14 resultados para Gamuzzi, Joaquin

em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina


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La crítica especializada reconoce dos líneas dominantes en el campo intelectual argentino a partir de las producciones de las décadas del sesenta y sus prolongaciones en los setenta, aunque ambas se inscribirían en una genealogía que implica dos modos diferentes de leer la dicotomía arte/vida, una de las tensiones en las estéticas de las vanguardias históricas. Una de ellas, iniciada en los años cincuenta en torno de la famosa revista Poesía Buenos Aires, dirigida por Raúl Gustavo Aguirre, emerge como consecuencia, principalmente, del procesamiento de la vanguardia francesa [especialmente el surrealismo] y podría ser caracterizada como trascendentalismo poético [Calabrese: 2001 y 2002], un aspecto de la ideología del arte que, representado en plenitud por los poetas llamados "malditos", concibe a la poesía como un modo de vida y al poeta como vate, un ser singular, que se constituye en la poesía misma y que atisba un universo diferente al de la cotidianeidad. Mientras que la segunda de las líneas mencionadas, -surgida entre 1955, con "El solicitante descolocado" de Leónidas Lamborghini y prolongada hasta los '70- conocida como la de los "sesentistas", se instaura en polémica con la índole gratuita y estetizante del arte. Se trata de aproximar el texto a lo que se denominaba el contexto aludiendo a lo histórico-social; para ello se intenta crear un imaginario que establezca una continuidad entre la escritura y un determinado modo de ver el mundo; la literatura, inscripta así en el imperativo sartreano, debe identificarse con la praxis política y con los discursos sociales de procedencia referencial [Dalmaroni: 1993 y 1998]. Ingresan, así, elementos procedentes de la cultura popular [por ejemplo, el tango] y las jergas urbanas que construyen un simulacro de oralidad, como materiales a inscribir en la poesía, enfatizando su índole "antiliteraria": tales elementos, al desplazarse de su contexto de procedencia, generan un efecto de extrañamiento, apto para promover una estimulación de la conciencia crítica y develar los ideologemas vigentes. En este contexto, se trata de problematizar la generalización de esta periodización dicotómica, mediante el estudio de las obras de los tres poetas mencionados, instaladas en un espacio de cruce e hibridaciones entre estos mandatos y la vertiente experimental o más intelectual, por lo que no responderían a los rasgos dominantes que permitirían inscribirlos en uno u otro extremo del campo diseñado.

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La crítica especializada reconoce dos líneas dominantes en el campo intelectual argentino a partir de las producciones de las décadas del sesenta y sus prolongaciones en los setenta, aunque ambas se inscribirían en una genealogía que implica dos modos diferentes de leer la dicotomía arte/vida, una de las tensiones en las estéticas de las vanguardias históricas. Una de ellas, iniciada en los años cincuenta en torno de la famosa revista Poesía Buenos Aires, dirigida por Raúl Gustavo Aguirre, emerge como consecuencia, principalmente, del procesamiento de la vanguardia francesa [especialmente el surrealismo] y podría ser caracterizada como trascendentalismo poético [Calabrese: 2001 y 2002], un aspecto de la ideología del arte que, representado en plenitud por los poetas llamados "malditos", concibe a la poesía como un modo de vida y al poeta como vate, un ser singular, que se constituye en la poesía misma y que atisba un universo diferente al de la cotidianeidad. Mientras que la segunda de las líneas mencionadas, -surgida entre 1955, con "El solicitante descolocado" de Leónidas Lamborghini y prolongada hasta los '70- conocida como la de los "sesentistas", se instaura en polémica con la índole gratuita y estetizante del arte. Se trata de aproximar el texto a lo que se denominaba el contexto aludiendo a lo histórico-social; para ello se intenta crear un imaginario que establezca una continuidad entre la escritura y un determinado modo de ver el mundo; la literatura, inscripta así en el imperativo sartreano, debe identificarse con la praxis política y con los discursos sociales de procedencia referencial [Dalmaroni: 1993 y 1998]. Ingresan, así, elementos procedentes de la cultura popular [por ejemplo, el tango] y las jergas urbanas que construyen un simulacro de oralidad, como materiales a inscribir en la poesía, enfatizando su índole "antiliteraria": tales elementos, al desplazarse de su contexto de procedencia, generan un efecto de extrañamiento, apto para promover una estimulación de la conciencia crítica y develar los ideologemas vigentes. En este contexto, se trata de problematizar la generalización de esta periodización dicotómica, mediante el estudio de las obras de los tres poetas mencionados, instaladas en un espacio de cruce e hibridaciones entre estos mandatos y la vertiente experimental o más intelectual, por lo que no responderían a los rasgos dominantes que permitirían inscribirlos en uno u otro extremo del campo diseñado.

