220 resultados para Mito de origen
em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina
Resumo:
Fil: Salem, Leila. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.
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Fil: Salem, Leila. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.
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Fil: Salem, Leila. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.
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Pocos líderes de la historia política contemporánea han generado tantos estudios e impactado de forma tan contundente en los medios de comunicación como la figura emblemática de Juan Domingo Perón. Fundador de un movimiento masivo que construyó, más allá de textos políticos deliberados, una constelación de discursos mediáticos y artísticos. Los alcances semánticos de estas construcciones implosionan, en el campo simbólico, con un vocabulario e imágenes que difícilmente podrán ser desterrados de la memoria de los argentinos. Resulta sugestivo caminar a través de esta senda de amores y de odios. Por un lado a través del análisis de los epítetos descalificatorios que pueblan el diccionario de los antiperonistas. Por el otro, desandando el camino de los mitos, las versiones posmodernas del fenómeno peronista y escuchando las voces quienes adhirieron al movimiento y recrearon sus pasiones tanto en su producción testimonial, ficcional e historiográfica. En esta investigación se analizaron las formas con las que el peronismo constituyó el mito de origen y, a la vez, un mito social popular, en tanto promovió un armazón representacional utópico desde el cual ha sabido generar sus propias creencias
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Pocos líderes de la historia política contemporánea han generado tantos estudios e impactado de forma tan contundente en los medios de comunicación como la figura emblemática de Juan Domingo Perón. Fundador de un movimiento masivo que construyó, más allá de textos políticos deliberados, una constelación de discursos mediáticos y artísticos. Los alcances semánticos de estas construcciones implosionan, en el campo simbólico, con un vocabulario e imágenes que difícilmente podrán ser desterrados de la memoria de los argentinos. Resulta sugestivo caminar a través de esta senda de amores y de odios. Por un lado a través del análisis de los epítetos descalificatorios que pueblan el diccionario de los antiperonistas. Por el otro, desandando el camino de los mitos, las versiones posmodernas del fenómeno peronista y escuchando las voces quienes adhirieron al movimiento y recrearon sus pasiones tanto en su producción testimonial, ficcional e historiográfica. En esta investigación se analizaron las formas con las que el peronismo constituyó el mito de origen y, a la vez, un mito social popular, en tanto promovió un armazón representacional utópico desde el cual ha sabido generar sus propias creencias
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Pocos líderes de la historia política contemporánea han generado tantos estudios e impactado de forma tan contundente en los medios de comunicación como la figura emblemática de Juan Domingo Perón. Fundador de un movimiento masivo que construyó, más allá de textos políticos deliberados, una constelación de discursos mediáticos y artísticos. Los alcances semánticos de estas construcciones implosionan, en el campo simbólico, con un vocabulario e imágenes que difícilmente podrán ser desterrados de la memoria de los argentinos. Resulta sugestivo caminar a través de esta senda de amores y de odios. Por un lado a través del análisis de los epítetos descalificatorios que pueblan el diccionario de los antiperonistas. Por el otro, desandando el camino de los mitos, las versiones posmodernas del fenómeno peronista y escuchando las voces quienes adhirieron al movimiento y recrearon sus pasiones tanto en su producción testimonial, ficcional e historiográfica. En esta investigación se analizaron las formas con las que el peronismo constituyó el mito de origen y, a la vez, un mito social popular, en tanto promovió un armazón representacional utópico desde el cual ha sabido generar sus propias creencias
Resumo:
