690 resultados para Perinatal


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An oral interview with Juile (Hotchkiss) Knobil, research professor of physiology and then integrative biology at the Medical School, where she lectured on mammalian physiology and perinatal endocrinology.

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Background: HIV associated B cell exhaustion is a notable characteristic of HIV viremic adults. However, it is not known if such alterations are present in perinatal HIV infected children, whose viral dynamics differs from those seen in adults. In the present study we perform an analysis of B cells subsets and measure antigen-specific memory B cells (MBC) in a pediatric HIV infected cohort. ^ Methods: Peripheral mononuclear cells (PBMC) of perinatal HIV infected individuals are characterized into naïve (CD21hi/CD27−), classic (CD27+), tissue like (CD21lo/CD27 −) and activated MBC (CD27+CD21− ) by FACS. A memory ELISPOT assay is used to detect antibody secreting cells. We measure total IgG and antibodies specific for influenza, HBV, mumps, measles, rubella and VZV. Memory was expressed as spot forming cells (SPC) /million of PBMC. Wilcoxon rank-sum was used to compare unpaired groups and linear regression analysis was used to determine predictors of B cell dysfunction ^ Results: 41 HIV perinatal infected children are included (51.2% females and 65.9% Black). Age at study is median (range) 8.78 years (4.39-11.57). At the time of testing they have a CD4% of 30.9 (23.2-39.4), a viral load (VL) of 1.95 log10 copies/ml (1.68-3.29) and a cumulative VL of 3.4 log10 copy × days (2.7-4.0). Ninety two percent of the children are on cARV for > 6 months. Overall, HIV+ children compared with controls have a significant lower number of IgG and antigen specific SFC. In addition, they have a lower proportion of classical MBC 12.9 (8.09-19.85) vs 29.4 (18.7-39.05); 0.01, but a significant higher proportion of tissue like memory MBC 6.01 (2.79-12.7) vs 0.99 (0.87-1.38); 0.003, compared with controls. Patients are parsed on VL (<400 and ≥ 400 copies/ml) with the objective to evaluate the effect of VL on B cell status. Patients with a VL ≥ 400 copies/ml have a significantly lower IgG, HBV, measles, rubella and VZV SPC compared with those with a VL < 400 copies/ml. There are no significant differences in B cell subpopulations between the groups. A moderate negative correlation was observed between the time of cARV initiation and the frequency of IgG memory B cells, suggesting that early initiation of cARV appears to lead to a better functionality of the IgG memory B cells (P=0.05). A statistically significant positive correlation was observed between the total number of IgG memory cells and the number of antigen-specific memory B cells/SPCs. Suggesting that the progressive recovery of the IgG memory B cell pull goes along with a progressive increase in the number of antigen-specific SPCs. ^ Conclusion: A pediatric cohort in overall good status with respect to HIV infection and on ART has defects in B cell function and numbers (reduced total and antigen specific MBC and increased tissue like and reduced classical MBC).^

