva del Imperio. La villa ha crecido en dirección de sus vientos dominantes, esto es hacia el este y hacia el sur. El palacio se hizo nuevo tras el incendio del Alcázar y su estilo es barroco clasicista italiano. Está ubicado en la Plaza de Oriente más moderna que el palacio, en cuyo centro se eleva la estatua ecuestre de Felipe IV de Pietro Tacca, con postura encabritada gracias a un procedimiento de equilibrio que ideó Galileo. Hoy la plaza se ha echado a perder al faltarle árboles, verdes praderas, arroyos; Otro edificio representativo es el Teatro Real que ha desaparecido no sabemos por qué murió antes de caer la monarquía en 1931; la Almudena, es otro de sus singulares edificios, encargada al Marqués de Cubas que la realizó en estilo gótico y no la acabó; Pero, Madrid está repleta de callejuelas, iglesias y otros edificios singulares . Si tuviésemos que hacer una guía eligiendo los cien lugares típicos, la elección sería bastante difícil.

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Manifestar los beneficios que aporta la aplicación de técnicas de Investigación Operativa a la hora de tomar decisiones en el ámbito profesional relacionado con este programa Máster, es la razón de ser de este trabajo. Se ha elegido para el caso práctico la gestión de un Centro Histórico, como lo es el Real Monasterio San Jerónimo de Yuste, por la posibilidad nada habitual que este sitio brinda a la hora de relacionar materias específicas de este programa como son la gestión del patrimonio edificado, el diseño para todos, las herramientas de toma de decisiones, la lectura historicista tras de obras de ingeniería o edificatorias y cómo no, los modelos de optimización. Así, en la búsqueda del escenario óptimo han de considerarse diversos factores, propios de las diversas materias que se acaban de mencionar como son, respectivamente, la materia prima con que contamos, el rango de potenciales usuarios y los beneficios en término de igualdad social que pueden añadirse, la comprensión y utilización del lenguaje propio de las instituciones que evalúan operaciones y proveen de medios financieros, la apreciación y puesta en valor del interés cultural de un bien inmueble, y que va más allá del concepto arquitectónico, y la abstracción y traducción a un lenguaje que las matemáticas y la lógica puedan manejar para ponderar las distintas alternativas y definir la mejor opción. Así, a medida que recorramos los distintos apartados de este documento, tomaremos conciencia de lo que supone este Centro Histórico, con sus características, singularidades y actividad interna, tomaremos conciencia también de sus posibilidades para desde aquí transponer esta realidad, material o figurada, a un tablero en el que las reglas son las propias para cualquier proyecto que aspire a ser considerado viable por la Unión Europea más las que se han considerado oportunas a la vista de la coyuntura económica actual, y donde las fichas son las actividades cuya materialización o no depende del proceso de optimización que se realizará. Estas reglas tomarán cuerpo mediante la formulación de las relaciones lógicas que se establecen entre actividades. Las fichas tomarán la forma que les confiera el estudio de viabilidad que para el conocimiento de cada una ha de realizarse. Y en base al resultado del proceso de optimización se definirá un nuevo escenario,cuyo valor global será comparado con el inicial para verificar si se ha aportado o no valor a la gestión del conjunto. Quiero dejar expresa constancia de la colaboración brindada por el Organismo Público Patrimonio Nacional quien, tanto a través del personal de la Delegación de Yuste como de la Central en el Palacio Real, me han facilitado cuanta información y consejo les he solicitado, de la cual se hace uso en este trabajo fin de Máster, con fines exclusivamente académicos.

