974 resultados para Fernando VII, Rey de España Homenajes.
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Para el desarrollo de las actividades mineras en nuestro paÃs, es imprescindible que los concesionarios cuenten con condiciones que permitan la continuidad de las actividades de exploración y explotación mineras, y con ello que las condiciones jurÃdicas, a partir del inicio del trámite precontractual y el contrato de concesión sean claras, y se encuentren inmersas en reglas para las partes de la relación contractual, fundamentadas en los principios de seguridad y estabilidad jurÃdica, como garantÃa para efectuar la actividad minera proyectada. Dentro del trabajo de investigación se aborda un análisis del sector minero, la problemática para el desarrollo de las actividades mineras, desde la perspectiva de los principios objeto de investigación, para determinar, si el contrato de concesión minero colombiano, como instrumento generador de derechos y obligaciones, brinda condiciones que permitan adelantar el proyecto minero y se alcancen los objetivos señalados por el Estado para el beneficio de la colectividad, y del contratista minero alcanzando los beneficios económicos proyectados.
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Esquema general de enseñanza que muestra los estudios comerciales a través de la realización del Bachillerato General Elemental. Enseñanza Primaria, Bachillerato General Elemental, Perito Mercantil, Profesor Mercantil, Ciencias Económicas y Comerciales y por último, el Grado de Doctor, resumen la sucesión de los estudios comerciales, desde los seis hasta pasados los veinticinco años.
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Material sin publicar
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Las il. son grab. xil. de esc. nobiliarios
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Pie de imp. tomado del colofón
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Digitalización Vitoria-Gasteiz Archivos y Bibliotecas Mayo 1994 18-30
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Incunable de la Biblioteca de Nicolau Primitiu
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El editor es Pedro Juan Mallén, segun consta en los preliminares
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Sign.: [calderon]8, A-N8
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El arco de herradura, usado milenariamente, tuvo cierto éxito en todo el entorno mediterráneo, por plantear una forma que facilita el apoyo de su propia cimbra. También mejora a otros arcos su inserción en los muros, gracias a las facilidades constructivas que le otorgan las hiladas horizontales de sus arranques. Que alguien vislumbrara, finalmente, el descomunal ahorro de madera y tiempo que suponÃa cimbrarlo con una rueda, bastó para hacerlo protagonista de una época necesitada urgentemente de muchos edificios: El emirato andalusÃ. Este arco, seña de aquellos edificios hispánicos, alcanzó la cumbre en la mezquita de Abderramán I, donde alguien supo asociar todos esos saberes desmontando, digiriendo y volviendo a montar, todo el arte romano.
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Sign.: []2
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Sign.: []2
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Si bien se han ido realizando análisis sistemáticos desde el punto de vista arquitectónico de los diferentes jardines nacionales europeos, el jardÃn clásico español, a pesar del importante incremento de bibliografÃa operado en la última década, no ha sido todavÃa estudiado desde los criterios compositivos y espaciales propios de la disciplina arquitectónica. Responde el jardÃn clásico español a una organización perspectiva que proviene de las construcciones espaciales originadas y desarrolladas en Italia durante los siglos XV y XVI; establece, además, una importante conexión con la arquitectura de jardines contemporánea, es decir, las grandes corrientes europeas –desde el jardÃn renacentista italiano al barroco francés-, que asume, interpreta e incluso supera en cuanto a organización unitaria e integración con su entorno en varios ejemplos señeros. Pero esta imbricación europea se ve puntualizada por una influencia primordial: el concepto islámico del espacio arquitectónico, caracterizado por la fragmentación y la pérdida de la axialidad, que en España se extiende de forma generalizada. Fusionada con los principios perspectivos provenientes de Italia, esta concepción espacial proporciona a los jardines –y demás edificios- una gran riqueza espacial que, poco analizada y mal comprendida, se ha considerado habitualmente como falta de pericia compositiva. Este