5 resultados para Savoir-faire

em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina


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El presente trabajo se encuentra inscripto en la investigación Vicisitudes del lazo amoroso en la época (en el Gran La Plata). Metodológicamente, analizaremos material bibliográfico actual y revisaremos la casuística que se desprende de las entrevistas que colaboradores en la investigación realizaron a psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas que trabajan en instituciones tanto privadas como públicas en nuestra región. Nos centraremos en relación a quién es el agente del pedido de consulta por un niño y en las transformaciones propias de la práctica actual. Ubicamos en una instancia previa, las condiciones de nacimiento del psicoanálisis. En el II Congreso Internacional de Investigación, tras echar un vistazo a la Viena de Wittgenstein, la Viena de Freud, mostrábamos cómo el psicoanálisis ha sido, conforme las variaciones de la figura del padre, a la vez el síntoma y el remedio de un malestar de la época. Partiremos en esta ocasión de situar que en 'El malestar en la cultura' el padre del psicoanálisis hacía de la familia una necesidad de la civilización, basada en el poder del amor: 'pues el varón no quería estar privado de la mujer como objeto sexual y ella no quería separarse del hijo, carne de su carne.' (p.99) Siendo el amor un efecto de discurso, será variable en la historia. Sin embargo, Lacan se dedicó a diferenciar entre operadores estructurales y nociones que provienen de ciertas experiencias históricas contingentes; como la organización de la familia patriarcal, su concepción del Edipo y su promoción a un 'mas allá del Edipo' advierte, como lo señalamos en el anterior informe, de los riesgos para los psicoanalistas de mantenerse en una concepción 'familiarista'. La declinación de la función paterna, que verificamos cotidianamente en los distintos ámbitos de extensión del psicoanálisis, no es cosa nueva. No obstante, situábamos, como rasgo hipermoderna, el ascenso al cenit del objeto a. El capitalismo actual nos presenta sujetos incompletos, ahora bien, divididos más por el mercado que promueve y requiere consumo que por la existencia del inconsciente. Se consumen, también, niños, tempranamente sometidos al discurso en el cual es el saber lo que ocupa el lugar de agente. Estos niños, institucionalizados a pocos días de nacer, van a la escuela, en las que docentes y directivos en lugar de ejercer su función de transmisión, se angustian y quejan con una bomba de tiempo a punto de estallar de continuo. Se arman 'códigos de convivencia' con derechos, obligaciones y consecuencias que sustituyen a los tradicionales y vetustos reglamentos, pero estos caducan antes de internalizarse. Ahora bien, la declinación paterna no solo deja al niño desprotegido frente al deseo materno, el padre no funciona como mediación entre él y la civilización. Como resultado, el niño es capturado directamente por el superyó social, muy tempranamente, la 'curva normal' reemplaza el 'savoir faire' familiar que otrora transmitieran las abuelas. Los niños recitan la declaración de sus derechos al tiempo que resisten a la presión, hiperactivos, no paran de moverse, no responden a las consignas, desafían a maestros, estos lo mandan al gabinete en el cual le aplicarán baterías de Tes. y terminarán como condición, derivándolo a terapia. No podemos pecar de ingenuos, ahí donde la terapia se transforma en un articulo (más o menos lujoso) de consumo. Ante esto ¿qué posición para el analista? Las consultas actuales por niños, según relatan diferentes psicólogos, psicoanalistas de nuestra ciudad en el marco de nuestra investigación, son realizadas cada vez mas a instancias de la institución escolar y sostenidas por otros parientes, particularmente abuelos. Reclaman, en ocasiones, al psicoanalista al lugar mismo en que la sociedad ha disuelto su solución simbólica familiar, diversas herramientas que se implementan ante el colapso de la ley del padre. Leemos estos eventos, no para tomar partido (ni apoyar ni oponernos) sino para calcular nuestra posición en la respuesta en cada caso en la clínica. Si bien los psicoanalistas reparamos la carencia por la simbolización, no es sin resto. Lacan nos ha dicho cómo "no es lo mismo haber tenido su mamá y no la mamá del vecino; se trata de un problema de existencia y no de puro significante". Nuestra brújula es el objeto a, en tanto que anuda el goce y la culpa de existir; no se trata, entonces de pasarles a estos sujetos desorientados los significantes amos de la tradición familiar, ni de reconstituir el inconsciente de antaño. Si se trata de un problema de existencia y no de puro significante, quedará a los analistas un desafío: proteger al niño de los delirios familiaristas

