18 resultados para Séoul

em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina


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Este trabajo analiza una de las instancias del clásico agón entre sofística y filosofía, tal como aparece planteado en el Fedón de Platón. El eje de mi abordaje está constituido por las diversas relaciones de esclavitud que se pueden establecer entre el alma y el cuerpo. La hipótesis que aspiro a demostrar es que mientras la esclavitud del cuerpo al alma es postulada como la condición filosófica por excelencia, la esclavitud inversa (del alma al cuerpo) admite ser calificada de "sofística". Esto no significa que el sofista sea el creador de tal esclavitud anti-filosófica; la misma no es más que la forma de vida cotidiana del pueblo ateniense, regulada por deseos corporales que persiguen constantemente la consecución del placer. El rol del sofista en este contexto consistiría específicamente en la justificación y profundización de esa disposición preexistente, tanto a través de sus enseñanzas teóricas como de su práctica política

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En el presente trabajo se propone delimitar el hecho psicosomático en tanto fenómeno clínico, y mediante una explicación metapsicológica poder pensar su determinación, tanto como su abordaje terapéutico en el marco de la transferencia. Para ello se han escogido por un lado, algunos desarrollos teóricos de Kreisler, Fain y Soulé. Una segunda línea conceptual tenida en cuenta, comprende los aportes de Silvia Bleichmar, que en filiación teórica con Laplanche, posibilitan otra lectura de las manifestaciones psicosomáticas a partir del modo en que considera las relaciones entre psique y soma, como también las cualidades de la materialidad psíquica y sus enclaves dinámicos, tópicos y económicos.La explicación metapsicológica que ofrece Bleichmar constituye un aporte imprescindible para comprender la especificidad de estas manifestaciones y para implementar intervenciones clínicas adecuadas. Kreisler circunscribe el hecho psicosomático. Demuestra su existencia en el niño. Define como objeto de la clínica psicosomática a las enfermedades físicas en cuyo determinismo o evolución influyen factores psíquicos o conflictivos. Sustenta la concepción psicopatogénica de Fain elaboradas en colaboración con los psicosomatistas del Instituto Psicoanalítico de París, donde los trastornos somáticos son el resultado de situaciones conflictivas sin elaboración mental. Destaca la tendencia de ciertos psicoanalistas de asimilar los trastornos psicosomáticos a la neurosis, otorgándoles un sentido simbólico. Relaciona el stress con el trauma y a este con la falla de los mecanismos mentales de defensa. Desde la perspectiva teórica de Laplanche y Silvia Bleichmar, se sustenta el concepto de freudiano de pulsión, por considerarlo fundamental para situar las relaciones entre lo somático y lo psíquico. Silvia Bleichmar, destaca la importancia de rescatar lo pulsional como materialidad representacional, en sus nexos con la excitabilidad somática. Las relaciones entre lo psíquico y lo somático, parecen organizarse en tanto el ser biológico es condición de posibilidad para la materialidad psíquica, pero quepor si solo no garantiza la vida representacional. Entender las relaciones entre la materialidad biológica y la representacional de este modo, quiebra todo monismo y se inscribe en una concepción epistemológica de la discontinuidad entre dichas materialidades. De este modo los intercambios directos y simétricos entre psique y soma se hallan imposibilitados. Silvia Bleichmar caracteriza lo traumático como aquello que en el momento de su ingreso en el psiquismo, no encuentra modos de simbolización. Sostiene que el aparato psíquico se encuentra abierto a lo real, que se constituye a partir de inscripciones provenientes del exterior al sujeto, a partir de la decodificación de la lengua, y de inscripciones no lenguajeras. Las inscripciones no son todas del mismo orden, ni ingresan al psiquismo de la misma manera, ya que pueden hacerlo en momentos de diversas potencialidades simbólicas. Diferencia lo arcaico de originario, lo arcaico sehallaría inscripto pero no articulado a ninguno de los dos sistemas de la tópica inaugurada por la represión originaria. Se trataría de inscripciones que no están fijadas a ningún sistema psíquico, que conservan su carga energética puesto que la represión no ha operado sobre ellas. Diferencia entonces el síntoma neurótico en sentido estricto del trastorno. Este último correspondería a manifestaciones sintomáticas en sentido amplio relacionadas con una falla en la instalación de la represión originaria, serían manifestaciones psíquicas que no derivan de un conflicto intersistémico. Lo psicosomático se emplazaría en este orden de fenómenos, diferentes del síntoma neurótico. Los trastornos psicosomáticos carecerían de un sentido inconciente; responderían a una dificultad de mentalización del afecto, de darle curso a la angustia y a la trasmutación en descarga corporal. Bleichmar lo caracteriza como un exceso no significable. Considera que son el resultado de una incapacidad de simbolización limitada a ciertas problemáticas angustiosas y no una incapacidad general en la simbolización del sujeto. Respecto al modo de intervención clínica frente a materialidad psíquica del orden de lo arcaico, las simbolizaciones de transición son intervenciones capaces de capturar restos de lo real que insiste en formaciones sintomáticas en sentido amplio (trastornos), que promueven la apropiación representacional de aquello que no puede ser capturado por la libre asociación. Mediante este modo de intervención se ofrece una trama simbólica que posibilite articular las simbolizaciones faltantes. Postula un funcionamiento del psiquismo a dominancias estructurales y no como una homogeneidad. Será en función de la dominancia que esté operando, la elección de las intervenciones en el marco de la transferencia