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Suplemento a la Gaceta de Madrid del martes 21 de noviembre de 1786

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Si bien se han ido realizando análisis sistemáticos desde el punto de vista arquitectónico de los diferentes jardines nacionales europeos, el jardín clásico español, a pesar del importante incremento de bibliografía operado en la última década, no ha sido todavía estudiado desde los criterios compositivos y espaciales propios de la disciplina arquitectónica. Responde el jardín clásico español a una organización perspectiva que proviene de las construcciones espaciales originadas y desarrolladas en Italia durante los siglos XV y XVI; establece, además, una importante conexión con la arquitectura de jardines contemporánea, es decir, las grandes corrientes europeas –desde el jardín renacentista italiano al barroco francés-, que asume, interpreta e incluso supera en cuanto a organización unitaria e integración con su entorno en varios ejemplos señeros. Pero esta imbricación europea se ve puntualizada por una influencia primordial: el concepto islámico del espacio arquitectónico, caracterizado por la fragmentación y la pérdida de la axialidad, que en España se extiende de forma generalizada. Fusionada con los principios perspectivos provenientes de Italia, esta concepción espacial proporciona a los jardines –y demás edificios- una gran riqueza espacial que, poco analizada y mal comprendida, se ha considerado habitualmente como falta de pericia compositiva. Este hecho ha negado a los jardines españoles originalidad alguna –otorgada, en cambio, a los hispanomusulmanes- y una clasificación periférica en la historia de la disciplina. El jardín clásico español presenta tres etapas principales: una primera, durante los siglos XVI y XVII, que se podría denominar renacentista; una segunda, en la primera mitad del siglo XVIII, de ascendencia barroca francesa, y, por último, en la segunda mitad del Ochocientos, el jardín neoclásico, que en buena medida retoma la organización formal de la primera etapa renacentista. Las tres influencias preponderantes en el jardín renacentista español son la hispanomusulmana, procedente de la ocupación islámica en España desde el siglo VIII hasta el XV, cuya estela se mantiene durante todo el desarrollo del jardín clásico; una flamenca, de menor calado y cuyo origen está en los contactos políticos de la corona española con Flandes, y, por último, la italiana, de donde procederá la espacialidad perspectiva propia del Renacimiento, extendida por toda Europa y conocida en España asimismo por vínculos políticos y culturales. El jardín hispanomusulmán va a proporcionar los rasgos distintivos de la jardinería española posterior, derivados de la necesaria adaptación compositiva a un medio físico poco idóneo para la implantación de jardines. Esta cuestión se soluciona tradicionalmente de forma perfecta con el patio y el apoyo de una serie de elementos arquitectónicos de carácter ligero articulados aleatoriamente con la vivienda para organizar su entorno, operación que produce un organismo superior asimétrico y estructurado a partir de pequeños fragmentos ordenados por ejes quebrados, cuyo crecimiento no presupone un cambio en las cualidades espaciales del jardín. Esta ordenación quebrada y la fragmentación espacial tienden a embarazar la unidad perspectiva renacentista, de tal forma que el jardín español no presenta grandes ejes visuales ni espacios fugados, sino pequeñas piezas independientes –adaptadas mejor a la corrección climática y al riego- que se agregan sin intención de regularidad o simetría, pues buscan la ambigüedad espacial mediante la ofuscación de la percepción y orientación en el jardín, como sucedía en las obras hispanomusulmanas. El jardín renacentista español tendrá una doble vertiente dependiendo del medio físico donde se asiente: si este es poco propicio a la implantación de jardines, se recuperará la ordenación espacial medieval musulmana como respuesta compositiva a dicho entorno remiso, pues los ensayos de jardines basados en elementos arquitectónicos, ante la dificultad de estructurar el espacio del jardín en España con las componentes naturales –topografía, vegetación y agua-, se realizaron con éxito y se reutilizaron en siglos posteriores, e incluso alcanzan el momento actual; contemporáneamente, en territorios propicios a la creación de jardines –generalmente, riberas de ríos-, se podrá desarrollar el espacio perspectivo unitario italiano, que producirá ejemplos de gran calidad. Así, Felipe II creará de forma simultánea jardines muy diferentes según su ubicación. Entre los de carácter más medieval destacan los del Alcázar de Madrid y Valsaín –con el antecedente de Yuste, promovido por Carlos V-, y de los plenamente renacentistas, la Casa de Campo, El Escorial y Aranjuez, éstos últimos de Juan Bautista de Toledo. Los dos primeros se organizan con varios recintos independientes articulados por ejes quebrados y ordenados a partir de elementos ligeros –galerías, torreones, miradores- que se proyectan hacia el exterior para dar forma al entorno inmediato del palacio. Los últimos, en cambio, utilizan las posibilidades del medio natural para estructurar los jardines, y establecen magníficos ejes de raigambre renacentista, origen de espacios perspectivos unitarios de gran interés, dado su tamaño y temprana fecha de creación. Así, en la Casa de