En los ensayos de un escritor, las nociones que se valen de imágenes o de metáforas no operan de ese modo por pura retórica o para ilustrar ideas un poco abstractas: es el tropo mismo el que trae consigo un sentido preciso. Para Saer, "la selva espesa de lo real", donde el narrador se interna, es el imaginario de la literatura latinoamericana o, mejor, latinoamericanista. Esa selva debe ser atravesada para internarse en la intemperie de lo material: aunque en sus ensayos no la nombra, la llanura, paisaje predominante de sus narraciones, es ese reverso mudo y sin significación al que arriba el narrador luego de atravesar la selva espesa, esto es, la realidad previa, dada. El entenado (1983) interroga el mito del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo figurando, en la historia de su narrador, la génesis de la narración saeriana. Operación doble en donde, por un lado, se impugna cualquier noción esencialista de América Latina (y, por extensión, de cultura, hombre o literatura latinoamericana) y, por el otro, se presenta, de modo literal, el trabajo mismo del narrador que, desembarazado de todo preconcepto de realidad (europeo o americano, que, en el caso de la novela, es el mismo), atraviesa la selva para acceder a la intemperie: el Afuera. La nada de la que parte, para Saer, toda narración, y también todo arte
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En los ensayos de un escritor, las nociones que se valen de imágenes o de metáforas no operan de ese modo por pura retórica o para ilustrar ideas un poco abstractas: es el tropo mismo el que trae consigo un sentido preciso. Para Saer, "la selva espesa de lo real", donde el narrador se interna, es el imaginario de la literatura latinoamericana o, mejor, latinoamericanista. Esa selva debe ser atravesada para internarse en la intemperie de lo material: aunque en sus ensayos no la nombra, la llanura, paisaje predominante de sus narraciones, es ese reverso mudo y sin significación al que arriba el narrador luego de atravesar la selva espesa, esto es, la realidad previa, dada. El entenado (1983) interroga el mito del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo figurando, en la historia de su narrador, la génesis de la narración saeriana. Operación doble en donde, por un lado, se impugna cualquier noción esencialista de América Latina (y, por extensión, de cultura, hombre o literatura latinoamericana) y, por el otro, se presenta, de modo literal, el trabajo mismo del narrador que, desembarazado de todo preconcepto de realidad (europeo o americano, que, en el caso de la novela, es el mismo), atraviesa la selva para acceder a la intemperie: el Afuera. La nada de la que parte, para Saer, toda narración, y también todo arte
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En los ensayos de un escritor, las nociones que se valen de imágenes o de metáforas no operan de ese modo por pura retórica o para ilustrar ideas un poco abstractas: es el tropo mismo el que trae consigo un sentido preciso. Para Saer, "la selva espesa de lo real", donde el narrador se interna, es el imaginario de la literatura latinoamericana o, mejor, latinoamericanista. Esa selva debe ser atravesada para internarse en la intemperie de lo material: aunque en sus ensayos no la nombra, la llanura, paisaje predominante de sus narraciones, es ese reverso mudo y sin significación al que arriba el narrador luego de atravesar la selva espesa, esto es, la realidad previa, dada. El entenado (1983) interroga el mito del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo figurando, en la historia de su narrador, la génesis de la narración saeriana. Operación doble en donde, por un lado, se impugna cualquier noción esencialista de América Latina (y, por extensión, de cultura, hombre o literatura latinoamericana) y, por el otro, se presenta, de modo literal, el trabajo mismo del narrador que, desembarazado de todo preconcepto de realidad (europeo o americano, que, en el caso de la novela, es el mismo), atraviesa la selva para acceder a la intemperie: el Afuera. La nada de la que parte, para Saer, toda narración, y también todo arte
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El universo mítico de las amazonas ocupó la mente de viajeros y conquistadores durante la Edad Media y el Renacimiento; la historia sobre la existencia de estas mujeres pobló las páginas de los relatos sobre el Nuevo Mundo que imaginariamente y en el comienzo, iba construyéndose sobre el Viejo. Un pueblo de hembras cuyo origen se remontaba a Asia Menor, que combatía masculinamente y privilegiaba la descendencia femenina aparecía en las mirabilia que se propusieron hallar los europeos en América. La literatura caballeresca también sucumbió a los encantos de este mito, en primer lugar, con Garci Rodríguez de Montalvo en las Sergas de Esplandián, quien posiblemente en el momento de la escritura habría oído los relatos de Colón sobre las mujeres guerreras. Si bien el refundidor de Amadís de Gaula y autor de las hazañas de su hijo fue el primero, no fue el único. ¿Qué función tuvieron las amazonas en esta literatura? ¿Cómo conjugaron su espíritu guerrero con la esencia bélica de los caballeros andantes? Interrogantes que tendrán en este trabajo una respuesta aproximada, pero que también pretenden abrir un camino hacia la investigación sobre los mitos que, de alguna manera, unieron culturalmente a Europa y América.
