10 resultados para TRASTORNOS NUTRICIONALES

em Universidade Complutense de Madrid


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La obesidad es un problema de salud pública a nivel mundial. Su prevalencia se ha multiplicado por más de dos entre 1980 y 2014. La Organización Mundial de la salud (OMS) ha estimado que 170 millones de jóvenes menores de 18 años presentan exceso de peso y ha considerado la obesidad como una epidemia a nivel mundial. La obesidad es una enfermedad crónica de origen multifactorial que viene determinada por la interacción de factores genéticos, biológicos, socioeconómicos, conductuales y ambientales actuando a través de mediadores fisiológicos nutricionales en la ingesta y gasto de energía. El sobrepeso y la obesidad son factores de riesgo relacionados con el desarrollo de diabetes, alteraciones del metabolismo lipídico, síndrome metabólico, hipertensión arterial, esteatosis hepática, litiasis biliar, alteraciones respiratorios, ortopédicas, trastornos psicológicos y de la alimentación y también en ocasiones inadaptación social del adolescente. Estos desajustes se pueden perpetuar y agravarse en la edad adulta, por lo que tanto el sobrepeso como la obesidad suponen un grave problema sanitario, económico y social, frente al cual es prioritario luchar. Numerosos estudios e investigaciones evidencian la relación existente entre la obesidad y sus inicios en la vida intrauterina, es decir, la relación entre el comportamiento nutricional y ponderal de la madre antes y/o durante el embarazo y las consecuencias en la salud de sus descendientes en la edad adulta...

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Objetivos: evaluar las características de la práctica basada en la evidencia (PBE) en contexto asistencial; su efectividad sobre la sintomatología depresiva; las variables asociadas a la misma; y su eficiencia. Método: estudio retrospectivo sobre una muestra propositiva compuesta por 89 casos diagnosticados de trastorno depresivo mayor (80,9%) o de distimia (19,1%) en la Clínica Universitaria de Psicología de la UCM. Un 78,7% de los casos eran mujeres, y un 48,3% de los casos seguía un tratamiento farmacológico; la duración promedio del problema fue 30,9 meses y la puntuación promedio en el BDI-­‐II en el pretratamiento fue 33 puntos. Diversas variables fueron evaluadas para responder a los objetivos. Resultados: los pacientes recibieron un tratamiento individualizado y autocorrectivo basado sobre todo en psicoeducación, reestructuración cognitiva, activación conductual, técnicas de relajación, entrenamiento en solución de problemas y en habilidades sociales, durante unas 18 sesiones semanales. Un 35,96% de los pacientes terminó prematuramente la intervención, estando la adherencia a las técnicas y a las sesiones y el índice de severidad global del SCL-­‐90-­‐R asociados de modo significativo al abandono. En total, un 80,3% de los pacientes alcanzó un cambio clínicamente significativo de la sintomatología depresiva según el BDI-­‐II, y un 86,2% según el BAI. La reducción en las puntuaciones del BDI-­‐II se asoció con el entrenamiento en habilidades sociales; además, los pacientes más graves y los diagnosticados a partir del BDI-­‐II y el juicio clínico mejoraron más. El tratamiento fue coste – efectivo en relación a la intervención aplicada en Atención Primaria (AP): el coste directo promedio de incrementar un 1% el porcentaje de la muestra que experimentó recuperación en AP fue mayor que el tratamiento psicológico basado en la evidencia en un 34,9% (sólo tratamiento) o en un 11,0% (tratamiento más evaluación) Discusión: se constata para este estudio que los tratamientos aplicados desde la perspectiva de la PBE para la depresión son similares a los tratamientos empíricamente apoyados, especialmente a la terapia cognitiva de Beck, aunque adicionan elementos a partir del juicio del clínico, que en el caso de las técnicas de relajación y la solución de problemas no parecen contribuir a la mejoría. La efectividad de la intervención fue comparable a la hallada en contextos asistenciales o investigadores, con un porcentaje de abandonos elevado, pero consistente con lo hallado en otros centros universitarios. La ausencia de un efecto significativo de la duración de las intervenciones, y la evidencia de que los pacientes que terminan prematuramente el tratamiento se beneficiaron del mismo es consistente con un modelo de “nivel suficiente de funcionamiento” (GEL), según el cual los pacientes continúan en la intervención hasta que han mejorado lo bastante según su criterio. La generalizabilidad de los resultados del estudio es elevada de acuerdo a criterios estandarizados. Entre las limitaciones del estudio están la ausencia de seguimiento a largo plazo; el elevado número de valores perdidos; y la naturaleza archivística del estudio. Conclusiones: este estudio viene a reforzar la evidencia sobre la efectividad de la PBE para los trastornos depresivos. Adicionalmente, la PBE resultó más cara pero más eficiente en cuanto a costes directos que la intervención desarrollada en AP, sin que su efectividad se viera reducida en pacientes más graves o más crónicos. Además, existe aún margen para incrementar su eficiencia y competitividad. A partir de estos resultados, se recomienda prolongar la intervención psicológica hasta la obtención de mejoría; emplear la formulación de casos como un medio para reducir la duración del tratamiento y prescindir de elementos superfluos, enfatizando en cambio el abordaje de la temática interpersonal en la depresión.

