24 resultados para Espectros vibracionais


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La violencia como condición de posibilidad de la literatura es una idea esbozada por Saer. Su planteamiento nos conduce a reflexionar sobre cómo se configura la relación entre la dimensión política y social y el mundo específico de la escritura. Si se piensa su propia literatura a partir de lo que ha denominado "moral del fracaso" en el Quijote, podríamos decir, retomando a Julio Premat, que sus personajes habitan en una situación de duelo en donde el universo moral, las filiaciones familiares y políticas se encuentran profundamente resquebrajadas. Hay un sentimiento de pérdida y esto conlleva el acecho incesante de los fantasmas y las formas diversas de expurgarlos en una puja dentro del orden de la representación simbólica

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El último libro de Javier Cercas, Anatomía de un instante (2009) se presenta como un particular caso de intervención en los debates por el sentido del pasado reciente en España,cuyo análisis se verá necesariamente atravesado por una perspectiva intermedial. La portadadel libro invita al lector a detenerse sobre la imagen borrosa de un fotograma, un cuadro extraído la grabación televisiva de la toma del Congreso por parte del teniente coronel Tejeroy sus hombres el 23 de febrero de 1981. El libro, a partir de esa imagen congelada, intenta releer la transición y su significación en la escena del presente, deteniéndose en los gestos, implicancias y suposiciones, a partir de una serie de operaciones sobre el propio estatuto de su escritura y su imagen de escritor, superponiendo en su cierre los espectros de la memoriapública a aquellos de la memoria individual. El presente trabajo ensaya un primer acercamiento al texto, pensando su lugar en la encrucijada de la literatura, el mercado y los debates públicos y en torno a la cuestión de la memoria (y la posmemoria).

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El trabajo indaga los modos de percibir, pensar y narrar al otro cultural y social en La villa de César Aira y Rabia de Sergio Bizzio. Propone que ambas novelas configuran la relación con el otro a partir de una serie de tensiones: cercanía y distancia, reconocimiento y extrañamiento, visibilidad e invisibilidad funcionan tanto en forma alternada como superpuesta, haciendo de su coexistencia motivo de productividad. Esto se manifiesta fundamentalmente en dos operaciones: en primer lugar, la construcción de una mirada situada y parcial, des ubicada respecto a su universo de pertenencia así como también en relación al mundo de los otros, donde se inserta como una participación extraña; y, en segundo lugar, un trabajo con el estereotipo a través de estrategias de marcación, saturación y contraste. Las novelas construyen figuraciones de los otros que replican los sentidos comunes y las nominaciones estatuidas por la doxa, pero, al mismo tiempo, se resisten a quedar fijadas en la mera restitución, ejerciendo sobre ella diversos modos del exceso. La abundancia de representaciones provoca que cualquier posibilidad de conocimiento fiable se colme de incertidumbre. Por tanto, La villa y Rabia dicen poco o nada de los otros, pero anuncian demasiado de nosotros mismos: aquello que despunta cuando las nominaciones proliferan, cuando el exceso hace vacilar a la doxa y le quita solidez, poblándola de sentidos ligeros y de espectros

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La violencia como condición de posibilidad de la literatura es una idea esbozada por Saer. Su planteamiento nos conduce a reflexionar sobre cómo se configura la relación entre la dimensión política y social y el mundo específico de la escritura. Si se piensa su propia literatura a partir de lo que ha denominado "moral del fracaso" en el Quijote, podríamos decir, retomando a Julio Premat, que sus personajes habitan en una situación de duelo en donde el universo moral, las filiaciones familiares y políticas se encuentran profundamente resquebrajadas. Hay un sentimiento de pérdida y esto conlleva el acecho incesante de los fantasmas y las formas diversas de expurgarlos en una puja dentro del orden de la representación simbólica

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El último libro de Javier Cercas, Anatomía de un instante (2009) se presenta como un particular caso de intervención en los debates por el sentido del pasado reciente en España,cuyo análisis se verá necesariamente atravesado por una perspectiva intermedial. La portadadel libro invita al lector a detenerse sobre la imagen borrosa de un fotograma, un cuadro extraído la grabación televisiva de la toma del Congreso por parte del teniente coronel Tejeroy sus hombres el 23 de febrero de 1981. El libro, a partir de esa imagen congelada, intenta releer la transición y su significación en la escena del presente, deteniéndose en los gestos, implicancias y suposiciones, a partir de una serie de operaciones sobre el propio estatuto de su escritura y su imagen de escritor, superponiendo en su cierre los espectros de la memoriapública a aquellos de la memoria individual. El presente trabajo ensaya un primer acercamiento al texto, pensando su lugar en la encrucijada de la literatura, el mercado y los debates públicos y en torno a la cuestión de la memoria (y la posmemoria).

