55 resultados para Drunkenness
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The ideal of orderly family life in early modern Germany did not exclude drinking. In fact, drinks shared at the family table were closely tied to early modern notions of the marital bond and were also a necessary component of normal work relations. Drinking became a problem only when it threatened the stability of the household. The amount of alcohol involved in such cases might be as little as one drink if the circumstances were unsuitable. On the other hand, drinking that would by our standards be viewed as excessive or chronic could be considered acceptable . Even during and immediately after the period of Reformation, when polemical and prescriptive literature addressing the household was dominated by the problem of sin, drunkenness was rarely treated as a spiritual issues. The primary concern of both authorities and populace was not to protect the health or the rights of individuals but to protect the sanctity of the household and the stability of the community.
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Lining the streets inside the city's gates, clustered in its center, and thinly scattered among its back quarters were Augsburg's taverns and drinking rooms. These institutions ranged from the poorly lit rooms of backstreet wine sellers to the elaborate marble halls frequented by society's most privileged members. Urban drinking rooms provided more than food, drink, and lodging for their guests. They also conferred upon their visitors a sense of social identity commensurate with their status. Like all German cities, Augsburg during the sixteenth and seventeenth centuries had a history shaped by the political events attending the Reformation, the post-Reformation, and the Thirty Years' War; its social and political character was also reflected and supported by its public and private drinking rooms. In Bacchus and Civic Order: The Culture of Drink in Early Modern Germany, Ann Tlusty examines the social and cultural functions served by drinking and tavern life in Germany between 1500 and 1700, and challenges existing theories about urban identity, sociability, and power. Through her reconstruction of the social history of Augsburg, from beggars to council members, Tlusty also sheds light on such diverse topics as social ritual, gender and household relations, medical practice, and the concerns of civic leaders with public health and poverty. Drunkenness, dueling, and other forms of tavern comportment that may appear "disorderly" to us today turn out to be the inevitable, even desirable result of a society functioning according to its own rules.
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Risk behaviors such as substance use or deviance are often limited to the early stages of the life course. Whereas the onset of risk behavior is well studied, less is currently known about the decline and timing of cessation of risk behaviors of different domains during young adulthood. Prevalence and longitudinal developmental patterning of alcohol use, drinking to the point of drunkenness, smoking, cannabis use, deviance, and HIV-related sexual risk behavior were compared in a Swiss community sample (N = 2,843). Using a longitudinal cohort-sequential approach to link multiple assessments with 3 waves of data for each individual, the studied period spanned the ages of 16 to 29 years. Although smoking had a higher prevalence, both smoking and drinking up to the point of drunkenness followed an inverted U-shaped curve. Alcohol consumption was also best described by a quadratic model, though largely stable at a high level through the late 20s. Sexual risk behavior increased slowly from age 16 to age 22 and then remained largely stable. In contrast, cannabis use and deviance linearly declined from age 16 to age 29. Young men were at higher risk for all behaviors than were young women, but apart from deviance, patterning over time was similar for both sexes. Results about the timing of increase and decline as well as differences between risk behaviors may inform tailored prevention programs during the transition from late adolescence to adulthood.
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En 1887 se publicó en Buenos Aires un inesperado y mal recibido poema, El borracho. Su autor, Joaquín Castellanos, dejó por entonces la poesía para dedicarse a la política. Durante las tres décadas siguientes, el poema se difundió con éxito en el nuevo circuito de la literatura popular criollista. En 1923 Castellanos regresó desprevenidamente a la literatura -a una literatura muy distinta a la de su juventud- con una extraña reedición de El borracho. Atestada de notas aclaratorias, la nueva edición reemplazaba el título original con un eufemismo que también exigía ciertamente aclaraciones: El temulento. Tomando como punto de partida los singulares anacronismos del poema de Castellanos y siguiendo las tesis de Norbert Elias sobre el "proceso civilizatorio", el artículo analiza las relaciones entre ebriedad y barbarie establecidas por la cultura letrada rioplatense antes de que su democratización, amparada simbólicamente en el culto a la bohemia parisina, las disolviera en los últimos años del siglo XIX
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La sanción del código penal en la provincia de Buenos Aires en el año 1877, fijó en el homicidio la penalidad y determinó las circunstancias del delito mediante la enumeración de los atenuantes y agravantes. El objetivo era contemplar todas las posibilidades del delito para reducir el "arbitrio judicial". Sin embargo, deteniéndonos en los cambios operados en cuanto a la ebriedad en la normativa legal y en la práctica judicial, se puede observar que la función del juez no se redujo únicamente a computar la pena según el delito. A su cargo quedó la apreciación de las pruebas y la interpretación legal. En este sentido, la ley dejó márgenes para considerar a la ebriedad como atenuante o no de la penalidad. Sin embargo, los jueces le negaron tal beneficio al imputado, lo cual marcó una ruptura con respecto al período anterior. Interpretación que estuvo determinada no por un cambio en la percepción sobre el efecto del alcohol como perturbador de la conciencia, sino por ciertos prejuicios que otorgaron una jerarquía y un valor a los motivos que pudieran cegar al trasgresor. Considerada aun como un vicio y no una patología, revelaron la condena a esta práctica social determinando que hechos ya no quedaban comprendidos como circunstancias atenuantes. En definitiva, la ebriedad posibilita apreciar el complejo proceso de codificación que consistió no únicamente en la aplicación literal de la ley sino también en la interpretación que de ella se hiciera.