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Preguntarse en la actualidad sobre el tipo de corporeidad que se construye en la escuela primaria, problematiza una serie de nociones como ser subjetividad, sujeto, identidad, corporeidad etc. entre otros. Los cuales abordados desde enfoques pos estructuralistas y por feministas revierten ciertas categorías fijas y estables en función de la construcción de una corporeidad acorde a las necesidades de los sujetos posibles. Tal vez la antigua idea de la construcción del sujeto desde el "cuidado de si" atendiendo al cuidado del cuerpo desde la dietética (relación entre el cuidado y el régimen general de la existencia del cuerpo y del alma); la economía (relación entre el cuidado de uno mismo y la actividad social) y la erótica (relación entre el cuidado de uno mismo y la relación amorosa) merezca una reconsideración más acorde a los momentos actuales sin olvidar la esencia primaria, que es la construcción de sujetos libres. Sobre algunas de estas cuestiones se abre el debate en este artículo invitando a los lectores a reconsiderar la autorización y agencia de los sujetos corpóreos más allá de la pesada carga limitante de las estructuras sociales.

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El presente trabajo constituye una especie de reseña de la tesis doctoral del mismo título que demuestra que el cuerpo de las prácticas no es físico, unitario, constante y susceptible de conciencia de sí sino, por el contrario, insubstancial, fragmentado, inconstante e imposibilitado de autopercibirse como unidad: fragmentos y acciones unificados por el significante y no por la percepción. Para obtener estas conclusiones, el trabajo revisa las prácticas corporales de la Grecia clásica y helénica y las que se sucedieron del Renacimiento a la actualidad; repasa el periplo del pensamiento occidental de la multiplicidad discontinua a la unidad y la constancia; analiza el cuerpo en Homero y en Platón; y las relaciones que la fragmentación y la unidad del cuerpo guardan con la oralidad primaria y secundaria, y con la escritura, revelando que fue el gesto socrático que identificó el alma con un "mundo interior" el que otorgó unidad al cuerpo, gesto precedido por el advenimiento del Uno y reforzado por la identificación platónica del Uno con el Bien. En este marco, se opone el cuerpo homérico, fragmentado, al cuerpo unificado por Platón, no porque aquél sea más natural que éste o éste más artificial que aquél, o uno más genuino o verdadero que el otro, sino a partir del análisis de la estructura de la oralidad y la escritura

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El problema del contínuum juega un papel decisivo en el desarrollo de la metafísica leibniciana de madurez. En los 70, dicho problema asomaba en sus intentos de explicar la naturaleza de la materia y la unión alma-cuerpo desde una perspectiva geométrico-mecanicista. Más tarde, la cuestión reaparece en la discusión con Arnauld sobre la unidad sustancial. Al hacer de la unidad real el criterio definitorio de la sustancia, Leibniz expulsa lo continuo al ámbito de lo ideal. Con este paso, su sistema se encamina hacia una ontología monadológica y hacia un esquema metafísico articulado en tres niveles (real, fenoménico e ideal).

