19 resultados para Cultura griega

em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina


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Desde el marco de los estudios de literatura comparada, las mujeres de la tragedia griega, Medea de la obra epónima de Eurípides y Dido, de la obra latina Eneida de Virgilio, sehomologan por la naturaleza del amor que experimentan, en su génesis como en su declinación que, como divina locura, las enceguece y las extralimita hasta erigirlas en mujeres transgresoras. La aporía en que las sume el abandono de los hombres, Jasón como Eneas, respectivamente, las adentra en el furor con consecuencias muy disímiles en uno y otro caso. Medea, maternal y filicida, no soporta el agravio y como vengativa Erinia, castigará a sus enemigos y en particular, al esposo en los hijos. Por el contrario, lejos de replicar al pérfido más allá del ???? dialéctico, Dido prefiere la inmolación, dejando librada la venganza al ámbito divino.

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Desde el marco de los estudios de literatura comparada, las mujeres de la tragedia griega, Medea de la obra epónima de Eurípides y Dido, de la obra latina Eneida de Virgilio, sehomologan por la naturaleza del amor que experimentan, en su génesis como en su declinación que, como divina locura, las enceguece y las extralimita hasta erigirlas en mujeres transgresoras. La aporía en que las sume el abandono de los hombres, Jasón como Eneas, respectivamente, las adentra en el furor con consecuencias muy disímiles en uno y otro caso. Medea, maternal y filicida, no soporta el agravio y como vengativa Erinia, castigará a sus enemigos y en particular, al esposo en los hijos. Por el contrario, lejos de replicar al pérfido más allá del ???? dialéctico, Dido prefiere la inmolación, dejando librada la venganza al ámbito divino.

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Desde el marco de los estudios de literatura comparada, las mujeres de la tragedia griega, Medea de la obra epónima de Eurípides y Dido, de la obra latina Eneida de Virgilio, sehomologan por la naturaleza del amor que experimentan, en su génesis como en su declinación que, como divina locura, las enceguece y las extralimita hasta erigirlas en mujeres transgresoras. La aporía en que las sume el abandono de los hombres, Jasón como Eneas, respectivamente, las adentra en el furor con consecuencias muy disímiles en uno y otro caso. Medea, maternal y filicida, no soporta el agravio y como vengativa Erinia, castigará a sus enemigos y en particular, al esposo en los hijos. Por el contrario, lejos de replicar al pérfido más allá del ???? dialéctico, Dido prefiere la inmolación, dejando librada la venganza al ámbito divino.