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OBJETIVO Se analiza la eficacia de la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma en víctimas de atentados terroristas con trastorno por estrés postraumático (TEPT) o trastornos de ansiedad o depresivos a muy largo plazo (> 5 años después del atentado). Se pretende, así, engrosar el limitado conocimiento científico sobre la eficacia de los tratamientos en esta población concreta. MÉTODO Un grupo de 120 víctimas directas e indirectas de atentados terroristas cometidos en España una media de 18,43 años atrás, que presentaban aislada o concurrentemente trastorno por estrés postraumático (TEPT; 49,2%), trastorno depresivo mayor (TDM; 40,8%) y otros trastornos de ansiedad (75,8%), fueron aleatorizados en 16 sesiones de Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) centrada en el trauma (grupo experimental) o 16 semanas de espera (grupo control). La TCC centrada en el trauma estaba basada en el protocolo de exposición prolongada de Foa y Rothbaum (1998) pero se le añadieron técnicas específicas para el manejo de los trastornos del estado de ánimo y trastornos de ansiedad, se hizo un mayor énfasis en la psicoeducación sobre las reacciones post traumáticas y en la reestructuración cognitiva y se añadieron estrategias de motivación, regulación emocional y terapia narrativa. De las 60 personas que fueron asignadas al grupo experimental, 25 (41,6%) rechazaron la terapia y 10 (28,6%) la abandonaron una vez iniciada. RESULTADOS Las personas del grupo experimental que completaron el tratamiento (n = 25) tenían puntuaciones medias en sintomatología postraumática (PCL), depresiva (BDIL-II) y de ansiedad (BAI) significativamente inferiores a las obtenidas en el pretratamiento. Ninguna de ellas presentó en el postratamiento TEPT ni TDM y se redujo significativamente el porcentaje de otros trastornos de ansiedad. Estos resultados fueron significativamente mejores que los del grupo de control. Se obtuvieron tamaños del efecto pre/post grandes (d PCL = 1,39; d BDI-II = 1,19; d BAI = 1,20) y grandes y medios entre grupos (d PCL = 0,84; d BDI-II = 0,69; d BAI = 0,88). Un 78,3%, 91,7% y 91,7% obtuvieron una puntuación media inferior a la puntuación C para la PCL, el BDI-II y el BAI, y un 56,5%, 45,8% y 54,2% mejoraron según el índice de cambio fiable. Los beneficios se mantuvieron a los 6 meses de seguimiento y el análisis de intención de tratar (n = 35) y el análisis de todas las personas que habían completado el tratamiento (incluyendo al grupo control; n = 40) confirmaron la significación de los datos. La terapia tenía efectos mejores sobre la comorbilidad triple (TEPT, trastornos depresivos y ansiosos), pero no se encontró un efecto positivo de la adición de psicofármacos, en todo caso, peores resultados (por ejemplo, en la puntuación del BAI y la muestra de intención de tratar). CONCLUSIONES Los resultados de este estudio, comparables a los de otros estudios específicos previos, sugieren que la TCC centrada en el trauma y adaptada a víctimas del terrorismo que sufren TEPT o trastornos de ansiedad o depresivos muchos años después de los atentados terroristas, es eficaz. Aunque se recomienda mejorar las técnicas de motivación, hacer nuevos estudios con tamaños muestrales más amplios, donde se realicen análisis de componentes, análisis de la fiabilidad y adherencia al protocolo y atendiendo a diferentes grupos de víctimas y factores de riesgo, los resultados de esta tesis doctoral sustentan firmemente la idea de que la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma debe ser el tratamiento de elección para víctimas del terrorismo con TEPT, TDM u otros trastornos de ansiedad, incluso cuando éstos se presentan de manera comórbida y crónica.

