872 resultados para NOCIONES BÁSICAS


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El waterpolo demanda para su práctica, la utilización de un espacio de agua con dimensiones particularmente amplias. La falta de infraestructura y dimensiones adecuadas, sumado a la rentabilidad de la natación recreativa y otras prácticas corporales acuáticas; generan que la práctica del waterpolo se vea relegada a franjas horarias menos propicias para su iniciación y aprendizaje a determinadas edades. El waterpolo es un deporte de habilidades abiertas, comparte con la natación el medio acuático y sus técnicas (crol, pecho, espalda) y se diferencia en sus técnicas específicas, el nado crol con cabeza afuera, nado espalda con patada de pecho, patada de bicicleta, patada de tijera, nado pecho en posición vertical, técnicas de saltos y giros, y el manejo específico de la pelota. La edad de iniciación a este deporte esta entre los 11 y 12 años, para aprender a jugar al waterpolo primero hay que aprender a nadar, y los niños que comienzan a jugar al waterpolo ya han pasado o pasan por alguna experiencia dentro de la natación. Las clases de aprendizaje de la natación, son el sitio ideal donde sus técnicas básicas deben ser enseñadas antes de esta edad, atravez de ejercicios específicos y juegos, que permitirán el aprendizaje de destrezas características del waterpolo, y contribuirán a que el alumno, se apropie de una amplia gama de experiencias motrices, que le servirán tanto para el waterpolo como así también para la natación deportiva, o la práctica acuática que el niño elija

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Este trabajo se enmarca en la temática principal acerca de los conceptos clásicos de racionalidad, emociones y felicidad así como de una revisión actual de ellos. El objetivo central es, pues, analizar las tres nociones. Para ello, la metodología será el análisis conceptual de los textos pertinentes referidos en la bibliografía. La conclusión se centrará en que hay un doble vínculo científico, psicológico-neurológico y económico viable entre las nociones de racionalidad, las emociones y la felicidad.La relación entre la racionalidad, las emociones y la felicidad constituye un problema de larga data. Básicamente, se pueden distinguir tres grupos de cuestiones. En primer lugar, podemos intentar determinar el 'impacto de las emociones en la racionalidad de la toma de decisiones'. (Elster 2002, IV) En segundo lugar, podemos preguntarnos si 'las propias emociones pueden ser valoradas como más o menos racionales, independientemente de su influencia en las elecciones que hacemos o en las creencias que nos formamos'. (Ibid. 2) Y, en tercer lugar, podemos preguntarnos si las emociones pueden ser objeto de una elección racional, es decir, 'si las personas pueden entrar en una deliberación racional acerca de cuáles son las emociones que han de inducirse en sí mismas o en los demás y si realmente lo hacen'. (Ibid. IV, 3, 300) Tradicionalmente, se ha aceptado que las emociones suponen una especie de 'traba' para la elección racional. Sin embargo, esta posición ha sido revisada, proponiéndose, en cambio, que las emociones no sólo no interfieren en la toma racional de decisiones sino que la favorecen. De este modo, se puede decir que las emociones nos ayudan a tomar decisiones funcionando como factores que deshacen el 'empate en los casos de indeterminación' y que, de manera más general, mejoran la calidad de la toma de decisiones al hacer posible que nos centremos en los rasgos mas destacados de la situación (Elster 2002, Apéndice) análogamente al análisis situacional de Popper. Contra la propuesta tradicional y la revisionista, se enuncia la tesis de que las emociones no afectan 'en lo más mínimo' la racionalidad de la elección misma. Si bien las emociones intervienen en las decisiones como costos y beneficios asociados a las diversas opciones no lo hacen en tanto fuerzas psíquicas 'distorsionantes' de los mecanismos de la elección. Se trata, en este contexto, de la capacidad (¿estado de ánimo?) de abordar una tarea llevándola al término propuesto. El resultado final complace -hace feliz- a la persona que la lleva a cabo. A partir de 1987, Ekman estableció las pruebas en relación con que la emoción tiene diferentes patrones en el sistema nervioso autónomo. 'Los actores representaban expresiones faciales mientras eran registrados con una serie de variables autónomas (ritmo cardiaco, conductancia de la piel)" (p. 49) Ekman y colaboradores propusieron patrones de la emoción diferentes para seis emociones biológicamente básicas: 1. Sorpresa. 2. Disgusto. 3. Tristeza. 4. Ira. 5. Miedo. 6. Alegría/Felicidad. Especialmente después del año 2004 las The Big Six de Prinz se convirtieron en la lista de emociones básicas ampliamente aceptadas. Se estableció así un primer vínculo de carácter psicológico y neurocientífico entre las nociones de racionalidad, las emociones y la felicidad. El segundo vínculo que propondremos en este trabajo se refiere al de la economía, más precisamente, la rama de la economía de la felicidad. Este vínculo manifiesta una relación donde las variables económico-sociológicas deben ser incluidas en el nexo entre la racionalidad, las emociones y la felicidad. La llamada 'paradoja de Easterlin' es un concepto clave en la economía de la felicidad: dentro de un país dado, la gente con mayores ingresos tiene una mayor tendencia a afirmar que es más feliz. Sin embargo, cuando se comparan los resultados de varios países, el nivel medio de felicidad que los sujetos dicen poseer no varía prácticamente. (Maceri, S., García P. 2010). A través de Easterlin (2001), se advierte que aunque el resultado de sus estudios es paradojal, los contextos sociales deben ser contemplados en este segundo tipo de nexo. En síntesis, hay un doble vínculo viable entre las nociones de racionalidad, las emociones y la felicidad: el de la psicología y neurociencia, por una parte, y el de la ciencia económica, por otra, ambos interconectados con sus consabidas dificultades

