6 resultados para Cartel
em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina
Resumo:
Lo que aquí se propone el autor será un armado, un recorrido, una puesta en relación del marco teórico del Dispositivo del Pase, con lo que le debemos a la experiencia psicoanalítica y el material testimonial de Pasadores, nominados con el título de Analistas de Escuela y Carteles, con el objetivo de establecer una correlación posible entre este dispositivo y el proceso analítico, destacando en ese cruce la importancia de la voz como objeto a. En el Dispositivo del Pase se trataría de cernir un saber correlativo a un cambio de posición del candidato en relación al saber, cierta certeza del encuentro con ese saber, junto a la caída del sujeto supuesto alsaber, lo que determina el ingreso a la operación del Pase. Por otra parte, el Pasador, encarna cierta nesciencia, cierta ignorancia, desde el mismo momento que desconoce su designación. Para cumplir esta función, la relativa inocencia permite asegurar la transmisión del testimonio. El Pasador es así ciegamente fiel a lo que informa y al mismo tiempo puede ser la placa sensible portadora de la huella del encuentro con un sujeto para quien el saber no es ya lo mismo. Ahora bien, ¿de que se sostiene el pasador en esa experiencia? De una posición de destitución subjetiva a la vez que se presta a 'encarnar', a dar voz (una vía) cierto trayecto pulsional, preservándose de los efectos excesivos de goce que ello podría inducir. Lacan en la primera versión de la Proposición (1967) sitúa al Pasador, en el lugar de la pulsión. El Pasador se presta en efecto a ese trayecto de la pulsión invocante: oír (su pasividad), ser oído (sus preguntas activas alpasante) y hacerse oír (por el Cartel). Según consta en aquellos materiales hay 'algo que pasa' en el momento del Dispositivo del Pase, 'algo' que se transmite desde el pasante al pasador, y que es verificado en algunos casos por los Carteles, con el consiguiente nombramiento. Partiendo ahora de lo que se le debe al psicoanálisis, en el trabajo analítico, no es otra cosa que la pulsión la que contesta por el sujeto del significante, cuando se le pide al analizante que hable. Así descifrar la metonimia pulsional en la palabra del analizante orienta nuestra interpretación hacia el goce buscado, o al conseguido que no es lo mismo. Si entonces el ser habla con su cuerpo y lo que responde por el sujeto del significante es la pulsión, rodeada, alcanzada, y descifrada a través de su dimensión metonímica en la palabra, el autor se pregunta sobre las vicisitudes de la pulsión al 'pasar el Pase', Pasadores y Cartel mediante. Dada la importancia localizada en aquello que 'contesta' o 'responde' por el ser, y/o por el sujeto del significante, se podría formular la articulación de homologar este proceso a esta otra práctica de lengua, que es el dispositivo del Pase, en cuanto que es guiado por la voz, único medio y único lazo entre los participantes. La voz por un lado y la función del pasador por otro 'encarnan', son una 'huella' o 'dan vida' a un cierto trayecto libidinal. Sería entonces, la voz, pero en su dimensión de voz como objeto a, lo que intervendría, en el paralelo aquí establecido entre el dispositivo del Pase como prácticas de lenguas y práctica de análisis
Resumo:
Lo que aquí se propone el autor será un armado, un recorrido, una puesta en relación del marco teórico del Dispositivo del Pase, con lo que le debemos a la experiencia psicoanalítica y el material testimonial de Pasadores, nominados con el título de Analistas de Escuela y Carteles, con el objetivo de establecer una correlación posible entre este dispositivo y el proceso analítico, destacando en ese cruce la importancia de la voz como objeto a. En el Dispositivo del Pase se trataría de cernir un saber correlativo a un cambio de posición del candidato en relación al saber, cierta certeza del encuentro con ese saber, junto a la caída del sujeto supuesto alsaber, lo que determina el ingreso a la operación del Pase. Por otra parte, el Pasador, encarna cierta nesciencia, cierta ignorancia, desde el mismo momento que desconoce su designación. Para cumplir esta función, la relativa inocencia permite asegurar la transmisión del testimonio. El Pasador es así ciegamente fiel a lo que informa y al mismo tiempo puede ser la placa sensible portadora de la huella del encuentro con un sujeto para quien el saber no es ya lo mismo. Ahora bien, ¿de que se sostiene el pasador en esa experiencia? De una posición de destitución subjetiva a la vez que se presta