14 resultados para ECUADORIAN NARRATIVE
em Andina Digital - Repositorio UASB-Digital - Universidade Andina Simón Bolívar
Resumo:
La reconstrucción de una entrevista realizada en 1988 permite al autor hacer un lúcido recorrido sobre el valor de la obra crítica, narrativa e histórico-biográfica de Alfredo Pareja Diezcanseco, y establecer un balance del aporte de la misma en varios momentos de la narrativa ecuatoriana del siglo XX: los años de las vanguardias, la década de 1950 y el período posterior al boom latinoamericano. El texto pone en relieve la talla humana de Pareja, y ofrece una muestra de esa extraña sintonía que los grandes narradores únicamente son capaces de establecer con el lector, provocando en éste la sensación de sentirse «tocado y transformado por el encanto de su palabra».
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Estos escritores publicaron entre 1945-1962, y avanzaron mucho más en algunos planteamientos de los narradores del 30. Habiendo asumido su extracción de clase, se preguntaron respecto de su propia identidad, de la problemática del mestizo, de su rol como escritores, del impacto de la incipiente modernidad que desestructuraba la vida cotidiana en sus pueblos y ciudades. Coinciden pues, en lo temático, con los narradores latinoamericanos del período, quienes en lo estético mantuvieron la tensión entre regionalismo y vanguardias, los ecuatorianos se reafirmaron en un realismo que dio espacio al lirismo, aunque también mirando hacia las vanguardias latinoamericanas desde diferentes ángulos. César Dávila Andrade planteó una estética del horror «suprarreal», Ángel F. Rojas manejó modernamente temas emparentados con el regionalismo, Walter Bellolio sintetizó lo mejor de la vanguardia narrativa y la tradición relatística ecuatorianas, Alfonso Cuesta y Cuesta configuró una estética de las metáforas iluminadoras, y Arturo Montesinos trabajó con la metáfora de la ruptura que trae toda modernidad, por más periférica e incipiente que pueda parecer.
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En este trabajo se plantea que acaso con mayor intensidad que en Huasipungo (1934) y El Chulla Romero y Flores (1958), es en tres obras poco estudiadas de Jorge Icaza donde puede apreciarse con claridad –tal que deslumbra– su propuesta estética: en la pieza de teatro Flagelo (1936), la novela Media vida deslumbrados (1942) y el cuento «El nuevo San Jorge» (1952). Sin apartarse de la denuncia social, Icaza cierra con Flagelo su propuesta dramática, constituyen una suerte de manifiesto literario, por las repercusiones estéticas que alcanzan a la narrativa del autor. En Media vida deslumbrados se puede apreciar un equilibrio efectivo entre las propuestas del autor y su afán de denuncia social. «El nuevo San Jorge», según el autor de este ensayo, sería la obra que alberga lo más radical, en cuanto propuesta estética, de toda la obra icaciana, destaca los elementos neo-barrocos de la misma, con insistencia en los juegos de máscaras, las intermitencias entre las luces y las sombras, y en el múltiple y a la vez unívoco rostro de quien detenta el poder –algunos de estos elementos comunes a las dos obras comentadas, y a El Chulla Romero y Flores.
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En este texto, la autora desarrolla, en primera instancia, una reflexión crítica en torno a la demanda de “extraterritorialidad” de la literatura ecuatoriana, que desde la década de los 90 del siglo pasado se ha constituido como en una especie de constante, esa ausencia ha impedido que la narrativa alcance los horizontes de universalidad, pues su fijación en lo local la ha atado, según ciertos juicios, a superar este tipo de lazo con el pasado. Ortega examina este debate a la luz de la tradición latinoamericana, en donde tiene sus antecedentes e historia, incluso pone como ejemplo la célebre discusión entre el narrador peruano J. M. Arguedas y el argentino J. Cortázar respecto a lo que significaba e implicaba lo nacional-local y el ser cosmopolita entendido como la opción de universalidad. En segunda instancia, la crítica analiza la novela Tratado del amor clandestino, de F. Proaño Arandi, para poner en contraste lo que ese debate sugiere y de alguna manera demostrar que ese “viaje hacia dentro” de la historia íntima del drama de los personajes es, a su vez, un desplazamiento a lo que califica como un viaje a “los orígenes” que, a más de que lo expliquen como sujeto, lo ubican dentro de una historia de la que participan otras voces, otras presencias, realidades, memorias y actores.