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Preguntarse en la actualidad sobre el tipo de corporeidad que se construye en la escuela primaria, problematiza una serie de nociones como ser subjetividad, sujeto, identidad, corporeidad etc. entre otros. Los cuales abordados desde enfoques pos estructuralistas y por feministas revierten ciertas categorías fijas y estables en función de la construcción de una corporeidad acorde a las necesidades de los sujetos posibles. Tal vez la antigua idea de la construcción del sujeto desde el "cuidado de si" atendiendo al cuidado del cuerpo desde la dietética (relación entre el cuidado y el régimen general de la existencia del cuerpo y del alma); la economía (relación entre el cuidado de uno mismo y la actividad social) y la erótica (relación entre el cuidado de uno mismo y la relación amorosa) merezca una reconsideración más acorde a los momentos actuales sin olvidar la esencia primaria, que es la construcción de sujetos libres. Sobre algunas de estas cuestiones se abre el debate en este artículo invitando a los lectores a reconsiderar la autorización y agencia de los sujetos corpóreos más allá de la pesada carga limitante de las estructuras sociales.

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El presente trabajo constituye una especie de reseña de la tesis doctoral del mismo título que demuestra que el cuerpo de las prácticas no es físico, unitario, constante y susceptible de conciencia de sí sino, por el contrario, insubstancial, fragmentado, inconstante e imposibilitado de autopercibirse como unidad: fragmentos y acciones unificados por el significante y no por la percepción. Para obtener estas conclusiones, el trabajo revisa las prácticas corporales de la Grecia clásica y helénica y las que se sucedieron del Renacimiento a la actualidad; repasa el periplo del pensamiento occidental de la multiplicidad discontinua a la unidad y la constancia; analiza el cuerpo en Homero y en Platón; y las relaciones que la fragmentación y la unidad del cuerpo guardan con la oralidad primaria y secundaria, y con la escritura, revelando que fue el gesto socrático que identificó el alma con un "mundo interior" el que otorgó unidad al cuerpo, gesto precedido por el advenimiento del Uno y reforzado por la identificación platónica del Uno con el Bien. En este marco, se opone el cuerpo homérico, fragmentado, al cuerpo unificado por Platón, no porque aquél sea más natural que éste o éste más artificial que aquél, o uno más genuino o verdadero que el otro, sino a partir del análisis de la estructura de la oralidad y la escritura

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El problema del contínuum juega un papel decisivo en el desarrollo de la metafísica leibniciana de madurez. En los 70, dicho problema asomaba en sus intentos de explicar la naturaleza de la materia y la unión alma-cuerpo desde una perspectiva geométrico-mecanicista. Más tarde, la cuestión reaparece en la discusión con Arnauld sobre la unidad sustancial. Al hacer de la unidad real el criterio definitorio de la sustancia, Leibniz expulsa lo continuo al ámbito de lo ideal. Con este paso, su sistema se encamina hacia una ontología monadológica y hacia un esquema metafísico articulado en tres niveles (real, fenoménico e ideal).