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Los receptores a manosa-6-fosfato (MPRs) son glicoproteínas que presentan como función principal el transporte de las hidrolasas lisosomales al lisosoma. Se conocen hasta el momento dos formas de MPRs: el receptor catión dependiente de 46 kDa (CD-MPR), que necesita iones bivalentes como Ca+2, Mg+2 o Mn+2 en muy bajas concentraciones para interactuar con sus ligandos; y el receptor catión independiente de 300 kDa (CI-MPR) que actúa aún en ausencia de los iones. Estos receptores son los dos únicos miembros de la familia de lectinas de tipo P, puesto que son las únicas lectinas que reconocen los residuos de manosa fosforilada. Como ambos MPRs coexisten en la mayoría de los tipos celulares y presentan similar distribución subcelular, aún se discute el verdadero rol de estos receptores y la razón de su coexistencia en la mayoría de las células. En esta tesis hemos estudiado algunas propiedades de los MPRs durante el desarrollo perinatal de órganos de rata y observamos que ambos receptores poseen diferentes comportamientos en este período. El CI-MPR disminuye su expresión mientras que el número de sitios activos (Bmax) permanece constante y la afinidad se incrementa para ligandos fosfomanosilados durante la maduración, tanto en hígado como en cerebro. Este receptor se presenta en mayor proporción en la membrana plasmática fetal comparado con adultos. Desde nuestros hallazgos postulamos que la función del CI-MPR en los primeros estadíos del desarrollo podría estar orientada al crecimiento y diferenciación celular y que posteriormente su afinidad por las enzimas lisosomales aumenta debido a modificaciones en su estructura. De este modo, en los adultos funciona como transportador de enzimas lisosomales. El CD-MPR en cambio, aumenta su expresión, su número de sitios activos y su afinidad a partir de los 10 días postnatales en hígado, estas propiedades se correlacionan con la mayor expresión de enzimas lisosomales y con una mayor interacción de las enzimas con CD-MPR en este período. Por ello postulamos que este receptor es fundamental en la biogénesis del aparato lisosomal entre los 10 y 20 días de desarrollo. En cerebro, el CD-MPR tiene algunas propiedades diferentes, mientras que la expresión es constante, el número de sitios activos disminuye y la afinidad se incrementa durante el desarrollo. Esto indicaría que en cerebro existe una maduración lisosomal diferente, iniciándose en una etapa temprana del desarrollo y terminando su desarrollo total hacia los 20 días postnatales.

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Conjunto de actividades, procedimientos e intervenciones dirigidas a diagnosticar y tratar oportunamente las complicaciones hemorrágicas que se presenten durante el embarazo o el parto, mediante las cuales se garantiza su atención por el equipo de salud, a fin de prevenir la mortalidad materna y perinatal.

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The evidence shows that high maternal, perinatal, neonatal and child mortality rates are associated with inadequate and poor quality health services. Evidence also suggests that explicit, evidence-based, cost effective packages of interventions can improve the processes and outcomes of health care when appropriately implemented. This document describes the key effective interventions organized in packages across the continuum of care through pre-pregnancy, pregnancy, childbirth, postpartum, newborn care and care of the child. The packages are defined for community and/or facility levels in developing countries and provide guidance on the essential components needed to assure adequacy and quality of care