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Fil: Daguerre, Martín. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.

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Las oraciones condicionales son unas de las construcciones más complejas del español que mediante la expresión de lo contingente expresan situaciones hipotéticas e imaginarias; forman parte del ámbito semántico de la causalidad junto con otro tipo de oraciones (causales, concesivas, etc.). En este trabajo, estudiamos las relaciones y los límites difusos que existen en construcciones con el esquema propio de las oraciones condicionales, si p, q y aquellas construcciones de carácter híbrido. Hemos tomado como antecedentes la clasificación de Montolío (1999) y el trabajo de Julián Mariscal (2007). Nuestro corpus de estudio está formado por 13 entrevistas de los años 2000 -2001 en las que analizamos 34 oraciones con el esquema si p, q, en las cuales las nociones de condicionalidad se superponen con otro tipo de relaciones, a saber, causa (por si), concesión (si bien), comparación hipotética (como si), entre otras. El estudio es de tipo descriptivo. Los datos se describen desde una perspectiva cualitativa.

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Fil: Robles, Horacio Baltazar. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET); Argentina.

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Desde los ámbitos restringidos de la historia y de la literatura, a la diversidad de áreas del conocimiento desde las que se aborda a las revistas en la actualidad, es posible verificar la existencia de un proceso que condujo a su afirmación como nuevo objeto de estudio. La cantidad de trabajos que se les ha dedicado -que, además de artículos y ensayos, incluye tesis de doctorado y de maestría-, así como la realización de simposios y congresos y de mesas redondas, hablan de ese nuevo lugar que ahora ocupan. Reflexionar sobre el "objeto" revista -es decir, no ya sobre tal o cuál revista- obliga a formular algunas preguntas básicas relativas a él. ¿Cómo fue el proceso que condujo a la afirmación de este nuevo objeto, en particular, en la Argentina? ¿Es posible hablar de las revistas entendiéndolas como objetos autónomos? ¿Cuál es su especificidad, si es que se le reconoce alguna? ¿Existen nociones y conceptos que sean instrumentales para su abordaje, independientemente del lugar desde dónde sean estudiadas? Responder a estas y otras preguntas no solo aclararía ese nuevo estatus alcanzado sino que permitiría establecer nuevas líneas de análisis y afirmar otras que, aunque formuladas, no parecen haber sido suficientemente exploradas.

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Fil: Pené, Mónica Gabriela. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.

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Fil: Pagola, María Laura. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.

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El waterpolo demanda para su práctica, la utilización de un espacio de agua con dimensiones particularmente amplias. La falta de infraestructura y dimensiones adecuadas, sumado a la rentabilidad de la natación recreativa y otras prácticas corporales acuáticas; generan que la práctica del waterpolo se vea relegada a franjas horarias menos propicias para su iniciación y aprendizaje a determinadas edades. El waterpolo es un deporte de habilidades abiertas, comparte con la natación el medio acuático y sus técnicas (crol, pecho, espalda) y se diferencia en sus técnicas específicas, el nado crol con cabeza afuera, nado espalda con patada de pecho, patada de bicicleta, patada de tijera, nado pecho en posición vertical, técnicas de saltos y giros, y el manejo específico de la pelota. La edad de iniciación a este deporte esta entre los 11 y 12 años, para aprender a jugar al waterpolo primero hay que aprender a nadar, y los niños que comienzan a jugar al waterpolo ya han pasado o pasan por alguna experiencia dentro de la natación. Las clases de aprendizaje de la natación, son el sitio ideal donde sus técnicas básicas deben ser enseñadas antes de esta edad, atravez de ejercicios específicos y juegos, que permitirán el aprendizaje de destrezas características del waterpolo, y contribuirán a que el alumno, se apropie de una amplia gama de experiencias motrices, que le servirán tanto para el waterpolo como así también para la natación deportiva, o la práctica acuática que el niño elija