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En occidente, el verdadero elogio del trabajo comienza con Hesíodo en Los trabajos y los días. Han transcurrido al menos dos siglos y ya han quedado a un lado los temas clásicos de Homero. El culto del heroísmo, la nobleza del coraje, la gloria en la batalla, la honra de morir en el combate, todavía están vigentes, por supuesto; pero la joven cultura griega ya se ha abierto camino, ha definido algunas de sus fronteras y ahora, Grecia exige de sus habitantes una vida de trabajo. El poema didáctico y campesino de Hesíodo viene a decir, después de Homero, que no sólo de heroísmo vive el hombre o, lo que es aún mejor, que elheroísmo no se encuentra únicamente en los ruidosos combates de los caballeros nobles frente a Troya. También es heroica la lucha tenaz y silenciosa de los trabajadores con la dura tierra. En este sentido, sitúa en lo más alto la estimación del trabajo. Se trata de la areté del trabajador y, su contraparte, la condena de la pereza: Por otra parte, la Odisea de Homero es una hermosa metáfora del retorno de la conciencia occidental sobre sí misma. Las aventuras de Odiseo son, en este sentido, las peligrosas tentaciones que pueden desviar al sujeto de su lógica. Y, como los héroes de todas las novelas que le siguieron, Odiseo se abandona una y otra vez a las aventuras; se deja llevar, se zambulle, se pierde en ellas para reencontrarse. Si se trata de las toxicomanías, la aventura que nos interesa es una de las primeras de la Odisea, el encuentro del héroe con los lotófagos, los comedores de la flor de loto. Aquellos que prueban ese 'florido manjar' están perdidos. Para Hegel, son los animales quienes están fijados a una repetición sin cambio. Puesto que no pueden hacer otra cosa con el objeto que consumirlo directamente, están condenados a lo mismo. La sabiduría humana, en cambio, se encuentra en rechazar la inmediatez; esto es lo que lo hace hombre: el hecho de poder inhibir ese movimiento, poder rechazar el consumo directo del objeto y hacerlo entrar en la dialéctica del intercambio. A diferencia de la joven cultura griega, nuestra época de vieja cultura frita se inclina, cada vez más, por el consumo y, cada vez menos, por la ciudadanía. Cada vez más consumidores y menos ciudadanos, que son tiempos oscuros los nuestros y la felicidad se encuentra en una lata de gaseosa y no en el ágora discutiendo una política pública y mucho menos laborando la tierra. Hoy, más que antes, la cultura exige de nosotros el consumo, y su atontamiento, que hay que comprar un nuevo tacho de basura aunque el viejo tacho, todavía funcione! Es por eso que las toxicomanías se ofrecen como el símbolo privilegiado de nuestra época. En ellas, se lleva hasta las últimas consecuencias un rasgo común de nuestro siglo: el consumo. El toxicómano, desde este punto de vista, es un verdadero fundamentalista del mercado: se ha tomado muy en serio el slogan de que la felicidad se encuentra en los objetos que podemos incorporar. Sean lavarropas automáticos, detergentes biodegradables, pieles de zorros, cocaína o diacepam, solo se trata de ampliar el número de consumidores. Más allá del trabajo, cada vez más alienado de nuestra globalización, pero también más allá de la pereza del consumo directo y tosco de los objetos que la cultura de hoy nos propone, la obra freudiana pareciera disponer de ciertas claves para pensar la felicidad

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Esta tesis utiliza la noción de astucia, cuyas raíces se remontan a la antigua cultura griega, como clave de lectura para abordar las dimensiones involucradas en la problemática del conocimiento en los trabajos de Foucault. En tanto forma de inteligencia práctica que sirve para imponerse frente a realidades donde prima la ambigüedad y el devenir, la astucia resulta una noción adecuada para analizar una perspectiva que toma el conocimiento como un producto histórico cambiante en sus formas y destinado a intervenir en la historia misma. En este marco, la problemática del conocimiento es considerada desde los más tempranos textos del francés para señalar la constancia de dos rasgos que le son esenciales: la invención y la utilidad. La invención como elemento inherente al conocimiento se considera en las dos primeras partes siguiendo su desarrollo cronológico. En primer lugar, a partir de los trabajos de los años cincuenta, en relación con un análisis que sitúa al conocimiento en un ámbito deudor de la imaginación. La dimensión onírica, en tanto forma de la actividad imaginativa que no es gobernada por la conciencia, aparece entonces como fundamento posible para todo conocimiento, incluso empírico y experimental. En segundo lugar, a partir de los trabajos de la década siguiente, la invención se presenta a través de la reformulación teórica del problema del esquematismo, a partir del estudio del lenguaje en la literatura, como el problema del vínculo, fundamental para el conocimiento, entre lo visible y lo decible. La noción de ficción sirve entonces para desplegar los elementos sobre los que el conocimiento podrá apoyarse. El mismo recorrido se ofrece en torno a la utilidad. A partir de los primeros textos se subraya el lugar esencial que Foucault adjudica a la intervención sobre la realidad por parte del conocimiento. Comienza así a esbozarse una concepción de la verdad que no busca tanto representar o reflejar lo real sino más bien transformarlo. El carácter utilitario del conocimiento se desarrolla en la segunda parte a partir del trabajo del francés sobre la Antropología desde el punto de vista pragmático de Kant y encuentra, en la tercera parte de la tesis, un apoyo en la concepción griega arcaica de la verdad. La verdad que surge del conocimiento aparece entonces como una modalidad de esta forma arcaica y radical cuya especificidad consiste en ser un instrumento de intervención y realización efectiva. Finalmente, la última parte de la tesis pone de manifiesto la dimensión política implicada por la forma de verdad que aparece con el conocimiento. En primer lugar, a partir de las transformaciones histórico-institucionales en las que el conocimiento encontró un terreno fértil. En segundo lugar, gracias al establecimiento de un espacio que permite "estar en lo verdadero" a partir de la condición teórica del sentido establecida por Aristóteles. La temática de la astucia se presenta aquí como reformulación de la temática de la astucia de la razón hegeliana y la verdad aparece entonces como una forma de sujeción que opera a través de la exclusión de una alteridad que le es esencial, y que constituye un instrumento exclusivo de funciones sociales específicas.