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El presente trabajo se encuentra inscripto en la investigación Vicisitudes del lazo amoroso en la época (en el Gran La Plata). Metodológicamente, analizaremos material bibliográfico actual y revisaremos la casuística que se desprende de las entrevistas que colaboradores en la investigación realizaron a psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas que trabajan en instituciones tanto privadas como públicas en nuestra región. Nos centraremos en relación a quién es el agente del pedido de consulta por un niño y en las transformaciones propias de la práctica actual. Ubicamos en una instancia previa, las condiciones de nacimiento del psicoanálisis. En el II Congreso Internacional de Investigación, tras echar un vistazo a la Viena de Wittgenstein, la Viena de Freud, mostrábamos cómo el psicoanálisis ha sido, conforme las variaciones de la figura del padre, a la vez el síntoma y el remedio de un malestar de la época. Partiremos en esta ocasión de situar que en 'El malestar en la cultura' el padre del psicoanálisis hacía de la familia una necesidad de la civilización, basada en el poder del amor: 'pues el varón no quería estar privado de la mujer como objeto sexual y ella no quería separarse del hijo, carne de su carne.' (p.99) Siendo el amor un efecto de discurso, será variable en la historia. Sin embargo, Lacan se dedicó a diferenciar entre operadores estructurales y nociones que provienen de ciertas experiencias históricas contingentes; como la organización de la familia patriarcal, su concepción del Edipo y su promoción a un 'mas allá del Edipo' advierte, como lo señalamos en el anterior informe, de los riesgos para los psicoanalistas de mantenerse en una concepción 'familiarista'. La declinación de la función paterna, que verificamos cotidianamente en los distintos ámbitos de extensión del psicoanálisis, no es cosa nueva. No obstante, situábamos, como rasgo hipermoderna, el ascenso al cenit del objeto a. El capitalismo actual nos presenta sujetos incompletos, ahora bien, divididos más por el mercado que promueve y requiere consumo que por la existencia del inconsciente. Se consumen, también, niños, tempranamente sometidos al discurso en el cual es el saber lo que ocupa el lugar de agente. Estos niños, institucionalizados a pocos días de nacer, van a la escuela, en las que docentes y directivos en lugar de ejercer su función de transmisión, se angustian y quejan con una bomba de tiempo a punto de estallar de continuo. Se arman 'códigos de convivencia' con derechos, obligaciones y consecuencias que sustituyen a los tradicionales y vetustos reglamentos, pero estos caducan antes de internalizarse. Ahora bien, la declinación paterna no solo deja al niño desprotegido frente al deseo materno, el padre no funciona como mediación entre él y la civilización. Como resultado, el niño es capturado directamente por el superyó social, muy tempranamente, la 'curva normal' reemplaza el 'savoir faire' familiar que otrora transmitieran las abuelas. Los niños recitan la declaración de sus derechos al tiempo que resisten a la presión, hiperactivos, no paran de moverse, no responden a las consignas, desafían a maestros, estos lo mandan al gabinete en el cual le aplicarán baterías de Tes. y terminarán como condición, derivándolo a terapia. No podemos pecar de ingenuos, ahí donde la terapia se transforma en un articulo (más o menos lujoso) de consumo. Ante esto ¿qué posición para el analista? Las consultas actuales por niños, según relatan diferentes psicólogos, psicoanalistas de nuestra ciudad en el marco de nuestra investigación, son realizadas cada vez mas a instancias de la institución escolar y sostenidas por otros parientes, particularmente abuelos. Reclaman, en ocasiones, al psicoanalista al lugar mismo en que la sociedad ha disuelto su solución simbólica familiar, diversas herramientas que se implementan ante el colapso de la ley del padre. Leemos estos eventos, no para tomar partido (ni apoyar ni oponernos) sino para calcular nuestra posición en la respuesta en cada caso en la clínica. Si bien los psicoanalistas reparamos la carencia por la simbolización, no es sin resto. Lacan nos ha dicho cómo "no es lo mismo haber tenido su mamá y no la mamá del vecino; se trata de un problema de existencia y no de puro significante". Nuestra brújula es el objeto a, en tanto que anuda el goce y la culpa de existir; no se trata, entonces de pasarles a estos sujetos desorientados los significantes amos de la tradición familiar, ni de reconstituir el inconsciente de antaño. Si se trata de un problema de existencia y no de puro significante, quedará a los analistas un desafío: proteger al niño de los delirios familiaristas

