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Resumo:
Permítasenos empezar con una afirmación contundente: este libro de Noé Villaverde es el mejor que se ha publicado en España sobre la Tingitana (Reino de Marruecos) desde los trabajos de Tarradell y Ponsich. Si nos viéramos obligados a sintetizar en una línea, que no es el caso, las bondades de la obra, diríamos que se trata sencilla y llanamente de un trabajo bien hecho. ¡Pero todos sabemos lo que cuesta que un texto llegue a esa categoría!
Resumo:
La publicación por Jean y Laurence Jehasse en 1973 de la obra La Nécropole préromaine d'Aléria: 1960-1968 constituyó un hito en la historia de la investigación protohistórica en el ámbito del Mediterráneo. Junto a la necrópolis de La Spina (Italia), Aléria constituyó un punto de referencia clave para el estudio de las influencias de la sociedad colonial greco-focea sobre las comunidades indígenas en Córcega y, por extensión, en el Mediterráneo occidental, así como un corpus de consulta y análisis inexcusable para la identificación de las tipologías materiales de origen griego en la esfera colonial y comercial del extremo Occidente. Recordemos que, en esa fecha, los investigadores en la península Ibérica trabajaban esencialmente a partir de las publicaciones de J.D. Beazley (que no recogían la problemática de las series peninsulares) y, muy especialmente, con la obra Las cerámicas griegas en la península 1bérica de Gloria Trías, aparecida en 1968. Cabría esperar hasta 1977, en que Marina Picazo publicó Las cerámicas áticas de Ullastret, para contar con una monografía específica de las producciones griegas en un yacimiento ibérico.
Resumo:
La novelista y cineasta Assia Djebar (seudónimo de Fatima-Zohra Imalayène, nacida en Cherchell, Argelia, en 1936) fue elegida por los miembros de la Académie Française el 16 de junio de 2005 para formar parte de esta prestigiosa institución. Djebar, en tanto que mujer, engrosa la magra cuota de féminas en la Académie, que alcanza con ella un raquítico 10% (Djebar es la cuarta mujer, frente a 36 hombres). Sin embargo, lo más novedoso de su incorporación a la Académie Française no es su sexo sino su origen argelino. Francia ha mantenido y todavía mantiene una relación de amor y odio con su ex-colonia más afrancesada y más rebelde (la guerra de la independencia argelina duró casi diez años y costó miles de vidas). Los argelinos, por su parte, comparten esa fascinación y ese rechazo ¿comprensible: la guerra terminó hace tan sólo cuatro décadas y muchos de sus supervivientes todavía siguen vivos¿ hacia su ex-metrópolis, que en el plano cultural continúa ejerciendo una influencia innegable. La prueba de este sentimiento ambiguo es la reacción de la intelectualidad argelina al reconocimiento de la obra de Djebar que significa su elección para ingresar en la Académie: después de ignorarla e incluso despreciarla, el país se enorgullece de su hija predilecta y se apropia de su triunfo y, al mismo tiempo, lo desproporcionado de su reacción la asimila a la del alumno aplicado felicitado por su maestro.