5 resultados para Maze gardens

em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina


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En la siguiente investigación analizamos uno de los aspectos menos conocidos de la historia rural bonaerense: los ejidos de los pueblos de campaña. Estos espacios se conformaron a medida que la colonización avanzaba, primero de manera espontánea y luego por iniciativa estatal, con el objetivo de asentar a los pobladores alrededor de los centros poblados y fomentar el cultivo. Así, a diferencia de otros espacios de colonización española, los ejidos constituyeron las áreas donde se establecieron los solares, las quintas y las chacras. La historiografía tradicional reparó muy poco en ellos y cuando lo hizo, fue desde una óptica que contraponía la primera parte del siglo XIX con la expansión posterior a Pavón. Dentro de esta lógica, los pueblos rurales fueron descriptos como espacios rudimentarios y sus habitantes casi no fueron tenidos en cuenta puesto que la mirada centrada en la "estancia" opacó cualquier interés sobre los labradores y pastores que habitaban en estos espacios. En contrapartida, el período posterior fue caracterizado como de despegue de la economía exportadora y desarrollo de las instituciones. Desde ese momento los poblados habrían cobrado nueva vida convirtiéndose en importantes núcleos de población incentivados por la llegada de la inmigración. Para desandar estos supuestos, estudiamos específicamente la historia del ejido de la Guardia de Luján (Mercedes) desde el momento en que se creó el fuerte hasta 1870. Cada uno de los capítulos se estructuró en torno a núcleos problemáticos generales que fueron abordados desde lo local: la propiedad, los labradores, el mercado de tierras, la estructura productiva y la construcción del estado. El estudio demuestra la imposibilidad de definir la estructura productiva de un partido completamente sin tener en cuenta a los ejidos puesto que se puede incurrir en generalizaciones erróneas. Además, el período abarcado y los temas seleccionados permitieron reconocer los cambios y continuidades que se produjeron en estos espacios durante la transición a la Argentina Moderna.

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Una cierta lectura de la posmodernidad ha diagnosticado (en realidad, ofertado) el final de la historia y, por consiguiente, el de la novela histórica, aunque algunos optamos por no enterrarla sino por renovarla. En el contexto de este debate vale la pena detenerse en el Laberinto mágico de Max Aub, magno mural de la guerra civil española, una de las últimas manifestaciones del modelo puro de episodio nacional, máximo legado de Galdós y Valle Inclán. A pesar de los elementos aparentemente heterogéneos que contiene, el gesto histórico e ideológico que traza Campo cerrado (escrita en 1939), la primera novela del Laberinto mágico, es el de la novela histórica moderna. En los Campos posteriores, la fórmula de la novela histórica aubiana alcanzará su sazón, siendo quizá Campo del moro (1963) el más brillante y equilibrado ejemplo de esta modalidad entre las de la serie. En ella, el sentido de la historia que se anunciaba en Campo del moro se disipa, víctima de la traición y asaltado por la locura que se desata en las calles de Madrid. Campo del moro puede considerarse novela histórica pura, ya que se cumplen en ella las condiciones de felicidad necesarias para que esta modalidad genérica se realice plenamente: historicidad de los acontecimientos; respeto al orden cronológico en que se suceden; ficcionalidad limitada por el referente histórico; iniciativa de lo histórico sobre lo ficcional y primacía de la lógica de lo público sobre la de lo privado; por último, narratibilidad de los acontecimientos que se manifiesta en la selección del golpe de estado de Casado y Besteiro y su potenciación como clave del relato histórico. Tres grandes temas se despliegan en la lógica argumental de la novela: la traición, la confusión del laberinto y la degradación de una causa heroica. En el discurso de Max Aub que alimenta la novela, la ficción, la verdad y la historia se entrelazan hasta formar el hilo de Ariadna en el Laberinto.

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En la siguiente investigación analizamos uno de los aspectos menos conocidos de la historia rural bonaerense: los ejidos de los pueblos de campaña. Estos espacios se conformaron a medida que la colonización avanzaba, primero de manera espontánea y luego por iniciativa estatal, con el objetivo de asentar a los pobladores alrededor de los centros poblados y fomentar el cultivo. Así, a diferencia de otros espacios de colonización española, los ejidos constituyeron las áreas donde se establecieron los solares, las quintas y las chacras. La historiografía tradicional reparó muy poco en ellos y cuando lo hizo, fue desde una óptica que contraponía la primera parte del siglo XIX con la expansión posterior a Pavón. Dentro de esta lógica, los pueblos rurales fueron descriptos como espacios rudimentarios y sus habitantes casi no fueron tenidos en cuenta puesto que la mirada centrada en la "estancia" opacó cualquier interés sobre los labradores y pastores que habitaban en estos espacios. En contrapartida, el período posterior fue caracterizado como de despegue de la economía exportadora y desarrollo de las instituciones. Desde ese momento los poblados habrían cobrado nueva vida convirtiéndose en importantes núcleos de población incentivados por la llegada de la inmigración. Para desandar estos supuestos, estudiamos específicamente la historia del ejido de la Guardia de Luján (Mercedes) desde el momento en que se creó el fuerte hasta 1870. Cada uno de los capítulos se estructuró en torno a núcleos problemáticos generales que fueron abordados desde lo local: la propiedad, los labradores, el mercado de tierras, la estructura productiva y la construcción del estado. El estudio demuestra la imposibilidad de definir la estructura productiva de un partido completamente sin tener en cuenta a los ejidos puesto que se puede incurrir en generalizaciones erróneas. Además, el período abarcado y los temas seleccionados permitieron reconocer los cambios y continuidades que se produjeron en estos espacios durante la transición a la Argentina Moderna.

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Una cierta lectura de la posmodernidad ha diagnosticado (en realidad, ofertado) el final de la historia y, por consiguiente, el de la novela histórica, aunque algunos optamos por no enterrarla sino por renovarla. En el contexto de este debate vale la pena detenerse en el Laberinto mágico de Max Aub, magno mural de la guerra civil española, una de las últimas manifestaciones del modelo puro de episodio nacional, máximo legado de Galdós y Valle Inclán. A pesar de los elementos aparentemente heterogéneos que contiene, el gesto histórico e ideológico que traza Campo cerrado (escrita en 1939), la primera novela del Laberinto mágico, es el de la novela histórica moderna. En los Campos posteriores, la fórmula de la novela histórica aubiana alcanzará su sazón, siendo quizá Campo del moro (1963) el más brillante y equilibrado ejemplo de esta modalidad entre las de la serie. En ella, el sentido de la historia que se anunciaba en Campo del moro se disipa, víctima de la traición y asaltado por la locura que se desata en las calles de Madrid. Campo del moro puede considerarse novela histórica pura, ya que se cumplen en ella las condiciones de felicidad necesarias para que esta modalidad genérica se realice plenamente: historicidad de los acontecimientos; respeto al orden cronológico en que se suceden; ficcionalidad limitada por el referente histórico; iniciativa de lo histórico sobre lo ficcional y primacía de la lógica de lo público sobre la de lo privado; por último, narratibilidad de los acontecimientos que se manifiesta en la selección del golpe de estado de Casado y Besteiro y su potenciación como clave del relato histórico. Tres grandes temas se despliegan en la lógica argumental de la novela: la traición, la confusión del laberinto y la degradación de una causa heroica. En el discurso de Max Aub que alimenta la novela, la ficción, la verdad y la historia se entrelazan hasta formar el hilo de Ariadna en el Laberinto.

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