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Masten y Gewirtz (2006) sostienen que si bien desde siempre las historias que narran el triunfo de una persona frente a la adversidad han ejercido fascinación sobre la gente, el estudio científico de la resiliencia se inició entre los años sesenta y setenta. En 1990 Rutter sostuvo que el interés por conocer las características de aquellas personas que desarrollan 'resiliencia' a pesar de las condiciones adversas de crianza o en circunstancias que aumentan el riesgo de presentar psicopatologías, provenía de tres fuentes: una, el aumento y consistencia de datos empíricos sobre diferencias individuales en poblaciones infantiles de alto riesgo. La segunda se originó en las investigaciones sobre temperamento realizadas en USA en los años setenta. Para comprender la idea anglosajona de temperamento hay que pensar en 'tendencias a desarrollar la personalidad de una cierta manera' (Cyrulnik, 2008: 43). La tercera línea tuvo su origen en la observación de las distintas formas en que las personas enfrentan las experiencias vitales (Becoña, 2006). La primera generación de investigaciones eran consistentes entre sí sugiriendo la poderosa influencia del proceso adaptativo común y el interjuego de genes y experiencia en el desarrollo infantil. (Masten y Gewirtz, 2006) Uno de estos estudios pioneros fue realizado por Werner y Smith con 698 niños nacidos en Kauai (Hawai) en 1955. La totalidad de la población estudiada estaba en condiciones de riesgo pero aproximadamente un tercio estaba sujeto a múltiples factores de alto riesgo, a saber: pobreza, discordia parental, psicopatología parental y estrés perinatal. El seguimiento de la cohorte se realizó hasta los 40 años. Uno de los hallazgos fue que muchos de los jóvenes del subgrupo de alto riesgo que habían desarrollado problemas en la adolescencia se habían convertido en adultos con relaciones estables y satisfactorias en la familia y el trabajo. Solamente uno de cada seis adultos manifestaba problemas de diversa índole: pobreza, conflictos domésticos, violencia, abuso de sustancias, problemas de salud mental y baja autoestima. (Benard, 2004) Otra investigación seminal sobre resiliencia surgió de la búsqueda de las causas de la enfermedad mental. Los investigadores se concentraron en los hijos de padres mentalmente enfermos y advirtieron que muchos de estos niños se desarrollaban bien y no presentaban problemas de salud mental. Siguieron una perspectiva integrativa y de colaboración entre los especialistas clínicos y del desarrollo infantil y elaboraron un programa completo de investigación sobre resiliencia que duró varias décadas. (Masten y Powell, 2003) Estos primeros estudios se centraron en las cualidades de los niños resilientes, consideradas como atributos de los propios niños, solo posteriormente se observó la relación con características de las familias y sus comunidades de pertenencia. (Kotliarenco, Cáceres, y Fontecilla, 1997). Durante bastante tiempo se pensó que resiliencia era equivalente a invulnerabilidad y si bien desde la década del setenta dejó de utilizarse este término, aún hoy se considera que resiliencia y vulnerabilidad son los polos opuestos de un mismo continuo. Así encontramos en revisiones recientes que 'La vulnerabilidad se refiere a incrementar la probabilidad de un resultado negativo, típicamente como un resultado de la exposición al riesgo. La resiliencia se refiere a evitar los problemas asociados con ser vulnerable' aunque se admite en forma generalizada que este concepto se utiliza para referirse a 'un positivo y efectivo afrontamiento en respuesta al riesgo o a la adversidad'. (Becoña.2006:131). En sentido amplio, la vulnerabilidad afecta a cualquier sistema con un mínimo de organización sea éste natural, artificial o social. Cualquier análisis epistemológico de este concepto debe comenzar reconociendo que la diversidad de criterios responde a las diferentes unidades de análisis que recortan los investigadores y que sus definiciones dependen de los elementos articuladores que toman en consideración en cada dominio. En nuestro caso, - una investigación epidemiológica sobre salud mental infantil- partimos de dos supuestos básicos: a) la cualidad de vulnerable es una condición de todos los seres humanos pero no alcanza a todos por igual ni de la misma manera y b) toda vulnerabilidad es vulnerabilidad psicosocial dado que impacta de modo directo o indirecto sobre los sujetos en estudio. Sin embargo, el examen sería incompleto sino no se despeja previamente vulnerabilidad psicosocial de los conceptos de resiliencia y trauma con los que se lo relaciona en salud y educación. Algunas lecturas simplificadoras entienden que resiliencia es el resultado de la sumatoria de factores protectores mientras que vulnerabilidad es la sumatoria de los factores de riesgo. Dada la abundancia de investigaciones sobre estas temáticas, nos limitaremos a realizar una breve aproximación conceptual a cada uno de ellos y sus vinculaciones

