2 resultados para Gottfried, von Strassburg, active 13th century.


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El judaísmo tardío y posteriormente el cristianismo incursionaron frecuentemente en el célebre pasaje de Éx. 3, 14, entendiéndolo como la revelación del Nombre divino a Moisés. Las respectivas influencias de la ontología griega y de la Septuaginta que traduce el citado texto hebreo por “Yo Soy el que Soy" (ejgwv eijmi oJ w[n), se hicieron presentes en la tradición cristiana desde sus orígenes hasta la Escolástica del siglo XIII. Sea con matices esencialistas o de carácter existencial, el Dios bíblico ha sido comprendido como “Ser" en distintos momentos del cristianismo medieval. Este alejamiento de la intuición bíblica originaria en dirección a una concepción helénica del Ser, produjo notables consecuencias en la imagen de Dios sostenida por los cristianos.

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En medio de las disputas del siglo XIII, Tomás de Aquino afirma en el Commentarium in Sententiis, primera composición filosófico- teológica, que “a la creación no sólo se la alcanza a través de la fe, sino por la demostración racional". Esta idea no la abandona en ningún momento y la mantiene a lo largo de su obra. Constituye nuestro propósito en el presente trabajo establecer la relación existente entre la estrategia argumentativa que el autor desarrolla en torno a dos problemas: el de la creación y el del origen temporal del mundo, señalando las dos vías argumentativas utilizadas, una que concluye demostrativamente y la otra que expresa la imposibilidad de justificar racionalmente el tema. La clave argumentativa que según entendemos le permite diferenciar el doble orden de explicación radica en la distinción entre causas por sí y por accidente: una causa A está esencialmente ordenada a una causa B, si la acción de B es necesaria para que la acción de A haya tenido lugar. De modo que para alcanzar el efecto, es necesario admitir una causa primera, y entre los dos términos la distancia o el número de causas esencialmente ordenadas a la causa primera debe ser necesariamente finito. Distinto es el caso si se considera el orden de la temporalidad inscripto en el marco de la causalidad accidental: un mundo eterno o no, es algo que no se puede justificar racionalmente en cuanto es un efecto accidental que procede de una causa que obra con absoluta libertad. Entendemos que esta distinción es el instrumento conceptual que le permite a Aquino delimitar epistémicamente entre lo que es posible justificar con certeza, tal es el caso de las argumentaciones que ofrece en torno a la creación; lo que sólo lo es de modo probable, en particular las argumentaciones con base en las doctrinas físicas aristotélicas; y finalmente, aquello que el hombre únicamente puede llegar a conocer a través de la Revelación, como es el caso del conocimiento de un inicio temporal del mundo.