1 resultado para Altura de resíduo
em Universidad de Alicante
Resumo:
En 1930 Walter Gropius presentaba una ponencia al congreso CIAM de Bruselas titulada “¿Construcción baja, media o alta?”, decantándose por la arquitectura en altura dadas las posibilidades técnicas y las necesidades sociales. En 1963, el arquitecto catalán Juan Guardiola Gaya (1927-2005), afincado en Alicante desde 1959, proyecta dos de los primeros rascacielos residenciales de España, entendiendo por tales los edificios verticales que, requiriendo de ascensores para su uso (h> 25m, 1935, Bergpolder, Rotterdam), mantienen una proporción entre su altura y sus medidas en planta de, al menos, 2: 1, una torre. Lógico: más alto que ancho, lo contrario sería el edificio laminar. En esta comunicación se desmenuza en detalle el proyecto y la obra del rascacielos Coblanca-1 (1963-65), que roza los 100 metros de cota y que se convertiría en el primer experimento del laboratorio de arquitectura y urbanismo moderno de Benidorm. Sus referencias son múltiples: en el planteamiento distributivo: las viviendas de Gropius, en el volumen: la nitidez de la Lever House de SOM (plataforma comercial y prisma residencial), en la estructura en retícula: el orden de Mies (con una relación de esbeltez de 1:4)… La vigencia de este legado está presente por 1º) la contemporaneidad por su método de proyecto (zonificación por bandas de servicios paralelas), 2º) su riguroso orden compositivo racional (retícula en el espacio, flexibilidad de las distribuciones, estudios del existenzminimum y composición tripartita: pódium, fuste y pérgola), 3º) su riqueza de su distribución funcional y espacial (superposición de diversos usos) y 4º) la implicación urbana de su parte de mat-building comercial y sus jardines de plantas autóctonas. Esta arquitectura singular se erige en un tipo de referencia, tanto en planta, sección, volumen, estructura como organización para toda la primera generación de rascacielos residenciales cuyos entramados de sostén se ejecutaron con perfiles normalizados de acero (previos al desarrollo en los años 80 de la segunda generación de rascacielos basados en el hormigón de alta resistencia) y se pusieron en obra con los materiales tecnológicamente más avanzados del momento (muro cortina, celosías de hormigón, carpinterías de aluminio, revestimientos de cerámica…). Su solución tipológica resultaba intercambiable y compatible con la propia hotelera (plataforma comercial equivalente a los salones públicos de un hotel, cuerpo de apartamentos similar al volumen de habitaciones y zonificación por bandas de usos válida para ambos casos). La rotundidad de su volumen prismático ha contribuido a definir el skyline de la metrópolis moderna. Su actualidad viene refrendada, no solo en las formas y en la imagen, también en sus parámetros urbanísticos: la fórmula de fijar la edificabilidad permitió experimentar en distintas posibilidades de composición del volumen donde se optó, como Gropius, por recurrir a la mínima ocupación en planta con la máxima cota en altura para alcanzar el volumen fijado (con los medios tecnológicos disponibles): el orden de los factores sí alteraba el resultado. Existe un cierto paralelismo con lo acontecido en Chicago casi un siglo atrás cuando se asistió al nacimiento de la metrópolis contemporánea. Arquitectura y ciudad son un binomio inseparable.