2 resultados para Obras de teatro

em Repositorio Institucional de la Universidad de Málaga


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Este trabajo estudia el heterónimo Federico Sánchez desde la doble perspectiva de la identidad narrativa y su construcción autobiográfica. En este sentido se aborda una dimensión biográfico-histórica, asimilable al nombre de guerra de Jorge Semprún en la clandestinidad; una segunda, como autor, expresada a través del seudónimo con el que firmó una parte de su obra; y en tercer lugar, una dimensión literaria asociada a la creación de un personaje a partir de distintos pactos de lectura. El estudio se centra en la presencia del heterónimo en dos segmentos bien delimitados de su corpus. Por un lado en buena parte de la escritura de Jorge Semprún anterior a Le grand voyage (1963), donde se incluyen tanto su escritura con seudónimo como dos obras de teatro poco conocidas, la inédita Soledad (1947) y la clandestina ¡Libertad para los 34 de Barcelona! (1953), relacionadas de distinto modo con el espacio autobiográfico de Federico Sánchez. Por otro lado se estudia la presencia del heterónimo en las obras que reconstruyen autobiográficamente a Federico Sánchez, principalmente Autobiografía de Federico Sánchez (1977), las dos que junto a ésta hemos agrupado bajo la denominación “ciclo de Federico Sánchez”: Federico Sánchez se despide de ustedes (1993) y Veinte años y un día (2003), y otros ejemplos extraídos de la obra de Jorge Semprún. El estudio de la identidad narrativa parte de un panorama crítico del segmento de la obra temprana del escritor relacionada con el heterónimo. A continuación se aborda un estudio sistemático de la identidad narrativa de Federico Sánchez en estas obras a partir de la hipótesis de que ésta se construye a partir de un dialogo con la identidad narrativa colectiva del movimiento comunista, y muy particularmente el español. En este contexto se atiende también a la función que Jorge Semprún ocupa en el colectivo como portavoz autorizado del relato en tres etapas: la presentación de su candidatura a tal función representada por Soledad (1947); la hipercorrección de esta última obra, rectificando errores tras su presentación a las instancias culturales y políticas del PCE en ¡Libertad para los 34 de Barcelona! (1953); y por último su consolidación como intelectual orgánico que coincide con la adopción del seudónimo y la consiguiente diversificación y especialización de su discurso, representado por sus artículos. Paralelamente al estudio de la identidad narrativa individual de Federico Sánchez se investiga su lectura y reescritura de la identidad narrativa colectiva del movimiento comunista, donde priman los elementos nacionales sobre los universales. La última parte del trabajo aborda el proyecto autobiográfico sempruniano articulado a partir de la figura de Federico Sánchez. El corpus elegido se corresponde ahora con el ciclo de Federico Sánchez, y en particular sus memorias políticas Autobiografía de Federico Sánchez (1977). El estudio se organiza a partir de una primera aproximación literaria, donde se analizan los diferentes pactos de lectura, en particular la función del heterónimo, entre otros aspectos como la recuperación de estrategias narrativas de su obra temprana, desde la vida en condicional a la puesta en cuestión del relato del otro, pasando por la parodia personal. No obstante el interés principal de esta parte del trabajo se concentra sobre las particularidades del espacio autobiográfico sugerido por Jorge Semprún en esta obra y la indefinición del eje retrospectivo de su escritura autobiográfica. Este trabajo demuestra cómo Semprún, a la hora de reconstruir la identidad narrativa individual de Federico Sánchez, subraya los rasgos universales de la identidad idem de la vie bonne del comunista. Por otro lado, la puesta en primer plano de esta proyección identitaria sirve para relativizar u obviar su papel como dirigente de primer orden en el seno del PCE, su labor como intelectual orgánico y algunos episodios de su biografía política. Al mismo tiempo, en esta reescritura identitaria tejida en torno al heterónimo, se desarrollan, rehabilitan o aparecen otros modelos identitarios diferentes al comunista. A partir de éstos Semprún, y Federico Sánchez en particular, se configuran narrativamente en diferentes grados: desde el paradigma del intelectual dreyfusard, hasta la progresiva e irónica reivindicación de su origen burgués y aristocrático, pasando por la críptica pero recurrente alusión a su origen judío. La identidad narrativa colectiva del movimiento comunista representada en su proyecto autobiográfico recorre aquí una serie de transformaciones al producirse un solapamiento de distintos niveles de análisis y una indefinición del eje retrospectivo que se ponen al servicio del objetivo retórico de una crítica general del PCE y en general de la tradición kominterniana. En conclusión, la reconstrucción de Federico Sánchez de Jorge Semprún a partir de su escritura autobiográfica y novelesca no coincide con la literatura asociada a este heterónimo como autor, abriéndose así un nuevo campo de investigación de contraste documental que compromete la veracidad de su proyecto autobiográfico.

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Los mitos griegos constituyen un acervo cultural que todavía impregna y conforma nuestra manera de pensar y de ser. Nos son conocidos gracias a la literatura, a los poetas y mitógrafos, y al arte de las manifestaciones de Grecia y de Roma. La tragedia ateniense tiene una influencia decisiva como transmisora de la tradición mítica ya que el mito es fuente de creación poética. La tragedia nace y llega a su máximo esplendor en el siglo V a C, pero como género no muere con los tres grandes dramaturgos sino que continúa en el siglo siguiente e incluso sobrevive hasta el final del mundo pagano, experimentando las variaciones y cambios propios del paso del tiempo. La máscara utilizada en sus representaciones ha pasado a ser un símbolo de la tragedia. Platón habla de la tragedia como la forma de poesía más universal. Las representaciones teatrales formaban parte de la vida cotidiana de los ciudadanos, como espectadores o como participantes en las actuaciones. La afición por la tragedia fue grande en la Atenas del siglo V donde miles de espectadores las veían cada año y suponemos que además de disfrutar con el espectáculo, se educaban y formaban su personalidad. Sabemos por ejemplo que la tragedia de Esquilo Los Persas, había contribuido a que los atenienses tomaran conciencia de su superioridad espiritual y que se representa en Sicilia todavía en vida de su autor, que muere en el 456 precisamente en la ciudad siciliana de Gela. Los autores trágicos adquieren fama y notoriedad que se traslada pronto a la Magna Grecia, sobre todo a las ciudades de Sicilia donde el tirano Dioniso era un fanático de la tragedia. Construye teatros en la isla, los mejor conservados, prueba evidente de la gran afición que despierta. Las colonias, algunas de las cuales llegaron a ser muy prósperas, mantienen lazos con las ciudades de origen y más tarde producen sus propias obras. Es lógico que los artistas, sobre todo los pintores, desde épocas tempranas se inspiraran en los mitos para plasmarlos en sus obras y que haya correspondencia entre la palabra y la imagen, que se refuerzan mutuamente. Las imágenes adquieren una nueva dimensión cuando se convierten en portavoces del mensaje de los poetas. La tragedia, por tanto, además de palabra y acción es también imagen. Vamos a ver una muestra 2 de cómo se reproduce a través de las imágenes. El poeta Simónides decía que la pintura es la poesía silenciosa y la poesía es pintura parlante. Nos vamos a limitar a las pinturas que decoran la cerámica, objetos imprescindibles en la vida de los griegos tanto por su uso práctico como simbólico. Los vasos se adornaban con todo tipo de imágenes, con escenas de la vida normal y con las procedentes del mito sin que, en este último caso, podamos comprender lo que el tema representado significaba en cada ocasión. Se utilizaban en el hogar, en los symposios, como premios en las competiciones atléticas, en las ceremonias nupciales y de manera especial en los ritos funerarios.