339 resultados para Crítica literaria
Resumo:
La presente investigación tiene como punto de partida el estudio de las novelas del escritor colombiano Carlos Perozzo: Juegos de mentes (1981) y El resto es silencio (1993). Este estudio se realiza a la luz de la expresión “mamar gallo”, la cual ilustra la concepción de lectura y escritura del autor. En Carlos Perozzo “mamar gallo” significa leer y escribir con humor e ironía. El humor y la ironía en relación con el campo literario constituyen un estilo de escritura que da cuenta de una postura autocrítica en torno al proceso de creación y los múltiples elementos que se articulan en una obra literaria. Por ejemplo, el autor, el narrador, los personajes y el lector. De esta manera, la expresión “mamar gallo” nos permite explorar la forma en que la propuesta estética de Carlos Perozzo contribuye a la desacralización de los actos de leer y escribir. En síntesis, la presente tesis es un caso de análisis crítico que se circunscribe en lo estrictamente literario. Por tal, el objetivo es valorar la propuesta de lectura y escritura presentes en las novelas de Carlos Perozzo.
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En este artículo se analiza el diálogo que establecen las intelectuales latinoamericanas con la Historia oficial por medio de determinadas ficciones de archivo publicadas en la década de 1950. Al respecto, es importante tener en cuenta que tras la adquisición de derechos civiles por parte de las mujeres latinoamericanas en las décadas de 1930 y 1940 –cuando conquistaron el derecho al voto, ingresaron masivamente a las universidades y se erigieron como posibles representantes de los intereses públicos–, las intelectuales del continente demandaron la adscripción a alguna genealogía histórica que les proporcionara coherencia y profundidad identitaria. En muchas ocasiones debieron echar mano del discurso literario para negociar su existencia presente con el pasado histórico y ampliar los límites de la fundación continental con la visibilización de las voces y subjetividades femeninas. En este marco se publican los dos libros que componen el corpus: Manuela Sáenz, la divina loca (195?), de la venezolana Olga Briceño, y Amor y gloria: el romance de Manuela Sáenz y el Libertador Simón Bolívar (1952), de la peruana María Jesús Alvarado. Estas lecturas permitirán reflexionar en torno al proceso de historización de la alteridad demandado por las nuevas ciudadanas del continente, determinar sus alcances y la subjetividad resultante de este enfrentamiento.
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Este ensayo constituye un acercamiento a las obras de Roberto Bolaño y de Leonardo Valencia desde una perspectiva que asume el estudio de condiciones de ruptura y respuesta, que posibilitan pensar en algo que no es la modernidad, sino que se acerca a conciencias y experiencias fragmentadas, constantes en el mundo latinoamericano, que permiten reflexionar sobre categorías como «posmodernidad». A partir de los estudios de Antonio Cornejo Polar sobre las wankas que abordaron la muerte del inca, el autor complejiza la discusión respecto a las memorias, las representaciones y discursos históricos del mundo latinoamericano, luego del truncamiento de la utopía de progreso moderno, las revoluciones latinoamericanas de los años 60, la dictadura chilena y las migraciones. Se intenta, además, brindar elementos que permitan interpretar los fraccionamientos de tiempo, espacio y la experiencia de los individuos, en relación con la idea de Latinoamérica que se gesta desde productos estéticos como las novelas de Valencia y de Bolaño. El trabajo persigue determinar cómo esas formas de experimentar el mundo de los personajes de estas obras implican rupturas con las nociones tradicionales sobre la modernidad, y configuran respuestas o contra propuestas ante las estéticas de algunos escritores del boom latinoamericano, propiciando versiones opuestas al discurso incorporado en el pensamiento general sobre nosotros y nuestra experiencia de lo latinoamericano.