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La cantidad de datos biológicos y médicos que se produce hoy en día es enorme, y se podría decir que el campo de las ciencias de la vida forma parte ya del club del Big Data. Estos datos contienen información crucial que pueden ayudar a comprender mejor los mecanismos moleculares en los sistemas biológicos. Este conocimiento es fundamental para el progreso en el diagnóstico y en el tratamiento de las enfermedades. La Bioinformática, junto con la Biología Computacional, son disciplinas que se encargan de organizar, analizar e interpretar los datos procedentes de la Biología Molecular. De hecho, la complejidad y la heterogeneidad de los problemas biológicos requieren de un continuo diseño, implementación y aplicación de nuevos métodos y algoritmos. La minería de datos biológicos es una tarea complicada debido a la naturaleza heterogénea y compleja de dichos datos, siendo éstos muy dependientes de detalles específicos experimentales. Esta tesis se basa en el estudio de un problema biomédico complejo: la menor probabilidad de desarrollar algunos tipos de cáncer en pacientes con ciertos trastornos del sistema nervioso central (SNC) u otros trastornos neurológicos, y viceversa. Denominamos a esta condición como comorbilidad inversa. Desde el punto de vista médico, entender mejor las conexiones e interacciones entre cáncer y trastornos neurológicos podría mejorar la calidad de vida y el efecto de la asistencia médica de millones de personas en todo el mundo. Aunque la comorbilidad inversa ha sido estudiada a nivel médico, a través de estudios epidemiológicos, no se ha investigado en profundidad a nivel molecular...

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El Síndrome Metabólico (SM) es un conjunto de factores de riesgo asociados con el incremento del riesgo de enfermedad cardiovascular y diabetes mellitus de tipo 2 (DM2). Dichos factores son obesidad (OB), resistencia a la Insulina (RI), hiperglucemia, dislipidemia e hipertensión (HTA) e interactúan entre sí sobre las anomalías vasculares, el estrés oxidativo, la grasa visceral, la inflamación y el cortisol en un entorno de OB y RI y bajo la influencia de las predisposiciones genéticas y condiciones ambientales, tales como hábitos de alimentación y actividad física. Según una hipótesis, la RI y la OB son los factores que más contribuyen en la manifestación de anormalidades metabólicas y las manifestaciones más tempranas del desarrollo de SM en niños. Mientras el páncreas compensa adecuadamente la RI mediante una mayor secreción de insulina, las concentraciones de glucosa en sangre se mantienen normales. Sin embargo, en algunos pacientes la capacidad de las células β del páncreas disminuye con el tiempo, lo que conduce al desarrollo de DM2. Otro factor a tener en cuenta en el diagnóstico del SM es la dislipidemia, caracterizada por el aumento de los triglicéridos (TG) y del VLDL‐colesterol, bajas cifras de HDL‐colesterol, así como por la presencia de partículas de LDL‐colesterol más pequeñas y densas de lo normal. Otro factor de riesgo de padecimiento de SM es la presión arterial elevada, que suele aparecer ligada a la presencia de OB, ya que el aumento de algunas adipoquinas que en esta se produce, entre las que se encuentran el AGE, PAI‐1, IL‐6, TNF‐α y leptina, pueden llevar a disfunción endotelial a través de la ruta del óxido nítrico. Debido a que el sobrepeso y el incremento de los valores de insulina plasmática son componentes clave del SM, es importante tener en cuenta los hábitos alimentarios y otros estilos de vida que influyen en los mismos...

