60 resultados para Razón y proporcionalidad


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La matanza de obreros más cruenta de la Patagonia ocurrió bajo el gobierno de Hipólito Yrigoyen. Los sectores en pugna estuvieron representados, por un lado, por la Sociedad Obrera de Río Gallegos (adherida a la Federación Obrera Regional Argentina, FORA) que nucleaba a estibadores, cocineros, mozos y empleados de hotel y trabajadores rurales. Frente a ellos, confederados en la Liga del Comercio y la Industria de Río Gallegos; la Sociedad Rural de Santa Cruz, reunión de todos los estancieros, y la Liga Patriótica Argentina que reunía a los propietarios y era un organismo de defensa dirigido contra la izquierda proletaria. El resultado del conflicto fue una violenta represión y el fusilamiento de los obreros que protagonizaron estos movimientos huelguísticos acaecidos durante los años 1921 y 1922 en Santa Cruz. El Coronel Varela, a cargo del ejército, y exhortado por los estancieros latifundistas, tuteló la bestial acción. Estos sucesos, además de ocupar un espacio significativo en las páginas de los periódicos de la región, situaron a la Patagonia como referente textual en las publicaciones periódicas nacionales. Diarios como La Razón y Crítica tematizaron estos hechos desde enfoques ideológicos y formas escriturarias heterogéneas. En Santa Cruz, la mayor parte de los diarios y periódicos -cuyos directorios estaban relacionados en general con los estancieros- fueron configurando una imagen de los huelguistas relacionada intrínsecamente con el bandolerismo, la exaltación al orden y la amenaza para la nación. Algunos años después de ocurridas las huelgas, comenzó a publicarse la revista Argentina Austral, dirigida por el mayor grupo latifundista de la Patagonia. En ella, algunos textos literarios se refirieron oblicuamente a estos sucesos. En este trabajo se analizará la configuración de imágenes de los obreros y de las huelgas en publicaciones periódicas patagónicas de las primeras décadas del siglo veinte

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Don Miguel de Unamuno, en el primer capítulo de Del sentimiento trágico de la vida, nos habla del "hombre de carne y hueso": el hombre que nace, sufre y muere; cualquiera de nosotros que, entre otras cosas, sienten "dolor de muelas". Se trata de un hombre real no ideal, un hombre que puede ser visto, tocado, con el cual podemos hablar. Es real, existe, está aquí. Tomamos del escritor chileno Jorge Edwards su idea de "Fantasmas de carne y hueso". Pues, considera ciertos fantasmas tan reales como los hombres que sufren con la presencia de éstos; son fantasmas que vienen del pasado, que nos asustan, que son reales, pues reales son nuestros temores; de ellos podemos hablar, los podemos sentir, nos hacen llorar. Verificamos que Unamuno está atormentado, sufre pues para él la vida es trágica, ya que no puede encontrar la armonía entre los contrarios. Lo trágico en su vida no serían la razón y la fe y sí sus "fantasmas de carne y hueso". Lo que le atormenta es su pasado, o mejor, el hecho de no poder olvidar su pasado. Estaría prisionero de fantasmas, fantasmas reales, tan reales como los hombres que sienten "dolor de muelas".

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La matanza de obreros más cruenta de la Patagonia ocurrió bajo el gobierno de Hipólito Yrigoyen. Los sectores en pugna estuvieron representados, por un lado, por la Sociedad Obrera de Río Gallegos (adherida a la Federación Obrera Regional Argentina, FORA) que nucleaba a estibadores, cocineros, mozos y empleados de hotel y trabajadores rurales. Frente a ellos, confederados en la Liga del Comercio y la Industria de Río Gallegos; la Sociedad Rural de Santa Cruz, reunión de todos los estancieros, y la Liga Patriótica Argentina que reunía a los propietarios y era un organismo de defensa dirigido contra la izquierda proletaria. El resultado del conflicto fue una violenta represión y el fusilamiento de los obreros que protagonizaron estos movimientos huelguísticos acaecidos durante los años 1921 y 1922 en Santa Cruz. El Coronel Varela, a cargo del ejército, y exhortado por los estancieros latifundistas, tuteló la bestial acción. Estos sucesos, además de ocupar un espacio significativo en las páginas de los periódicos de la región, situaron a la Patagonia como referente textual en las publicaciones periódicas nacionales. Diarios como La Razón y Crítica tematizaron estos hechos desde enfoques ideológicos y formas escriturarias heterogéneas. En Santa Cruz, la mayor parte de los diarios y periódicos -cuyos directorios estaban relacionados en general con los estancieros- fueron configurando una imagen de los huelguistas relacionada intrínsecamente con el bandolerismo, la exaltación al orden y la amenaza para la nación. Algunos años después de ocurridas las huelgas, comenzó a publicarse la revista Argentina Austral, dirigida por el mayor grupo latifundista de la Patagonia. En ella, algunos textos literarios se refirieron oblicuamente a estos sucesos. En este trabajo se analizará la configuración de imágenes de los obreros y de las huelgas en publicaciones periódicas patagónicas de las primeras décadas del siglo veinte