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El objetivo de este trabajo es investigar la historia de la monstruosidad femenina en la literatura griega antigua para recuperar algunas estructuras arquetípicas de pensamiento que se ocupan de la antigua y moderna conciencia colectiva sobre el problema del mal, su naturaleza, sus razones y también su falta de razones. De este modo yo repasé las "vidas paralelas" de tres famosas mujeres fatales de la mitología clásica que, colocadas en puntos decisivos de árboles genealógicos horribles llenas de 'maldiciones genéticas', son capaces de formar un tríptico bien definido de "medallones" enmarcados por un fil rouge de la monstruosidad ininterrumpida. Paradigmático de la dialéctica ambigua entre hombre-mujer, bien-mal, víctima-verdugo, normalidad-desviación, y de las dinámicas incontrolables entre los crímenes y los castigos, miedos ancestrales y deseo de descubrimiento, demonios buenos y malos, los mitos de Lamia, Circe y Empusa destacan la atracción irracional que, en la cultura griega antigua, tan racionalista, las personificaciones femeninas del mal son imaginadas moviéndose, con el fin de influir en la conducta humana en las principales etapas de la vida

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Esta tesis utiliza la noción de astucia, cuyas raíces se remontan a la antigua cultura griega, como clave de lectura para abordar las dimensiones involucradas en la problemática del conocimiento en los trabajos de Foucault. En tanto forma de inteligencia práctica que sirve para imponerse frente a realidades donde prima la ambigüedad y el devenir, la astucia resulta una noción adecuada para analizar una perspectiva que toma el conocimiento como un producto histórico cambiante en sus formas y destinado a intervenir en la historia misma. En este marco, la problemática del conocimiento es considerada desde los más tempranos textos del francés para señalar la constancia de dos rasgos que le son esenciales: la invención y la utilidad. La invención como elemento inherente al conocimiento se considera en las dos primeras partes siguiendo su desarrollo cronológico. En primer lugar, a partir de los trabajos de los años cincuenta, en relación con un análisis que sitúa al conocimiento en un ámbito deudor de la imaginación. La dimensión onírica, en tanto forma de la actividad imaginativa que no es gobernada por la conciencia, aparece entonces como fundamento posible para todo conocimiento, incluso empírico y experimental. En segundo lugar, a partir de los trabajos de la década siguiente, la invención se presenta a través de la reformulación teórica del problema del esquematismo, a partir del estudio del lenguaje en la literatura, como el problema del vínculo, fundamental para el conocimiento, entre lo visible y lo decible. La noción de ficción sirve entonces para desplegar los elementos sobre los que el conocimiento podrá apoyarse. El mismo recorrido se ofrece en torno a la utilidad. A partir de los primeros textos se subraya el lugar esencial que Foucault adjudica a la intervención sobre la realidad por parte del conocimiento. Comienza así a esbozarse una concepción de la verdad que no busca tanto representar o reflejar lo real sino más bien transformarlo. El carácter utilitario del conocimiento se desarrolla en la segunda parte a partir del trabajo del francés sobre la Antropología desde el punto de vista pragmático de Kant y encuentra, en la tercera parte de la tesis, un apoyo en la concepción griega arcaica de la verdad. La verdad que surge del conocimiento aparece entonces como una modalidad de esta forma arcaica y radical cuya especificidad consiste en ser un instrumento de intervención y realización efectiva. Finalmente, la última parte de la tesis pone de manifiesto la dimensión política implicada por la forma de verdad que aparece con el conocimiento. En primer lugar, a partir de las transformaciones histórico-institucionales en las que el conocimiento encontró un terreno fértil. En segundo lugar, gracias al establecimiento de un espacio que permite "estar en lo verdadero" a partir de la condición teórica del sentido establecida por Aristóteles. La temática de la astucia se presenta aquí como reformulación de la temática de la astucia de la razón hegeliana y la verdad aparece entonces como una forma de sujeción que opera a través de la exclusión de una alteridad que le es esencial, y que constituye un instrumento exclusivo de funciones sociales específicas.