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La Pedagogía puede considerarse praxis tanto en su vertiente teórica como práctica. La Pedagogía "teórica" debe revalorizarse en términos de praxis. No sólo explicativa o interpretativa, también transformativa, mediadora entre otras prácticas educativas. Pero en esta ponencia queremos referirnos a la Pedagogía en su vertiente práctica, cuando es práctica y no sólo pensamiento. La Pedagogía como práctica es interacción intersubjetiva, deliberativa, argumentativa, imbuída o informada éticamente, que requiere de variados "saber hacer" (savoir faire), que en el sentido aristotélico es a la vez praxis (relación entre sujetos) y poiesis (relación de los sujetos con objetos). Interacción incluida y atravesada por la realidad social, que también es práctica social subjetiva objetivada, condicionante, como alienante o liberadora. Nos preguntamos en qué consiste su especificidad, y cuáles son sus nexos con otras prácticas educativas. Sabemos que a diferencia del momento reflexivo con énfasis analítico, la praxis demanda una mirada sintética, orientada a la acción; y a diferencia de limitarse al conocimiento de la realidad, requiere de la utopía; conlleva un carácter propositivo, una elección de valores ético políticos, una construcción de sentidos culturales, que trascienden la descripción y la explicación. Referirse a la Pedagogía requiere una distinción reflexiva entre "lo pedagógico" -que trata sobre la educación- y "lo didáctico" -que trata sobre la enseñanza. Reconocemos que no puede haber educación sin enseñanza, pero también que la enseñanza no agota la educación. Temas como ciudadanía, género, violencia, trabajo, no se resuelven dictando clases o desarrollando unidades didácticas particulares. La Pedagogía y la intervención pedagógica abordan la participación de diversos actores educacionales, no limitados a los enseñantes; toman decisiones acerca de relevancias temáticas, previas al planeamiento didáctico; trabajan sobre los ámbitos institucionales, no sólo en el análisis sino en la intervención guiada por valores. Específicamente, la Pedagogía recupera las nociones de formación y humanismo, implícitas en la propuesta del "Bildung".

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La Pedagogía puede considerarse praxis tanto en su vertiente teórica como práctica. La Pedagogía "teórica" debe revalorizarse en términos de praxis. No sólo explicativa o interpretativa, también transformativa, mediadora entre otras prácticas educativas. Pero en esta ponencia queremos referirnos a la Pedagogía en su vertiente práctica, cuando es práctica y no sólo pensamiento. La Pedagogía como práctica es interacción intersubjetiva, deliberativa, argumentativa, imbuída o informada éticamente, que requiere de variados "saber hacer" (savoir faire), que en el sentido aristotélico es a la vez praxis (relación entre sujetos) y poiesis (relación de los sujetos con objetos). Interacción incluida y atravesada por la realidad social, que también es práctica social subjetiva objetivada, condicionante, como alienante o liberadora. Nos preguntamos en qué consiste su especificidad, y cuáles son sus nexos con otras prácticas educativas. Sabemos que a diferencia del momento reflexivo con énfasis analítico, la praxis demanda una mirada sintética, orientada a la acción; y a diferencia de limitarse al conocimiento de la realidad, requiere de la utopía; conlleva un carácter propositivo, una elección de valores ético políticos, una construcción de sentidos culturales, que trascienden la descripción y la explicación. Referirse a la Pedagogía requiere una distinción reflexiva entre "lo pedagógico" -que trata sobre la educación- y "lo didáctico" -que trata sobre la enseñanza. Reconocemos que no puede haber educación sin enseñanza, pero también que la enseñanza no agota la educación. Temas como ciudadanía, género, violencia, trabajo, no se resuelven dictando clases o desarrollando unidades didácticas particulares. La Pedagogía y la intervención pedagógica abordan la participación de diversos actores educacionales, no limitados a los enseñantes; toman decisiones acerca de relevancias temáticas, previas al planeamiento didáctico; trabajan sobre los ámbitos institucionales, no sólo en el análisis sino en la intervención guiada por valores. Específicamente, la Pedagogía recupera las nociones de formación y humanismo, implícitas en la propuesta del "Bildung".