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La matanza de obreros más cruenta de la Patagonia ocurrió bajo el gobierno de Hipólito Yrigoyen. Los sectores en pugna estuvieron representados, por un lado, por la Sociedad Obrera de Río Gallegos (adherida a la Federación Obrera Regional Argentina, FORA) que nucleaba a estibadores, cocineros, mozos y empleados de hotel y trabajadores rurales. Frente a ellos, confederados en la Liga del Comercio y la Industria de Río Gallegos; la Sociedad Rural de Santa Cruz, reunión de todos los estancieros, y la Liga Patriótica Argentina que reunía a los propietarios y era un organismo de defensa dirigido contra la izquierda proletaria. El resultado del conflicto fue una violenta represión y el fusilamiento de los obreros que protagonizaron estos movimientos huelguísticos acaecidos durante los años 1921 y 1922 en Santa Cruz. El Coronel Varela, a cargo del ejército, y exhortado por los estancieros latifundistas, tuteló la bestial acción. Estos sucesos, además de ocupar un espacio significativo en las páginas de los periódicos de la región, situaron a la Patagonia como referente textual en las publicaciones periódicas nacionales. Diarios como La Razón y Crítica tematizaron estos hechos desde enfoques ideológicos y formas escriturarias heterogéneas. En Santa Cruz, la mayor parte de los diarios y periódicos -cuyos directorios estaban relacionados en general con los estancieros- fueron configurando una imagen de los huelguistas relacionada intrínsecamente con el bandolerismo, la exaltación al orden y la amenaza para la nación. Algunos años después de ocurridas las huelgas, comenzó a publicarse la revista Argentina Austral, dirigida por el mayor grupo latifundista de la Patagonia. En ella, algunos textos literarios se refirieron oblicuamente a estos sucesos. En este trabajo se analizará la configuración de imágenes de los obreros y de las huelgas en publicaciones periódicas patagónicas de las primeras décadas del siglo veinte

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Don Miguel de Unamuno, en el primer capítulo de Del sentimiento trágico de la vida, nos habla del "hombre de carne y hueso": el hombre que nace, sufre y muere; cualquiera de nosotros que, entre otras cosas, sienten "dolor de muelas". Se trata de un hombre real no ideal, un hombre que puede ser visto, tocado, con el cual podemos hablar. Es real, existe, está aquí. Tomamos del escritor chileno Jorge Edwards su idea de "Fantasmas de carne y hueso". Pues, considera ciertos fantasmas tan reales como los hombres que sufren con la presencia de éstos; son fantasmas que vienen del pasado, que nos asustan, que son reales, pues reales son nuestros temores; de ellos podemos hablar, los podemos sentir, nos hacen llorar. Verificamos que Unamuno está atormentado, sufre pues para él la vida es trágica, ya que no puede encontrar la armonía entre los contrarios. Lo trágico en su vida no serían la razón y la fe y sí sus "fantasmas de carne y hueso". Lo que le atormenta es su pasado, o mejor, el hecho de no poder olvidar su pasado. Estaría prisionero de fantasmas, fantasmas reales, tan reales como los hombres que sienten "dolor de muelas".

