9 resultados para Mythology, Slavic

em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina


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Pan es un dios peculiar en muchos aspectos. Al contrario que los restantes dioses del panteón griego, él no es antropomorfo, sino que tiene patas, cola y cuernos de carnero. Un dios con características tan arcaicas sólo puede sobrevivir confinado a la Arcadia, una región que conserva numerosos arcaísmos religiosos. Sin embargo, a partir del 490 a.C. en que se instaura su culto en Atenas, el dios comienza a cambiar. En su evolución, Pan se asimila cada vez más a Dioniso. El acercamiento entre ambas figuras deja su huella en el mito, pero sobre todo en el culto. Así, un dios que en Arcadia era venerado en santuarios construidos por la mano del hombre, en el resto de Grecia recibe culto en parajes agrestes, fundamentalmente cuevas. No parece casual el hecho de que también fuera de Arcadia la gruta sea el lugar reservado a los cultos mistéricos, incluidos los dionisíacos

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El objetivo de este trabajo es investigar la historia de la monstruosidad femenina en la literatura griega antigua para recuperar algunas estructuras arquetípicas de pensamiento que se ocupan de la antigua y moderna conciencia colectiva sobre el problema del mal, su naturaleza, sus razones y también su falta de razones. De este modo yo repasé las "vidas paralelas" de tres famosas mujeres fatales de la mitología clásica que, colocadas en puntos decisivos de árboles genealógicos horribles llenas de 'maldiciones genéticas', son capaces de formar un tríptico bien definido de "medallones" enmarcados por un fil rouge de la monstruosidad ininterrumpida. Paradigmático de la dialéctica ambigua entre hombre-mujer, bien-mal, víctima-verdugo, normalidad-desviación, y de las dinámicas incontrolables entre los crímenes y los castigos, miedos ancestrales y deseo de descubrimiento, demonios buenos y malos, los mitos de Lamia, Circe y Empusa destacan la atracción irracional que, en la cultura griega antigua, tan racionalista, las personificaciones femeninas del mal son imaginadas moviéndose, con el fin de influir en la conducta humana en las principales etapas de la vida

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La carta que presentamos traducida al español fue escrita en el año 1008 por el obispo misionero Bruno de Querfurt. El destinatario era el rey sajón Enrique II (1002-1024), emperador desde el año 1014. El contexto de la epístola está marcado por los vínculos cambiantes entre diversos actores políticos. La dinastía polaca piasta había cooperado con el Imperio desde mediados del siglo x. Por otra parte, los liutizos, una confederación de pueblos eslavos paganos, se habían levantado contra las estructuras eclesiásticas e imperiales en la región del Elba en 983, en el marco de un floreciente paganismo. Sin embargo, al iniciarse el nuevo milenio, el piasta Boleslao el Bravo se había convertido en una amenaza más atemorizadora para el Imperio, debido particularmente a la expansión territorial que encabezaba. Así, el rey Enrique II pactó en el año 1003 en Quedlinburg con los liutizos frente al piasta: se sellaba una alianza entre un rey cristiano y una confederación pagana para hacer frente a otro gobernante cristiano. Bruno de Querfurt, que había dedicado su vida a la misión y recibía apoyo de Boleslao, escribió esta misiva, con el objeto de señalar las contradicciones de la alianza citada arriba

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Pan es un dios peculiar en muchos aspectos. Al contrario que los restantes dioses del panteón griego, él no es antropomorfo, sino que tiene patas, cola y cuernos de carnero. Un dios con características tan arcaicas sólo puede sobrevivir confinado a la Arcadia, una región que conserva numerosos arcaísmos religiosos. Sin embargo, a partir del 490 a.C. en que se instaura su culto en Atenas, el dios comienza a cambiar. En su evolución, Pan se asimila cada vez más a Dioniso. El acercamiento entre ambas figuras deja su huella en el mito, pero sobre todo en el culto. Así, un dios que en Arcadia era venerado en santuarios construidos por la mano del hombre, en el resto de Grecia recibe culto en parajes agrestes, fundamentalmente cuevas. No parece casual el hecho de que también fuera de Arcadia la gruta sea el lugar reservado a los cultos mistéricos, incluidos los dionisíacos

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La carta que presentamos traducida al español fue escrita en el año 1008 por el obispo misionero Bruno de Querfurt. El destinatario era el rey sajón Enrique II (1002-1024), emperador desde el año 1014. El contexto de la epístola está marcado por los vínculos cambiantes entre diversos actores políticos. La dinastía polaca piasta había cooperado con el Imperio desde mediados del siglo x. Por otra parte, los liutizos, una confederación de pueblos eslavos paganos, se habían levantado contra las estructuras eclesiásticas e imperiales en la región del Elba en 983, en el marco de un floreciente paganismo. Sin embargo, al iniciarse el nuevo milenio, el piasta Boleslao el Bravo se había convertido en una amenaza más atemorizadora para el Imperio, debido particularmente a la expansión territorial que encabezaba. Así, el rey Enrique II pactó en el año 1003 en Quedlinburg con los liutizos frente al piasta: se sellaba una alianza entre un rey cristiano y una confederación pagana para hacer frente a otro gobernante cristiano. Bruno de Querfurt, que había dedicado su vida a la misión y recibía apoyo de Boleslao, escribió esta misiva, con el objeto de señalar las contradicciones de la alianza citada arriba

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