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El objetivo de este trabajo es investigar la historia de la monstruosidad femenina en la literatura griega antigua para recuperar algunas estructuras arquetípicas de pensamiento que se ocupan de la antigua y moderna conciencia colectiva sobre el problema del mal, su naturaleza, sus razones y también su falta de razones. De este modo yo repasé las "vidas paralelas" de tres famosas mujeres fatales de la mitología clásica que, colocadas en puntos decisivos de árboles genealógicos horribles llenas de 'maldiciones genéticas', son capaces de formar un tríptico bien definido de "medallones" enmarcados por un fil rouge de la monstruosidad ininterrumpida. Paradigmático de la dialéctica ambigua entre hombre-mujer, bien-mal, víctima-verdugo, normalidad-desviación, y de las dinámicas incontrolables entre los crímenes y los castigos, miedos ancestrales y deseo de descubrimiento, demonios buenos y malos, los mitos de Lamia, Circe y Empusa destacan la atracción irracional que, en la cultura griega antigua, tan racionalista, las personificaciones femeninas del mal son imaginadas moviéndose, con el fin de influir en la conducta humana en las principales etapas de la vida

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En occidente, el verdadero elogio del trabajo comienza con Hesíodo en Los trabajos y los días. Han transcurrido al menos dos siglos y ya han quedado a un lado los temas clásicos de Homero. El culto del heroísmo, la nobleza del coraje, la gloria en la batalla, la honra de morir en el combate, todavía están vigentes, por supuesto; pero la joven cultura griega ya se ha abierto camino, ha definido algunas de sus fronteras y ahora, Grecia exige de sus habitantes una vida de trabajo. El poema didáctico y campesino de Hesíodo viene a decir, después de Homero, que no sólo de heroísmo vive el hombre o, lo que es aún mejor, que elheroísmo no se encuentra únicamente en los ruidosos combates de los caballeros nobles frente a Troya. También es heroica la lucha tenaz y silenciosa de los trabajadores con la dura tierra. En este sentido, sitúa en lo más alto la estimación del trabajo. Se trata de la areté del trabajador y, su contraparte, la condena de la pereza: Por otra parte, la Odisea de Homero es una hermosa metáfora del retorno de la conciencia occidental sobre sí misma. Las aventuras de Odiseo son, en este sentido, las peligrosas tentaciones que pueden desviar al sujeto de su lógica. Y, como los héroes de todas las novelas que le siguieron, Odiseo se abandona una y otra vez a las aventuras; se deja llevar, se zambulle, se pierde en ellas para reencontrarse. Si se trata de las toxicomanías, la aventura que nos interesa es una de las primeras de la Odisea, el encuentro del héroe con los lotófagos, los comedores de la flor de loto. Aquellos que prueban ese 'florido manjar' están perdidos. Para Hegel, son los animales quienes están fijados a una repetición sin cambio. Puesto que no pueden hacer otra cosa con el objeto que consumirlo directamente, están condenados a lo mismo. La sabiduría humana, en cambio, se encuentra en rechazar la inmediatez; esto es lo que lo hace hombre: el hecho de poder inhibir ese movimiento, poder rechazar el consumo directo del objeto y hacerlo entrar en la dialéctica del intercambio. A diferencia de la joven cultura griega, nuestra época de vieja cultura frita se inclina, cada vez más, por el consumo y, cada vez menos, por la ciudadanía. Cada vez más consumidores y menos ciudadanos, que son tiempos oscuros los nuestros y la felicidad se encuentra en una lata de gaseosa y no en el ágora discutiendo una política pública y mucho menos laborando la tierra. Hoy, más que antes, la cultura exige de nosotros el consumo, y su atontamiento, que hay que comprar un nuevo tacho de basura aunque el viejo tacho, todavía funcione! Es por eso que las toxicomanías se ofrecen como el símbolo privilegiado de nuestra época. En ellas, se lleva hasta las últimas consecuencias un rasgo común de nuestro siglo: el consumo. El toxicómano, desde este punto de vista, es un verdadero fundamentalista del mercado: se ha tomado muy en serio el slogan de que la felicidad se encuentra en los objetos que podemos incorporar. Sean lavarropas automáticos, detergentes biodegradables, pieles de zorros, cocaína o diacepam, solo se trata de ampliar el número de consumidores. Más allá del trabajo, cada vez más alienado de nuestra globalización, pero también más allá de la pereza del consumo directo y tosco de los objetos que la cultura de hoy nos propone, la obra freudiana pareciera disponer de ciertas claves para pensar la felicidad

