1 resultado para Subfamília gênica ARR-tipo B

em Universidad de Alicante


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En los ocho años de vida de La Ilustración, la narrativa, larga y breve, fue uno de los elementos fundamentales de este periódico ilustrado. El artículo analiza los relatos que allí aparecieron y los efectos que las necesidades industriales y comerciales tuvieron en una revista que luchaba por sobrevivir económicamente. Ángel Fernández de los Ríos, propietario del Semanario Pintoresco Español y de La Ilustración, convirtió a esta última, en lo que toca a la narrativa, en una especie de serie B, en la que se entremezclaban reediciones, traducciones y colaboraciones que no habían llegado a tener el nivel suficiente para llegar a las páginas del Semanario Pintoresco Español. La abundancia de reediciones y las diversas fuentes de las que proceden hacen ver que en su selección fue más importante la imperiosa necesidad de sacar la publicación a la calle cada quince días que otros criterios. Ello también explica la abundancia de traducciones de novelas y cuentos en las páginas de La Ilustración. Traducciones y reediciones son el cuerpo principal de la narrativa publicada en La Ilustración y si tenemos que detenernos en las obras de más calidad que allí aparecen, será en este tipo de relatos, puesto que los textos narrativos originales, muy a menudo publicados sin firma de autor, resultan de muy escaso interés. Solo podemos contra con la excepción de dos relatos de José Güell y Renté (Anacaona y Quibiam) y uno de Gertrudis Gómez de Avellaneda: La baronesa de Joux. No representa, pues, La Ilustración una fuente de importancia para la narración española del medio siglo. Su posición subordinada al Semanario Pintoresco Español impidió que la publicación desarrollara una línea de narraciones de calidad. Es testimonio, sin embargo, de un proceso de industrialización de la labor periodística y literaria que estaba desarrollándose con gran celeridad si tenemos en cuenta el fracaso de El Artista y del No me olvides apenas quince años antes. A la altura del medio siglo el periodismo literario se había convertido en una industria que exigía ingentes esfuerzos de trabajo y una producción torrencial.