38 resultados para JORGE ELIÉCER GAITÁN
Resumo:
El presente trabajo se enmarca en el estudio de la poesía peruana de vanguardia y el proceso de transculturación generado desde las vanguardias europeas en la primera mitad del siglo XX, especialmente el surrealismo. A través del análisis de las obras 5 metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat y La tortuga ecuestre de César Moro, se hace un recorrido por las condiciones estéticas que evidencian estos libros, así como su relación con el advenimiento de la modernidad y las repercusiones de esta coyuntura política y cultural en el ámbito estilístico de estos dos textos. La aproximación teórica a ellos se ha realizado a partir del concepto de transculturación generado por Fernando Ortiz y Ángel Rama, atendiendo en general a las consideraciones dadas por este último, quien le otorgó a este concepto un carácter de choque y resistencia intercultural en el ámbito de la literatura. Después de detallar un panorama crítico de la poesía peruana a comienzos del siglo XX, las relaciones de esta con el continente europeo, los intercambios y sus referentes más notorios de vanguardia, pongo en diálogo estas obras y sus dos autores con los debates más significativos de su época en el Perú, la postura ética y humana de César Vallejo, el nacionalismo promulgado por Mariátegui y la condición de indigenismo y oralidad defendidas por Arguedas. Este recorrido conlleva al análisis estilístico de los dos poemarios, visualizando en ellos las características de la transculturación desde su composición. La poesía de Moro y Oquendo de Amat tiende a la novedad vanguardista como forma de libertad estética, desde un locus de enunciación andino que integra elementos de intercambio entre posturas continentales, desembocando en una búsqueda constante de autenticidad individual y cultural que no se puede integrar anodinamente a los mismos parámetros creativos del cenáculo francés.
Resumo:
Las narrativas de Jorge Icaza y Pablo Palacio han sido abordadas tradicionalmente por la crítica como propuestas estéticas contrarias. No se han tomado en cuenta las significativas coincidencias de sus literaturas en relación con la representación artística de la realidad. Tanto la narrativa icaciana como la palaciana coinciden en la recreación del tiempo y el espacio modernos, y, sobre todo, en la incorporación en sus textos de otros lenguajes. Icaza se apoya en el lenguaje teatral en distintos niveles. La utilización de herramientas del discurso dramático, la concepción de la realidad como una gran farsa social y la representación del mundo a partir de ciertos elementos de una estética barroca, son características fundamentales que revelan una trayectoria particularmente intensa de la obra del escritor quiteño. Palacio construye, a su vez, su narrativa a partir de la incorporación irónica de los lenguajes filosófico, científico, periodístico, político, cinematográfico y literario, con el objetivo de revelar los mecanismos de la construcción discursiva de la literatura y la realidad. La literatura palaciana se descubre, por lo demás, marcada, como gran parte del arte moderno, por el lenguaje cinematográfico, el cual presenta muchas posibilidades para la recreación artística de un momento histórico complejo y un espacio social en acelerada reconfiguración.
Resumo:
El autor lee a Carrera Andrade como un creador surgido en el quiebre de los presupuestos, ideologías y esperanzas del siglo XIX e inicios del XX, más plagado de incertidumbres que de certezas. Acaso el rasgo autobiográfico de su poesía, y su apego a una temática múltiple –no apartada nunca del desciframiento de los sentidos de lo pequeño– han oscurecido la intención del autor de reflexionar sobre la condición y el destino del hombre moderno. Cercano al existencialismo, en tanto filosofía develadora de la fragilidad y soledad humanas, de la futilidad de sus construcciones intelectuales, Carrera fue testigo –en un siglo de confrontaciones– «de la fealdad triunfante y la libertad encadenada». El poeta describe tres atributos definitorios del hombre moderno: soledad, imposibilidad de ser libre, y su condición de desterrado. Plantea Carrera que estas condiciones ontológicas de soledad y de ser prisionero no se agotarían en el hombre, sino que conformarían también a otros seres y objetos del universo. El destierro aludiría no solo a la condición literal del exiliado, sino también a la ausencia de un hogar espiritual, aunque, en relación a este punto, parece arribar a una cierta conciliación mediante la idea de que es posible trascender la finitud del individuo en la pervivencia de la humanidad entera –destino común el del «hombre planetario», cantado por el poeta a pesar de su soledad y sus prisiones.