2 resultados para CALAMAR GIGANTE

em Universidad de Alicante


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Este libro está dedicado a cuantos aún creen en el beneficio de la Arquitectura que a todos y a todas y en todas partes, salvo cuando ocasionalmente navegamos, nos sustenta y envuelve. No es, ni de lejos, un recetario. Es más bien un cuestionario que invita a pensar. Convencido de que la Arquitectura no se enseña, sino más bien ella nos enseña a vivir, el autor ha puesto por escrito aquellos interrogantes que, a lo largo de cuatro décadas, él mismo formuló de palabra, invitando a sus estudiantes y estudiosos a aprender de ella, interrogándola. Hablamos, pues, de Arquitectura. Hace dos tercios de siglo, Bruno Zevi, arquitecto e historiador vinculado al llamado Movimiento Moderno, publicó un libro titulado Saber ver la arquitectura. En su época fue un best-seller. Este libro apunta a algo diferente. Pues no trata de saber ver, sino de saber habitar la arquitectura. Lo que podría haber sido su título, porque éste es su propósito: y el que traza su itinerario. Un itinerario que va del lugar que habitamos en el planeta (la tierra) a la luz que nos remite al sistema (el cosmos) al que pertenecemos. El trayecto del libro contempla, a lo largo de sus 28 capítulos, otras tantas estaciones, o cuestiones, en las que el lector puede a su antojo subirse al tren o apearse de su discurso. Bien entendido que la fe en el poder de la Arquitectura no se discute: se da por supuesta. Ella está presente en cada uno de nuestros pasos sobre la tierra, alimenta el fuego de nuestros hogares, vehicula y canaliza el agua que sacia nuestra sed y ventila el aire que respiramos. En ella se dan cita, pues, los cuatro elementos de la sabiduría clásica del mundo. El libro agrupa las dichas 28 cuestiones en cuatro paquetes de siete, dos y dos. Los dos primeros atienden a los ritos, o protocolos, en los que se ejercita la voluntad de habitación. Los cuales, a su vez, suponen una toma de posesión con respecto al territorio, su geografía y su historia, su topografía y su paisaje, sus asentamientos y sus mitos. Y los dos siguientes refieren sus ritmos, materiales y formales, a través de los cuales la arquitectura se confabula con la vida y redunda en ella. Por medio del ritmo la arquitectura escenifica el rito de la habitación.

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El único ejemplo claro de Modernidad en la ciudad de Albacete (y así lo registra el Docomomo Ibérico) es el Edificio Legorburo en la calle Mayor, 43 esquina a Marqués de Molíns, un proyecto de comercio y viviendas de 1935 de los arquitectos José Luis García Pellicer y Baldomero Pérez Villena. Paradigma del más depurado racionalismo, rotundo, pero discreto, representa en Albacete, en el cruce de la calle Ancha, nuevo eje burgués, con una calle histórica y mirando hacia el Parque, lo que el Edificio Capitol en la Gran Vía madrileña. Pero, además de su posición y composición, encierra toda una serie de lecciones que nos proponemos desentrañar. Una de ellas es que el proyecto es resultado de un concurso convocado por la propiedad, en 1935, a través del Colegio de Arquitectos de Valencia, lo cual llama poderosamente la atención sobre el procedimiento del encargo y sobre el proceder de los promotores. Otra es la auténtica aventura que su construcción supone, arrancando a finales de 1935, quedando paralizada por la guerra y sobreviviendo a continuación a base de reinventarse hasta 1946 en que se concluye. Los cambios entre proyecto y obra evidencian ese ejercicio, apasionante y dramático, de ir repensando el proyecto una y otra vez para poderlo construir con los materiales y recursos disponibles en cada momento. El Edificio Legorburo es un magnífico exponente de la idea corbuseriana de la arquitectura como juego sabio y soberbio de los volúmenes bajo la luz pues es la plasticidad de sus cuerpos, muy matizados, la que le confiere su fuerza y elegancia casi mendelsohnianas. Estos cuerpos, acusados por sus respectivos planos, son tres: el principal y de mayor vuelo de los pisos, que resuelve la esquina en curva así como las transiciones con ésta y con las medianeras; el del bajo que, ajustándose a la alineación oficial, emerge sobre el principal en la esquina, como un faro que iluminara la ciudad con su linterna; y el de transición entre ambos, de vuelo intermedio, en el entresuelo y sobreático, flancos de la torre y medianeras. Este juego de volúmenes acusa un sinfín de matices resueltos con gran clase, como la transformación del mirador de la esquina en balcón, donde asienta la torre y se derrama luego a los costados, o el descenso hasta el bajo de la torre. El tratamiento de superficies insiste en este concepto escultural: las estrías verticales que simulan un orden gigante de pilastras, las franjas horizontales que delinean y subrayan las curvas, los antepechos de los huecos con cuadrados almohadillados... Todo está exquisitamente cuidado, trabajado y pensado. Las plantas, modélicas, albergan dos viviendas por piso con sus zonas de día recayentes a fachada y sus servicios a medianeras, en cuyo centro se aloja una majestuosa escalera elíptica y un patio que absorbe las irregularidades del trazado. Todas estas razones (funcional, impecablemente resuelta; técnica, ingeniosamente conseguida; formal, espectacularmente consumada y el entendimiento del lugar), tienen especial validez en el contexto actual puesto que son auténticas y genuinas lecciones de arquitectura.