a 'encarnar', a dar voz (una vía) cierto trayecto pulsional, preservándose de los efectos excesivos de goce que ello podría inducir. Lacan en la primera versión de la Proposición (1967) sitúa al Pasador, en el lugar de la pulsión. El Pasador se presta en efecto a ese trayecto de la pulsión invocante: oír (su pasividad), ser oído (sus preguntas activas alpasante) y hacerse oír (por el Cartel). Según consta en aquellos materiales hay 'algo que pasa' en el momento del Dispositivo del Pase, 'algo' que se transmite desde el pasante al pasador, y que es verificado en algunos casos por los Carteles, con el consiguiente nombramiento. Partiendo ahora de lo que se le debe al psicoanálisis, en el trabajo analítico, no es otra cosa que la pulsión la que contesta por el sujeto del significante, cuando se le pide al analizante que hable. Así descifrar la metonimia pulsional en la palabra del analizante orienta nuestra interpretación hacia el goce buscado, o al conseguido que no es lo mismo. Si entonces el ser habla con su cuerpo y lo que responde por el sujeto del significante es la pulsión, rodeada, alcanzada, y descifrada a través de su dimensión metonímica en la palabra, el autor se pregunta sobre las vicisitudes de la pulsión al 'pasar el Pase', Pasadores y Cartel mediante. Dada la importancia localizada en aquello que 'contesta' o 'responde' por el ser, y/o por el sujeto del significante, se podría formular la articulación de homologar este proceso a esta otra práctica de lengua, que es el dispositivo del Pase, en cuanto que es guiado por la voz, único medio y único lazo entre los participantes. La voz por un lado y la función del pasador por otro 'encarnan', son una 'huella' o 'dan vida' a un cierto trayecto libidinal. Sería entonces, la voz, pero en su dimensión de voz como objeto a, lo que intervendría, en el paralelo aquí establecido entre el dispositivo del Pase como prácticas de lenguas y práctica de análisis
Resumo:
Lo que aquí se propone el autor será un armado, un recorrido, una puesta en relación del marco teórico del Dispositivo del Pase, con lo que le debemos a la experiencia psicoanalítica y el material testimonial de Pasadores, nominados con el título de Analistas de Escuela y Carteles, con el objetivo de establecer una correlación posible entre este dispositivo y el proceso analítico, destacando en ese cruce la importancia de la voz como objeto a. En el Dispositivo del Pase se trataría de cernir un saber correlativo a un cambio de posición del candidato en relación al saber, cierta certeza del encuentro con ese saber, junto a la caída del sujeto supuesto alsaber, lo que determina el ingreso a la operación del Pase. Por otra parte, el Pasador, encarna cierta nesciencia, cierta ignorancia, desde el mismo momento que desconoce su designación. Para cumplir esta función, la relativa inocencia permite asegurar la transmisión del testimonio. El Pasador es así ciegamente fiel a lo que informa y al mismo tiempo puede ser la placa sensible portadora de la huella del encuentro con un sujeto para quien el saber no es ya lo mismo. Ahora bien, ¿de que se sostiene el pasador en esa experiencia? De una posición de destitución subjetiva a la vez que se presta a 'encarnar', a dar voz (una vía) cierto trayecto pulsional, preservándose de los efectos excesivos de goce que ello podría inducir. Lacan en la primera versión de la Proposición (1967) sitúa al Pasador, en el lugar de la pulsión. El Pasador se presta en efecto a ese trayecto de la pulsión invocante: oír (su pasividad), ser oído (sus preguntas activas alpasante) y hacerse oír (por el Cartel). Según consta en aquellos materiales hay 'algo que pasa' en el momento del Dispositivo del Pase, 'algo' que se transmite desde el pasante al pasador, y que es verificado en algunos casos por los Carteles, con el consiguiente nombramiento. Partiendo ahora de lo que se le debe al psicoanálisis, en el trabajo analítico, no es otra cosa que la pulsión la que contesta por el sujeto del significante, cuando se le pide al analizante que hable. Así descifrar la metonimia pulsional en la palabra del analizante orienta nuestra interpretación hacia el goce buscado, o al conseguido que no es lo mismo. Si entonces el ser habla con su cuerpo y lo que responde por el sujeto del significante es la pulsión, rodeada, alcanzada, y descifrada a través de su dimensión metonímica en la palabra, el autor se pregunta sobre las vicisitudes de la pulsión al 'pasar el Pase', Pasadores y Cartel mediante. Dada la importancia localizada en aquello que 'contesta' o 'responde' por el ser, y/o por el sujeto del significante, se podría formular la articulación de homologar este proceso a esta otra práctica de lengua, que es el dispositivo del Pase, en cuanto que es guiado por la voz, único medio y único lazo entre los participantes. La voz por un lado y la función del pasador por otro 'encarnan', son una 'huella' o 'dan vida' a un cierto trayecto libidinal. Sería entonces, la voz, pero en su dimensión de voz como objeto a, lo que intervendría, en el paralelo aquí establecido entre el dispositivo del Pase como prácticas de lenguas y práctica de análisis
