2 resultados para Profesionalización de la sociología
em Repositorio Institucional de la Universidad de Málaga
Resumo:
En éste artículo se analiza las características y dimensiones de los indicadores de las Estrategias Genéricas (Porter, 1980) y de los Cuadro de Mando Integral (Kaplan y Norton, 1992), para posteriormente integrarlas y conjugarlas con el propósito de conformar un “Modelo de Medición de la Gestión Estrategia mediante una Estructura del Cuadro de Mando Integral para el Sector Manufacturero de Talabartería y Guarnicionería de Venezuela” (CMI-EGP). Los datos fueron recolectados con dos cuestionarios basados en dimensiones de éstas dos teorías, relacionadas con la alineación entre el recurso humano y la gestión organizacional. Es decir, donde cada dependencia busca alinear los enfoques estratégicos propios de la organización, para así convertirse en un factor de éxito. La metodología empírica empleada esta basada en la técnica de reducción de datos o análisis factorial y por un análisis confirmatorio mediante la técnica Structural Equation Models (SEM), que es una herramienta integral de modelización multiecuacional que fusiona la econometría con los principios de medición de la psicología y la sociología. Esta técnica estadística de análisis multivariante tiene como objetivos primordiales, el aumentar la capacidad explicativa del investigador y la eficacia estadística. La investigación proporciona una modelización confirmatoria que correlaciona las variables latentes y manifiestas, que determinan el grado de relación y alineación entre las cuatro perspectivas de cuadro de mando integral (procesos internos, financieros, del cliente y aprendizaje y crecimiento) y las estrategias genéricas de Porter. Para el procesamiento se emplea el software LISREL versión más reciente 8.8 del año 2009, que es un programa usado en el análisis de ecuaciones estructurales, que fue desarrollado en los años setenta por Karl Jöreskog y Dag Sörbom, ambos profesores de la Universidad de Upsala, Suecia.
Resumo:
En la década de los 50 se produce un hecho insólito en el sector editorial español: el palmarés de los principales premios literarios se llena de nombres de mujer, que empuñan su pluma animadas por el éxito fortuito e inesperado de una joven desconocida llamada Carmen Laforet. En la España de posguerra, los premios se convierten en la vía –casi exclusiva- de acceso al mundo literario, para numerosos escritores que, de otro modo, hubieran tenido mucho más difícil la entrada al mercado editorial. En cuanto a las escritoras, la plataforma de lanzamiento que suponen los premios para ellas es incuestionable; la mayoría de las novelistas españolas más destacadas de la segunda mitad del siglo XX han iniciado su andadura literaria de la mano de algún galardón, tal es el caso de: Carmen Laforet, Ana María Matute, Carmen Kurtz, Carmen Martín Gaite, Mercedes Salisachs, Soledad Puértolas o Almudena Grandes, por citar solo algunos ejemplos. Los premios literarios, en ese papel de promotores de la cultura y de la literatura que tienen durante las dos primeras décadas del franquismo, se configuran como la habitación propia del siglo XX necesaria para que pudiera operarse la profesionalización de la mujer escritora, y adquieren una importancia extraordinaria, sobre todo, durante los años 50, y rescatan parte del modesto espacio conquistado por las mujeres durante el primer tercio del siglo XX (Concha Méndez, Carmen Conde, Carmen de Burgos, Josefina de la Torre, María Zambrano, Rosa Chacel, etcétera). Al primer Premio Nadal (1944) se presentaron veintiséis novelas, de las cuales resultó ganadora Nada de Carmen Laforet, que obtuvo un rotundo éxito de crítica y de público. Este hecho, a priori irrelevante, marca un hito fundamental dentro de la narrativa española de posguerra, en general, y de la literatura escrita por mujeres, en particular. La rápida e inesperada fama que adquiere, la por aquel entonces absolutamente desconocida, Carmen Laforet a raíz de obtener el Nadal animó a muchas mujeres a presentarse a los numerosos premios que van surgiendo por estos años. El triunfo de Laforet se configura, por tanto, como baluarte de autoestima y confianza para las mujeres que deseaban ser escritoras y el Premio Nadal, en particular, era el título que lo así lo acreditaba. Sin embargo, la entrada de la mujer en el campo literario no era posible sin las pertinentes luchas internas que alteran el orden establecido, términos en los que se expresan los propios medios de comunicación para referirse a tal fenómeno. Los críticos y periodistas se hacen eco de este rápido e inusual ascenso de la mujer en el parnaso literario, a través de artículos, a veces no exentos de cierta ironía, sarcasmo y burla, quizás la mejor prueba de la repercusión que alcanza. Sin embargo, a pesar de la proliferación de escritoras que aparecen por estos años y a la aparente profesionalización de la mujer en el ámbito de las letras, la imagen que se difunde y publicita —incluso por parte de las propias autoras— desde los medios de comunicación es la de escritora-ángel del hogar, lo cual no debe extrañarnos si recordamos el carácter y los principios de la educación nacional-católica para con la mujer, según la cual su primera y principal función consistía en ser buena hija, esposa y madre. Como veremos, la mujer escritora asciende velozmente por la escalera de los premios al mundo editorial durante la década del 50 que constituye el primer escalón conquistado por las escritoras que, gracias al pedestal que les ofrecen los premios literarios, a la publicidad y a la repercusión mediática que conllevan, son vistas, leídas y vendidas. A partir de ese momento se vuelven visibles a los lectores y a la industria editorial, adquiriendo, de este modo, existencia en el campo cultural y literario.