33 resultados para Leda Paulani


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El volumen de cuentos Los que se van (1930), escrito por Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert y Joaquín Gallegos Lara, es considerado por la crítica ecuatoriana como el gran hito de la modernización literaria en Ecuador. La obra ha sido leída como una elocuente intervención en los debates políticos y estéticos sobre la literatura y la sociedad ecuatoriana de los años 30. No obstante, su arquitectura formal presenta una serie de particularidades que tornan a la perspectiva sociológica limitada al momento de articular una lectura orgánica del texto. En este sentido, el análisis de los procedimientos narrativos permite afirmar que el recurrente montaje de tiempos, personajes y escenas, estructura la serie de relatos y los coloca en distintas coordenadas de un mismo espacio literario: el construido por la violencia social desatada en el seno de una comunidad rural sin justificación alguna. La figura del machete funciona en este sentido como la condensación estética de las operaciones literarias desarrolladas: en primer lugar, la asunción del cuento como artificio y la renuncia a la explicación didáctica de injusticias sociales (el machete como metáfora poética). Luego, la construcción de la trama a través de la sucesión de fragmentos (el machete como corte). En tercer lugar, el borramiento de descripciones, introspecciones y narradores omniscientes (el machete como desmonte retórico). Finalmente, la figura del machete resalta la fatalidad de la violencia social, lo que exime al texto de voluntariosos afanes militantes (el machete como sobredeterminación). La puesta en relación de estos procedimientos con el contexto histórico en que fue producida la obra permite una reflexión que, partiendo de su materialidad textual, reconstruye su sentido en diálogo con el valor de intervención que sus propios autores le atribuyeron, pero sin limitarla a su carácter referencial o revelador de verdades ocultas

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Esta comunicación gira sobre una pregunta formulada por Nicolás Rosa en el marco de las Jornadas para Grupos de Investigación organizadas en el año 2000 por el Programa de Estudios de Teoría y Crítica Literaria de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires: ¿por qué volver sobre la obra de Derrida desde Argentina? Pregunta que he retomado en diferentes trabajos de los que recupero algunas conjeturas y sus justificaciones ajustándolas a laonsts discusiones actuales sostenidas en nuestro país sobre la relación entre teoría literaria y didáctica de la literatura y, por otro lado, al modo en que es leída en el contexto internacional la política-lo político en el programa (otro término en controversia que demanda explicar su inclusión) desconstruccionista. En esta presentación planteo la necesidad de una divulgación de la obra de Derrida en los contextos de educación superior, especialmente en los dominados por tradiciones de corte lingüisticista (aparato que no deja lugar a la inclusión del cuerpo y de la historia en las lecturas de la literatura) y describo una de las apropiaciones más arriesgadas de sus tesis realizada desde una zona de borde disciplinar usualmente desatendida o considerada al margen de los estudios literarios. Forma de la infidelidad-fiel de la que destaco la fertilidad de las conmociones epistemológicas, teóricas y políticas que provocan sus particulares operaciones de pasaje o de reinvención de la herencia

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El trabajo se propone revisar algunas vías de recepción de la obra piagetiana en Argentina, principalmente a partir de la figura de un actor clave y representativo de una generación de nuestro país: Aníbal Norberto Ponce. Partimos de la hipótesis que afirma que en Argentina, la obra de la Escuela de Ginebra ha sido recepcionada principalmente con un doble interés convalidante. Por una parte, el de la fundamentación teórica que las hipótesis piagetianas aportaron a la pedagogía nueva; por otra, la referida al rol central e ineludible que las lecturas de la obra adquirieron, a mediados de siglo XX, para pensar una Psicología evolutiva orientada a la infancia. La matriz que definió el experimentalismo positivista a comienzos de siglo XX no fue reemplazada por otra de nuevo cuño, sino que fue la que albergó demanera ecléctica la recepción de las investigaciones psicológicas que contenían la crítica al paradigma de la ?física social. En el cruce entre las concepciones naturalistas de la psicología y la emergencia de paradigmas orientados por el 'sentido' (Foucault, 1957) es donde debemos situar las lecturas tempranas de la obra piagetiana. Las primeras lecturas de Piaget durante la primera mitad del siglo XX muestran una apropiación estructuralista, siendo comprendido, fundamentalmente, desde la dimensión evolutiva de la llamada 'teoría de los estadios'. La figura de Aníbal Ponce (1898-1938), difusor de las ideas de Marx y de Engels en nuestro país y pensador interesado en los problemas de la psicología de su época - psicología sobre la que enseñó y escribió en las décadas de 1920 y 1930-, es un caso paradigmático de los usos que se hacen, en este periodo, de la Escuela de Ginebra. Ponce efectúa una precoz lectura, análisis y transmisión de las tesis de la Psicología Genética a través de sus textos, y difunde este pensamiento en los cursos dictados a docentes en el Instituto Nacional del Profesorado y a un público más amplio en el Colegio Libre de Estudios Superiores. El hecho de que Ponce utilice a Piaget como referencia central para delinear sus cursos para docentes, es elocuente respecto del grupo de problemas al cual se vinculan sus investigaciones. Fiel a la perspectiva de la época, no concibe una práctica de la enseñanza que no se encuentre sustentada en el conocimiento científico de las características del pensamiento infantil, y allí sitúa el interés delas investigaciones ginebrinas. En los trabajos poncianos pueden reconocerse algunas de las interpretaciones más recurrentes de las ideas piagetianas: la de una especie de recapitulación de la filogeniaen la ontogenia -muy a pesar de su explícita oposición al recapitulacionismo-, y la de la caracterización de 'etapas' que describen las habilidades o características infantiles generales, en función de una edad. Esta perspectiva se convertirá, con los años, en un clisé de lectura que tomará las investigaciones piagetianas como una fuente de descripciones generales acerca de lo que puede esperarse o no, en la conducta de un niño de determinada edad. La predominancia de la dimensión estructural de este enfoque, queda evidenciada en el hecho de tomar al estadio como descriptor asociado a una edad, y explicativo por sí mismo, para cualquier tipo de operaciones intelectuales implicadas. En estas breves notas sobre la obra ponciana se encuentran algunas de las líneas de pensamiento predominantes en Argentina y Latinoamérica (Van der Veer, 1997). Partiendo de un modelo que recorre el trayecto que va del egocentrismo a la descentración, se trazan las líneas de una 'psicología de las edades', que presenta a Piaget como el referente de ese pasaje que garantiza todo intercambio social. La lectura estructural y evolutiva sitúa a Piaget entre las figuras de la psicología infantil, leída en clave teleológica, que pretende dar cuenta del pasaje de la irracionalidad primitiva a la racionalidad moderna y adulta. A pesar de los escasos estudios referidos a la psicología ponciana, creemos que es innegable la importancia de este autor para comprender la recepción y transmisión de la obra de Piaget, como antecedente de la Psicología del Desarrollo en Argentina