893 resultados para Early Middle Ages
Resumo:
El presente artículo es un estudio sobre las actividades competitivas desarrolladas en el seno de las bandas armadas del norte de Europa en la Alta Edad Media: el juego, el reto y el combate, incluyendo los enfrentamientos violentos. Estas actividades no sólo eran una forma de pasatiempos, sino también aspectos muy importantes que revelan parte del funcionamiento de estas bandas. De hecho, podían representar desafíos para la cohesión de la comitiva, pero eran parte de su propia organización. Las comitivas eran dinámicas y sus estructuras siempre cambiaban, y las actividades competitivas, tanto las pacíficas y como las menos, definían y redefinían los rangos dentro del grupo
Resumo:
La inestabilidad política regia visigoda es un fenómeno tan constante en la documentación de los siglos VI-VIII que motiva una investigación para dar cuenta de sus principios estructurales. Se propone que la evolución política de la realeza visigoda corresponde a lógicas de funcionamiento de las aristocracias en sociedades de dominación incompleta, que expresan una dinámica general de la temprana Edad Media. Las opiniones de los autores sobre este fenómeno son tan variadas que se vuelve imperioso realizar un balance del estado de la investigación, detectar los problemas existentes y, lo más importante, delinear una línea de trabajo a seguir
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El presente artículo es un estudio sobre las actividades competitivas desarrolladas en el seno de las bandas armadas del norte de Europa en la Alta Edad Media: el juego, el reto y el combate, incluyendo los enfrentamientos violentos. Estas actividades no sólo eran una forma de pasatiempos, sino también aspectos muy importantes que revelan parte del funcionamiento de estas bandas. De hecho, podían representar desafíos para la cohesión de la comitiva, pero eran parte de su propia organización. Las comitivas eran dinámicas y sus estructuras siempre cambiaban, y las actividades competitivas, tanto las pacíficas y como las menos, definían y redefinían los rangos dentro del grupo
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La inestabilidad política regia visigoda es un fenómeno tan constante en la documentación de los siglos VI-VIII que motiva una investigación para dar cuenta de sus principios estructurales. Se propone que la evolución política de la realeza visigoda corresponde a lógicas de funcionamiento de las aristocracias en sociedades de dominación incompleta, que expresan una dinámica general de la temprana Edad Media. Las opiniones de los autores sobre este fenómeno son tan variadas que se vuelve imperioso realizar un balance del estado de la investigación, detectar los problemas existentes y, lo más importante, delinear una línea de trabajo a seguir
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La habitación rupestre en la Península Ibérica conforma un amplio conjunto de manifestaciones cuyos orígenes son difíciles de dilucidar. Existen conjuntos primitivos, posiblemente horadados durante la Antigüedad Clásica y Tardía, y otros que probablemente se originaron y excavaron en la Alta Edad Media, en los que se mezclan grupos de origen religioso y otros de probable uso defensivo. El conjunto peninsular es sin duda el más variado de Europa Occidental, pues recibió influencias árabes y usos de la cristiandad antigua, importados de Oriente Próximo, que por tanto relacionan estas manifestaciones con otras del arco mediterráneo. La supervivencia del uso de las cuevas a lo largo de la Baja Edad Media -una vez afianzada la Reconquista- es una incógnita, pero los usos rupestres volvieron a generalizarse en ciertos sectores de la Península durante la Edad Moderna, toda vez que el hábitat cuevero manifestó una eclosión relacionada con la peripecia de los moriscos, primero desterrados de sus habitaciones en el Sur y Este peninsular y luego expulsados en los albores del siglo XVII. Los que quedaron, nominalmente conversos, debieron habitar de nuevo cuevas en sus lugares de origen. Esos núcleos son los más abundantes, particularmente en la provincia de Granada y aledañas. Este substrato fue seguramente el punto de apoyo para la proliferación de las cuevas de habitación a partir del siglo XIX, en el cual un creciente proletariado agrícola y urbano necesitó de alojamientos baratos y no hizo sino imitar usos preexistentes, que se pueden rastrear en muchos de los núcleos rupestres que sobrevivieron mayoritariamente hasta bien entrado el siglo XX, y que se abandonaron gradualmente a partir de los años 60 de esa centuria. Para entonces, existían barrios de cuevas extensos en muchas provincias, destacando, aparte de las andaluzas, ciertas zonas de la Cuenca del Ebro (aragonesa, navarra y riojana), del arco periurbano de Valencia, del Sur de Madrid, de la Mancha toledana, o de las provincias de Albacete, Guadalajara, Murcia e incluso de Palencia. Los núcleos antiguos se excavaron -en razón de su origen dedicado a defensa y refugio- en lugares poco accesibles, que mayoritariamente se dan en relieves anfractuosos, en las orlas marginales detríticas y carbonatadas de las cuencas terciarias