3 resultados para Epoca de semeadura

em Ministerio de Cultura, Spain


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Contiene: I. De los orígenes a los Austrias. II. De la Ilustración a nuestro tiempo

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Estudiar los textos vocacionales en Ortega y Gasset. Una vocación es una llamada. La vocación total se hace día a día, vocación a vocación. No puede haber una llamada que asegure la tranquilidad durante todos los días de una vida. La vocación tiene que ser constante. Las necesidades individuales y sociales son las que prestan su voz para un requerimiento de personas, pero las necesidades llaman siempre impersonalmente y un reclamo que no va dirigido directamente a una persona concreta puede rechazarse, no dándose por aludido. La vocación es personal, tiene que hacer de lo más íntimo de la naturaleza, pero al mismo tiempo es circustancial. El hombre nacido en una epoca dada, en uno u otro lugar, con unas u otras cualidades o aptitudes está condicionado a una serie de trayectorias de existencia. No nacemos por generación espontánea en un mundo desierto. Se nace dentro de un amor o desamor. Esta será la energia para los primeros pasos, después la vida junto con el datum y la fuerza de la voluntad serán quienes marquen la existencia concreta. Toda vida tiene que ser sincera, fiel en una u otra situación de sí misma. Con el imperativo constante de ser cada vez mejor, porque la vida tiene capacidad para un perfeccionamiento progresivo casi sin limites, requerido no solo por el fondo vital, sino también y principalmente por la convivencia social. La vocación nos tiene y nosotros la tenemos. Nace en nuestra intimidad, pero somos servidores suyos. Ella trasciende nuestras particularidades. Nos mantiene. El hombre es más débil que la vocación y necesita de ella como defensa.

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Estudiar la evolución de la religiosidad en los preadolescentes. El desarrollo de la religiosidad en el niño es un proceso continuo pero no uniforme. Hay momentos de cierta estabilidad, seguidos, ordinariamente de una gran estabilidad. Esto parece lógico y natural, pues es la dinámica general biológica y psicológica, en que a unas etapas de evolución progresiva siguen otras de involución o regresión. A partir de los ocho años, edad ya de la discreción, el mundo religioso infantil se va sistematizando y completando. El lado comunitario da un sentido más amplio a su vida de relación con Dios, con lo que indirectamente du vida religiosa es más consciente y personal, y está suficientemente bien establecida para ir avanzando hacia la plena madurez en la pubertad y en la postpubertad. Como el fenómeno religioso se presenta enlazado estrechamente con el problema de lo moral, hemos estudiado también esta temática en algunas de las preguntas del cuestionario. En el estudio de las respuestas hemos asistido a un desarrollo progresivo, cronológicamente más tardio. Este retraso es debido evidentemente a que en el orden moral se requiere la presencia no sólo de la razón y de la voluntad, sino la capacidad y madurez necesaria de la razón y voluntad para permitir el libre ejercicio de la responsabilidad y libertad. A partir de los ocho años, la objetividad y responsabilidad comienzan su desenvolvimiento. El muchacho puede elegir y, de hecho, elige cada vez con más conciencia de lo que hace. En esta epoca, la integración de lo religioso y de lo moral es posible y conveniente, pero debe ajustarse a ciertos cánones en que Dios sea realmente en última instancia y no la inmediata la presentación de la panorámica religiosa del preadolescente, tanto en el orden teórico o de principio como la constatación de sus manifestaciones prácticas, nos lleva a la consideración de sus aplicaciones en orden a la educación de la religiosidad. Así, la presentación de Dios ha de hacerse desde una religiosidad paternal y maternal realmente auténtica. Una presentación afectiva y gestual, en los primeros años. Posteriormente requiere un cuidado especial el modo de contestar a las preguntas que el niño va formulando, para lo cual es indispensable tener en cuenta el cambio progresivo de sus intereses: por qué, cómo, para qué. Y ya en el orden moral, es indispensable la implantación de los hábitos de dominio, pero estos estarán condenados al fracaso si su formación no se desarrolla en un ambiente de cariño y respeto para con la persona del niño.