50 resultados para FRATERNIDAD


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La sección portuguesa en la V Exposición internacional de arte de Barcelona.--Mi misión enPortugal.--Fraternidad ibérica.--La educación de los pueblos peninsulares.--Nueva orientación sobre el futuro económico de los pueblos de la península.--El arte peninsular.--Altas palabras.--Reseña de un viaje á Portugal.--Falsa plenitud.

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La joven Antígona ha recorrido muchos caminos dentro de la historia literaria desde Sófocles hasta nuestros días. Su imagen ha sido recuperada por muchos autores; algunos de ellos la convirtieron en ejemplo de piedad. Otros expresaron, a través de su voz, las impiedades de su tiempo. Hoy me propongo comparar el significado que tuvo su muerte en la obra de Sófocles, dentro del contexto sociocultural de Grecia del siglo V a. de C; con una de las lecturas que el siglo XX pudo hacer de ella a la luz de la creación de María Zambrano, La tumba de Antígona. Mi objetivo es mostrar que en ambas obras las protagonistas aceptan piadosamente la muerte; pero los propósitos que las inspiran son diferentes, ya que estos se encuentran estrechamente ligados a los paradigmas epocales que representan y en los que sus acciones se fundamentan. Mientras que en la obra de Sófocles, Antígona muere en cumplimiento de su destino trágico; no sólo para dejar un ejemplo de obediencia y fidelidad a los dioses inmortales; sino también, para ingresar en el recinto de la alegoría de un pasado mítico que en ese momento estaba siendo eclipsado por la luz de la razón. María Zambrano la retiene en su sepulcro y prolonga su pasión, no le permite suicidarse, sino que la conduce hacia una anagnórica inmolación, y mediante la construcción alegórica de la pasión de Cristo, hace de su imagen un símbolo de fraternidad, purificando en ella el fratricidio familiar y el otro fratricidio; ese del que ha sido testigo España durante la dictadura de Franco.

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Communities, neighborhoods, and other environments are currently immersed in a series of situations and problems that have favored the deterioration of social, cultural and spiritual values, which are essential for harmony with oneself, others, and the environment. Stereotypes have captured minds and settings have been reduced to indoor spaces, hemmed in by security bars and protective devices.  Peace, fraternity and happiness are diminishing.  It is at this point that the social, spiritual and professional work of specialists in the recreational field contributes to rescue and restructure society. Traditional games and singing games are then the tools used to facilitate relationships, contribute to the learning process, and exhibit skills.  They are fundamental in a person’s life since they are a social and cultural expression of how humans have adapted to their environment (Maestro, 2005).  They do not take ethnicity, age, sex or social conditions into consideration.  Traditional games are also a way of promoting health, improving motor, cognitive and emotional skills and a means of encouraging creativity and imagination and developing a sense of rhythm.  Their goal is to attain a state of personal well-being.  They are a way to release tension and accumulated energy and to get away from the daily routine.  They represent a bridge to learn about oneself, the environment, values, habits, and traditions. In this document, readers will learn how traditional games are transmitted, what their characteristics are, why they are an important tool in today’s society, how they are prepared, and how they can be revived and preserved.

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La joven Antígona ha recorrido muchos caminos dentro de la historia literaria desde Sófocles hasta nuestros días. Su imagen ha sido recuperada por muchos autores; algunos de ellos la convirtieron en ejemplo de piedad. Otros expresaron, a través de su voz, las impiedades de su tiempo. Hoy me propongo comparar el significado que tuvo su muerte en la obra de Sófocles, dentro del contexto sociocultural de Grecia del siglo V a. de C; con una de las lecturas que el siglo XX pudo hacer de ella a la luz de la creación de María Zambrano, La tumba de Antígona. Mi objetivo es mostrar que en ambas obras las protagonistas aceptan piadosamente la muerte; pero los propósitos que las inspiran son diferentes, ya que estos se encuentran estrechamente ligados a los paradigmas epocales que representan y en los que sus acciones se fundamentan. Mientras que en la obra de Sófocles, Antígona muere en cumplimiento de su destino trágico; no sólo para dejar un ejemplo de obediencia y fidelidad a los dioses inmortales; sino también, para ingresar en el recinto de la alegoría de un pasado mítico que en ese momento estaba siendo eclipsado por la luz de la razón. María Zambrano la retiene en su sepulcro y prolonga su pasión, no le permite suicidarse, sino que la conduce hacia una anagnórica inmolación, y mediante la construcción alegórica de la pasión de Cristo, hace de su imagen un símbolo de fraternidad, purificando en ella el fratricidio familiar y el otro fratricidio; ese del que ha sido testigo España durante la dictadura de Franco.

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La joven Antígona ha recorrido muchos caminos dentro de la historia literaria desde Sófocles hasta nuestros días. Su imagen ha sido recuperada por muchos autores; algunos de ellos la convirtieron en ejemplo de piedad. Otros expresaron, a través de su voz, las impiedades de su tiempo. Hoy me propongo comparar el significado que tuvo su muerte en la obra de Sófocles, dentro del contexto sociocultural de Grecia del siglo V a. de C; con una de las lecturas que el siglo XX pudo hacer de ella a la luz de la creación de María Zambrano, La tumba de Antígona. Mi objetivo es mostrar que en ambas obras las protagonistas aceptan piadosamente la muerte; pero los propósitos que las inspiran son diferentes, ya que estos se encuentran estrechamente ligados a los paradigmas epocales que representan y en los que sus acciones se fundamentan. Mientras que en la obra de Sófocles, Antígona muere en cumplimiento de su destino trágico; no sólo para dejar un ejemplo de obediencia y fidelidad a los dioses inmortales; sino también, para ingresar en el recinto de la alegoría de un pasado mítico que en ese momento estaba siendo eclipsado por la luz de la razón. María Zambrano la retiene en su sepulcro y prolonga su pasión, no le permite suicidarse, sino que la conduce hacia una anagnórica inmolación, y mediante la construcción alegórica de la pasión de Cristo, hace de su imagen un símbolo de fraternidad, purificando en ella el fratricidio familiar y el otro fratricidio; ese del que ha sido testigo España durante la dictadura de Franco.