y en terrenos más antiguos de la geológicamente denominada Cuenca Vasco Cantábrica, en las cuales florecieron centros de eremitismo del primitivo condado de Castilla. También son lugares inaccesibles los riscos asomados a cantiles fluviales, cuya regularización morfológica natural ha sido causa de la ruina de múltiples hipogeos que se labraron con las mismas intenciones de refugio, defensa o retiro espiritual. Los núcleos modernos se han excavado ya en terrenos más propicios (los que componen las cuencas terciarias o "España arcillosa", mayoritariamente), y por ello observamos cómo abundan las litologías sedimentarias, que son aquellas en las que se horadaron casi todas las "colmenas" de habitación moderna en la Península. En unos casos y otros, existen rasgos comunes en lo relativo a la litología y comportamiento de los materiales excavados, y también en lo relativo a su evolución, meteorización y conservación. Se han estudiado por ello estas pautas comunes -como un posible avance para el establecimiento futuro de estudios de geoconservación del patrimonio rupestre habitado-, que se traducen en la determinación de los procesos de meteorización más característicos en los antros de la Península Ibérica -sean modernos o antiguos- y en la determinación de las relaciones más habituales entre geomorfología y tipología de las cuevas de habitación. También se exponen algunas conclusiones relativas a la resistencia de los tipos pétreos en relación a la antigüedad de los emplazamientos. Esta relación se explica bien si tenemos en cuenta que las cuevas antiguas trataban de ser lugares apartados en los que dominan rocas más resistentes -como se ha explicado- y que en las modernas se ha buscado la habitación permanente, en los materiales más blandos ocupan las depresiones terciarias del Centro, Este y Sur de la Península, colonizados no ya como refugios sino de modo seguro, y ya en arrabales "extramuros" de las ciudades. Geomorfológicamente, esta razón histórica tiene consecuencias sobre la posición de las cuevas, sobre su organización, y sobre su conservación. La extensión del dominio estudiado obliga prácticamente a bosquejar algunas de estas conclusiones geológicas, pero permite a su vez proporcionar una visión global acerca del patrimonio troglodítico desde una perspectiva geológica, y en ello radica la principal novedad de la investigación. Cave dwelling in the Iberian Peninsula comprises a great deal of examples whose origins are sometimes difficult to elucidate. There are primitive groups of caves, probably belonging to Classical and Late Antiquity, and other settlements that appear to have been created and excavated in the Early Middle Ages. Some of them are due to religious reasons and some others may probably have served for defensive uses. The Peninsular group is very likely the most diverse in Western Europe, for it was not only influenced by Arabs, but it also assimilated uses from the Antique Christendom, imported from the Middle East. In this sense, Iberian cave dwellings connect with those of the Mediterranean area. There is not total certainty about the survival of caves serving for dwelling throughout the Late Middle Ages, once the Reconquista was a fact. However, underground excavations for human habitation were once again dispread in certain zones of the Peninsula during the Early Modern period. This growth of underground habitats appears in connexion with Morisco’s vicissitudes; first of all, their removal from their settlements in South and Eastern Peninsula, and finally their expulsion from Spanish territory at the very beginning of XVII th century. Those of them who rested in Spain –and that were nominally “converts”- seem to have returned to cave dwelling in their places of origin, particularly in the province of Granada and its neighbouring zones. This substrate may have been the toehold for a new spreading of cave dwellings since XIX th century, when the increasing rural and urban proletariat returned to the pre-existent uses of caves in order to solve the necessity of affordable housing. This fact can still be detected in many of the rock settlements that have survived during a great part of the XX th century and which were gradually abandoned from the 60´s onwards. There were important cave dwelling districts in many Spanish territories by that time, and not only in Andalusia. We also find them in certain areas of the Ebro basin (those of Aragon, Navarra and La Rioja), in the peri-urban arc of Valencia, in the South of Madrid province and also in the provinces of Toledo (the so called “Mancha toledana”), Albacete, Guadalajara, Murcia or even Palencia as well. Due to their defensive and refuge uses, primitive underground habitats were dug in hardly accessible places. The majority of them are located in mountainous and rough areas, when not in the marginal borders of Tertiary basins, where coarse detritic and carbonate formations outcrop. Cave dwellings can also be found in more ancient rock masses, such as those of the Basque Cantabrian Mesozoic Basin, which is the area where hermit centres of the primitive County of Castile first flourished. Cliffs surrounding fluvial valleys