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Este trabajo se enmarca en la temática principal acerca de los conceptos clásicos de racionalidad, emociones y felicidad así como de una revisión actual de ellos. El objetivo central es, pues, analizar las tres nociones. Para ello, la metodología será el análisis conceptual de los textos pertinentes referidos en la bibliografía. La conclusión se centrará en que hay un doble vínculo científico, psicológico-neurológico y económico viable entre las nociones de racionalidad, las emociones y la felicidad.La relación entre la racionalidad, las emociones y la felicidad constituye un problema de larga data. Básicamente, se pueden distinguir tres grupos de cuestiones. En primer lugar, podemos intentar determinar el 'impacto de las emociones en la racionalidad de la toma de decisiones'. (Elster 2002, IV) En segundo lugar, podemos preguntarnos si 'las propias emociones pueden ser valoradas como más o menos racionales, independientemente de su influencia en las elecciones que hacemos o en las creencias que nos formamos'. (Ibid. 2) Y, en tercer lugar, podemos preguntarnos si las emociones pueden ser objeto de una elección racional, es decir, 'si las personas pueden entrar en una deliberación racional acerca de cuáles son las emociones que han de inducirse en sí mismas o en los demás y si realmente lo hacen'. (Ibid. IV, 3, 300) Tradicionalmente, se ha aceptado que las emociones suponen una especie de 'traba' para la elección racional. Sin embargo, esta posición ha sido revisada, proponiéndose, en cambio, que las emociones no sólo no interfieren en la toma racional de decisiones sino que la favorecen. De este modo, se puede decir que las emociones nos ayudan a tomar decisiones funcionando como factores que deshacen el 'empate en los casos de indeterminación' y que, de manera más general, mejoran la calidad de la toma de decisiones al hacer posible que nos centremos en los rasgos mas destacados de la situación (Elster 2002, Apéndice) análogamente al análisis situacional de Popper. Contra la propuesta tradicional y la revisionista, se enuncia la tesis de que las emociones no afectan 'en lo más mínimo' la racionalidad de la elección misma. Si bien las emociones intervienen en las decisiones como costos y beneficios asociados a las diversas opciones no lo hacen en tanto fuerzas psíquicas 'distorsionantes' de los mecanismos de la elección. Se trata, en este contexto, de la capacidad (¿estado de ánimo?) de abordar una tarea llevándola al término propuesto. El resultado final complace -hace feliz- a la persona que la lleva a cabo. A partir de 1987, Ekman estableció las pruebas en relación con que la emoción tiene diferentes patrones en el sistema nervioso autónomo. 'Los actores representaban expresiones faciales mientras eran registrados con una serie de variables autónomas (ritmo cardiaco, conductancia de la piel)" (p. 49) Ekman y colaboradores propusieron patrones de la emoción diferentes para seis emociones biológicamente básicas: 1. Sorpresa. 2. Disgusto. 3. Tristeza. 4. Ira. 5. Miedo. 6. Alegría/Felicidad. Especialmente después del año 2004 las The Big Six de Prinz se convirtieron en la lista de emociones básicas ampliamente aceptadas. Se estableció así un primer vínculo de carácter psicológico y neurocientífico entre las nociones de racionalidad, las emociones y la felicidad. El segundo vínculo que propondremos en este trabajo se refiere al de la economía, más precisamente, la rama de la economía de la felicidad. Este vínculo manifiesta una relación donde las variables económico-sociológicas deben ser incluidas en el nexo entre la racionalidad, las emociones y la felicidad. La llamada 'paradoja de Easterlin' es un concepto clave en la economía de la felicidad: dentro de un país dado, la gente con mayores ingresos tiene una mayor tendencia a afirmar que es más feliz. Sin embargo, cuando se comparan los resultados de varios países, el nivel medio de felicidad que los sujetos dicen poseer no varía prácticamente. (Maceri, S., García P. 2010). A través de Easterlin (2001), se advierte que aunque el resultado de sus estudios es paradojal, los contextos sociales deben ser contemplados en este segundo tipo de nexo. En síntesis, hay un doble vínculo viable entre las nociones de racionalidad, las emociones y la felicidad: el de la psicología y neurociencia, por una parte, y el de la ciencia económica, por otra, ambos interconectados con sus consabidas dificultades