Resumo:
La esencial discordancia entre lo que sucedió pero que jamás será visto hacen nuestra primera imagen: la imagen que falta (Quignard, El sexo y el espanto, 2007) La aporía de nuestro origen sexual no sólo funda el mito, las prohibiciones elementales, la diferencia de los sexos y de las generaciones, sino que nos reenvía a la angustia de la noche y sustituye una imagen por otra: crea el fantasma (Agamben, Estancias, 1995) Tanto la poesía de Marosa di Giorgio (Druida, 1959; Historial de las violetas, 1965) como la de Blanca Varela (El libro de barro, 1993) entretejen figuraciones de un cuerpo para siempre desconocido haciendo del poema una suerte de huella fósil que interroga, en su materialidad desarticulada, una totalidad supuesta, intuida, inescrutable. La vertebra recuperada del barro o el borroso vestigio de la estirpe se convierten en el signo vacío a partir del cual reconstruir la totalidad de ese cuerpo significante, el cual librado a la imaginación involuntaria deja la imagen fantasmática abierta a su infinita posibilidad: la vuelta a la desnudez original como fragilidad de la especie (Agamben, Desnudez, 2011), la pregunta por el cuerpo como límite de la significación (Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo, 2007) y su destino inescrutable. Una suerte de indagación arqueológica presente en el poema pone en escena una falla del lenguaje, su vacío, su extimidad desbordada ante lo conjetural: la pregunta por el origen y la permanencia en el no-saber del cuerpo que funda la fantasía poética (Quignard, La nuit sexuelle, 2007)
Resumo:
El universo mítico de las amazonas ocupó la mente de viajeros y conquistadores durante la Edad Media y el Renacimiento; la historia sobre la existencia de estas mujeres pobló las páginas de los relatos sobre el Nuevo Mundo que imaginariamente y en el comienzo, iba construyéndose sobre el Viejo. Un pueblo de hembras cuyo origen se remontaba a Asia Menor, que combatía masculinamente y privilegiaba la descendencia femenina aparecía en las mirabilia que se propusieron hallar los europeos en América. La literatura caballeresca también sucumbió a los encantos de este mito, en primer lugar, con Garci Rodríguez de Montalvo en las Sergas de Esplandián, quien posiblemente en el momento de la escritura habría oído los relatos de Colón sobre las mujeres guerreras. Si bien el refundidor de Amadís de Gaula y autor de las hazañas de su hijo fue el primero, no fue el único. ¿Qué función tuvieron las amazonas en esta literatura? ¿Cómo conjugaron su espíritu guerrero con la esencia bélica de los caballeros andantes? Interrogantes que tendrán en este trabajo una respuesta aproximada, pero que también pretenden abrir un camino hacia la investigación sobre los mitos que, de alguna manera, unieron culturalmente a Europa y América.