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Desde diarios, revistas o publicaciones ocasionales, libros y exposiciones, colaboraciones artísticas o presentaciones públicas, el negro Roberto Fontanarrosa -argentino, rosarino e hincha de Rosario Central- generó una prolífica y muy difundida obra como narrador gráfico y literario. Primordialmente, desde el humor, trabajó con personajes, ambientes y sentidos comunes de la cultura popular: del mercenario norteamericano y los clásicos literarios al fútbol o la mesa de cafetín. Entre 1972 y 2007 -año de su muerte-, Fontanarrosa publicó regularme una historieta sobre el gaucho Inodoro Pereyra. Arrancando en un registro eminentemente paródico del arquetipo instituido por jergas folcloristas o imposiciones escolares, el personaje evolucionó en la intertextualidad de diversos registros y sentidos, y el vínculo con la realidad coyuntural. En paralelo, en sus once libros de cuentos -algunos de los cuales alcanzan las diez ediciones- surge esporádicamente otra figura constituyente del relato nacional: el prócer. Aquí las narraciones explotan sus múltiples facetas: del héroe condecorado de adjetivos al anónimo, pero merecedor. De estos dos arquetipos trata este libro: de cómo están consolidados en el sentido común y de cómo, en su trabajo, Fontanarrosa evidencia sus mecanismos constitutivos, sus estrategias narrativas y formales como entidades inventadas, pero funcionales. Y cómo se abren caminos a nuevos rasgos de identidad.
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Varios motivos se nos presentan para recordar la vida y la obra fecundas de Octavio Paz, cuyo centenario de nacimiento celebramos en 2014. Uno de ellos es la constancia de Paz en su esfuerzo por fijar para la poesía un lugar de dignidad en medio del bullicio al que pretende someternos la experiencia moderna. El silencio que acompaña la escritura de un poema, primero, y que después duplica sus resonancias en la lectura, es altamente significativo y poderoso por ser parte de un mecanismo que le permite a una persona, extrañamente, estar con ella misma al tiempo que se deja transportar por las asociaciones novedosas de lo que está leyendo.
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En este libro se explican las condiciones que posibilitaron las dinámicas de reproducción de las prácticas letradas en Guayaquil entre 1895 y 1920, particularmente en la conformación de un campo literario que puede ser considerado "moderno". La historia de la literatura ecuatoriana ha recalcado el papel innovador de los escritores y poetas modernistas en relación a la búsqueda de nuevos lenguajes. Sin embargo, no se había reflexionado sobre la constitución de los espacios y prácticas de sociabilidad letrada, cuya novedad radica en que, durante el período aquí estudiado (1895-1920), por primera vez fue viable el desarrollo de procesos creativos autónomos, separados del peso definitorio de la moral y la política. Los escritores de fines del siglo XIX e inicios del siglo XX se diferenciaron de los anteriores porque crearon revistas literarias y círculos de reflexión sobre su oficio, con un sentido de autonomía radical, en nombre del “ideal” de ser modernos. Para ellos la crítica literaria desempeñó un rol primordial en la formación de nuevas sensibilidades culturales. Su actitud frente al hecho artístico los convirtió en escrutadores letrados de su medio, al mismo tiempo que en artífices de su propio campo de creación intelectual.
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Seguir las huellas de la oralidad en algunos cuentos de la narrativa ecuatoriana de los treinta es, sin duda, una tarea compleja, porque no se trata de textos que se inscriben dentro de lo que Walter J. Ong llama oralidad primaria, es decir, “a la oralidad de una cultura que carece de todo conocimiento de la escritura o de la impresión”,1 sino de la literatura (letra) hecha, precisamente, por letrados, por escritores y constituida por textos fijados, hasta cierto punto, por la escritura, es decir, de la oralidad secundaria, de aquella que depende de la impresión y en general de la tecnología. Por lo tanto es necesario considerar, para este estudio, tanto la oralidad como la escritura –oralidad primaria y oralidad secundaria– como dos niveles dialógicos de análisis e interpretación, no excluyentes sino complementarios. Por esta razón sería más apropiado hablar de los efectos de la oralidad en textos escritos, que modelizan un tipo de cultura, en este caso, la del montubio de las primeras décadas del siglo XX – la de la época del cacao–. Entonces, la pregunta básica a la que vamos a tratar de responder es: ¿cómo se representa dicha cultura oral en los textos seleccionados? (“El cholo del cuerito e venao” y “El cholo que se castró”, de Demetrio Aguilera Malta; “El Guaraguao” y “La salvaje”, de Joaquín Gallegos Lara; “Mardecido llanto” y “El malo”, de Enrique Gil Gilbert; y “Banda de pueblo”, de José de la Cuadra.)