hecho ha negado a los jardines españoles originalidad alguna –otorgada, en cambio, a los hispanomusulmanes- y una clasificación periférica en la historia de la disciplina. El jardÃn clásico español presenta tres etapas principales: una primera, durante los siglos XVI y XVII, que se podrÃa denominar renacentista; una segunda, en la primera mitad del siglo XVIII, de ascendencia barroca francesa, y, por último, en la segunda mitad del Ochocientos, el jardÃn neoclásico, que en buena medida retoma la organización formal de la primera etapa renacentista. Las tres influencias preponderantes en el jardÃn renacentista español son la hispanomusulmana, procedente de la ocupación islámica en España desde el siglo VIII hasta el XV, cuya estela se mantiene durante todo el desarrollo del jardÃn clásico; una flamenca, de menor calado y cuyo origen está en los contactos polÃticos de la corona española con Flandes, y, por último, la italiana, de donde procederá la espacialidad perspectiva propia del Renacimiento, extendida por toda Europa y conocida en España asimismo por vÃnculos polÃticos y culturales. El jardÃn hispanomusulmán va a proporcionar los rasgos distintivos de la jardinerÃa española posterior, derivados de la necesaria adaptación compositiva a un medio fÃsico poco idóneo para la implantación de jardines. Esta cuestión se soluciona tradicionalmente de forma perfecta con el patio y el apoyo de una serie de elementos arquitectónicos de carácter ligero articulados aleatoriamente con la vivienda para organizar su entorno, operación que produce un organismo superior asimétrico y estructurado a partir de pequeños fragmentos ordenados por ejes quebrados, cuyo crecimiento no presupone un cambio en las cualidades espaciales del jardÃn. Esta ordenación quebrada y la fragmentación espacial tienden a embarazar la unidad perspectiva renacentista, de tal forma que el jardÃn español no presenta grandes ejes visuales ni espacios fugados, sino pequeñas piezas independientes –adaptadas mejor a la corrección climática y al riego- que se agregan sin intención de regularidad o simetrÃa, pues buscan la ambigüedad espacial mediante la ofuscación de la percepción y orientación en el jardÃn, como sucedÃa en las obras hispanomusulmanas. El jardÃn renacentista español tendrá una doble vertiente dependiendo del medio fÃsico donde se asiente: si este es poco propicio a la implantación de jardines, se recuperará la ordenación espacial medieval musulmana como respuesta compositiva a dicho entorno remiso, pues los ensayos de jardines basados en elementos arquitectónicos, ante la dificultad de estructurar el espacio del jardÃn en España con las componentes naturales –topografÃa, vegetación y agua-, se realizaron con éxito y se reutilizaron en siglos posteriores, e incluso alcanzan el momento actual; contemporáneamente, en territorios propicios a la creación de jardines –generalmente, riberas de rÃos-, se podrá desarrollar el espacio perspectivo unitario italiano, que producirá ejemplos de gran calidad. AsÃ, Felipe II creará de forma simultánea jardines muy diferentes según su ubicación. Entre los de carácter más medieval destacan los del Alcázar de Madrid y ValsaÃn –con el antecedente de Yuste, promovido por Carlos V-, y de los plenamente renacentistas, la Casa de Campo, El Escorial y Aranjuez, éstos últimos de Juan Bautista de Toledo. Los dos primeros se organizan con varios recintos independientes articulados por ejes quebrados y ordenados a partir de elementos ligeros –galerÃas, torreones, miradores- que se proyectan hacia el exterior para dar forma al entorno inmediato del palacio. Los últimos, en cambio, utilizan las posibilidades del medio natural para estructurar los jardines, y establecen magnÃficos ejes de raigambre renacentista, origen de espacios perspectivos unitarios de gran interés, dado su tamaño y temprana fecha de creación. AsÃ, en la Casa de Campo la villa se articula con un jardÃn llano cuya unidad espacial no tiene parangón en la Italia del momento; en Aranjuez, el JardÃn de la Isla, independiente en su trazado del palacio que lo propicia, presenta una superposición de dos ejes con gradientes en sentido contrario, y una ordenación a escala territorial, las Huertas de Picotajo, con una malla focalizada de doble simetrÃa adaptada a un difÃcil meandro del rÃo Jarama y con capacidad de extensión ilimitada en la vega de Aranjuez, que es contemporánea pero mucho más evolucionada que los primeros tridentes creados en Italia y anterior en un siglo a las formalizaciones de Versalles. Frente a estas realizaciones reales, en España los jardines nobiliarios responden a una clara influencia medieval, como los del duque de