957 resultados para Juan Bosch y la canonización de la narrativa dominicana


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Los dibujos y collages realizados por la escritora han sido poco estudiados por la crítica. Se cuenta con el excelente artículo de Kathleen Glenn titulado ┤Collage, Textile and Palimpsest: Carmen Martín Gaite's Nubosidad variable' en el que analiza detalladamente el collage que adorna la portada de la novela y lo considera como "a visualization of the novel's content and structure" (Glenn, 1993: 409). Años anteriores a la publicación de dicha novela, Martín Gaite ya había elaborado otros collages. Cinco de ellos aparecen en From Fiction to Metafiction. Con la publicación de Cuadernos de todo, se incrementa el material visual elaborado por la escritora ya que además de collages, se pueden apreciar algunos dibujos. Cualquier persona que haya leído Caperucita en Manhattan se habrá dado cuenta que los dibujos de la novela fueron hechos por la autora de la novela. Durante los años noventa, Martín Gaite escribe conferencias donde comenta el trabajo de pintores españoles como Dalí, Murillo, Maura y Montaner y Tuset. En esa misma época, participa en el Museo Thyssen Bornemisza con el comentario sobre Habitación de hotel de Edward Hopper. En este artículo, voy a trabajar con los dibujos, los collages y los artículos sobre los pintores ya mencionados porque en todos ellos radica la idea de que lo visual es material para lo literario y lo literario también se entrecruza con lo visual. Me interesa mostrar el proceso de cómo Martín Gaite utiliza la imagen visual y la convierte en texto porque considero que existe una serie de acciones similares a las identificadas y señaladas en sus reflexiones de cómo construir una novela vaciadas en El cuento de nunca acabar. También analizaré el proceso inverso, es decir, el de tener primero un texto que posteriormente se represente visualmente. Con esto, pretendo mostrar la relación intrínseca entre lo visual y lo literario por medio del dibujo, el collage y la pintura en la narrativa de los noventa de Martín Gaite.

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Las crónicas del México colonial son textos que, lejos de manifestar un proceso armónico de adquisición de una cultura distinta o la cómoda integración de sus componentes, evidencian una imposición y presentan elementos que relevan las tensiones internas. Entre la apropiación y el rechazo de esa cultura otra, los autores de los discursos coloniales reflejan diversos procesos de resistencia a la aculturación. Para esto, proponemos un recorrido por Relación de Texcoco (1582), del cronista mestizo Juan Bautista Pomar e Historia de los indios de la Nueva España (1541), del fraile franciscano Toribio de Benavente, apodado Motolinía, que presentan características estilísticas, ejes temáticos y puntos de vista indudablemente semejantes. En sus textos, estos autores omiten la descripción y valoración del período de conquista que, usualmente, se presenta como centro de las crónicas de Indias. La relación entre ambos cronistas nos concierne, también, por ser Juan Bautista Pomar representante del ideario y las condiciones que, pocos años antes, fray Toribio de Motolinía expresaba e idealizaba en su Historia de los indios de la Nueva España. Por todo esto, analizaremos los componentes multiculturales y polifónicos que dan cuenta de la presencia de dos culturas distintas pero, a la vez, íntimamente relacionadas.

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Algunos escritores exiliados a partir de la última dictadura militar argentina (1976-1983) tradujeron ellos mismos sus textos para publicarlos en el país de exilio. Un ejemplo es el de Alicia Partnoy, autora de The Little School. Tales of Disappearance & Survival in Argentina, quien habiendo escrito un testimonio en español sobre su paso por el campo de concentración La Escuelita, ubicado en Bahía Blanca, se dedicó a traducirlo al inglés para su publicación en Estados Unidos en 1986. Sus numerosas ediciones, primero en el extranjero y más tarde en Argentina, lo ubican entre una de las obras más importantes de la narrativa testimonial concentracionaria argentina. Una forma de abordarlo reside en el análisis sobre el proceso y el resultado de la autotraducción, lo cual permite aportar elementos de reflexión acerca de la necesidad de los supervivientes exiliados de dar a conocer su experiencia en el exilio, algo que sobrepasa, incluso, las barreras lingüísticas

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Las tres edades que Tito Lucrecio Caro (99-55 a.C.) había reconocido en la Antigüedad para las épocas anteriores: Edad de Piedra, Edad del Bronce y Edad del Hierro, fueron asumidas en la primera mitad del siglo XIX para clasificar los objetos prehistóricos, cuando aún esta disciplina no era reconocida oficialmente y escasos investigadores la practicaban. Pero, frente a una clasificación tan estática, basada en los datos que hacían referencia exclusivamente a aspectos técnicos, con el desarrollo de nuevas disciplinas como la Geología y la Paleontología, que aportaban criterios de sucesión estratigráfica, se empezaron a observar algunas anomalías. Y más aún, después de la irrupción del paradigma darwinista, a partir de 1859, y la comprobación al mismo tiempo de que podían existir momentos intermedios o de transición (evolución sin ruptura) en el desarrollo cultural. La aparición de objetos de cobre puro, por ejemplo, permitiría plantear la existencia de una Edad del Cobre, situada entre la Edad de Piedra y la Edad del Bronce. El reconocimiento de la Edad del Cobre fue algo muy lento y el debate sobre su existencia o no llegó hasta bien entrado el siglo XX. El presente artículo se centra en el estudio historiográfico sobre cómo se llegó a aceptar la Edad del Cobre, que fue uno de los grandes temas de discusión del siglo XIX, y que hoy está injustificadamente olvidado en la literatura científica especializada.