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Es paradójico hablar del carácter político de la vida contemplativa. Sin embargo, esta incongruencia es constitutiva de la manera en que Aristóteles concibe la elección entre las formas de vidas. En el prolongado debate que se inicia en el período arcaico en torno a esta cuestión, su posición es ?incómoda?, porque defiende el ideal contemplativo sin poner en tela de juicio los supuestos implícitos de la ideología dominante (Brown: 2009, 2011). Las consideraciones del final de la EN y, en especial, las que constituyen la descripción del Estado ideal en la Pol. revelan que concibe esta forma de vida como activa y continua con el ejercicio de las funciones cívicas. En efecto, en Pol. VII 3 (1325a 23-34) reconoce que los defensores de la vida política y los de la vida contemplativa tienen en parte razón y en parte, no. De las razones que esgrime en cada caso, se desprende que Aristóteles defiende un ideal de vida virtuosa que conjuga el carácter activo de la contemplación y la legitimidad de la dominación política. Siguiendo su prescripción de completar el estudio de las cosas humanas mediante la política, nuestro propósito es explorar este ideal de vida a la luz de sus principios

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Es paradójico hablar del carácter político de la vida contemplativa. Sin embargo, esta incongruencia es constitutiva de la manera en que Aristóteles concibe la elección entre las formas de vidas. En el prolongado debate que se inicia en el período arcaico en torno a esta cuestión, su posición es ?incómoda?, porque defiende el ideal contemplativo sin poner en tela de juicio los supuestos implícitos de la ideología dominante (Brown: 2009, 2011). Las consideraciones del final de la EN y, en especial, las que constituyen la descripción del Estado ideal en la Pol. revelan que concibe esta forma de vida como activa y continua con el ejercicio de las funciones cívicas. En efecto, en Pol. VII 3 (1325a 23-34) reconoce que los defensores de la vida política y los de la vida contemplativa tienen en parte razón y en parte, no. De las razones que esgrime en cada caso, se desprende que Aristóteles defiende un ideal de vida virtuosa que conjuga el carácter activo de la contemplación y la legitimidad de la dominación política. Siguiendo su prescripción de completar el estudio de las cosas humanas mediante la política, nuestro propósito es explorar este ideal de vida a la luz de sus principios

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Es paradójico hablar del carácter político de la vida contemplativa. Sin embargo, esta incongruencia es constitutiva de la manera en que Aristóteles concibe la elección entre las formas de vidas. En el prolongado debate que se inicia en el período arcaico en torno a esta cuestión, su posición es ?incómoda?, porque defiende el ideal contemplativo sin poner en tela de juicio los supuestos implícitos de la ideología dominante (Brown: 2009, 2011). Las consideraciones del final de la EN y, en especial, las que constituyen la descripción del Estado ideal en la Pol. revelan que concibe esta forma de vida como activa y continua con el ejercicio de las funciones cívicas. En efecto, en Pol. VII 3 (1325a 23-34) reconoce que los defensores de la vida política y los de la vida contemplativa tienen en parte razón y en parte, no. De las razones que esgrime en cada caso, se desprende que Aristóteles defiende un ideal de vida virtuosa que conjuga el carácter activo de la contemplación y la legitimidad de la dominación política. Siguiendo su prescripción de completar el estudio de las cosas humanas mediante la política, nuestro propósito es explorar este ideal de vida a la luz de sus principios

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Fil: Garros, Mayra. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.

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Fil: López, Federico Ezequiel. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.

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El fracaso de los proyectos revolucionarios, la instauración de gobiernos militares a lo largo del continente y las discusiones sobre la validez de las grandes narrativas del siglo XIX, que introducen la denominada condición posmoderna, suscitan en América Latina a finales del siglo XX una reelectura desmitificadora del pasado (Pons, 2000). En esta dinámica participan novelas como La muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes, El siglo de las luces (1962) de Alejo Carpentier y Yo, el supremo (1974) de Augusto Roa Bastos. Tales novelas inauguran una serie signada por la revisión crítica del pasado en la que podemos inscribir las novelas La revolución es un sueño eterno (1987) de Andrés Rivera, La astucia de la razón (1990) de José Pablo Feinmann y La campaña (1990) de Carlos Fuentes. En el presente artículo observaremos filiaciones y oposiciones en el modo en que estas tres últimas novelas representan el objeto discursivo revolución

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Fil: Suñol, Viviana. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; Argentina.