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em Universidad de Alicante
La desamortización eclesiástica en la provincia de Alicante y la deuda pública. Estudio aproximativo
Resumo:
La investigación de la arquitectura urbana de las pequeñas y medianas ciudades españolas a lo largo del siglo XX presenta una serie de características y peculiaridades cuyo análisis puede ser de gran interés para los investigadores que, en un futuro, deseen acercarse a este singular tema de trabajo. Por otro lado, sólo desde la contextualización de las aproximaciones que, de hecho, ya se han producido a este campo de estudio se pueden entender sus conclusiones, sus valores y sus carencias. El desarrollo económico de la España de los años sesenta y setenta trató de forma muy desigual a estas ciudades de las que estamos hablando, de manera que, en función del mismo, algunas se han transformado de un modo casi irreconocible. Es precisamente el caso de Albacete, una ciudad que conoce un verdadero esplendor económico, social y cultural en el primer tercio del siglo XX, fenómeno cuyas causas hunden sus raíces en el siglo XIX (el ferrocarril, el canal de desecación, la desamortización, la capitalidad de la provincia, etc.), a la que afectan especialmente las consecuencias de la guerra civil y que, con las ínfulas especulativas de la explosión demográfica, no vuelve la vista atrás y casi hace tabla rasa de su pasado. Las primeras inquietudes por la trama urbana, por sus huellas y por sus señas de identidad (el patrimonio arquitectónico) proceden de dos disciplinas distintas y complementarias: el urbanismo y la historia. Las primeras figuras de planeamiento de los años ochenta incorporan un loable esfuerzo, en su fase de información, por conocer la ciudad, por entender cómo es para poderla transformar sin violencia pero en profundidad. Paralelamente, las ordenanzas se hacen eco de unos primitivos catálogos de edificios protegidos, a la vez que, desde las instituciones de reciente creación (el Instituto de Estudios Albacetenses, la Universidad de Castilla-La Mancha, etc.), los jóvenes historiadores aportan sus entusiastas trabajos bajo el formato de monografías. En los noventa, cuando, como doctorando del programa del Departamento de Composición Arquitectónica de la Universidad Politécnica de Madrid, tutelada por el profesor Miguel Ángel Baldellou y dirigida por el profesor Joaquín Arnau, decido hacer de la arquitectura urbana de Albacete mi tesis doctoral, esta es la situación. Esta comunicación pretende, en lo posible, describir los materiales y, sobre todo, los métodos utilizados en la referida investigación. Los materiales disponibles, a tenor de lo expuesto, eran (y son) básicamente tres: la propia ciudad, con su pasado descrito en las crónicas locales, su heterogéneo presente y su futuro plasmado en el Plan General de Ordenación Urbana vigente. La bibliografía de carácter general y particular. Y, sobre todo, los archivos, adonde se custodia un elemento de singular valor en nuestro trabajo: el proyecto de arquitectura, el documento que, como un acta notarial, da fe de lo que, en la mayoría de los casos, fue y ya no es o de lo que quiso ser y es lo que es. La metodología consistía básicamente en el exhaustivo vaciado de esos archivos, lo cual proporcionó una ingente documentación que era preciso, en primer lugar, seleccionar según su valor y, en segundo lugar, analizar con rigor. El conocimiento de los casos concretos y su comparación con la realidad permitió la reconstrucción de la imagen de una ciudad que, hasta entonces, sólo sobrevivía en el recuerdo de los mayores y en las fotografías antiguas. Posteriores avances en el estudio de Albacete, nos han llevado a una suerte de feed-back, esto es, a profundizar en la historia urbana, a establecer un discurso, con sus disgresiones cuando la ocasión lo merece, protagonizado por la primera actriz de esta escena: la arquitectura de la ciudad.
Resumo:
San Antonio, actual pedanía de 2.100 hb situada a 5 km de la ciudad de Requena, es un ejemplo de transformación del paisaje por efecto de la colonización humana. En 1752 poblaban esta partida dos docenas de familias de labradores, jornaleros y pastores repartidos en una veintena de casas dispersas por la campiña. La propiedad de la tierra estaba en manos de una docena de terratenientes forasteros y del concejo municipal de Requena. La superficie cultivada ascendía a uno 600 almudes de regadío y 1.000 de secano. Cien años más tarde había 730 en riego y 3.700 en secano. Este incremento estuvo acompañado de una expansión del viñedo y los cereales, a costa de pastizales y baldíos, y de una distribución y traspaso parcial de la propiedad de la tierra a manos de los colonos que se multiplicaron por diez en poco más de un siglo. Las causas que propiciaron aquella transformación fueron básicamente dos: la desamortización y venta de bienes concejiles y eclesiásticos, y la proliferación de contratos de plantación de viña a medias, mediante los cuales decenas de jornaleros lograron hacerse con una pequeña propiedad vitícola.