are as well inaccessible places, but here we find that geological evolution has caused the destruction of many rock sanctuaries and cliff dwellings that were originally dug with the same purposes of defence, refuge and spiritual retreat. Later modern cave settlements were dug in quite more favourable terrains, mainly in the soils that compose the Tertiary basins, generally known as “España arcillosa” or “Clayey Spain”. Therefore, we find abundant sedimentary fine and medium grained lithologies, which are the ones that have hosted the majority of Modern Era warren cave dwellings in the Iberian Peninsula. Actually, both types of cave dwelling share some standards regarding the lithology of the excavated materials, and they share as well certain patterns that affect to their evolution, weathering and preservation. These common patterns have been studied here in order to determine the most characteristic weathering processes that affect the majority of the Iberian caves, both Antique and Modern. And also with a view to establish the most habitual relationships between geomorphology and typology of cave dwellings. The study may as well provide a first basis for future studies on geo-preservation of cave dwellings heritage. We also reach some conclusions about the strength of different rocks concerning the antiquity of the sites. As we have already pointed out, this relation comes from the fact that ancient caves were placed in remote or isolated locations, where harder rocks outcrop, while more modern ones result from people´s search of permanent dwelling. In this sense, the softer rocks of the Tertiary Basins of Middle, East and South Peninsula provided a secure colonization to this second and modern group. And moreover, considering geomorphological features, this historical reason has had an effect not only on the position and location of the caves, but also on their organisation/structure/distribution and preservation. The huge extension of our domain of interest almost forces to sketch out some of these geological conclusions. But at the same time it gives a global panorama of Spanish troglodyte heritage, seen from a geological perspective. And here is the main novelty of this research.
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Vols 1-4 of the American edition published under title Handbook of Church history.
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A collection of miscellaneous pamphlets.
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A mediados del siglo VII, el obispo Ildefonso de Toledo (657-667) elaboró su propio catálogo de hombres ilustres, continuando una tradición cuyos orígenes cristianos se remontaban a Jerónimo en el siglo IV. Sin embargo, en lugar de reproducir los modelos de sus antecesores cristianos, entre los que se incluyen además a Genadio de Marsella e Isidoro de Sevilla, el De viris illustribus de Ildefonso incorporaba cambios significativos en el género. Este artículo estudia el tópico del milagro en el opúsculo toledano con el objetivo de indagar qué tipo de relación estableció la Iglesia visigoda de la segunda mitad del siglo VII con este tipo de fenómenos y qué estrategias elaboró en función de él.
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Constantino y sus sucesores, Constancio II, Constante y Juliano, expresaron su particular interés por supervisar la aplicación de determinadas leyes imperiales mediante el uso de la fórmula ad nostram scientiam referatur y de otras similares. Constantino fue el príncipe que la empleó con más frecuencia, especialmente durante el período de 313-324, exceptuando el intervalo de 315-316, cuando la confrontación con Licinio le obligó a renunciar a atender directamente las cuestiones administrativas. La progresiva disminución de la inclusión de estas cláusulas en los textos legales imperiales a partir de la unificación del Imperio en 324 se debe poner en relación con la aparición de los curiosi y luego de los agentes in rebus, como oficiales encargados de vigilar la observancia de las normas vigentes.
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This joint chapter explores similarities and differences between two borderlands within the early modern ‘British’ state – the marches of Ireland and Wales. In some respects, the two regions were very different, most fundamentally because the Irish march remained militarised throughout the Tudor period, while Welsh society was markedly more peaceful. However, there was also much in common. In the later middle ages both marches were frontiers between the expanding Anglo-Normans and native Celtic society. The notion that the march separated ‘civility’ from ‘savagery’ was an enduring one: despite the efforts of the Tudors to impose centralisation and uniformity throughout its territories, there remained institutions, structures of power, and mentalities which ensured that both sets of marches were still in existence by the end of the 16th century. This chapter explores the reasons for the endurance of these borderlands, and indicates how political reforms of the 16th century caused the perception – and sometimes the very location – of the marches to alter.
