2 resultados para Tratamiento de última línea

em Universidade Complutense de Madrid


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La leishmaniosis canina (Lcan) es una zoonosis en toda la Cuenca Mediterránea y está producida por un protozoo intracelular, Leishmania infantum, transmitido por especies del género Phlebotomus. La enfermedad se caracteriza por una presentación clínica heterogénea en la cual la lesión renal es, con frecuencia, la causa principal de mortalidad. La nefropatía asociada a Lcan se atribuye fundamentalmente al depósito intraglomerular de inmunocomplejos circulantes. La combinación de antimoniato de n-meglumina (antimoniales) con alopurinol se considera el tratamiento de primera línea en esta enfermedad, aunque algunos estudios han demostrado que la combinación de miltefosina y alopurinol tiene una eficacia similar. A pesar de ser considerado el tratamiento más eficaz, el uso de antimoniato se asocia a efectos adversos sobre la funcionalidad renal lo cual puede ocasionar complicaciones importantes en el manejo de estos pacientes. A ello se suma la escasa sensibilidad de las pruebas diagnósticas disponibles hasta ahora en la clínica veterinaria para poder establecer un diagnóstico precoz de lesión renal. Es decir, el propio tratamiento podría agravar una posible alteración en la funcionalidad renal en pacientes que ya la tuvieran alterada debido a la leishmaniosis. Los perros infectados y tratados, en la mayoría de los casos, no alcanzan la curación parasitológica y sufren recidivas después del tratamiento. Las técnicas habituales para valorar la respuesta al tratamiento son la evolución de la tasa de anticuerpos y la electroforesis de proteínas plasmáticas. La normalización de las proteínas plasmáticas ocurre en paralelo con la mejoría clínica, pudiéndose emplear como marcadores de respuesta al tratamiento; sin embargo, la serología parece menos útil, a corto plazo, porque el descenso del título de anticuerpos es más lento. Se ha postulado que otros parámetros laboratoriales, como las proteínas de fase aguda, pueden ser una buena opción como marcadores precoces de la enfermedad y también para la monitorización del tratamiento...

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Entendemos por coerción como la presión ejercida sobre alguien para forzar su voluntad o su conducta. El concepto de coerción transciende la Salud Mental y afecta a distintas disciplinas como la filosofía, ética, derecho o política. Dentro de las medidas coercitivas que se usan en el campo de la Salud Mental distinguimos entre aquellas que se ejercen dentro de un marco normativo, a las que nos referimos como medidas formales de coerción (hospitalización involuntaria, aislamiento, contención mecánica y química) y otras, objeto de este estudio, denominadas informales o encubiertas, que son aquellas estrategias coercitivas utilizadas como forma de presión sobre el paciente, principalmente ambulatorio, y que se escapan a cualquier normativa o jurisprudencia. Szmukler y Appelbaum definen cuatro niveles diferentes de coerción informal: persuasión, influencia interpersonal, inducción y amenaza. Aunque existe bastante investigación sobre coerción formal en los últimos treinta años, no es así en el caso de la coerción informal, si bien se ha intensificado en la última década. Es más, apenas existen estudios que recojan las opiniones de los profesionales sobre la misma y los que existen se concentran países desarrollados, ignorando aspectos socioculturales, de tradición psiquiátrica y organización asistencial que pueden influir en el uso de este tipo de estrategias...