3 resultados para Victor Hugo

em Universidade Complutense de Madrid


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A través de esta investigación se busca analizar de que forma una categoría estética como es lo grotesco, relacionada generalmente con lo desagradable, lo inquietante, lo cómico-burlesco e, incluso, lo repugnante y lo siniestro, tiene cabida en el ámbito de la fotografía publicitaria, mediante la observación de una tendencia estética que se caracteriza por un uso de lo grotesco sobre todo fantástico, y en la que confluyen algunos de los valores que le han sido atribuidos por diferentes autores a lo largo del tiempo, con otros nuevos que se adecuan a su contexto publicitario. De esta forma, en primer lugar, y para llegar al momento en que lo grotesco adquiere, finalmente, entidad propia, se debe comenzar por el estudio de la belleza, la cual es considerada una de las ideas principales del pensamiento filosófico durante un largo período de tiempo, hasta que entra en crisis en el siglo XVIII a la par que nace la estética como disciplina, e irrumpen nuevas categorías a tener en cuenta en la reflexión sobre el arte, entre las que se encuentra lo grotesco. Así, lo grotesco surge como término en el siglo XV, proveniente de la palabra italiana gruta, ya que se utilizó inicialmente para designar ciertas ornamentaciones encontradas en el sepultado palacio de la Domus Aurea, construido por Nerón en el siglo I. Esas pinturas fueron imitadas por varios pintores del XV y asentado ya el término como sustantivo, vio como era adjetivado y se extendía por toda Europa, relacionándose, además, con numerosas concepciones como lo ridículo o lo bizarro, o manifestaciones cómico artísticas como la Comedia del Arte o los grabados de Callot. Entonces, llegado el siglo XVIII y esa mencionada ampliación del gusto estético en el Romanticismo, y con el apoyo de autores como Friedrich Schlegel, Ruskin y sobre todo Victor Hugo, lo grotesco surge como categoría estética independiente aunque limítrofe con otras, como lo sublime, lo feo y lo cómico, entre las que este estudio analiza sus relaciones y sus distinciones para profundizar en la compleja naturaleza de lo grotesco...

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La investigación acerca de esta arpista, compositora, profesora, escritora y gestora catalana, de pensamiento liberal y feminista, y de acciones filantrópicas, fue realizada básicamente a través de escritos de prensa española y extranjera. Su madre recopilará durante veinte años un valioso álbum que resume la vida artística de Esmeralda, desde los 13 hasta los 33 años; el mismo se conserva en la Biblioteca de Catalunya (Barcelona) en proceso de restauración, pero ha podido ser consultado y digitalizado. Los múltiples viajes que realizó como intérprete solista, dan como resultado una documentación dispersa en el mundo que ha sido muy difícil de recolectar. Clotilde Cerdà i Bosch (Barcelona 28-02-1861 – Sta. Cruz de Tenerife 12-04-1926), usa el seudónimo Esmeralda Cervantes propuesto por Victor Hugo e Isabel II de Borbón. Nace de padres intelectuales, Ildefonso Cerdà i Sunyer (urbanista, autor del Eixemple de Barcelona) y Clotilde Bosch (pintora, hija de un banquero). Los padres se separan cuando la niña tiene 3 años y desde entonces vive en la única compañía materna. Protegida por Isabel II de Borbón y la Condesa de Montijo, se forma en París y Viena como intérprete del arpa. En París vivía con la desterrada reina Isabel II, en el Palacio Blavatsky, donde su madre era dama de honor. El texto subsiguiente está estructurado en nueve apartados. Los dos primeros refieren cronológicamente el entorno, los estudios y las primeras actuaciones musicales de la intérprete en Europa y las Américas, con remarcados éxitos. El tercer capítulo deja ver el ingreso de Esmeralda Cervantes en el mundo periodístico con la fundación de su primer periódico L’Étoile Polaire en París y la segunda gira americana de conciertos, más breve que la anterior...

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El nombre de Eugenio de Ochoa siempre aparece en los libros sobre la cultura española del siglo XIX, aunque pocas veces con un papel protagonista. Su lugar en la historia de la literatura se halla asociado a otros personajes o a empresas periodísticas de importancia que son recordadas por los nombres de esos otros: El Artista, Federico Madrazo, Pedro Madrazo, Juan Eugenio Hartzenbusch, Victor Hugo, Balzac… Y así Ochoa es siempre el co-creador de una revista, el cuñado de, el amigo de, el traductor de, el editor de… Esta posición secundaria ha restado atractivo al estudio de un hombre que desempeñó un papel fundamental en la conexión de la cultura española con Europa, tanto por ser el vehículo por el que llegaron a España muchos autores contemporáneos como por llevar a cabo el recorrido contrario, mostrando al continente el patrimonio cultural nacional. Sin embargo, esa faceta de intermediario, y no la de literato, contemplada desde una perspectiva más centrada en el contexto y menos en el canon literario tradicional, ofrece unas posibilidades de análisis extremadamente interesantes. Además, la gran pluralidad de sus actividades le convirtió en su tiempo en un observador privilegiado de la realidad cultural y política del país. Ahí se halla el objetivo que ha guiado la realización de este trabajo. Por medio del estudio de su figura se ha pretendido llevar a cabo un análisis de la cultura española del siglo XIX, partiendo de un enfoque sociológico de la misma y prestando más atención a las prácticas en el campo literario que al contenido de la creación. Esa es la razón que explica que, metodológicamente, el trabajo se apoye en dos pilares, cada uno de los cuales sirve de soporte a las dos partes centrales del mismo: la reflexión acerca del “hombre de letras” en el reinado de Isabel II y el papel desempeñado por el mediador cultural en el proceso de transferencia de conocimientos e imágenes nacionales en la Europa del siglo XIX. Al comienzo de cada uno de estos bloques se realiza una reflexión más detallada sobre ambas líneas de análisis que, por supuesto, no son las únicas y no agotan el tema...