2 resultados para expulsión

em Universidade Complutense de Madrid


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Si bien es posible establecer un hilo de continuidad con los discursos y las actitudes antisemitas de la España de los siglos XV y XVI, fechas en las que la agresividad contra los judíos alcanza sus cotas más elevadas (no sólo por la expulsión colectiva de las comunidades hebreas en 1492, sino por la actuación represiva desplegada por la Iglesia Católica y la Monarquía, esto es, por la Inquisición y el nuevo Estado unificado tras la unión de las coronas de Aragón y Castilla y la conquista del último enclave musulmán en la Península), lo cierto es que la participación de nuestro país en el proyecto político alemán que culminó con la aniquilación de más de cinco millones de judíos europeos fue solamente tangencial. Tenía razón el embajador israelí ante las Naciones Unidas, Abba Eban, cuando tomó la palabra el 16 de mayo de 1949 para explicar por qué el recién creado Estado de Israel no aceptaría al régimen de Franco en la comunidad internacional. Eban reconoció que España no tomó parte “directamente” en la política de exterminio llevada a cabo por Alemania con la colaboración de otros Estados europeos, pero su alineamiento ideológico con el Tercer Reich “contribuyó a la eficacia” de los objetivos que se proponía: hacer de una Europa bajo domino germano, un espacio “libre de judíos”. Quizá porque España, o al menos de ello presumían las autoridades del nuevo Estado franquista, como lo habían hecho, si bien con bastante más prudencia política, las republicanas en los años 30, ya era un país sin judíos. Efectivamente. Según las estimaciones aceptadas por la mayor parte de los historiadores en base a un censo elaborado en 1933, la comunidad judía en España no estaba compuesta por más de 6.000 personas, muchas de las cuáles decidieron emigrar al comienzo de la Guerra Civil. Y esa ausencia de judíos será la que determine no sólo la actuación política del régimen en los años de mayor persecución contra ellos en el continente, sino el discurso propagandístico que hacía del antisemitismo un punto de encuentro ideológico entre el nuevo Estado franquista y los Estados totalitarios consolidados en Europa en el período de entreguerras...

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La presencia de una sociedad musulmana en la Península Ibérica desde el siglo VIII al XVII, es decir desde la conquista árabe hasta la expulsión de los moriscos, convierte a los musulmanes inevitablemente en tema literario. Ya desde los más primitivos textos épicos aparecen los musulmanes de al-Ándalus no sólo como antagonistas de los héroes sino desarrollando otras funciones literarias como sucede en el Cantar del Mio Cid o de los Infantes de Lara. Incluso surgen en la lejanía los sarracenos de al-Ándalus, en los trovadores catalanes en lengua occitana. Y en el siglo XV, se convierten casi en un género literario en la literatura de Castilla: se convierten en los moros imaginarios de los romances fronterizos, es la morofilia literaria, es el moro de Granada el que entra en la literatura. La idealización del moro de Granada por parte de la literatura castellana es un hecho sorprendente, porque es contemporánea primero de una cruenta guerra, la de Granada, en los romances fronterizos, y de la rebelión morisca y del enfrentamiento ideológico cristiano-morisco después, al pasar el tema, casi intacto, al Siglo de Oro, fenómeno que resumió brillantemente Emilio García Gómez en sus estudios de Ibn Zamrak como: «Jamás tan brillante puente de plata fue tendido a enemigo que huye» El fenómeno no tiene todavía una explicación satisfactoria, porque no puede ser un simple recurso psicológico, como quiere Juan Goytisolo, que otros enemigos vencidos tuvo España y no los idealizó, ni tampoco se podría suponer que es una literatura de protesta, de una contestación a la política nacional como quieren otros autores. Creemos que, en primer lugar, la maurofilia es esencialmente estética y no ética, y en segundo lugar, que arranca de tiempos anteriores a los conflictos abiertos bélicos e ideológicos -la idealización del «moro de Granada» ya se produce en la Crónica de Alfonso XI de 1344...