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El trabajo indaga los modos de percibir, pensar y narrar al otro cultural y social en La villa de César Aira y Rabia de Sergio Bizzio. Propone que ambas novelas configuran la relación con el otro a partir de una serie de tensiones: cercanía y distancia, reconocimiento y extrañamiento, visibilidad e invisibilidad funcionan tanto en forma alternada como superpuesta, haciendo de su coexistencia motivo de productividad. Esto se manifiesta fundamentalmente en dos operaciones: en primer lugar, la construcción de una mirada situada y parcial, des ubicada respecto a su universo de pertenencia así como también en relación al mundo de los otros, donde se inserta como una participación extraña; y, en segundo lugar, un trabajo con el estereotipo a través de estrategias de marcación, saturación y contraste. Las novelas construyen figuraciones de los otros que replican los sentidos comunes y las nominaciones estatuidas por la doxa, pero, al mismo tiempo, se resisten a quedar fijadas en la mera restitución, ejerciendo sobre ella diversos modos del exceso. La abundancia de representaciones provoca que cualquier posibilidad de conocimiento fiable se colme de incertidumbre. Por tanto, La villa y Rabia dicen poco o nada de los otros, pero anuncian demasiado de nosotros mismos: aquello que despunta cuando las nominaciones proliferan, cuando el exceso hace vacilar a la doxa y le quita solidez, poblándola de sentidos ligeros y de espectros

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Nuestra exposición parte de la siguiente hipótesis: el barroco mantiene una relación particular con el tiempo que configura dimensiones de posibilidad y modos de producción específicos. Esta relación particular - que intentaremos asir a la manera de un "tiempo barroco"-, está marcada por los efectos del Racionalismo que, a la vez que deposita en el hombre la centralidad de su proyecto, también desplaza a los dioses de su cielo enfrentándolo a una fragilidad y una impotencia que no hacen sino confirmar la finitud que le es humana. El hombre, vuelto a un estado de criatura, pareciera no poder hacer con su tiempo más que la producción de una experiencia doliente. El hombre barroco llora su momento y dilata su tiempo presente con un sinfín de figuras como si quisiera de alguna manera nombrar, dibujar, el infinito que le falta. La producción alegórica recabada por Walter Benjamin en su Ursprung des deustchen Trauerspiels (1928), nos provee de pistas -la naturaleza, los cadáveres, las intrigas, los espectros, el Príncipe-, para esbozar la reconstrucción de este paisaje acechado por la desolación que trae consigo el racionalismo. En efecto, el tiempo se verá dislocado en la escena que la obra de Benjamin nos trae: la escatología ya no es más garantía de conocimiento de las cosas del mundo sino la fuerza propia de un momento de muerte que, al fin, produce un éxtasis último y redentor de todos los sufrimientos humanos. Las posibilidades para una producción cualitativa del tiempo, para la producción de otra experiencia, quedarán encerradas en esta suerte de espacio espiralado, donde las alegorías son los engranajes de un poder creativo capaz de producir una multiplicidad de desplazamientos simbólicos y reenvíos significantes ad infinitum aunque sin verdaderamente cambiar cosa alguna. Sin más, la catástrofe de las impotencias humanas deviene la fuerza y la visión del horizonte de nuestros posibles; una catástrofe ya incluida, que no puede dejar de tener lugar. Esta dilación de las posibilidades del 'cada vez' del tiempo presente, interpela, por la proximidad de sus desafíos, también nuestras dinámicas contemporáneas de aprovechamiento del tiempo