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Masten y Gewirtz (2006) sostienen que si bien desde siempre las historias que narran el triunfo de una persona frente a la adversidad han ejercido fascinación sobre la gente, el estudio científico de la resiliencia se inició entre los años sesenta y setenta. En 1990 Rutter sostuvo que el interés por conocer las características de aquellas personas que desarrollan 'resiliencia' a pesar de las condiciones adversas de crianza o en circunstancias que aumentan el riesgo de presentar psicopatologías, provenía de tres fuentes: una, el aumento y consistencia de datos empíricos sobre diferencias individuales en poblaciones infantiles de alto riesgo. La segunda se originó en las investigaciones sobre temperamento realizadas en USA en los años setenta. Para comprender la idea anglosajona de temperamento hay que pensar en 'tendencias a desarrollar la personalidad de una cierta manera' (Cyrulnik, 2008: 43). La tercera línea tuvo su origen en la observación de las distintas formas en que las personas enfrentan las experiencias vitales (Becoña, 2006). La primera generación de investigaciones eran consistentes entre sí sugiriendo la poderosa influencia del proceso adaptativo común y el interjuego de genes y experiencia en el desarrollo infantil. (Masten y Gewirtz, 2006) Uno de estos estudios pioneros fue realizado por Werner y Smith con 698 niños nacidos en Kauai (Hawai) en 1955. La totalidad de la población estudiada estaba en condiciones de riesgo pero aproximadamente un tercio estaba sujeto a múltiples factores de alto riesgo, a saber: pobreza, discordia parental, psicopatología parental y estrés perinatal. El seguimiento de la cohorte se realizó hasta los 40 años. Uno de los hallazgos fue que muchos de los jóvenes del subgrupo de alto riesgo que habían desarrollado problemas en la adolescencia se habían convertido en adultos con relaciones estables y satisfactorias en la familia y el trabajo. Solamente uno de cada seis adultos manifestaba problemas de diversa índole: pobreza, conflictos domésticos, violencia, abuso de sustancias, problemas de salud mental y baja autoestima. (Benard, 2004) Otra investigación seminal sobre resiliencia surgió de la búsqueda de las causas de la enfermedad mental. Los investigadores se concentraron en los hijos de padres mentalmente enfermos y advirtieron que muchos de estos niños se desarrollaban bien y no presentaban problemas de salud mental. Siguieron una perspectiva integrativa y de colaboración entre los especialistas clínicos y del desarrollo infantil y elaboraron un programa completo de investigación sobre resiliencia que duró varias décadas. (Masten y Powell, 2003) Estos primeros estudios se centraron en las cualidades de los niños resilientes, consideradas como atributos de los propios niños, solo posteriormente se observó la relación con características de las familias y sus comunidades de pertenencia. (Kotliarenco, Cáceres, y Fontecilla, 1997). Durante bastante tiempo se pensó que resiliencia era equivalente a invulnerabilidad y si bien desde la década del setenta dejó de utilizarse este término, aún hoy se considera que resiliencia y vulnerabilidad son los polos opuestos de un mismo continuo. Así encontramos en revisiones recientes que 'La vulnerabilidad se refiere a incrementar la probabilidad de un resultado negativo, típicamente como un resultado de la exposición al riesgo. La resiliencia se refiere a evitar los problemas asociados con ser vulnerable' aunque se admite en forma generalizada que este concepto se utiliza para referirse a 'un positivo y efectivo afrontamiento en respuesta al riesgo o a la adversidad'. (Becoña.2006:131). En sentido amplio, la vulnerabilidad afecta a cualquier sistema con un mínimo de organización sea éste natural, artificial o social. Cualquier análisis epistemológico de este concepto debe comenzar reconociendo que la diversidad de criterios responde a las diferentes unidades de análisis que recortan los investigadores y que sus definiciones dependen de los elementos articuladores que toman en consideración en cada dominio. En nuestro caso, - una investigación epidemiológica sobre salud mental infantil- partimos de dos supuestos básicos: a) la cualidad de vulnerable es una condición de todos los seres humanos pero no alcanza a todos por igual ni de la misma manera y b) toda vulnerabilidad es vulnerabilidad psicosocial dado que impacta de modo directo o indirecto sobre los sujetos en estudio. Sin embargo, el examen sería incompleto sino no se despeja previamente vulnerabilidad psicosocial de los conceptos de resiliencia y trauma con los que se lo relaciona en salud y educación. Algunas lecturas simplificadoras entienden que resiliencia es el resultado de la sumatoria de factores protectores mientras que vulnerabilidad es la sumatoria de los factores de riesgo. Dada la abundancia de investigaciones sobre estas temáticas, nos limitaremos a realizar una breve aproximación conceptual a cada uno de ellos y sus vinculaciones

