2 resultados para Sottotitolazione,Attualizzazione,Todo sobre mi madre,Transessualità,Humour

em Repositorio Institucional de la Universidad de Málaga


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Conferencia y debate con Juanjo Sáez, uno de los dibujantes y guionistas más reconocidos de España. La sesión versó acerca de su propio trabajo desde sus inicios autoeditando fanzines hasta su realización de series de animación para TV. Todo el discurso estuvo vinculado a la resolución de problemas creativos y a la optimización en el proceso de producción de las cualidades del autor, haciendo gala de un sentido del humor particularmente coherente con el tipo de trabajo que desarrolla este artista. En sus inicios, estudió Arte, Diseño y Pintura en la Escuela Massana (Barcelona) y comenzó a colaborar en fanzines como dibujante e ilustrador. De ahí, pasó a colaborar para la revista musical Rockdelux, así como en otras revistas de carácter cultural y de tendencias. Entre otros medios, ha colaborado para el suplemento La Luna de El Mundo, la revista Qué Leer, o el diario El Periódico de Catalunya. A la vez que labró una carrera como historietista, realizó trabajos de diseño y publicitarios, y consiguió abrir su propio estudio, Familiares de Juanjo Sáez, en el barrio del Raval. Ha llegado a realizar trabajos para Nike (con motivo del Trofeo Conde de Godó) o Estrella Damm. Dentro de su obra, ha publicado varios comics. Sus primeras obras fueron Dentro del sombrero y Buenos tiempos para la muerte (Morsa, 2000), y más tarde la editorial Mondadori le publicó Viviendo del cuento (2004), El Arte, conversaciones imaginarias con mi madre (2006), Yo, otro libro egocéntrico (2010) y Arros Covat (2011). En 2012 vuelve a publicar con Ed. Morsa, en este caso el libro Nada. En 2009, colaboró con el grupo Los Planetas en la publicación de un cómic para su disco Principios básicos de astronomía, y realizó su primera serie de televisión, Arròs covat, que se emitió en el Canal33 de Televisió de Catalunya y que le valió un Premio Ondas en 2010. Ese mismo año lanzó un libro en castellano con el guión de su serie, Arroz pasado, y comenzó a colaborar para el diario Ara.

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En la década de los 50 se produce un hecho insólito en el sector editorial español: el palmarés de los principales premios literarios se llena de nombres de mujer, que empuñan su pluma animadas por el éxito fortuito e inesperado de una joven desconocida llamada Carmen Laforet. En la España de posguerra, los premios se convierten en la vía –casi exclusiva- de acceso al mundo literario, para numerosos escritores que, de otro modo, hubieran tenido mucho más difícil la entrada al mercado editorial. En cuanto a las escritoras, la plataforma de lanzamiento que suponen los premios para ellas es incuestionable; la mayoría de las novelistas españolas más destacadas de la segunda mitad del siglo XX han iniciado su andadura literaria de la mano de algún galardón, tal es el caso de: Carmen Laforet, Ana María Matute, Carmen Kurtz, Carmen Martín Gaite, Mercedes Salisachs, Soledad Puértolas o Almudena Grandes, por citar solo algunos ejemplos. Los premios literarios, en ese papel de promotores de la cultura y de la literatura que tienen durante las dos primeras décadas del franquismo, se configuran como la habitación propia del siglo XX necesaria para que pudiera operarse la profesionalización de la mujer escritora, y adquieren una importancia extraordinaria, sobre todo, durante los años 50, y rescatan parte del modesto espacio conquistado por las mujeres durante el primer tercio del siglo XX (Concha Méndez, Carmen Conde, Carmen de Burgos, Josefina de la Torre, María Zambrano, Rosa Chacel, etcétera). Al primer Premio Nadal (1944) se presentaron veintiséis novelas, de las cuales resultó ganadora Nada de Carmen Laforet, que obtuvo un rotundo éxito de crítica y de público. Este hecho, a priori irrelevante, marca un hito fundamental dentro de la narrativa española de posguerra, en general, y de la literatura escrita por mujeres, en particular. La rápida e inesperada fama que adquiere, la por aquel entonces absolutamente desconocida, Carmen Laforet a raíz de obtener el Nadal animó a muchas mujeres a presentarse a los numerosos premios que van surgiendo por estos años. El triunfo de Laforet se configura, por tanto, como baluarte de autoestima y confianza para las mujeres que deseaban ser escritoras y el Premio Nadal, en particular, era el título que lo así lo acreditaba. Sin embargo, la entrada de la mujer en el campo literario no era posible sin las pertinentes luchas internas que alteran el orden establecido, términos en los que se expresan los propios medios de comunicación para referirse a tal fenómeno. Los críticos y periodistas se hacen eco de este rápido e inusual ascenso de la mujer en el parnaso literario, a través de artículos, a veces no exentos de cierta ironía, sarcasmo y burla, quizás la mejor prueba de la repercusión que alcanza. Sin embargo, a pesar de la proliferación de escritoras que aparecen por estos años y a la aparente profesionalización de la mujer en el ámbito de las letras, la imagen que se difunde y publicita —incluso por parte de las propias autoras— desde los medios de comunicación es la de escritora-ángel del hogar, lo cual no debe extrañarnos si recordamos el carácter y los principios de la educación nacional-católica para con la mujer, según la cual su primera y principal función consistía en ser buena hija, esposa y madre. Como veremos, la mujer escritora asciende velozmente por la escalera de los premios al mundo editorial durante la década del 50 que constituye el primer escalón conquistado por las escritoras que, gracias al pedestal que les ofrecen los premios literarios, a la publicidad y a la repercusión mediática que conllevan, son vistas, leídas y vendidas. A partir de ese momento se vuelven visibles a los lectores y a la industria editorial, adquiriendo, de este modo, existencia en el campo cultural y literario.