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Ponce comenta y reflexiona en torno a la quinta novela del escritor Francisco Proaño Arandi, El sabor de la condena, publicada en Quito en 2009 por Editorial El Conejo. Se establecen algunas de las claves que configuran esta historia en la que Proaño vuelve a poner en escena las obsesiones que cruzan por sus otras experiencias novelescas. Los personajes, Javier y Male, se mueven en un juego de signos y símbolos que le permiten al lector acceder al misterio que constituye sus vidas, que es un tejido de interrogantes y apariencias continuas. Como en gran parte de sus ficciones, en esta el mundo está reducido a una casa y a una ciudad enigmática y hechizante como Quito, que vuelve a convertirse en referente central. Proaño, al decir de Ponce, es fiel a su estilo y a esa concepción de lo narrativo que se bate entre lo denso y lo moroso, que en él ya es clásica.
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Esta novela corta de Salazar Arboleda pertenece al Realismo en transición hacia el Naturalismo, pero, a la vez, enlaza tanto con la novela gótica inglesa del siglo XVIII, como con el cuento fantástico prevalente en la primera mitad del siglo XIX en Francia y Alemania. El cambio de tipos narrativos dentro de la historia que se relata: novela histórica-novela psicológica- novela fantástica-novela ética muestra la forma en que las literaturas europeas eran asimiladas, adaptadas e innovadas durante el siglo XIX en la narrativa ecuatoriana, pero también la manera en que la novela era un vehículo de difusión ideológica.
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El autor comenta la vocación de historiador de Alfredo Pareja Diezcanseco, resaltando sus fortalezas: la narratividad de los textos y la presentación humana de los personajes. Menciona, asimismo, que su límite radica en haber renunciado expresamente a los instrumentos metodológicos de análisis, lo que conduce a una interpretación maniquea sobre un tema central de la historia reciente del país, la polémica liberal-conservadora. Por otro lado, el autor resalta la vocación democrática de Pareja Diezcanseco. Su defensa de la soberanía nacional y la democracia lo ubican entre los forjadores de la nación ecuatoriana, por su preocupación en reflexionar sobre la identidad, sobre el mestizaje y su función en la construcción del país, su insistencia en la defensa y consolidación de la democracia se radicalizaron con el tiempo, como lo muestran su crítica de las dictaduras, su defensa de las garantías políticas, y sus postulados de cierta reforma social.
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Este ensayo analiza aspectos de la dilatada labor como periodista, crítico literario, narrador de ficción y, sobre todo, la producción poética del ecuatoriano Alejandro Carrión. Señala que su narrativa, desde muy temprano, evidencia el tono satírico que no abandonaría jamás, tanto como su «vocación festiva de la sedición». Destaca su labor como periodista, principalmente con el seudónimo de Juan sin cielo. Menciona algunos aportes de Carrión en tanto crítico literario, recogidos principalmente en la revista Letras del Ecuador. El hilo conductor del ensayo –a ratos nostálgica semblanza– se nutre de una perspectiva inevitable: ciertos rasgos de su personalidad (su experiencia en «romances y serpientes», la vocación de incisivo y mordaz humorista, su «naturaleza confrontacional» y aguda inteligencia), además de sus dotes de narrador satírico y de poeta.