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El embarazo o gestación se define como el período de desarrollo intrauterino, que abarca entre 38 y 42 semanas, y que comprende desde la concepción hasta el nacimiento. Desde el punto de vista nutricional, esta etapa constituye una de las más vulnerables en la vida de la mujer, ya que, además de tratarse de un periodo en el cual las necesidades de nutrientes son especialmente elevadas, pues la gestante no sólo debe cubrir sus propias necesidades, sino también las del feto en crecimiento y las derivadas de la síntesis de nuevos tejidos, cualquier error nutricional podría tener repercusiones más graves que en otras etapas de la vida y afectar, no sólo a la salud de la madre, sino también a la del descendiente, y no sólo durante el proceso gestacional, sino también en etapas posteriores de la vida. Por otro lado, si bien el embarazo, puede ser una etapa altamente motivadora para que la mujer modifique su comportamiento alimentario, constituyendo un momento óptimo para inculcar la importancia de una alimentación y un estilo de vida saludable, diversos trabajos han comprobado que, en muchas ocasiones, los conocimientos nutricionales de las gestantes no son los más acertados, hecho que unido a los antojos, o a los cambios en el apetito y el gusto, declarados de forma frecuente por las embarazadas, hace que la dieta no sea siempre adecuada, especialmente, en las gestantes con un menor nivel educacional. En base a todo ello, el objeto de la presente tesis doctoral ha sido conocer los hábitos alimentarios, el estilo de vida y los conocimientos en nutrición de un grupo de gestantes de la Comunidad de Madrid y, analizar las diferencias existentes en función de distintas variables como la edad, el IMC previo al embarazo, el nivel de estudios y el país de origen de la embarazada...

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Bastantes años de práctica de la psicología educativa-comunitaria y especialmente en sus aspectos preventivos y de intervención familiar, hacen plantearse multitud de dudas que no siempre la ciencia escrita consultada resuelve de manera satisfactoria. Es difícil trabajar directamente con los adolescentes sobre los factores de riesgo de padecer TCA, por iatrogenia, pero cuando se actúa con los padres, podríamos conseguir disminuir o impedir, de manera preventiva, padecer este trastorno, sobre todo después de una detección precoz a través de sus factores de riesgo. Así, la hipótesis fundamental planteada es: la información y formación temprana a las familias sobre el desarrollo físico, emocional, social…, las estrategias educativas y de aprendizaje, el cambio y manejo de comportamientos y los criterios básicos en el establecimiento de normas y límites, podrán motivar cambio de actitud y generar estilos educativos que favorecerán la aparición de factores de protección, no solo respecto a los TCA, sino también a otras problemáticas derivadas de la crisis adolescente.. Desde la psicología comunitaria (Smetana, Campione-Barr, y Metzger, 2006) es necesario ajustar los criterios de lo que significa buena investigación en la práctica y tener claro que el objetivo es saber si la práctica implantada se ha hecho según lo previsto, se mantiene en el tiempo y los factores de sostenibilidad que hay que tener en cuenta. (Hoagwood y Johnson, 2003). Las intervenciones según el modelo de salud bio-psico-social (OMS, 1989), están íntimamente relacionadas con lo que las personas hacen, en el medio en el que normalmente se desenvuelven y con los recursos con los que cuentan (Bronfrenbenner, 2005; Tudge, Mokrova, Hatfield y Karnik, 2009). Con estos presupuestos, parece claro, que ni la familia, ni la institución educativa, ni la institución sanitaria por sí solas tienen la respuesta a tan complejas situaciones y es desde el trabajo multidisciplinar desde donde hay que abordarlas (Fernández y Vidal, 2008; Hombrados, 2013). Puede existir un desequilibrio durante la pubertad entre las áreas relacionadas con el proceso emocional y la corteza prefrontal. Este desajuste temporal puede contribuir a la desregulación emocional y un posterior riesgo de sufrir patologías, en muchos casos (Dahl y Gunnar, 2009; Ladouceur, 2012)...