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Masten y Gewirtz (2006) sostienen que si bien desde siempre las historias que narran el triunfo de una persona frente a la adversidad han ejercido fascinación sobre la gente, el estudio científico de la resiliencia se inició entre los años sesenta y setenta. En 1990 Rutter sostuvo que el interés por conocer las características de aquellas personas que desarrollan 'resiliencia' a pesar de las condiciones adversas de crianza o en circunstancias que aumentan el riesgo de presentar psicopatologías, provenía de tres fuentes: una, el aumento y consistencia de datos empíricos sobre diferencias individuales en poblaciones infantiles de alto riesgo. La segunda se originó en las investigaciones sobre temperamento realizadas en USA en los años setenta. Para comprender la idea anglosajona de temperamento hay que pensar en 'tendencias a desarrollar la personalidad de una cierta manera' (Cyrulnik, 2008: 43). La tercera línea tuvo su origen en la observación de las distintas formas en que las personas enfrentan las experiencias vitales (Becoña, 2006). La primera generación de investigaciones eran consistentes entre sí sugiriendo la poderosa influencia del proceso adaptativo común y el interjuego de genes y experiencia en el desarrollo infantil. (Masten y Gewirtz, 2006) Uno de estos estudios pioneros fue realizado por Werner y Smith con 698 niños nacidos en Kauai (Hawai) en 1955. La totalidad de la población estudiada estaba en condiciones de riesgo pero aproximadamente un tercio estaba sujeto a múltiples factores de alto riesgo, a saber: pobreza, discordia parental, psicopatología parental y estrés perinatal. El seguimiento de la cohorte se realizó hasta los 40 años. Uno de los hallazgos fue que muchos de los jóvenes del subgrupo de alto riesgo que habían desarrollado problemas en la adolescencia se habían convertido en adultos con relaciones estables y satisfactorias en la familia y el trabajo. Solamente uno de cada seis adultos manifestaba problemas de diversa índole: pobreza, conflictos domésticos, violencia, abuso de sustancias, problemas de salud mental y baja autoestima. (Benard, 2004) Otra investigación seminal sobre resiliencia surgió de la búsqueda de las causas de la enfermedad mental. Los investigadores se concentraron en los hijos de padres mentalmente enfermos y advirtieron que muchos de estos niños se desarrollaban bien y no presentaban problemas de salud mental. Siguieron una perspectiva integrativa y de colaboración entre los especialistas clínicos y del desarrollo infantil y elaboraron un programa completo de investigación sobre resiliencia que duró varias décadas. (Masten y Powell, 2003) Estos primeros estudios se centraron en las cualidades de los niños resilientes, consideradas como atributos de los propios niños, solo posteriormente se observó la relación con características de las familias y sus comunidades de pertenencia. (Kotliarenco, Cáceres, y Fontecilla, 1997). Durante bastante tiempo se pensó que resiliencia era equivalente a invulnerabilidad y si bien desde la década del setenta dejó de utilizarse este término, aún hoy se considera que resiliencia y vulnerabilidad son los polos opuestos de un mismo continuo. Así encontramos en revisiones recientes que 'La vulnerabilidad se refiere a incrementar la probabilidad de un resultado negativo, típicamente como un resultado de la exposición al riesgo. La resiliencia se refiere a evitar los problemas asociados con ser vulnerable' aunque se admite en forma generalizada que este concepto se utiliza para referirse a 'un positivo y efectivo afrontamiento en respuesta al riesgo o a la adversidad'. (Becoña.2006:131). En sentido amplio, la vulnerabilidad afecta a cualquier sistema con un mínimo de organización sea éste natural, artificial o social. Cualquier análisis epistemológico de este concepto debe comenzar reconociendo que la diversidad de criterios responde a las diferentes unidades de análisis que recortan los investigadores y que sus definiciones dependen de los elementos articuladores que toman en consideración en cada dominio. En nuestro caso, - una investigación epidemiológica sobre salud mental infantil- partimos de dos supuestos básicos: a) la cualidad de vulnerable es una condición de todos los seres humanos pero no alcanza a todos por igual ni de la misma manera y b) toda vulnerabilidad es vulnerabilidad psicosocial dado que impacta de modo directo o indirecto sobre los sujetos en estudio. Sin embargo, el examen sería incompleto sino no se despeja previamente vulnerabilidad psicosocial de los conceptos de resiliencia y trauma con los que se lo relaciona en salud y educación. Algunas lecturas simplificadoras entienden que resiliencia es el resultado de la sumatoria de factores protectores mientras que vulnerabilidad es la sumatoria de los factores de riesgo. Dada la abundancia de investigaciones sobre estas temáticas, nos limitaremos a realizar una breve aproximación conceptual a cada uno de ellos y sus vinculaciones