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Luego de ubicar a Ángel F. Rojas entre los ensayistas de temas literarios de su generación, la autora sustenta la vigencia del crítico lojano. Más allá de que no exista, en el siglo XX, ningún otro estudio de similar alcance sobre la novela ecuatoriana, plantea que los méritos de esta obra radican en los criterios de periodización empleados, en que los juicios emitidos se sustentan en criterios estéticos, y en que jerarquiza las obras de acuerdo a su valor literario, no se trata de crítica impresionista o biografista, ni sesgada negativamente por consideraciones ideológicas. Rojas incluye, entonces, tres rasgos propios de la moderna crítica literaria: el deslinde, el establecimiento de jerarquías y la emisión de juicios sustentados en la literaturidad de las obras. Un buen número de las conclusiones del autor mantiene actualidad, igual ocurre con la significación de muchas de ellas en el canon del país. El texto de Rojas inicia la moderna crítica literaria ecuatoriana, y mantiene su lugar referencial entre los estudios de la novela en este país.
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La autora lee la novela Hoy empiezo a acordarme, del ecuatoriano Miguel Donoso Pareja, desde la perspectiva de la ficción como un intento –vano–, por parte del narrador, de encontrarse a sí mismo, escritura-travesía hacia un yo que resulta ser siempre “otro”. El personaje pretendería transformar no exclusivamente su realidad, sino la ficción misma en un universo navegable para el lector, la escritura fragmentada en vehículo que no lo lleve a destino alguno, sino a su propio punto de partida. Más que construir una novela de perfección formal, el narrador pretendería involucrar al lector en su propio viaje-búsqueda. Donoso partiría de la escritura como presencia y ausencia, como verdad y mentira, para construir esta novela con historias fragmentadas que se alimentan tanto del recuerdo como del olvido, en un cabal ejercicio de hiperconciencia narrativa.
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En este diálogo entre el escritor Francisco Proaño Arandi (Premio latinoamericano José María Arguedas, La Habana, 2010) y el lúcido crítico y ensayista Alejandro Moreano, se pasa revista a los años de formación del narrador, la década de los 60, los tzántzicos, la creación de la revista La bufanda del sol, el Frente Cultural en Quito. Proaño, hurgando en la memoria, reconstruye los diversos momentos de lo que fue el debate político y literario de esos años, el peso de la Revolución cubana, las ideas y las propuestas del compromiso del filósofo Jean-Paul Sartre, las luchas anticolonialistas en África, Mayo del 68 y su repercusión en la juventud del mundo, los escritores del boom de la narrativa latinoamericana, su experiencia como diplomático de carrera durante procesos y gobiernos que se sucedieron en el Ecuador en los años 80 y 90. El escritor también da cuenta de lo que es su universo narrativo, las obsesiones, la presencia de una ciudad como Quito en sus diversas novelas y cuentarios, así como la reflexión que a través de sus personajes realiza de las complejas relaciones de la pareja. Diálogo que no solo significó el encuentro de escritores de una misma generación, sino de dos amigos que han sabido compartir la pasión por la escritura de manera vital.
Resumo:
Honorato Vázquez, al afirmar que la literatura nunca podría ser industria, aplicaba en su obra algo que, como intelectual, entendía como verdad absoluta. No obstante, al escoger la complicada focalización narrativa que presenta su texto, se explicita como un hábil escritor que emplea procedimientos discursivos que son elementos estructuradores de la composición textual narrativa, que se ofrece ya como una estructura analizable en diferentes planos y niveles y compuesta por diferentes voces, aspectos que darán su especificidad a la novela como género en el siglo XX.
Resumo:
A través del examen crítico del cuento “El negro Santander”, del libro Yunga (1933) del ecuatoriano Enrique Gil Gilbert, miembro de la conocida Generación del 30, se propone una serie de interrogantes desde lo que, en términos simbólicos, el texto revela en torno a la idea de la nación, sus exclusiones, la modernidad y la presencia de la diáspora afro en la sociedad ecuatoriana. Este ensayo echa luz, desde una perspectiva actual, sobre uno de los cuentos emblemáticos de la obra de Gil Gilbert que forma parte la vanguardia narrativa que se da en Ecuador y América Latina en los años 30 del siglo XX.