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El terrorismo es un grave problema mundial que cada año afecta a un número muy elevado de personas. Solamente en el año 2014 se produjeron en el mundo 13.463 atentados terroristas que provocaron 32.727 muertos, 34.791 heridos y 9.428 secuestrados (National Consortium for the Study of Terrorism and Responses to Terrorism [START], 2015). En España el número de personas fallecidas por atentados terroristas en los últimos 45 años es de 1.220, a las que habría que sumar los miles de heridos y de familiares y allegados de personas fallecidas y heridas. Aunque la mayoría de las víctimas no desarrollarán trastornos mentales a causa de los atentados terroristas y conseguirán recuperarse sin secuelas psicopatológicas significativas, un porcentaje importante sufrirán un trastorno por estrés postraumático (TEPT), depresivo o de ansiedad (García-Vera y Sanz, 2010, 2015). Entre las víctimas directas, la prevalencia del TEPT se ha estimado entre un 10% y un 30% (DiMaggio y Galea, 2006; García-Vera y Sanz, 2015), la del trastorno depresivo mayor entre un 13,3% y un 47,7% y la de los trastornos de ansiedad entre un 6,1% y un 19,8% (García-Vera y Sanz, 2010; Salguero, Fernández-Berrocal, Iruarrizaga, Cano-Vindel, y Galea, 2011). Además, en muchos casos, tales trastornos no parecen remitir con el tiempo y parecen crónicos (García-Vera y Sanz, 2010; Morina, Wicherts, Lobbrecht y Priebe, 2014)...

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El terrorismo es uno de los problemas más graves a nivel mundial, tanto por el elevado número de afectados que deja cada año, como por su incidencia a nivel mundial. España, lejos de ser una excepción, ha sufrido atentados terroristas de forma continuada durante décadas. Al analizar la literatura científica sobre consecuencias psicopatológicas de los atentados terroristas, se puede observar que el trastorno mental más investigado ha sido el trastorno por estrés postraumático (TEPT), habiendo sido menos investigados el trastorno depresivo mayor, el trastorno de angustia, la agorafobia sin historia de angustia y el trastorno de ansiedad generalizada. Además, la mayoría de la investigación previa se ha centrado en las consecuencias psicopatológicas de los atentados terroristas a corto, medio o largo plazo, pero no a muy largo plazo, es decir, 10, 20 o 30 años después de que los atentados terroristas hubiesen ocurrido. Es más, la mayoría de los estudios han utilizado instrumentos de cribado (screening) para evaluar la posible presencia de trastornos psicológicos, pero estos instrumentos son menos fiables y válidos para realizar un diagnóstico que las evaluaciones basadas en entrevistas clínicas diagnósticas estructuradas; por otro lado, la mayoría de los estudios se han centrado en las víctimas directas, los intervinientes y la población general afectada, pero casi ninguna ha evaluado las consecuencias psicopatológicas en familiares cercanos de las víctimas directas...

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La alimentación está controlada por muchos factores, incluyendo el apetito, la disponibilidad de alimentos, la familia, los compañeros, la cultura, ... En la actualidad, los trastornos de la conducta alimentaria (en lo sucesivo, TCA) forman parte de nuestra cultura, aunque la familiaridad con estos términos es muy reciente. Las primeras referencias sobre casos de restricción alimentaria se remontan a la literatura religiosa antigua. El primer registro médico se atribuye a Richard Morton en 1689 quien publicó su libro “Phthisiologia, seu Exercitaciones de Phthisi” considerándose la primera referencia médica sobre anorexia nerviosa. Morton, la describe como un “consumo nervioso causado por la tristeza y las preocupaciones ansiosas”. La traducción al inglés de su libro, “Phthisiologia, or, a Treatise of Consumptions” (traducido en 1694) describe el caso de dos pacientes, una mujer de 18 años y un varón de 16 que comenzaron su enfermedad dos años antes de pedir ayuda a Morton y en el que describe con detalle los procesos patológicos que causan la pérdida de tejido corporal. Otros casos similares se encuentran descritos por Robert Whytt en 1767 y por De Valangin en 1768. Un siglo después, en 1759, el psiquiatra Louis-Victor Marcé, publicó un informe titulado “Note sur one Forme de Deliré Hypochondria que Consécutive aux Dyspesies et Caractérisée Principalement par le Refusd'Aliments” (“Una nota sobre el delirio hipocondríaco, consecutivo a la dispepsia y principalmente caracterizado por el rechazo a la comida”). En este informe, describe esta patología, dejando claro que la enfermedad era de origen psiquiátrico y no físico, y su psicopatología compleja...