9 resultados para Cristianización

em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina


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Este trabajo analiza el relato "Pequeño Pie de Piedra. Una vida imaginaria de Ceferino Namuncurá en treinta y ocho testimonios" de Leopoldo Brizuela (2002) y su cuestionamiento de los abusos de la memoria en el relato de la Nación a partir de los intertextos que funcionan como motor de la escritura. Según nuestra lectura, y desde la perspectiva del proceso de secularización que hace eclosión a fines del XIX cediendo los márgenes de la "barbarie" a una cristianización que se revela en definitiva utilitaria a los fines del Estado, la polémica figura de Ceferino le permite a Brizuela indagar en los silencios de la historia nacional y cuestionar el poder de la letra que nombra santos y salvajes, beatos y locos. La "vida imaginaria" del indio se acerca así, menos a la historia verídica de Ceferino Namuncurá, que a las lagunas de la historiografía liberal, problematizando la conversión de salvaje en santo y explorando la distancia establecida entre los relatos bio(hagio)gráficos sobre Ceferino y su experiencia como mapuche en la Patagonia de fines del XIX. El texto de Brizuela, propuesto como ficción, coloca al imaginario popular como vía de superación del discurso racionalizador de la historiografía, y recurre a una prosa poética que, evocando lo mítico y lo arcaico, da espesor a una lengua narrativa cuyo sentido más político puede atribuirse a su trabajo con la "imaginación material" (Bachelard). Los treinta y ocho testimonios funcionan, así, como ejercicios de la imaginación sobre el pasado en torno de una materia privilegiada por la narración: el agua

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La carta que presentamos traducida al español fue escrita en el año 1008 por el obispo misionero Bruno de Querfurt. El destinatario era el rey sajón Enrique II (1002-1024), emperador desde el año 1014. El contexto de la epístola está marcado por los vínculos cambiantes entre diversos actores políticos. La dinastía polaca piasta había cooperado con el Imperio desde mediados del siglo x. Por otra parte, los liutizos, una confederación de pueblos eslavos paganos, se habían levantado contra las estructuras eclesiásticas e imperiales en la región del Elba en 983, en el marco de un floreciente paganismo. Sin embargo, al iniciarse el nuevo milenio, el piasta Boleslao el Bravo se había convertido en una amenaza más atemorizadora para el Imperio, debido particularmente a la expansión territorial que encabezaba. Así, el rey Enrique II pactó en el año 1003 en Quedlinburg con los liutizos frente al piasta: se sellaba una alianza entre un rey cristiano y una confederación pagana para hacer frente a otro gobernante cristiano. Bruno de Querfurt, que había dedicado su vida a la misión y recibía apoyo de Boleslao, escribió esta misiva, con el objeto de señalar las contradicciones de la alianza citada arriba

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Las Sibilas de San Telmo son doce telas ubicadas en la sacristía de la Iglesia de San Telmo (Buenos Aires, Argentina) que representan a las sibilas Cumea, Helespóntica, Líbica, Cumana, Pérsica, Tiburtina, Frigia, Délfica, Rodia, Eritrea, Sambetea y Samia. Son telas anónimas del siglo XVIII, cuyo origen es desconocido y discutido: pueden ser españolas o cuzqueñas. Cada cuadro consta de tres partes: 1. la imagen de la sibila de frente ricamente vestida; 2. un medallón o tondo, ornado de flores con una escena de la vida de Cristo; 3. en la parte inferior una guarda con el texto bíblico y profético correspondiente al medallón redactado en español. El objetivo de esta comunicación es: a) ubicar esta serie en la tradición sibilina, que en las Divinae Institutiones de Lactancio cristianiza el canon varroniano del siglo I a.C., añadiendo en el s. XVI dos sibilas a las diez de Varrón para emparejar con los doce profetas del Antiguo Testamento; b) establecer los modelos literarios y pictóricos (grabados, tapices o series pictóricas) que pueden haber inspirado la realización de estas telas y su tratamiento en las series sibilinas de México, Bolivia, Brasil y Argentina

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La carta que presentamos traducida al español fue escrita en el año 1008 por el obispo misionero Bruno de Querfurt. El destinatario era el rey sajón Enrique II (1002-1024), emperador desde el año 1014. El contexto de la epístola está marcado por los vínculos cambiantes entre diversos actores políticos. La dinastía polaca piasta había cooperado con el Imperio desde mediados del siglo x. Por otra parte, los liutizos, una confederación de pueblos eslavos paganos, se habían levantado contra las estructuras eclesiásticas e imperiales en la región del Elba en 983, en el marco de un floreciente paganismo. Sin embargo, al iniciarse el nuevo milenio, el piasta Boleslao el Bravo se había convertido en una amenaza más atemorizadora para el Imperio, debido particularmente a la expansión territorial que encabezaba. Así, el rey Enrique II pactó en el año 1003 en Quedlinburg con los liutizos frente al piasta: se sellaba una alianza entre un rey cristiano y una confederación pagana para hacer frente a otro gobernante cristiano. Bruno de Querfurt, que había dedicado su vida a la misión y recibía apoyo de Boleslao, escribió esta misiva, con el objeto de señalar las contradicciones de la alianza citada arriba

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Las Sibilas de San Telmo son doce telas ubicadas en la sacristía de la Iglesia de San Telmo (Buenos Aires, Argentina) que representan a las sibilas Cumea, Helespóntica, Líbica, Cumana, Pérsica, Tiburtina, Frigia, Délfica, Rodia, Eritrea, Sambetea y Samia. Son telas anónimas del siglo XVIII, cuyo origen es desconocido y discutido: pueden ser españolas o cuzqueñas. Cada cuadro consta de tres partes: 1. la imagen de la sibila de frente ricamente vestida; 2. un medallón o tondo, ornado de flores con una escena de la vida de Cristo; 3. en la parte inferior una guarda con el texto bíblico y profético correspondiente al medallón redactado en español. El objetivo de esta comunicación es: a) ubicar esta serie en la tradición sibilina, que en las Divinae Institutiones de Lactancio cristianiza el canon varroniano del siglo I a.C., añadiendo en el s. XVI dos sibilas a las diez de Varrón para emparejar con los doce profetas del Antiguo Testamento; b) establecer los modelos literarios y pictóricos (grabados, tapices o series pictóricas) que pueden haber inspirado la realización de estas telas y su tratamiento en las series sibilinas de México, Bolivia, Brasil y Argentina

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