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En el presente trabajo se propone delimitar el hecho psicosomático en tanto fenómeno clínico, y mediante una explicación metapsicológica poder pensar su determinación, tanto como su abordaje terapéutico en el marco de la transferencia. Para ello se han escogido por un lado, algunos desarrollos teóricos de Kreisler, Fain y Soulé. Una segunda línea conceptual tenida en cuenta, comprende los aportes de Silvia Bleichmar, que en filiación teórica con Laplanche, posibilitan otra lectura de las manifestaciones psicosomáticas a partir del modo en que considera las relaciones entre psique y soma, como también las cualidades de la materialidad psíquica y sus enclaves dinámicos, tópicos y económicos.La explicación metapsicológica que ofrece Bleichmar constituye un aporte imprescindible para comprender la especificidad de estas manifestaciones y para implementar intervenciones clínicas adecuadas. Kreisler circunscribe el hecho psicosomático. Demuestra su existencia en el niño. Define como objeto de la clínica psicosomática a las enfermedades físicas en cuyo determinismo o evolución influyen factores psíquicos o conflictivos. Sustenta la concepción psicopatogénica de Fain elaboradas en colaboración con los psicosomatistas del Instituto Psicoanalítico de París, donde los trastornos somáticos son el resultado de situaciones conflictivas sin elaboración mental. Destaca la tendencia de ciertos psicoanalistas de asimilar los trastornos psicosomáticos a la neurosis, otorgándoles un sentido simbólico. Relaciona el stress con el trauma y a este con la falla de los mecanismos mentales de defensa. Desde la perspectiva teórica de Laplanche y Silvia Bleichmar, se sustenta el concepto de freudiano de pulsión, por considerarlo fundamental para situar las relaciones entre lo somático y lo psíquico. Silvia Bleichmar, destaca la importancia de rescatar lo pulsional como materialidad representacional, en sus nexos con la excitabilidad somática. Las relaciones entre lo psíquico y lo somático, parecen organizarse en tanto el ser biológico es condición de posibilidad para la materialidad psíquica, pero quepor si solo no garantiza la vida representacional. Entender las relaciones entre la materialidad biológica y la representacional de este modo, quiebra todo monismo y se inscribe en una concepción epistemológica de la discontinuidad entre dichas materialidades. De este modo los intercambios directos y simétricos entre psique y soma se hallan imposibilitados. Silvia Bleichmar caracteriza lo traumático como aquello que en el momento de su ingreso en el psiquismo, no encuentra modos de simbolización. Sostiene que el aparato psíquico se encuentra abierto a lo real, que se constituye a partir de inscripciones provenientes del exterior al sujeto, a partir de la decodificación de la lengua, y de inscripciones no lenguajeras. Las inscripciones no son todas del mismo orden, ni ingresan al psiquismo de la misma manera, ya que pueden hacerlo en momentos de diversas potencialidades simbólicas. Diferencia lo arcaico de originario, lo arcaico sehallaría inscripto pero no articulado a ninguno de los dos sistemas de la tópica inaugurada por la represión originaria. Se trataría de inscripciones que no están fijadas a ningún sistema psíquico, que conservan su carga energética puesto que la represión no ha operado sobre ellas. Diferencia entonces el síntoma neurótico en sentido estricto del trastorno. Este último correspondería a manifestaciones sintomáticas en sentido amplio relacionadas con una falla en la instalación de la represión originaria, serían manifestaciones psíquicas que no derivan de un conflicto intersistémico. Lo psicosomático se emplazaría en este orden de fenómenos, diferentes del síntoma neurótico. Los trastornos psicosomáticos carecerían de un sentido inconciente; responderían a una dificultad de mentalización del afecto, de darle curso a la angustia y a la trasmutación en descarga corporal. Bleichmar lo caracteriza como un exceso no significable. Considera que son el resultado de una incapacidad de simbolización limitada a ciertas problemáticas angustiosas y no una incapacidad general en la simbolización del sujeto. Respecto al modo de intervención clínica frente a materialidad psíquica del orden de lo arcaico, las simbolizaciones de transición son intervenciones capaces de capturar restos de lo real que insiste en formaciones sintomáticas en sentido amplio (trastornos), que promueven la apropiación representacional de aquello que no puede ser capturado por la libre asociación. Mediante este modo de intervención se ofrece una trama simbólica que posibilite articular las simbolizaciones faltantes. Postula un funcionamiento del psiquismo a dominancias estructurales y no como una homogeneidad. Será en función de la dominancia que esté operando, la elección de las intervenciones en el marco de la transferencia

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