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En occidente, el verdadero elogio del trabajo comienza con Hesíodo en Los trabajos y los días. Han transcurrido al menos dos siglos y ya han quedado a un lado los temas clásicos de Homero. El culto del heroísmo, la nobleza del coraje, la gloria en la batalla, la honra de morir en el combate, todavía están vigentes, por supuesto; pero la joven cultura griega ya se ha abierto camino, ha definido algunas de sus fronteras y ahora, Grecia exige de sus habitantes una vida de trabajo. El poema didáctico y campesino de Hesíodo viene a decir, después de Homero, que no sólo de heroísmo vive el hombre o, lo que es aún mejor, que elheroísmo no se encuentra únicamente en los ruidosos combates de los caballeros nobles frente a Troya. También es heroica la lucha tenaz y silenciosa de los trabajadores con la dura tierra. En este sentido, sitúa en lo más alto la estimación del trabajo. Se trata de la areté del trabajador y, su contraparte, la condena de la pereza: Por otra parte, la Odisea de Homero es una hermosa metáfora del retorno de la conciencia occidental sobre sí misma. Las aventuras de Odiseo son, en este sentido, las peligrosas tentaciones que pueden desviar al sujeto de su lógica. Y, como los héroes de todas las novelas que le siguieron, Odiseo se abandona una y otra vez a las aventuras; se deja llevar, se zambulle, se pierde en ellas para reencontrarse. Si se trata de las toxicomanías, la aventura que nos interesa es una de las primeras de la Odisea, el encuentro del héroe con los lotófagos, los comedores de la flor de loto. Aquellos que prueban ese 'florido manjar' están perdidos. Para Hegel, son los animales quienes están fijados a una repetición sin cambio. Puesto que no pueden hacer otra cosa con el objeto que consumirlo directamente, están condenados a lo mismo. La sabiduría humana, en cambio, se encuentra en rechazar la inmediatez; esto es lo que lo hace hombre: el hecho de poder inhibir ese movimiento, poder rechazar el consumo directo del objeto y hacerlo entrar en la dialéctica del intercambio. A diferencia de la joven cultura griega, nuestra época de vieja cultura frita se inclina, cada vez más, por el consumo y, cada vez menos, por la ciudadanía. Cada vez más consumidores y menos ciudadanos, que son tiempos oscuros los nuestros y la felicidad se encuentra en una lata de gaseosa y no en el ágora discutiendo una política pública y mucho menos laborando la tierra. Hoy, más que antes, la cultura exige de nosotros el consumo, y su atontamiento, que hay que comprar un nuevo tacho de basura aunque el viejo tacho, todavía funcione! Es por eso que las toxicomanías se ofrecen como el símbolo privilegiado de nuestra época. En ellas, se lleva hasta las últimas consecuencias un rasgo común de nuestro siglo: el consumo. El toxicómano, desde este punto de vista, es un verdadero fundamentalista del mercado: se ha tomado muy en serio el slogan de que la felicidad se encuentra en los objetos que podemos incorporar. Sean lavarropas automáticos, detergentes biodegradables, pieles de zorros, cocaína o diacepam, solo se trata de ampliar el número de consumidores. Más allá del trabajo, cada vez más alienado de nuestra globalización, pero también más allá de la pereza del consumo directo y tosco de los objetos que la cultura de hoy nos propone, la obra freudiana pareciera disponer de ciertas claves para pensar la felicidad