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Resumen de tesis

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Esta tesis estudia y analiza el que fue importante convento de los agustinos calzados, extramuros de la villa de Madrigal de la Altas Torres. El conjunto que en su día fue llamado el “Escorial de Castilla”, donde murió fray Luis de León en 1591, con cátedras de teología y filosofía y casa de capítulos provinciales, ha visto languidecer sus fábricas en paralelo al declive de Castilla y al de la propia villa de Madrigal, hasta que (al igual que en otros muchos casos) los decretos de supresión y desamortización en el siglo XIX, cerraron definitivamente sus puertas como convento y las abrieron a la destrucción y a la ruina que hoy presenta. En mi condición de arquitecto e historiador he pretendido seguir una metodología que aúne tanto los aspectos históricos del edificio, que permitan un mayor conocimiento del mismo, como otros aspectos estrictamente arquitectónicos en su doble vertiente compositiva y constructiva-tipológica, dentro del marco de la arquitectura clasicista en la que de forma clara se define el convento. Estos campos se completan con los levantamientos planimétricos del edificio y con su modelización, que tratan de analizar la evolución del convento a través de su tiempo, reinterpretando el volumen que pudo tener en el siglo XVI y XVII (el imaginado por el tracista). Se trata pues de una metodología que quiere ser integradora de disciplinas que frecuentemente discurren por vías separadas, pero que tienen el objetivo común señalado. En el primer tomo, el estudio histórico del convento recoge los aspectos cronológicos del edificio, localizados en una sistemática y razonable búsqueda en los archivos y fuentes documentales, así como las relaciones de poder y de patronazgo que a distintas escalas se establecen entre el convento y la Corte (especialmente durante los siglos XV y XVI), y otro tipo de conexiones e influencias (menores pero no por ello menos importantes) entre los frailes de Madrigal y la orden agustina calzada a la que pertenecen, o entre el convento y su territorio, identificado principalmente con la villa de Madrigal. Es en definitiva el conocimiento de quiénes, (frailes, arquitectos, maestros, artistas etc. ), cómo y cuándo han intervenido en la ideación, ejecución, sostenimiento (e incluso destrucción) del edificio, dentro de los avatares sociopolíticos y administrativos de cada periodo. No podemos olvidar por otra parte, los aspectos económicos, que como veremos juegan un papel fundamental en la propia edificación del convento, cuyas fases constructivas se corresponden con aportaciones económicas extraordinarias, emanadas principalmente de la enorme fortuna personal de D. Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo e Inquisidor General con Felipe II. El análisis del edificio se centra principalmente en su fase como convento de Agustinos, a partir de 1528, cuando las monjas agustinas que lo fundaron y habitaron se trasladan al antiguo palacio de Juan II, que reciben de Carlos I, y se lo ceden a los frailes por mediación de Santo Tomás de Villanueva, y su final tras las desamortizaciones decimonónicas. El segundo tomo recoge la descripción del edificio y su evolución en el tiempo, con las limitaciones que supone la pérdida actual de la mayor parte de sus muros. Se exponen también en este capítulo algunos de los aspectos constructivos del edificio, sus medidas y proporciones, que de alguna manera nos introducen en el capítulo de la arquitectura clasicista. Se estudia la arquitectura del convento en esta etapa, que abarca un periodo comprendido entre 1585 y 1645, por ser el momento en que se construye la práctica totalidad del mismo mediante los recursos y el patronazgo del arzobispo toledano. Tanto la traza del convento como la de la iglesia pertenecen al momento de mayor énfasis y dinamismo del clasicismo vallisoletano, representado por la figura de Juan del Ribero Rada, que interviene en ambos proyectos, siendo de especial interés el descubrimiento de que éste arquitecto es también el autor de la traza conventual, tal como se pone de manifiesto en el concurso de fray Luis de León de 1590, ampliándose el conocimiento de su obra arquitectónica. En relación con este análisis de la arquitectura clasicista de Juan de Ribero en Madrigal, se ha realizado un levantamiento planimétrico exhaustivo, que por sí mismo compone una parte substancial de esta tesis. Este levantamiento nos ha permitido dar un paso más, procediendo a la “reconstrucción” idealizada de sus volúmenes, tal como pudo ser concebida por el tracista y por el propio Quiroga, basándonos en los datos sobre el edificio que nos aportan tanto sus restos, como las diversas fuentes documentales. Ante un edificio excepcional y actualmente destruido casi en su totalidad 1, se debe entender este trabajo como parte de un proceso de recuperación de nuestra memoria histórica colectiva, entendiendo que el conocimiento de un edificio va más allá de la mera acumulación de datos.