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La presente tesis de maestría tiene como finalidad el análisis e interpretación de la obra poética del escritor ecuatoriano David Ledesma Vázquez (1934-1961), desarrollada en los años cincuenta del siglo XX. Para ello, se ha buscado entretejer varios componentes de su producción lírica, desde la perspectiva de dos conceptos modernos: el enmascaramiento y la transgresión, que a su vez se encuentran atravesados por temas relacionados con lo erótico, lo ficcional y lo existencial. Y, además, de ponerlos en diálogo con la poesía de Ledesma para así poder identificar estos elementos dentro de la producción ledesmiana. Por tal razón se ha considerado pertinente desarrollar un análisis de la obra de Ledesma desde algunas categorías, la mayoría de ellas modernas, sin descuidar la distancia que las separa de la época del poeta, posibilitar una relectura de su creación y, a la vez, realizar una nueva interpretación de su poesía, la cual es catalogada como una de las más interesantes de las producidas en el siglo anterior.
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Este ensayo se refiere a varios procedimientos narrativos en la ficcionalización de la historia y lo hace a partir del análisis de la novela El entenado, del argentino Juan José Saer. Propone una reflexión acerca de tres aspectos claves en esta obra: 1. La representación del caníbal y su existencia en el tiempo mítico, 2. La memoria y la conciencia del exterminio, y 3. La figura del testigo como una voz históricamente autorizada en los relatos. La noción del tiempo, el desarrollo de la conciencia, la memoria y el lenguaje de un pueblo caníbal de la región del Río de la Plata son narrados por un joven marinero español del siglo XVI, que comparte esa vida durante diez años como prisionero. En esta novela Saer se embarca en un viaje ficcional y especulativo orientado a desentrañar la noción de la vida y la muerte en un pueblo y un tiempo míticos.
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En este texto el autor se propone cotejar la historia de Nay y Sinar incluida en la novela María, de Jorge Isaacs (1867), con la de Bernabé en Sab (publicada en Madrid en 1841), de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Esta exploración busca, por un lado, crear un contrapunto de ambos textos, por otro lado, se propone pasar revista a temas como la construcción de lo masculino en los dos textos, la posición antiesclavista de las mismas y Madre Natura como antagonista y coadyuvante de los protagonistas. Para cerrar este trabajo el autor aplicará un par de ideas de Benedict Anderson intentando explicar lo siguiente: los personajes de Isaacs y Gómez de Avellaneda provienen de una comunidad imaginada perdida y se ven en la imposibilidad de reproducir en un contexto diferente los límites de ese reino que ya no existe o que quizá no existió, por ser parte de la imaginación comunitaria.
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El presente trabajo tiene por objeto mostrar que los relatos de la tradición oral afroecuatoriana hacen parte de una compleja construcción que no termina en la articulación de eventos más o menos ficticios cuyo destino es ser narrados. Así, Cimarronaje, Seres Intangibles, Guardianes de la tradición, entre otros elementos internos, de los cuales no puede desprenderse la narración, se articulan con el fin de llevar a cabo un proyecto de resistencia y conservación de las tradiciones. La ausencia de estos elementos daría como resultado una narración cuyo fin se limitaría al mero “entretener.” El Riviel, ser del mar que pese a los embates de la tecnología convive aún con los pescadores en las costas esmeraldeñas, es el ejemplo ideal para adentrarse y aventurar esta tesis. Más si se toma en cuenta que en cada una de las versiones aquí recogidas, los elementos a los que nos referimos no dejan de presentarse vigorosamente. De esta manera, el relato oral se convierte en un instrumento (con una máscara de ficción, si se quiere) urdido con la intensión de resistir. El lector que amablemente se acerque a estas líneas debe, sin embargo, ser advertido de lo que aquí se intenta: una aproximación al relato desde el ámbito académico. Esto, y a pesar de todo lo minuciosos que hayamos sido en la elección de las categorías que facilitan nuestro trabajo, no significa estar mejor dotados para la interpretación de “El Riviel” que cualquiera de sus propios Guardianes y creadores.