Resumo:
La tesis reconstruye la trayectoria político organizacional de la Concentración Nacional Universitaria desde sus orígenes hasta su reconfiguración hacia mediados de la década de 1970. La CNU fue el resultado de una amalgama singular de ideas, experiencias, prácticas y actores que, a contramano de su corta existencia, atraviesa un largo período del siglo XX argentino. Carlos Disandro fue el vehículo que posibilitó la circulación de las ideas forjadas en el seno del nacionalcatolicismo cordobés de los años '30 en otras latitudes. Su itinerario personal, intelectual y político entre Córdoba y La Plata permite visualizar el impacto de este conjunto de ideas en la dinámica del nacionalismo platense. Hacia finales de los años '50, ese conjunto de ideas del nacionalcatolicismo primario se complejizó notoriamente. Fue en La Plata donde Disandro terminó por conformar su propio "collage ideológico", sumando al pensamiento contrarrevolucionario, la filosofía tomista y las ideas de la "Nación católica", su definida adhesión al peronismo y un peculiar modo de definirse como universitario. El derrotero de la CNU puede alumbrar un camino renovado y singular en la vinculación entre el nacionalismo y el peronismo que posibilitó, a la vez, una vía de radicalización dentro del campo de la derecha. La utilización de la acción directa violenta por parte de la CNU pone de manifiesto la radicalización de las prácticas políticas empleadas por la organización. Esta, a la vez que contribuyó a recrear el clima crecientemente reinante de radicalización política propia de la época, fue en parte -junto a las raíces propias de la CNU- el resultado del contexto radicalizado de entonces. Vinculado a ello, aunque en otro orden de cuestiones, no habría que confundir el objetivo político de la organización, manifestado en forma recurrente como una intención por volver a la primera experiencia peronista, como un mero retorno a un pasado idealizado. Regenerar la experiencia peronista de mediados de siglo guarecía, en este contexto de radicalización y de la mano de ideas y prácticas igualmente radicalizadas, un horizonte político también transformador identificado con la restauración conservadora. En los primeros años de la década del '70, éste asumió como principal objetivo desarticular el proyecto político que desde el propio peronismo postulaba el socialismo nacional. Este último señalamiento comenzó a plasmarse lentamente a partir de 1971. En plena reorganización partidaria comenzaron a visualizarse las primeras disputas entre el ala izquierda y el peronismo ortodoxo y de derecha. Entre estos últimos se encontraba la CNU que, entre 1971 y 1973, articuló con la Rama sindical a la que acompañó en la puja por espacio dentro de la estructura del justicialismo. La gestación de este espacio consistió en una apuesta estratégica que se respaldaba en una larga serie de vínculos organizacionales e ideológicos. Si bien quedaron marginados en las disputas de la interna Justicialista, la trama que vinculó a la CNU con otras organizaciones políticas y sindicales configuró un cartel político-sindical que desplegó un rol notorio desde 1973. En especial tras los sucesos del 20 de junio, las organizaciones del cartel político-sindical imprimieron un dinamismo creciente a las acciones que realizaron con el propósito de socavar las bases de apoyo del peronismo revolucionario. En esta dirección, a diferencia del resultado negativo que habían obtenido en el marco de la reorganización del Justicialismo, estos sectores contaron con el apoyo explícito del propio Perón. Si desde junio de 1973 la tensión de la disputa intraperonista fue creciendo, el asesinato de Rucci, en septiembre de ese año, marcó el punto de ruptura. Las formulaciones vertidas en el "Documento Reservado" iniciaban oficialmente -y como política emanada desde el propio partido- la contienda contra la "infiltración marxista" en el peronismo. A partir de entonces la CNU desplegó dentro de la UNLP una serie de acciones que, impulsadas por el clima reinante y en línea con lo que había sostenido a lo largo de los años previos, buscaron "destruir a la Universidad Marxista". Bajo esta idea rectora, entre 1973 y 1974 realizó múltiples intervenciones en la UNLP cuyo punto culminante consistió en el secuestro y asesinato de Carlos Miguel y Rodolfo Achem en octubre de 1974