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Nuestra exposición parte de la siguiente hipótesis: el barroco mantiene una relación particular con el tiempo que configura dimensiones de posibilidad y modos de producción específicos. Esta relación particular - que intentaremos asir a la manera de un "tiempo barroco"-, está marcada por los efectos del Racionalismo que, a la vez que deposita en el hombre la centralidad de su proyecto, también desplaza a los dioses de su cielo enfrentándolo a una fragilidad y una impotencia que no hacen sino confirmar la finitud que le es humana. El hombre, vuelto a un estado de criatura, pareciera no poder hacer con su tiempo más que la producción de una experiencia doliente. El hombre barroco llora su momento y dilata su tiempo presente con un sinfín de figuras como si quisiera de alguna manera nombrar, dibujar, el infinito que le falta. La producción alegórica recabada por Walter Benjamin en su Ursprung des deustchen Trauerspiels (1928), nos provee de pistas -la naturaleza, los cadáveres, las intrigas, los espectros, el Príncipe-, para esbozar la reconstrucción de este paisaje acechado por la desolación que trae consigo el racionalismo. En efecto, el tiempo se verá dislocado en la escena que la obra de Benjamin nos trae: la escatología ya no es más garantía de conocimiento de las cosas del mundo sino la fuerza propia de un momento de muerte que, al fin, produce un éxtasis último y redentor de todos los sufrimientos humanos. Las posibilidades para una producción cualitativa del tiempo, para la producción de otra experiencia, quedarán encerradas en esta suerte de espacio espiralado, donde las alegorías son los engranajes de un poder creativo capaz de producir una multiplicidad de desplazamientos simbólicos y reenvíos significantes ad infinitum aunque sin verdaderamente cambiar cosa alguna. Sin más, la catástrofe de las impotencias humanas deviene la fuerza y la visión del horizonte de nuestros posibles; una catástrofe ya incluida, que no puede dejar de tener lugar. Esta dilación de las posibilidades del 'cada vez' del tiempo presente, interpela, por la proximidad de sus desafíos, también nuestras dinámicas contemporáneas de aprovechamiento del tiempo

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Nuestra exposición parte de la siguiente hipótesis: el barroco mantiene una relación particular con el tiempo que configura dimensiones de posibilidad y modos de producción específicos. Esta relación particular - que intentaremos asir a la manera de un "tiempo barroco"-, está marcada por los efectos del Racionalismo que, a la vez que deposita en el hombre la centralidad de su proyecto, también desplaza a los dioses de su cielo enfrentándolo a una fragilidad y una impotencia que no hacen sino confirmar la finitud que le es humana. El hombre, vuelto a un estado de criatura, pareciera no poder hacer con su tiempo más que la producción de una experiencia doliente. El hombre barroco llora su momento y dilata su tiempo presente con un sinfín de figuras como si quisiera de alguna manera nombrar, dibujar, el infinito que le falta. La producción alegórica recabada por Walter Benjamin en su Ursprung des deustchen Trauerspiels (1928), nos provee de pistas -la naturaleza, los cadáveres, las intrigas, los espectros, el Príncipe-, para esbozar la reconstrucción de este paisaje acechado por la desolación que trae consigo el racionalismo. En efecto, el tiempo se verá dislocado en la escena que la obra de Benjamin nos trae: la escatología ya no es más garantía de conocimiento de las cosas del mundo sino la fuerza propia de un momento de muerte que, al fin, produce un éxtasis último y redentor de todos los sufrimientos humanos. Las posibilidades para una producción cualitativa del tiempo, para la producción de otra experiencia, quedarán encerradas en esta suerte de espacio espiralado, donde las alegorías son los engranajes de un poder creativo capaz de producir una multiplicidad de desplazamientos simbólicos y reenvíos significantes ad infinitum aunque sin verdaderamente cambiar cosa alguna. Sin más, la catástrofe de las impotencias humanas deviene la fuerza y la visión del horizonte de nuestros posibles; una catástrofe ya incluida, que no puede dejar de tener lugar. Esta dilación de las posibilidades del 'cada vez' del tiempo presente, interpela, por la proximidad de sus desafíos, también nuestras dinámicas contemporáneas de aprovechamiento del tiempo