Resumo:
La esencial discordancia entre lo que sucedió pero que jamás será visto hacen nuestra primera imagen: la imagen que falta (Quignard, El sexo y el espanto, 2007) La aporía de nuestro origen sexual no sólo funda el mito, las prohibiciones elementales, la diferencia de los sexos y de las generaciones, sino que nos reenvía a la angustia de la noche y sustituye una imagen por otra: crea el fantasma (Agamben, Estancias, 1995) Tanto la poesía de Marosa di Giorgio (Druida, 1959; Historial de las violetas, 1965) como la de Blanca Varela (El libro de barro, 1993) entretejen figuraciones de un cuerpo para siempre desconocido haciendo del poema una suerte de huella fósil que interroga, en su materialidad desarticulada, una totalidad supuesta, intuida, inescrutable. La vertebra recuperada del barro o el borroso vestigio de la estirpe se convierten en el signo vacío a partir del cual reconstruir la totalidad de ese cuerpo significante, el cual librado a la imaginación involuntaria deja la imagen fantasmática abierta a su infinita posibilidad: la vuelta a la desnudez original como fragilidad de la especie (Agamben, Desnudez, 2011), la pregunta por el cuerpo como límite de la significación (Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo, 2007) y su destino inescrutable. Una suerte de indagación arqueológica presente en el poema pone en escena una falla del lenguaje, su vacío, su extimidad desbordada ante lo conjetural: la pregunta por el origen y la permanencia en el no-saber del cuerpo que funda la fantasía poética (Quignard, La nuit sexuelle, 2007)
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La esencial discordancia entre lo que sucedió pero que jamás será visto hacen nuestra primera imagen: la imagen que falta (Quignard, El sexo y el espanto, 2007) La aporía de nuestro origen sexual no sólo funda el mito, las prohibiciones elementales, la diferencia de los sexos y de las generaciones, sino que nos reenvía a la angustia de la noche y sustituye una imagen por otra: crea el fantasma (Agamben, Estancias, 1995) Tanto la poesía de Marosa di Giorgio (Druida, 1959; Historial de las violetas, 1965) como la de Blanca Varela (El libro de barro, 1993) entretejen figuraciones de un cuerpo para siempre desconocido haciendo del poema una suerte de huella fósil que interroga, en su materialidad desarticulada, una totalidad supuesta, intuida, inescrutable. La vertebra recuperada del barro o el borroso vestigio de la estirpe se convierten en el signo vacío a partir del cual reconstruir la totalidad de ese cuerpo significante, el cual librado a la imaginación involuntaria deja la imagen fantasmática abierta a su infinita posibilidad: la vuelta a la desnudez original como fragilidad de la especie (Agamben, Desnudez, 2011), la pregunta por el cuerpo como límite de la significación (Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo, 2007) y su destino inescrutable. Una suerte de indagación arqueológica presente en el poema pone en escena una falla del lenguaje, su vacío, su extimidad desbordada ante lo conjetural: la pregunta por el origen y la permanencia en el no-saber del cuerpo que funda la fantasía poética (Quignard, La nuit sexuelle, 2007)
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El universo mítico de las amazonas ocupó la mente de viajeros y conquistadores durante la Edad Media y el Renacimiento; la historia sobre la existencia de estas mujeres pobló las páginas de los relatos sobre el Nuevo Mundo que imaginariamente y en el comienzo, iba construyéndose sobre el Viejo. Un pueblo de hembras cuyo origen se remontaba a Asia Menor, que combatía masculinamente y privilegiaba la descendencia femenina aparecía en las mirabilia que se propusieron hallar los europeos en América. La literatura caballeresca también sucumbió a los encantos de este mito, en primer lugar, con Garci Rodríguez de Montalvo en las Sergas de Esplandián, quien posiblemente en el momento de la escritura habría oído los relatos de Colón sobre las mujeres guerreras. Si bien el refundidor de Amadís de Gaula y autor de las hazañas de su hijo fue el primero, no fue el único. ¿Qué función tuvieron las amazonas en esta literatura? ¿Cómo conjugaron su espíritu guerrero con la esencia bélica de los caballeros andantes? Interrogantes que tendrán en este trabajo una respuesta aproximada, pero que también pretenden abrir un camino hacia la investigación sobre los mitos que, de alguna manera, unieron culturalmente a Europa y América.