Resumo:
La tesis reconstruye la trayectoria político organizacional de la Concentración Nacional Universitaria desde sus orígenes hasta su reconfiguración hacia mediados de la década de 1970. La CNU fue el resultado de una amalgama singular de ideas, experiencias, prácticas y actores que, a contramano de su corta existencia, atraviesa un largo período del siglo XX argentino. Carlos Disandro fue el vehículo que posibilitó la circulación de las ideas forjadas en el seno del nacionalcatolicismo cordobés de los años '30 en otras latitudes. Su itinerario personal, intelectual y político entre Córdoba y La Plata permite visualizar el impacto de este conjunto de ideas en la dinámica del nacionalismo platense. Hacia finales de los años '50, ese conjunto de ideas del nacionalcatolicismo primario se complejizó notoriamente. Fue en La Plata donde Disandro terminó por conformar su propio "collage ideológico", sumando al pensamiento contrarrevolucionario, la filosofía tomista y las ideas de la "Nación católica", su definida adhesión al peronismo y un peculiar modo de definirse como universitario. El derrotero de la CNU puede alumbrar un camino renovado y singular en la vinculación entre el nacionalismo y el peronismo que posibilitó, a la vez, una vía de radicalización dentro del campo de la derecha. La utilización de la acción directa violenta por parte de la CNU pone de manifiesto la radicalización de las prácticas políticas empleadas por la organización. Esta, a la vez que contribuyó a recrear el clima crecientemente reinante de radicalización política propia de la época, fue en parte -junto a las raíces propias de la CNU- el resultado del contexto radicalizado de entonces. Vinculado a ello, aunque en otro orden de cuestiones, no habría que confundir el objetivo político de la organización, manifestado en forma recurrente como una intención por volver a la primera experiencia peronista, como un mero retorno a un pasado idealizado. Regenerar la experiencia peronista de mediados de siglo guarecía, en este contexto de radicalización y de la mano de ideas y prácticas igualmente radicalizadas, un horizonte político también transformador identificado con la restauración conservadora. En los primeros años de la década del '70, éste asumió como principal objetivo desarticular el proyecto político que desde el propio peronismo postulaba el socialismo nacional. Este último señalamiento comenzó a plasmarse lentamente a partir de 1971. En plena reorganización partidaria comenzaron a visualizarse las primeras disputas entre el ala izquierda y el peronismo ortodoxo y de derecha. Entre estos últimos se encontraba la CNU que, entre 1971 y 1973, articuló con la Rama sindical a la que acompañó en la puja por espacio dentro de la estructura del justicialismo. La gestación de este espacio consistió en una apuesta estratégica que se respaldaba en una larga serie de vínculos organizacionales e ideológicos. Si bien quedaron marginados en las disputas de la interna Justicialista, la trama que vinculó a la CNU con otras organizaciones políticas y sindicales configuró un cartel político-sindical que desplegó un rol notorio desde 1973. En especial tras los sucesos del 20 de junio, las organizaciones del cartel político-sindical imprimieron un dinamismo creciente a las acciones que realizaron con el propósito de socavar las bases de apoyo del peronismo revolucionario. En esta dirección, a diferencia del resultado negativo que habían obtenido en el marco de la reorganización del Justicialismo, estos sectores contaron con el apoyo explícito del propio Perón. Si desde junio de 1973 la tensión de la disputa intraperonista fue creciendo, el asesinato de Rucci, en septiembre de ese año, marcó el punto de ruptura. Las formulaciones vertidas en el "Documento Reservado" iniciaban oficialmente -y como política emanada desde el propio partido- la contienda contra la "infiltración marxista" en el peronismo. A partir de entonces la CNU desplegó dentro de la UNLP una serie de acciones que, impulsadas por el clima reinante y en línea con lo que había sostenido a lo largo de los años previos, buscaron "destruir a la Universidad Marxista". Bajo esta idea rectora, entre 1973 y 1974 realizó múltiples intervenciones en la UNLP cuyo punto culminante consistió en el secuestro y asesinato de Carlos Miguel y Rodolfo Achem en octubre de 1974