Alcalá en Bornos, el marqués de Mondéjar, Bellaflor en Sevilla, la Casa del Rey en Arganda o el cigarral de Buenavista en Toledo. Pero en paralelo con éstos y promovidos por nobles conectados con Italia, se están implantando jardines de hispanomusulmana-, en fechas incluso anteriores a los construidos por la corona. AsÃ, el marqués de Villena construye en Cadalso de los Vidrios un jardÃn con una tempranÃsima ordenación en terrazas que se integra con su entorno; el duque de Alba en AbadÃa realiza la misma operación con mayor desarrollo espacial; y en Béjar por el duque de esta ciudad salmantina se establece otro jardÃn de clara espacialidad italiana, pero con la casa fuera de la ordenación. El siglo XVII supone, en los escasos ejemplos construidos, la prolongación de la espacialidad renacentista introducida por Juan Bautista de Toledo. Hay una clara continuidad en los jardines aterrazados, como La Zarzuela y La Florida, mientras en el ejemplo llano principal, el Buen Retiro, se atiende más a la fragmentación hispana y a una adaptación de los sistemas de extensión al aumento de escala. Asà habÃa sucedido en Italia, donde los jardines de malla ortogonal se convirtieron en grandes parques focalizados, con avenidas arboladas y remates perspectivos, elementos que se repiten en el jardÃn madrileño, aunque sin la unidad conseguida en los precedentes mediante la focalización. El siglo XVIII va a conocer la nueva dinastÃa de los Borbones y el jardÃn barroco francés, que supondrá un cambio radical en la concepción espacial del jardÃn, aunque la influencia hispana no dejará de producirse. El tamaño de estos jardines, su coste de implantación y mantenimiento y la falta de adaptación al medio fÃsico español serán los factores principales del escaso desarrollo que el jardÃn de Le Nôtre alcanzó en España. A pesar de los proyectos realizados - algunos de gran calidad, como los de Robert de Cotte para el Buen Retiro, los del Palacio Real Nuevo, el de RiofrÃo y el del castillo de Villaviciosa de Odón-, sólo se van a construir escasos parterres de los denominados urbanos. Entre ellos hay que destacar los del Buen Retiro, Aranjuez y palacios de Liria, Buenavista y Altamira en Madrid, Piedrahita para los duques de Alba, el convento de Santa Bárbara, Migas Calientes –algunos de éstos quedaron en proyecto-, a los que se añade un gran jardÃn con todos los componentes, que es San Ildefonso de La Granja. En La Granja se puede encontrar un parque completo a la francesa, que responde en mayor medida a los principios establecidos en el tratado de Dezallier d'Argenville que a la influencia directa de las obras de Le Nôtre. Pero la ordenación canónica de jardÃn barroco francés se particulariza mediante los dispositivos proyectuales de origen hispano, pues se desjerarquizan los ejes principales impidiendo su continuidad, que queda truncada por desarrollos paralelos, interrupciones perspectivas y ejes quebrados. En la segunda mitad del siglo XVIII, los propios monarcas Borbones recuperarán los jardines regulares de los Austrias, cuyos tipos llano y aterrazado tuvieron un importante desarrollo con Felipe II y Juan Bautista de Toledo y gozaban de un merecido prestigio. Ya con Fernando VI se introdujeron ordenaciones de inspiración renacentista, como en el JardÃn del PrÃncipe de Aranjuez; pero será con su hermano Carlos III cuando se revisen las actuaciones filipinas. Juan de Villanueva fue el autor de los principales jardines del momento -entre ellos, las Casitas realizadas para el prÃncipe de Asturias, el futuro Carlos IV y su hermano el infante Don Gabriel- aunque Ventura RodrÃguez realizó en esos años un magnÃfico epÃlogo del jardÃn aterrazado en España: el palacio para el infante Don Luis en Boadilla del Monte, asà como proyectos para el parque del Palacio Real Nuevo. En las Casitas de El Escorial –en menor medida en El Pardo-, Villanueva recoge una larga tradición de jardines aterrazados que, además, inserta magistralmente en su entorno, dentro de la secular tradición española de adaptación al medio fÃsico. Lejos de presentar una lectura canónica, aunque utilizando todos los recursos del tipo, el arquitecto consigue la ambigüedad espacial hispana mediante la superposición en el eje longitudinal de dos gradaciones de dirección contraria, accesos quebrados e interrupción de las visuales y el viario, sin prescindir de una ordenación clásica. También de Villanueva son el proyecto definitivo del JardÃn Botánico, de gran claridad compositiva y orden cientÃfico, y, para el Palacio Real Nuevo y su entorno, el jardÃn previo a las Reales Caballerizas y una remodelación de la Casa de Campo y su acceso.
Resumo:
Apéndices en latÃn, pp. 303-346