Campo la villa se articula con un jardín llano cuya unidad espacial no tiene parangón en la Italia del momento; en Aranjuez, el Jardín de la Isla, independiente en su trazado del palacio que lo propicia, presenta una superposición de dos ejes con gradientes en sentido contrario, y una ordenación a escala territorial, las Huertas de Picotajo, con una malla focalizada de doble simetría adaptada a un difícil meandro del río Jarama y con capacidad de extensión ilimitada en la vega de Aranjuez, que es contemporánea pero mucho más evolucionada que los primeros tridentes creados en Italia y anterior en un siglo a las formalizaciones de Versalles. Frente a estas realizaciones reales, en España los jardines nobiliarios responden a una clara influencia medieval, como los del duque de Alcalá en Bornos, el marqués de Mondéjar, Bellaflor en Sevilla, la Casa del Rey en Arganda o el cigarral de Buenavista en Toledo. Pero en paralelo con éstos y promovidos por nobles conectados con Italia, se están implantando jardines de hispanomusulmana-, en fechas incluso anteriores a los construidos por la corona. Así, el marqués de Villena construye en Cadalso de los Vidrios un jardín con una tempranísima ordenación en terrazas que se integra con su entorno; el duque de Alba en Abadía realiza la misma operación con mayor desarrollo espacial; y en Béjar por el duque de esta ciudad salmantina se establece otro jardín de clara espacialidad italiana, pero con la casa fuera de la ordenación. El siglo XVII supone, en los escasos ejemplos construidos, la prolongación de la espacialidad renacentista introducida por Juan Bautista de Toledo. Hay una clara continuidad en los jardines aterrazados, como La Zarzuela y La Florida, mientras en el ejemplo llano principal, el Buen Retiro, se atiende más a la fragmentación hispana y a una adaptación de los sistemas de extensión al aumento de escala. Así había sucedido en Italia, donde los jardines de malla ortogonal se convirtieron en grandes parques focalizados, con avenidas arboladas y remates perspectivos, elementos que se repiten en el jardín madrileño, aunque sin la unidad conseguida en los precedentes mediante la focalización. El siglo XVIII va a conocer la nueva dinastía de los Borbones y el jardín barroco francés, que supondrá un cambio radical en la concepción espacial del jardín, aunque la influencia hispana no dejará de producirse. El tamaño de estos jardines, su coste de implantación y mantenimiento y la falta de adaptación al medio físico español serán los factores principales del escaso desarrollo que el jardín de Le Nôtre alcanzó en España. A pesar de los proyectos realizados - algunos de gran calidad, como los de Robert de Cotte para el Buen Retiro, los del Palacio Real Nuevo, el de Riofrío y el del castillo de Villaviciosa de Odón-, sólo se van a construir escasos parterres de los denominados urbanos. Entre ellos hay que destacar los del Buen Retiro, Aranjuez y palacios de Liria, Buenavista y Altamira en Madrid, Piedrahita para los duques de Alba, el convento de Santa Bárbara, Migas Calientes –algunos de éstos quedaron en proyecto-, a los que se añade un gran jardín con todos los componentes, que es San Ildefonso de La Granja. En La Granja se puede encontrar un parque completo a la francesa, que responde en mayor medida a los principios establecidos en el tratado de Dezallier d'Argenville que a la influencia directa de las obras de Le Nôtre. Pero la ordenación canónica de jardín barroco francés se particulariza mediante los dispositivos proyectuales de origen hispano, pues se desjerarquizan los ejes principales impidiendo su continuidad, que queda truncada por desarrollos paralelos, interrupciones perspectivas y ejes quebrados. En la segunda mitad del siglo XVIII, los propios monarcas Borbones recuperarán los jardines regulares de los Austrias, cuyos tipos llano y aterrazado tuvieron un importante desarrollo con Felipe II y Juan Bautista de Toledo y gozaban de un merecido prestigio. Ya con Fernando VI se introdujeron ordenaciones de inspiración renacentista, como en el Jardín del Príncipe de Aranjuez; pero será con su hermano Carlos III cuando se revisen las actuaciones filipinas. Juan de Villanueva fue el autor de los principales jardines del momento -entre ellos, las Casitas realizadas para el príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV y su hermano el infante Don Gabriel- aunque Ventura Rodríguez realizó en esos años un magnífico epílogo del jardín aterrazado en España: el palacio para el infante Don Luis en Boadilla del Monte, así como proyectos para el parque del Palacio Real Nuevo. En las Casitas de El Escorial –en menor medida en El Pardo-, Villanueva recoge una larga tradición de jardines aterrazados que, además, inserta magistralmente en su entorno, dentro de la secular tradición española de adaptación al medio físico. Lejos de presentar una lectura canónica, aunque utilizando todos los recursos del tipo, el arquitecto consigue la ambigüedad espacial hispana mediante la superposición en el eje longitudinal de dos gradaciones de dirección contraria, accesos quebrados e interrupción de las visuales y el viario, sin prescindir de una ordenación clásica. También de Villanueva son el proyecto definitivo del Jardín Botánico, de gran claridad compositiva y orden científico, y, para el Palacio Real Nuevo y su entorno, el jardín previo a las Reales Caballerizas y una remodelación de la Casa de Campo y su acceso.