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Transgenic expression of the influenza virus hemagglutinin (HA) in the pancreatic islet β cells of InsHA mice leads to peripheral tolerance of HA-specific T cells. To examine the onset of tolerance, InsHA mice were immunized with influenza virus A/PR/8 at different ages, and the presence of nontolerant T cells was determined by the induction of autoimmune diabetes. The data revealed a neonatal period wherein T cells were not tolerant and influenza virus infection led to HA-specific β cell destruction and autoimmune diabetes. The ability to induce autoimmunity gradually waned, such that adult mice were profoundly tolerant to viral HA and were protected from diabetes. Because cross-presentation of islet antigens by professional antigen-presenting cells had been reported to induce peripheral tolerance, the temporal relationship between tolerance induction and activation of HA-specific T cells in the lymph nodes draining the pancreas was examined. In tolerant adult mice, but not in 1-week-old neonates, activation and proliferation of HA-specific CD8+ T cells occurred in the pancreatic lymph nodes. Thus, lack of tolerance in the perinatal period correlated with lack of activation of antigen-specific CD8+ T cells. This work provides evidence for the developmental regulation of peripheral tolerance induction.

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In cultured oligodendrocytes isolated from perinatal rat optic nerves, we have analyzed the expression of ionotropic glutamate receptor subunits as well as the effect of the activation of these receptors on oligodendrocyte viability. Reverse transcription–PCR, in combination with immunocytochemistry, demonstrated that most oligodendrocytes differentiated in vitro express the α-amino-3-hydroxy-5-methyl-4-isoxazolepropionic acid (AMPA) receptor subunits GluR3 and GluR4 and the kainate receptor subunits GluR6, GluR7, KA1 and KA2. Acute and chronic exposure to kainate caused extensive oligodendrocyte death in culture. This effect was partially prevented by the AMPA receptor antagonist GYKI 52466 and was completely abolished by the non-N-methyl-d-aspartate receptor antagonist 6-cyano-7-nitroquinoxaline-2,3-dione (CNQX), suggesting that both AMPA and kainate receptors mediate the observed kainate toxicity. Furthermore, chronic application of kainate to optic nerves in vivo resulted in massive oligodendrocyte death which, as in vitro, could be prevented by coinfusion of the toxin with CNQX. These findings suggest that excessive activation of the ionotropic glutamate receptors expressed by oligodendrocytes may act as a negative regulator of the size of this cell population.

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Aldosterone-dependent epithelial sodium transport in the distal nephron is mediated by the absorption of sodium through the highly selective, amiloride-sensitive epithelial sodium channel (ENaC) made of three homologous subunits (α, β, and γ). In human, autosomal recessive mutations of α, β, or γENaC subunits cause pseudohypoaldosteronism type 1 (PHA-1), a renal salt-wasting syndrome characterized by severe hypovolemia, high plasma aldosterone, hyponatremia, life-threatening hyperkaliemia, and metabolic acidosis. In the mouse, inactivation of αENaC results in failure to clear fetal lung liquid at birth and in early neonatal death, preventing the observation of a PHA-1 renal phenotype. Transgenic expression of αENaC driven by a cytomegalovirus promoter in αENaC(−/−) knockout mice [αENaC(−/−)Tg] rescued the perinatal lethal pulmonary phenotype and partially restored Na+ transport in renal, colonic, and pulmonary epithelia. At days 5–9, however, αENaC(−/−)Tg mice showed clinical features of severe PHA-1 with metabolic acidosis, urinary salt-wasting, growth retardation, and 50% mortality. Adult αENaC(−/−)Tg survivors exhibited a compensated PHA-1 with normal acid/base and electrolyte values but 6-fold elevation of plasma aldosterone compared with wild-type littermate controls. We conclude that partial restoration of ENaC-mediated Na+ absorption in this transgenic mouse results in a mouse model for PHA-1.