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La locura femenina y su representación literaria es un tópico en el que recaen una serie de imaginarios, sentidos y formas sobre la subjetividad femenina que dan cuenta de una tradición literaria y de unas tensiones identitarias que están en permanente (re)configuración alrededor de un sistema patriarcal-heternomativo2. El personaje loco como imagen del desvarío y el desorden entraña distintas formas de violencia en tanto sujetos que transgreden las normas de feminidad, masculinidad y sexualidad hegemónicos, asimismo, unas posibilidades de subversión del orden y del “deber ser” femenino que posibilitan el detenimiento en el lugar que se concede al cuerpo, de las opciones de vida y de la toma de conciencia del lugar en el mundo. El presente artículo se detiene en los personajes de Susana en Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo, Matilda en Nadie me verá llorar (1999) de Cristina Rivera Garza y Agustina en Delirio (2004) de Laura Restrepo, con la finalidad de hacer un seguimiento sobre los avatares, tensiones, devenires, formas de violencia y trasgresiones femeninas que en el marco de la locura se despliega.
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La literatura indigenista de los años 30 ha pasado por una lectura crítica que desmereció sus proporciones artísticas. La representación y puesta en primer plano de la condición del indígena durante la Conquista y después de ella, aparentemente, incurrió en la hiperbolación y en el excesivo artificio. Sin embargo, este modelo literario, que consistió en la inclusión del universo indígena y denunció su marginación, requiere de una nueva revisión crítica que tome en cuenta el valor de su intencionalidad y la presencia de los sujetos subalternos en el mundo literario.
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El presente trabajo investigativo tiene por objeto analizar cuáles fueron las circunstancias que dieron lugar a que el fenómeno de la poesía conversacional se haga presente en la poética cubana de los años setenta, tomando como caso específico la obra de Luis Rogelio Nogueras, poeta nacido en La Habana en 1944. El desarrollo de esta tesis pretende dar cuenta de cuáles fueron las condiciones que atravesaba la poesía en los años anteriores a 1959, año del triunfo de la Revolución cubana ante la dictadura de Fulgencio Batista, lo que desencadena un proceso de constitución de un nuevo público lector así como un nuevo enfoque de la poesía. Finalmente este trabajo analizará las claves intertextuales, de contexto y contenido en las que se enmarca la obra de Luis Rogelio Nogueras, así como las características que integran la corriente poética llamada conversacional.
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La construcción del espacio en El alienista (1882) y El infarto del alma (1994) sugiere una fluidez transversal a los contrastes evidentes entre ambos libros. El cuento largo de Machado de Assis –irónico, desde su modernidad, respecto a las promesas de la Ilustración– y el testimonio/fotoensayo de Diamela Eltit y Paz Errázuriz – fragmentario e inquisidor de las homogeneizaciones reconfortantes de su fin de siglo–, narran la locura a través de una inmersión en espacios dúctiles. Tanto el orden colonial que pretende clasificarla como las exclusiones de una modernidad que convive con patrones unívocos de lo bello o deseable, adscriben un espacio a la locura. Sin embargo, surgen intersticios –desde lo arquitectónico y más allá de ello– que trastocan la noción de esta. El lector se inserta en un flujo de movimientos/interpretaciones y es incitado a participar de una actitud lúdica capaz de conjurar la locura. Las piezas de juego son innumerables –pasillos, nombres, viajes, sueños, ventanas, héroes, rincones– pero los resultados no se pueden clasificar como los objetos de estudio de la ciencia ilustrada. Tampoco medir como lo hacen las fórmulas de prestigio contemporáneas. Sólo está la libertad de jugar.