2 resultados para Carroll
em Andina Digital - Repositorio UASB-Digital - Universidade Andina Simón Bolívar
Resumo:
El presente trabajo tiene como centro fundamental el tema de la caída y su relación con la muerte y el lenguaje. Al conjunto de estos elementos hemos dado en denominar Poética de lo Icárico tomando dicho nombre del mito griego de Ícaro. El trabajo de exposición de esta poética aparece configurado en tres capítulos. En el primero se postula un plano para la génesis y el concepto de lo icárico a partir de los tres héroes míticos de la caída: Ícaro, Lucifer y Cristo; el objetivo aquí es identificar y desarrollar los elementos que estructuran esta poética. El segundo capítulo avanza hacia la manifestación de lo icárico en la modernidad, principalmente en autores como Charles Baudelaire, Friedrich Nietzsche, pero, sobre todo, a partir de Baudelaire se analiza una cuarta encarnación del héroe mítico de lo icárico en la figura del poeta moderno; la presencia de Nietzsche está directamente relacionada con la crítica y desmonte de este héroe tal y como llega a Baudelaire, desde el espacio del mito, pero así mismo son importante autores como Lewis Carroll y Carlos Castaneda, quienes preludian ya el desarrollo de la relación de la caída con el lenguaje. La plenitud de este desarrollo se lleva a cabo en el tercer capítulo con el análisis del poema Altazor, del poeta chileno Vicente Huidobro. La tesis que sustenta este capítulo y culmina el trabajo de exposición, plantea el poema de Huidobro como la puesta en plenitud de la poética de lo icárico que se resuelve precisamente en el momento en que Huidobro logra que la caída funcione dentro del poema como su esencia misma, en la medida en que lo determina o determina de manera absoluta el lenguaje con el cual está escrito, y, de este modo, con Huidobro, la relación inicial entre la caída, la muerte y el lenguaje termina siendo la totalidad misma de un poema que, en cuanto a lo icárico, abre para la poesía hispanoamericana nuevas posibilidades de lo poético.
Resumo:
El último tramo de la historia ecuatoriana evidencia la confrontación abierta entre dos mundos, vinculando dialécticamente al oprimido y al opresor: los pueblos y nacionalidades indígenas y los afrodescendientes frente a una sociedad mestiza dominante. No se trata solo de un problema de exclusión y asimetrías, sino también del desconocimiento sobre cómo superar la triple agresión de la que son víctimas los primeros: el despojo, la discriminación y el desprecio. La cultura dominante ha propugnado por la integración de los pueblos indígenas, para que estos asuman los códigos de conducta, de consumo y de intelección del mundo propios de la sociedad occidental. Aunque muchos indígenas van acogiendo tales patrones por una dinámica de sobrevivencia, en general se resisten a la asimilación cultural y a la pérdida de sus respectivas identidades. Ello se puso de presente con el levantamiento de junio de 1990, que marcó el inicio de un proceso orientado a la liberación de los pueblos indígenas. En el campo de las percepciones sociales, ese acontecimiento representa el inicio del tránsito de una visión racializada de lo indígena, al reconocimiento de la existencia de culturas diferentes. En efecto, la lucha del movimiento indígena en las últimas décadas se desarrolla en el marco de la recuperación o reafirmación de sus identidades y para ello, construyó formas complejas de organización y de interpelación al proyecto de configuración del Estado-nación. Estas formas de interpelación le dan sentido y constituyen el eje en torno al cual gira toda la trama de relaciones entre el Estado y las nacionalidades indígenas del Ecuador, frecuentemente tensas y conflictivas (Guerrero, 2000; Bretón, 2001; Carroll, 2002; Beck y Mijeski, 2001).