237 resultados para Sapiens
Resumo:
Several lines of genetic, archeological and paleontological evidence suggest that anatomically modern humans (Homo sapiens) colonized the world in the last 60,000 years by a series of migrations originating from Africa (e.g. Liu et al., 2006; Handley et al., 2007; Prugnolle, Manica, and Balloux, 2005; Ramachandran et al. 2005; Li et al. 2008; Deshpande et al. 2009; Mellars, 2006a, b; Lahr and Foley, 1998; Gravel et al., 2011; Rasmussen et al., 2011). With the progress of ancient DNA analysis, it has been shown that archaic humans hybridized with modern humans outside Africa. Recent direct analyses of fossil nuclear DNA have revealed that 1–4 percent of the genome of Eurasian has been likely introgressed by Neanderthal genes (Green et al., 2010; Reich et al., 2010; Vernot and Akey, 2014; Sankararaman et al., 2014; Prufer et al., 2014; Wall et al., 2013), with Papua New Guineans and Australians showing even larger levels of admixture with Denisovans (Reich et al., 2010; Skoglund and Jakobsson, 2011; Reich et al., 2011; Rasmussen et al., 2011). It thus appears that the past history of our species has been more complex than previously anticipated (Alves et al., 2012), and that modern humans hybridized several times with local hominins during their expansion out of Africa, but the exact mode, time and location of these hybridizations remain to be clarifi ed (Ibid.; Wall et al., 2013). In this context, we review here a general model of admixture during range expansion, which lead to some predictions about expected patterns of introgression that are relevant to modern human evolution.
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European forests have varied in their composition, structure, and extent over the last 5 million years or more in response to global climate changes. European forests have also undergone very major changes due to the alternating glacial-interglacial cycles of the Quaternary (last 2.6 million years). European forests have greatly changed in their extent and structure in the last 5 000 years due to human activities (the Homo sapiens phase) in the current Holocene interglacial in which we live. Contemporary ecologists and foresters can learn from ‘lessons from the past’ about forest responses and resilience to environmental changes in the past.
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El prólogo de la tragedia despliega dos espacios distintivos: las silvae de Hipólito y el opresivo y lujurioso espacio interior del palacio de Fedra. Cada personaje es definido por las características de los espacios que sus discursos configuran: los castos y salvajes bosques de Hipólito revelarán, bajo su manto de agreste tranquilidad, una violenta y estéril dicción que sugiere una inadecuación del personaje al paradigma de sapiens que parte de la crítica ha visto en él, mientras que el espacio interior de Fedra estará lleno de llamas y vapor, símbolos de su pasión. Ambos mundos conviven a modo de compartimentos estancos: frío y llamas, castidad y libido, nieve y vapor conviven pacíficamente, y en esta convivencia no hay ni catástrofe ni tragedia. Éstas se desarrollan y toman fuerza a medida que Fedra se adentra discursivamente en los dominios de Hipólito y los tiña progresivamente con su discurso, convirtiéndolo finalmente en un locushorridus donde el joven cazador huirá horrorizado como las bestias que solía perseguir. Por lo tanto tragedia y catástrofe ocurren cuando las silvae de Hipólito se convierten en el acechante Nemus habitado por lujuriosas criaturas gracias a la intrusión discursiva que la reina realiza en el áspero paisaje configurado en la monodia inicial del personaje
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El prólogo de la tragedia despliega dos espacios distintivos: las silvae de Hipólito y el opresivo y lujurioso espacio interior del palacio de Fedra. Cada personaje es definido por las características de los espacios que sus discursos configuran: los castos y salvajes bosques de Hipólito revelarán, bajo su manto de agreste tranquilidad, una violenta y estéril dicción que sugiere una inadecuación del personaje al paradigma de sapiens que parte de la crítica ha visto en él, mientras que el espacio interior de Fedra estará lleno de llamas y vapor, símbolos de su pasión. Ambos mundos conviven a modo de compartimentos estancos: frío y llamas, castidad y libido, nieve y vapor conviven pacíficamente, y en esta convivencia no hay ni catástrofe ni tragedia. Éstas se desarrollan y toman fuerza a medida que Fedra se adentra discursivamente en los dominios de Hipólito y los tiña progresivamente con su discurso, convirtiéndolo finalmente en un locushorridus donde el joven cazador huirá horrorizado como las bestias que solía perseguir. Por lo tanto tragedia y catástrofe ocurren cuando las silvae de Hipólito se convierten en el acechante Nemus habitado por lujuriosas criaturas gracias a la intrusión discursiva que la reina realiza en el áspero paisaje configurado en la monodia inicial del personaje