Resumo:
La tesis reconstruye la trayectoria político organizacional de la Concentración Nacional Universitaria desde sus orígenes hasta su reconfiguración hacia mediados de la década de 1970. La CNU fue el resultado de una amalgama singular de ideas, experiencias, prácticas y actores que, a contramano de su corta existencia, atraviesa un largo período del siglo XX argentino. Carlos Disandro fue el vehículo que posibilitó la circulación de las ideas forjadas en el seno del nacionalcatolicismo cordobés de los años '30 en otras latitudes. Su itinerario personal, intelectual y político entre Córdoba y La Plata permite visualizar el impacto de este conjunto de ideas en la dinámica del nacionalismo platense. Hacia finales de los años '50, ese conjunto de ideas del nacionalcatolicismo primario se complejizó notoriamente. Fue en La Plata donde Disandro terminó por conformar su propio "collage ideológico", sumando al pensamiento contrarrevolucionario, la filosofía tomista y las ideas de la "Nación católica", su definida adhesión al peronismo y un peculiar modo de definirse como universitario. El derrotero de la CNU puede alumbrar un camino renovado y singular en la vinculación entre el nacionalismo y el peronismo que posibilitó, a la vez, una vía de radicalización dentro del campo de la derecha. La utilización de la acción directa violenta por parte de la CNU pone de manifiesto la radicalización de las prácticas políticas empleadas por la organización. Esta, a la vez que contribuyó a recrear el clima crecientemente reinante de radicalización política propia de la época, fue en parte -junto a las raíces propias de la CNU- el resultado del contexto radicalizado de entonces. Vinculado a ello, aunque en otro orden de cuestiones, no habría que confundir el objetivo político de la organización, manifestado en forma recurrente como una intención por volver a la primera experiencia peronista, como un mero retorno a un pasado idealizado. Regenerar la experiencia peronista de mediados de siglo guarecía, en este contexto de radicalización y de la mano de ideas y prácticas igualmente radicalizadas, un horizonte político también transformador identificado con la restauración conservadora. En los primeros años de la década del '70, éste asumió como principal objetivo desarticular el proyecto político que desde el propio peronismo postulaba el socialismo nacional. Este último señalamiento comenzó a plasmarse lentamente a partir de 1971. En plena reorganización partidaria comenzaron a visualizarse las primeras disputas entre el ala izquierda y el peronismo ortodoxo y de derecha. Entre estos últimos se encontraba la CNU que, entre 1971 y 1973, articuló con la Rama sindical a la que acompañó en la puja por espacio dentro de la estructura del justicialismo. La gestación de este espacio consistió en una apuesta estratégica que se respaldaba en una larga serie de vínculos organizacionales e ideológicos. Si bien quedaron marginados en las disputas de la interna Justicialista, la trama que vinculó a la CNU con otras organizaciones políticas y sindicales configuró un cartel político-sindical que desplegó un rol notorio desde 1973. En especial tras los sucesos del 20 de junio, las organizaciones del cartel político-sindical imprimieron un dinamismo creciente a las acciones que realizaron con el propósito de socavar las bases de apoyo del peronismo revolucionario. En esta dirección, a diferencia del resultado negativo que habían obtenido en el marco de la reorganización del Justicialismo, estos sectores contaron con el apoyo explícito del propio Perón. Si desde junio de 1973 la tensión de la disputa intraperonista fue creciendo, el asesinato de Rucci, en septiembre de ese año, marcó el punto de ruptura. Las formulaciones vertidas en el "Documento Reservado" iniciaban oficialmente -y como política emanada desde el propio partido- la contienda contra la "infiltración marxista" en el peronismo. A partir de entonces la CNU desplegó dentro de la UNLP una serie de acciones que, impulsadas por el clima reinante y en línea con lo que había sostenido a lo largo de los años previos, buscaron "destruir a la Universidad Marxista". Bajo esta idea rectora, entre 1973 y 1974 realizó múltiples intervenciones en la UNLP cuyo punto culminante consistió en el secuestro y asesinato de Carlos Miguel y Rodolfo Achem en octubre de 1974