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La crítica especializada reconoce dos líneas dominantes en el campo intelectual argentino a partir de las producciones de las décadas del sesenta y sus prolongaciones en los setenta, aunque ambas se inscribirían en una genealogía que implica dos modos diferentes de leer la dicotomía arte/vida, una de las tensiones en las estéticas de las vanguardias históricas. Una de ellas, iniciada en los años cincuenta en torno de la famosa revista Poesía Buenos Aires, dirigida por Raúl Gustavo Aguirre, emerge como consecuencia, principalmente, del procesamiento de la vanguardia francesa [especialmente el surrealismo] y podría ser caracterizada como trascendentalismo poético [Calabrese: 2001 y 2002], un aspecto de la ideología del arte que, representado en plenitud por los poetas llamados "malditos", concibe a la poesía como un modo de vida y al poeta como vate, un ser singular, que se constituye en la poesía misma y que atisba un universo diferente al de la cotidianeidad. Mientras que la segunda de las líneas mencionadas, -surgida entre 1955, con "El solicitante descolocado" de Leónidas Lamborghini y prolongada hasta los '70- conocida como la de los "sesentistas", se instaura en polémica con la índole gratuita y estetizante del arte. Se trata de aproximar el texto a lo que se denominaba el contexto aludiendo a lo histórico-social; para ello se intenta crear un imaginario que establezca una continuidad entre la escritura y un determinado modo de ver el mundo; la literatura, inscripta así en el imperativo sartreano, debe identificarse con la praxis política y con los discursos sociales de procedencia referencial [Dalmaroni: 1993 y 1998]. Ingresan, así, elementos procedentes de la cultura popular [por ejemplo, el tango] y las jergas urbanas que construyen un simulacro de oralidad, como materiales a inscribir en la poesía, enfatizando su índole "antiliteraria": tales elementos, al desplazarse de su contexto de procedencia, generan un efecto de extrañamiento, apto para promover una estimulación de la conciencia crítica y develar los ideologemas vigentes. En este contexto, se trata de problematizar la generalización de esta periodización dicotómica, mediante el estudio de las obras de los tres poetas mencionados, instaladas en un espacio de cruce e hibridaciones entre estos mandatos y la vertiente experimental o más intelectual, por lo que no responderían a los rasgos dominantes que permitirían inscribirlos en uno u otro extremo del campo diseñado.

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La visión peyorativa sobre la agricultura española, principal fuente de empleo hasta 1950, ha sido una de las constantes en los análisis socioeconómicos hasta fines del siglo pasado. Se convirtió en uno de los tópicos que alimentaron la inferioridad hispánica, a lo que contribuyeron escritores como Joaquín Costa. La renovación de la historia agraria ha corregido la imagen de atraso social y económico por dos caminos: el mejor conocimiento de los procesos de innovación técnica y el de los límites ambientales y biológicos de la actividad agraria española. Esto último sirve para llamar la atención sobre los peligros del productivismo, que fue más fácil de consolidar después de que el franquismo destruyera y reorientara los sistemas de innovación al eliminar las posibilidades de la vía campesina que ofrecía la reforma agraria republicana

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