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El trabajo propone, como una suerte de puesta a punto del pensamiento pedagógico, conectar tres problemas clásicos de la pedagogía con tres obstáculos en la formación docente actual. En primer lugar, la indefensión crónica de la cría sapiens con la omnipotencia magisterial. Como es sabido, la falta de ser que caracteriza al ejemplar humano al nacer, abre el juego a las intervenciones adultas más o menos contingentes en cuyo repertorio nunca faltan anhelos megalómanos de fabricación y dominación. Como si la docencia (y la formación concomitante) no pudieran no despreciar a quien ocupa temporalmente la posición de educando. En segundo lugar, la fantasía profesoral que promete formar conciencia crítica con la ignorancia de las leyes de la atracción pedagógica y la decisión de aprender. Como es sabido, la ambición de formación o influencia educativa, en versiones que van desde la persuasión al adoctrinamiento, incluye como predicados preferidos la promoción en los destinatarios pedagógicos de ciertos estados emocionales colaterales, tales como la "creatividad", la "conciencia crítica" o el más ramplón "interés". Como si la formación docente ignorara el vigor del derecho a la indiferencia o la vitalidad de la decisión de los educandos. En tercer lugar, la despolitización de la enseñanza con la fascinación por el destinatario. Como es sabido, los movimientos continuos que han terminado por desplazar al alumno del centro de la escena pedagógica para entronizar al niño y al joven, acompañan - sin demasiado esfuerzo argumentativo - la pérdida creciente de legitimidad del oficio de enseñar que convive pacíficamente con el culto a la personalidad de los educadores y las nuevas formas del compromiso docente. Como si la celebración de la perfomance que pregonan muchos formadores de docentes hubiera acabado con las nociones de rol, profesión, oficio y obra
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El prólogo de la tragedia despliega dos espacios distintivos: las silvae de Hipólito y el opresivo y lujurioso espacio interior del palacio de Fedra. Cada personaje es definido por las características de los espacios que sus discursos configuran: los castos y salvajes bosques de Hipólito revelarán, bajo su manto de agreste tranquilidad, una violenta y estéril dicción que sugiere una inadecuación del personaje al paradigma de sapiens que parte de la crítica ha visto en él, mientras que el espacio interior de Fedra estará lleno de llamas y vapor, símbolos de su pasión. Ambos mundos conviven a modo de compartimentos estancos: frío y llamas, castidad y libido, nieve y vapor conviven pacíficamente, y en esta convivencia no hay ni catástrofe ni tragedia. Éstas se desarrollan y toman fuerza a medida que Fedra se adentra discursivamente en los dominios de Hipólito y los tiña progresivamente con su discurso, convirtiéndolo finalmente en un locushorridus donde el joven cazador huirá horrorizado como las bestias que solía perseguir. Por lo tanto tragedia y catástrofe ocurren cuando las silvae de Hipólito se convierten en el acechante Nemus habitado por lujuriosas criaturas gracias a la intrusión discursiva que la reina realiza en el áspero paisaje configurado en la monodia inicial del personaje
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El trabajo propone, como una suerte de puesta a punto del pensamiento pedagógico, conectar tres problemas clásicos de la pedagogía con tres obstáculos en la formación docente actual. En primer lugar, la indefensión crónica de la cría sapiens con la omnipotencia magisterial. Como es sabido, la falta de ser que caracteriza al ejemplar humano al nacer, abre el juego a las intervenciones adultas más o menos contingentes en cuyo repertorio nunca faltan anhelos megalómanos de fabricación y dominación. Como si la docencia (y la formación concomitante) no pudieran no despreciar a quien ocupa temporalmente la posición de educando. En segundo lugar, la fantasía profesoral que promete formar conciencia crítica con la ignorancia de las leyes de la atracción pedagógica y la decisión de aprender. Como es sabido, la ambición de formación o influencia educativa, en versiones que van desde la persuasión al adoctrinamiento, incluye como predicados preferidos la promoción en los destinatarios pedagógicos de ciertos estados emocionales colaterales, tales como la "creatividad", la "conciencia crítica" o el más ramplón "interés". Como si la formación docente ignorara el vigor del derecho a la indiferencia o la vitalidad de la decisión de los educandos. En tercer lugar, la despolitización de la enseñanza con la fascinación por el destinatario. Como es sabido, los movimientos continuos que han terminado por desplazar al alumno del centro de la escena pedagógica para entronizar al niño y al joven, acompañan - sin demasiado esfuerzo argumentativo - la pérdida creciente de legitimidad del oficio de enseñar que convive pacíficamente con el culto a la personalidad de los educadores y las nuevas formas del compromiso docente. Como si la celebración de la perfomance que pregonan muchos formadores de docentes hubiera acabado con las nociones de rol, profesión, oficio y obra