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Development of in utero gene transfer approaches may provide therapies for genetic disorders with perinatal morbidity. In hemophilia A, prenatal and postnatal bleeding may be catastrophic, and modest increments in factor VIII (FVIII) activity are therapeutic. We performed transuterine i.p. gene transfer at day 15 of gestation in a murine model of hemophilia A. Normal, carrier (XHX), and FVIII-deficient (XHY and XHXH) fetuses injected with adenoviral vectors carrying luciferase or β-galactosidase reporter genes showed high-level gene expression with 91% fetal survival. The live-born rates of normal and FVIII-deficient animals injected in utero with adenovirus murine FVIII (3.3 × 105 plaque-forming units) was 87%. FVIII activity in plasma was 50.7 ± 10.5% of normal levels at day 2 of life, 7.2 ± 2.2% by day 15 of life, and no longer detectable at day 21 of life in hemophilic animals. Injection of higher doses of murine FVIII adenovirus at embryonic day 15 produced supranormal levels of FVIII activity in the neonatal period. PCR analysis identified viral genomes primarily in the liver, intestine, and spleen, although adenoviral DNA was detected in distal tissues when higher doses of adenovirus were administered. These studies show that transuterine i.p. injection of adenoviral vectors produces therapeutic levels of circulating FVIII throughout the neonatal period. The future development of efficient and persisting vectors that produce long-term gene expression may allow for in utero correction of genetic diseases originating in the fetal liver, hematopoietic stem cells, as well as other tissues.

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Pre-B-cell growth-stimulating factor/stromal cell-derived factor 1 (PBSF/SDF-1) is a member of the CXC group of chemokines that is initially identified as a bone marrow stromal cell-derived factor and as a pre-B-cell stimulatory factor. Although most chemokines are thought to be inducible inflammatory mediators, PBSF/SDF-1 is essential for perinatal viability, B lymphopoiesis, bone marrow myelopoiesis, and cardiac ventricular septal formation, and it has chemotactic activities on resting lymphocytes and monocytes. In this paper, we have isolated a cDNA that encodes a seven transmembrane-spanning-domain receptor, designated pre-B-cell-derived chemokine receptor (PB-CKR) from a murine pre-B-cell clone, DW34. The deduced amino acid sequence has 90% identity with that of a HUMSTSR/fusin, a human immunodeficiency virus 1 (HIV-1) entry coreceptor. However, the second extracellular region has lower identity (67%) compared with HUMSTSR/fusin. PB-CKR is expressed during embryo genesis and in many organs and T cells of adult mice. Murine PBSF/SDF-1 induced an increase in intracellular free Ca2+ in DW34 cells and PB-CKR-transfected Chinese hamster ovary (CHO) cells, suggesting that PB-CKR is a functional receptor for murine PBSF/SDF-1. Murine PBSF/SDF-1 also induced Ca2+ influx in fusin-transfected CHO cells. On the other hand, considering previous results that HIV-1 does not enter murine T cells that expressed human CD4, PB-CKR may not support HIV-1 infection. Thus, PB-CKR will be an important tool for functional mapping of HIV-1 entry coreceptor fusin and for understanding the function of PBSF/SDF-1 further.

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Mutation in human ZIC2, a zinc finger protein homologous to Drosophila odd-paired, causes holoprosencephaly (HPE), which is a common, severe malformation of the brain in humans. However, the pathogenesis is largely unknown. Here we show that reduced expression (knockdown) of mouse Zic2 causes neurulation delay, resulting in HPE and spina bifida. Differentiation of the most dorsal neural plate, which gives rise to both roof plate and neural crest cells, also was delayed as indicated by the expression lag of a roof plate marker, Wnt3a. In addition the development of neural crest derivatives such as dorsal root ganglion was impaired. These results suggest that the Zic2 expression level is crucial for the timing of neurulation. Because the Zic2 knockdown mouse is the first mutant with HPE and spina bifida to survive to the perinatal period, the mouse will promote analyses of not only the neurulation but also the pathogenesis of human HPE.