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En 1887 se publicó en Buenos Aires un inesperado y mal recibido poema, El borracho. Su autor, Joaquín Castellanos, dejó por entonces la poesía para dedicarse a la política. Durante las tres décadas siguientes, el poema se difundió con éxito en el nuevo circuito de la literatura popular criollista. En 1923 Castellanos regresó desprevenidamente a la literatura -a una literatura muy distinta a la de su juventud- con una extraña reedición de El borracho. Atestada de notas aclaratorias, la nueva edición reemplazaba el título original con un eufemismo que también exigía ciertamente aclaraciones: El temulento. Tomando como punto de partida los singulares anacronismos del poema de Castellanos y siguiendo las tesis de Norbert Elias sobre el "proceso civilizatorio", el artículo analiza las relaciones entre ebriedad y barbarie establecidas por la cultura letrada rioplatense antes de que su democratización, amparada simbólicamente en el culto a la bohemia parisina, las disolviera en los últimos años del siglo XIX
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La sanción del código penal en la provincia de Buenos Aires en el año 1877, fijó en el homicidio la penalidad y determinó las circunstancias del delito mediante la enumeración de los atenuantes y agravantes. El objetivo era contemplar todas las posibilidades del delito para reducir el "arbitrio judicial". Sin embargo, deteniéndonos en los cambios operados en cuanto a la ebriedad en la normativa legal y en la práctica judicial, se puede observar que la función del juez no se redujo únicamente a computar la pena según el delito. A su cargo quedó la apreciación de las pruebas y la interpretación legal. En este sentido, la ley dejó márgenes para considerar a la ebriedad como atenuante o no de la penalidad. Sin embargo, los jueces le negaron tal beneficio al imputado, lo cual marcó una ruptura con respecto al período anterior. Interpretación que estuvo determinada no por un cambio en la percepción sobre el efecto del alcohol como perturbador de la conciencia, sino por ciertos prejuicios que otorgaron una jerarquía y un valor a los motivos que pudieran cegar al trasgresor. Considerada aun como un vicio y no una patología, revelaron la condena a esta práctica social determinando que hechos ya no quedaban comprendidos como circunstancias atenuantes. En definitiva, la ebriedad posibilita apreciar el complejo proceso de codificación que consistió no únicamente en la aplicación literal de la ley sino también en la interpretación que de ella se hiciera.
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En 1887 se publicó en Buenos Aires un inesperado y mal recibido poema, El borracho. Su autor, Joaquín Castellanos, dejó por entonces la poesía para dedicarse a la política. Durante las tres décadas siguientes, el poema se difundió con éxito en el nuevo circuito de la literatura popular criollista. En 1923 Castellanos regresó desprevenidamente a la literatura -a una literatura muy distinta a la de su juventud- con una extraña reedición de El borracho. Atestada de notas aclaratorias, la nueva edición reemplazaba el título original con un eufemismo que también exigía ciertamente aclaraciones: El temulento. Tomando como punto de partida los singulares anacronismos del poema de Castellanos y siguiendo las tesis de Norbert Elias sobre el "proceso civilizatorio", el artículo analiza las relaciones entre ebriedad y barbarie establecidas por la cultura letrada rioplatense antes de que su democratización, amparada simbólicamente en el culto a la bohemia parisina, las disolviera en los últimos años del siglo XIX
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La sanción del código penal en la provincia de Buenos Aires en el año 1877, fijó en el homicidio la penalidad y determinó las circunstancias del delito mediante la enumeración de los atenuantes y agravantes. El objetivo era contemplar todas las posibilidades del delito para reducir el "arbitrio judicial". Sin embargo, deteniéndonos en los cambios operados en cuanto a la ebriedad en la normativa legal y en la práctica judicial, se puede observar que la función del juez no se redujo únicamente a computar la pena según el delito. A su cargo quedó la apreciación de las pruebas y la interpretación legal. En este sentido, la ley dejó márgenes para considerar a la ebriedad como atenuante o no de la penalidad. Sin embargo, los jueces le negaron tal beneficio al imputado, lo cual marcó una ruptura con respecto al período anterior. Interpretación que estuvo determinada no por un cambio en la percepción sobre el efecto del alcohol como perturbador de la conciencia, sino por ciertos prejuicios que otorgaron una jerarquía y un valor a los motivos que pudieran cegar al trasgresor. Considerada aun como un vicio y no una patología, revelaron la condena a esta práctica social determinando que hechos ya no quedaban comprendidos como circunstancias atenuantes. En definitiva, la ebriedad posibilita apreciar el complejo proceso de codificación que consistió no únicamente en la aplicación literal de la ley sino también en la interpretación que de ella se hiciera.
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This journal contains minutes from meetings held from February 1792 through October 1793. These minutes include the names of participants and the questions and arguments which were debated, including: whether or not French slaves in the West Indies should be emancipated; whether or not reading novels was beneficial; whether sermons were more effective when memorized than when simply read; whether theater contributed to corrupt morals; whether drunkenness or gambling was more detrimental to society; and whether or not French assistance to the colonies in their Revolutionary War provided sufficient cause for the United States to join with France in its own wars. Most of the topics of debate centered on religion, government and education. Several entries also include notes on related topics of discussion, including the reasons for Native American tribes' hostilities against federal authorities, and there are several references to published works which were cited and consulted in the course of debate.
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Mode of access: Internet.
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National Highway Traffic Safety Administration, Washington, D.C.
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National Highway Traffic Safety Administration, Washington, D.C.
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