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This thesis creates a multi-faceted archaeological context for early Irish monasticism, so as to ‘rematerialise’ a phenomenon that has been neglected by recent archaeological scholarship. Following revision of earlier models of the early Irish Church, archaeologists are now faced with redefining monasticism and distinguishing it from other diverse forms of Christian lifestyle. This research addresses this challenge, exploring the ways in which material limits can be set on the monastic phenomenon. The evidence for early Irish monasticism does not always conform to modern expectations of its character, and monastic space must be examined as culturally unique in its own right - though this thesis demonstrates that early Irish monasticism was by no means as unorthodox in its contemporary European setting as has previously been suggested. The research is informed by theories of the body, habitus and space, drawing on a wide body of archaeological, religious, sociological and anthropological thought. The data-set comprises evidences gathered through field-survey, reassessment of archaeological scholarship, historical research and cartographic research, enabling consideration of the ways in which early Irish monastics engaged with their environments. A sample of thirty-one early Irish ecclesiastical sites plus Iona forms the basis for discussion of the location and layout of monastic space, the ways in which monastics used buildings and space in their daily lives, the relationship of monasticism and material culture, the setting of mental and physical limits on monastic space and monastic bodies, and the variety of monastic lifestyles that pertained in early medieval Ireland. The study then examines the Christian landscapes of two case-studies in mid-Western Ireland in order to illustrate how monasticism functioned on the ground in these areas. As this research shows, the material complexities of early Irish monastic life are capable of archaeological definition in terms of both communal and personal lived experience.
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o reconstruct the vegetation and fire history of the Upper Engadine, two continuous sediment cores from Lej da Champfèr and Lej da San Murezzan (Upper Engadine Valley, southeastern Switzerland) were analysed for pollen, plant macrofossils, charcoal and kerogen. The chronologies of the cores are based on 38 radiocarbon dates. Pollen and macrofossil data suggest a rapid afforestation with Betula, Pinus sylvestris, Pinus cembra, and Larix decidua after the retreat of the glaciers from the lake catchments 11,000 cal years ago. This vegetation type persisted until ca. 7300 cal b.p. (5350 b.c.) when Picea replaced Pinus cembra. Pollen indicative of human impact suggests that in this high-mountain region of the central Alps strong anthropogenic activities began during the Early Bronze Age (3900 cal b.p., 1950 b.c.). Local human settlements led to vegetational changes, promoting the expansion of Larix decidua and Alnus viridis. In the case of Larix, continuing land use and especially grazing after fire led to the formation of Larix meadows. The expansion of Alnus viridis was directly induced by fire, as evidenced by time-series analysis. Subsequently, the process of forest conversion into open landscapes continued for millennia and reached its maximum at the end of the Middle Ages at around 500 cal b.p. (a.d. 1450).
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The middle Miocene delta18O increase represents a fundamental change in the ocean-atmosphere system which, like late Pleistocene climates, may be related to deepwater circulation patterns. There has been some debate concerning the early to early middle Miocene deepwater circulation patterns. Specifically, recent discussions have focused on the relative roles of Northern Component Water (NCW) production and warm, saline deep water originating in the eastern Tethys. Our time series and time slice reconstructions indicate that NCW and Tethyan outflow water, two relatively warm deepwater masses, were produced from ~20 to 16 Ma. NCW was produced again from 12.5 to 10.5 Ma. Another feature of the early and middle Miocene oceans was the presence of a high delta13C intermediate water mass in the southern hemisphere, which apparently originated in the Southern Ocean. Miocene climates appear to be related directly to deepwater circulation changes. Deep-waters warmed in the early Miocene by ~3°C (?20 to 16 Ma) and cooled by a similar amount during the middle Miocene delta18O increase (14.8 to 12.6 Ma), corresponding to the increase (?20 Ma) and subsequent decrease (~16 Ma) in the production of NCW and Tethyan outflow water. Large (>0.6 per mil), relatively rapid (~0.5 m.y.) delta18O increases in both benthic and planktonic foraminifera (i.e., the Mi zones of Miller et al. (1991a) and Wright and Miller (1992a)) were superimposed in the long-term deepwater temperature changes; they are interpreted as reflecting continental ice growth events. Seven of these m.y. glacial/interglacial cycles have been recognized in the early to middle Miocene. Two of these glacial/interglacial cycles (Mi3 and Mi4) combined with a 2° to 3°C decrease in deepwater temperatures to produce the middle Miocene delta18O shift.